/ martes 29 de octubre de 2024

Llevarán el amor de Frida Kahlo y Diego Rivera a la Met de Nueva York

La dirección y el libreto estarán a cargo de la coreógrafa brasileña Deborah Colker

Avezada en enfrentar desafíos escénicos de gran calado, la coreógrafa y bailarina brasileña Deborah Colker se encuentra en la preparación de la nueva ópera “El último sueño de Frida y Diego”, cuyo estreno se tiene planeado para 2026, como parte de la programación de la Ópera Metropolitana de Nueva York (Met), uno de los máximos recintos del arte operístico del mundo.

Esta obra refiere al último sueño del amor entre ambos. La historia comienza cuando Frida ya murió y Diego, pasados tres años, está queriendo hablar con ella. Él le dice que ya no quiere estar más aquí, que no quiere vivir más sin ella.

“‘¡Fridita, te necesito! ¿Por qué no me vienes a visitar en Día de los muertos?’ Le dice él, pero ella le contesta que no quiere volver porque para ella es un mundo de mucho dolor”, adelanta Deborah Colker en entrevista con El Sol de México.

La coreógrafa agradece la coincidencia de estar en nuestro país para presentarse con su compañía en la UNAM, su coreografía “Perro sin plumas”, los próximos 30 y 31 de octubre, días antes de las festividades por Día de Muertos.

“La vida a veces nos sorprende, nada de esto fue planeado, pero yo sabía que tenía que conocer más de la tradición”, dice la coreógrafa, que agrega que la obra explorará los símbolos históricos que representan ambos personajes: Diego, para las luchas sociales; y Frida, desde su individualidad, por la dignidad de las mujeres.

El poder de la simpleza

Reconociéndose como una “mujer parecida a Frida”, con las ganas de hacer y defender sus propias decisiones, Deborah recuerda cómo se convirtió en una pionera de la danza contemporánea en América Latina, cuando en 1984, cuando empezó su labor como directora, luego de haber participado en la organización de varios eventos masivos.

Yo fui una de las primeras en hacer esta danza contemporánea en Brasil y creo que en otras partes del mundo. Para ello, sabía que tenía que hacerme de técnica y conciencia de la danza clásica, pero también me preguntaba cómo encontrar mi propia manera de pensar, ser, andar y la relación entre el movimiento, el espacio y las ideas”, así fue que llegó a una de sus conclusiones dancísticas más características: la cotidianidad.

Este fue un punto importante para mí, sobre todo al principio, cuando investigué que los gestos cotidianos pueden ser parte de la danza. Nuestro cotidiano también es arte y tiene un valor muy grande. Como ejemplo podría decir que los jóvenes tienen gestos y formas de moverse muy particulares de su época y que serán importantes para llevar a cabo sus propias búsquedas; tal y como pasó con los movimientos de 1960, que tenían su propio lenguaje”, agrega.

De igual modo, la coreógrafa habla sobre cómo es que con ese ímpetu ha logrado organizar dos de los espectáculos más grandes del mundo la dirección coreográfica de la apertura de los Juegos Olímpicos de 2016 en su país, y el primer show hecho por una mujer en el Cirque du Soleil.

“Cuando uno tiene algo muy grande enfrente siempre se tiene que empezar por lo más simple y pequeño. Si yo me hubiese dejado sorprender por el Cirque du Soleil como la más grande fábrica de sueños, jamás habría logrado hacer lo que logré. A veces se nos olvida el gran poder que hay en la simplicidad y que nace de las preguntas ¿quién soy yo?, ¿cómo es que yo soy?”.

➡️ Únete al canal de El Sol de México en WhatsApp para no perderte la información más importante

Sobre la coreografía que presentará en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario (CCU), “Perro sin plumas”, Deborah explica que está basada en el poema homónimo del poeta João Cabral, publicado en 1950.

“Es increíble el contraste entre la fuerza y la fragilidad, de la riqueza y la miseria, de la tragedia y la alegría de este lugar. El río Capibaribe es tan importante como lo es México, porque es un río en el que están todos los ríos y todas las personas, los refugiados, los necesitados y los alegres”, finaliza.

Avezada en enfrentar desafíos escénicos de gran calado, la coreógrafa y bailarina brasileña Deborah Colker se encuentra en la preparación de la nueva ópera “El último sueño de Frida y Diego”, cuyo estreno se tiene planeado para 2026, como parte de la programación de la Ópera Metropolitana de Nueva York (Met), uno de los máximos recintos del arte operístico del mundo.

Esta obra refiere al último sueño del amor entre ambos. La historia comienza cuando Frida ya murió y Diego, pasados tres años, está queriendo hablar con ella. Él le dice que ya no quiere estar más aquí, que no quiere vivir más sin ella.

“‘¡Fridita, te necesito! ¿Por qué no me vienes a visitar en Día de los muertos?’ Le dice él, pero ella le contesta que no quiere volver porque para ella es un mundo de mucho dolor”, adelanta Deborah Colker en entrevista con El Sol de México.

La coreógrafa agradece la coincidencia de estar en nuestro país para presentarse con su compañía en la UNAM, su coreografía “Perro sin plumas”, los próximos 30 y 31 de octubre, días antes de las festividades por Día de Muertos.

“La vida a veces nos sorprende, nada de esto fue planeado, pero yo sabía que tenía que conocer más de la tradición”, dice la coreógrafa, que agrega que la obra explorará los símbolos históricos que representan ambos personajes: Diego, para las luchas sociales; y Frida, desde su individualidad, por la dignidad de las mujeres.

El poder de la simpleza

Reconociéndose como una “mujer parecida a Frida”, con las ganas de hacer y defender sus propias decisiones, Deborah recuerda cómo se convirtió en una pionera de la danza contemporánea en América Latina, cuando en 1984, cuando empezó su labor como directora, luego de haber participado en la organización de varios eventos masivos.

Yo fui una de las primeras en hacer esta danza contemporánea en Brasil y creo que en otras partes del mundo. Para ello, sabía que tenía que hacerme de técnica y conciencia de la danza clásica, pero también me preguntaba cómo encontrar mi propia manera de pensar, ser, andar y la relación entre el movimiento, el espacio y las ideas”, así fue que llegó a una de sus conclusiones dancísticas más características: la cotidianidad.

Este fue un punto importante para mí, sobre todo al principio, cuando investigué que los gestos cotidianos pueden ser parte de la danza. Nuestro cotidiano también es arte y tiene un valor muy grande. Como ejemplo podría decir que los jóvenes tienen gestos y formas de moverse muy particulares de su época y que serán importantes para llevar a cabo sus propias búsquedas; tal y como pasó con los movimientos de 1960, que tenían su propio lenguaje”, agrega.

De igual modo, la coreógrafa habla sobre cómo es que con ese ímpetu ha logrado organizar dos de los espectáculos más grandes del mundo la dirección coreográfica de la apertura de los Juegos Olímpicos de 2016 en su país, y el primer show hecho por una mujer en el Cirque du Soleil.

“Cuando uno tiene algo muy grande enfrente siempre se tiene que empezar por lo más simple y pequeño. Si yo me hubiese dejado sorprender por el Cirque du Soleil como la más grande fábrica de sueños, jamás habría logrado hacer lo que logré. A veces se nos olvida el gran poder que hay en la simplicidad y que nace de las preguntas ¿quién soy yo?, ¿cómo es que yo soy?”.

➡️ Únete al canal de El Sol de México en WhatsApp para no perderte la información más importante

Sobre la coreografía que presentará en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario (CCU), “Perro sin plumas”, Deborah explica que está basada en el poema homónimo del poeta João Cabral, publicado en 1950.

“Es increíble el contraste entre la fuerza y la fragilidad, de la riqueza y la miseria, de la tragedia y la alegría de este lugar. El río Capibaribe es tan importante como lo es México, porque es un río en el que están todos los ríos y todas las personas, los refugiados, los necesitados y los alegres”, finaliza.

Policiaca

Detienen en Edomex a "El Cholo Palacios", jefe de plaza de Guerreros Unidos

Alejandro N fue localizado en Tlatlaya, donde residía con su esposa y dos hijos menores.