/ martes 4 de octubre de 2022

Adiós al hijo de la Generación del 68: escritores despiden a David Huerta

El premio FIL Guadalajara 2019 colocó al autor a la altura de gigantes de la literatura como Nicanor Parra o Juan José Arreola

David Huerta fue el resultado de una Ciudad de México que va dejando de existir. Una ciudad vecinal, profunda y comunitaria: tan compleja que acaso sólo la poesía es capaz de contenerla. Porque si algo tenía claro este poeta fallecido ayer a los 72 años es que el cosmos puede caber en un verso.

Heredero de una tradición poética centenaria e hijo de la Generación del 68, Huerta construyó una poesía comprometida donde lo social era, también, una forma de intimidad. Era un creyente convencido de que todo acto estético es, también, un acto político. Un pensamiento muy similar al de su padre, Efraín Huerta, el Gran Cocodrilo, poeta irredento de la capital mexicana.

Te puede interesar: Muere el poeta mexicano David Huerta

David Huerta es heredero de aquella Ciudad de México donde la comunidad vecinal era el verdadero campo de formación sentimental de las personas. Una ciudad sin gentrificación ni parámetros homogéneos, rebosante de una cultura local diversa. Creció en la colonia del Periodista cuando este barrio realmente era habitado por periodistas como Edmundo Valadés, Ricardo Cortés Tamayo y Antonio Rodríguez. “En ese barrio yo me formé, fue mi primera escuela de vida y de poesía. A cualquiera de las casas a las que entraras, no importaba cuál, siempre había algo qué aprender”, dijo Huerta a este reportero durante la FIL Guadalajara 2015. Por supuesto también se refería a los amigos poetas de su padre: Alí Chumacero y Renato Leduc.

Quienes conocieron de cerca a David Huerta aseguran que fue un hombre alejado de las poses que abundan en los altos círculos literarios. El escritor mexicano Alberto Chimal, su alumno y amigo, recuerda en entrevista con El Sol de México que con él se podía platicar de una serie de Netflix, de gatos o del Siglo de Oro Español.

“Nada le era ajeno, todo era motivo de asombro para él. O de preocupación. Porque siempre habló con mucha claridad de lo que no le gustaba de la realidad”, dice Chimal.

Las innumerables tragedias de la sociedad mexicana representaban una de sus fibras más sensibles. Lamentó, siempre, la pérdida del tejido comunitario del país, desde los barrios urbanos hasta las comunidades rurales más alejadas. Él mismo marchó en 1968 con miles de estudiantes para exigir mayores libertades, más igualdad y menor represión institucional. “México es una comunidad tan desgarrada que ya casi no es comunidad”, dijo Huerta a la prensa española en 2019, cuando le preguntaron sobre los 43 de Ayotzinapa.

“Hemos perdido a una voz central de la poesía mexicana. Recordemos que su primer libro, El jardín de la luz (1972), estuvo, en parte, inspirado por la masacre estudiantil de Tlatelolco. David estuvo ahí. Su obra completa está marcada por el contacto doloroso con el mundo, que se equipara con la poesía”, comenta Chimal.

El escritor Benito Taibo, otro gran amigo de Huerta desde la infancia, recuerda en entrevista las veces que fueron al Estadio Azteca a ver al Atlante, acompañados de Joan Manuel Serrat y Eduardo Mendoza. “(David) era uno de los pocos atlantistas que quedaban en aquella época”, dice el autor, cuyo padre, Paco Ignacio Taibo I, fue amigo de Efraín Huerta.

“David es y será un poeta mayor, pero además era una maravillosa persona. Porque luego hay poetas mayores que no sirven como personas. Ese no fue el caso de David. Su generosidad hacia los jóvenes era asombrosa. Fue un hombre que siempre estuvo del lado correcto de las cosas, con un ojo crítico y una amplia perspectiva sobre el mundo. Yo lo conocí desde muy pequeño y apenas lo vi hace poco en la Feria del Libro de Los Ángeles”, cuenta Taibo.

La vitrina de logros de David Huerta es nutrida. Uno de sus reconocimientos más importantes fue el Premio FIL Guadalajara 2019. Eso lo puso a la altura de gigantes literarios como Nicanor Parra, Juan José Arreola, Margo Glantz, Ida Vitale, Claudio Magris y Carlos Monsiváis.

“En él se conjugaban la erudición y la búsqueda, el mundo clásico y los orbes del futuro. Dueño de muchos registros, fue en primerísima instancia un adorador del texto mismo, del ars combinatoria de los sintagmas que configuran nuestro incandescente vocabulario. Poeta-artesano, poeta-prestidigitador, poeta-mago, David Huerta deja una enorme escuela de lectores que crecieron en la generosidad de su magisterio. Estamos un poco huérfanos sin él”, señala en entrevista el poeta y editor Julio Trujillo.

Huerta también fue miembro del consejo editorial de la revista Letras Libres, heredera de Vuelta, la publicación fundada por Octavio Paz. El historiador Enrique Krauze, fundador y director de Letras Libres, dijo a esta casa editorial desde Madrid que lamenta mucho la muerte de su “gran amigo” y adelantó que ya se prepara un homenaje en su honor.

David Huerta fue el resultado de una Ciudad de México que va dejando de existir. Una ciudad vecinal, profunda y comunitaria: tan compleja que acaso sólo la poesía es capaz de contenerla. Porque si algo tenía claro este poeta fallecido ayer a los 72 años es que el cosmos puede caber en un verso.

Heredero de una tradición poética centenaria e hijo de la Generación del 68, Huerta construyó una poesía comprometida donde lo social era, también, una forma de intimidad. Era un creyente convencido de que todo acto estético es, también, un acto político. Un pensamiento muy similar al de su padre, Efraín Huerta, el Gran Cocodrilo, poeta irredento de la capital mexicana.

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David Huerta es heredero de aquella Ciudad de México donde la comunidad vecinal era el verdadero campo de formación sentimental de las personas. Una ciudad sin gentrificación ni parámetros homogéneos, rebosante de una cultura local diversa. Creció en la colonia del Periodista cuando este barrio realmente era habitado por periodistas como Edmundo Valadés, Ricardo Cortés Tamayo y Antonio Rodríguez. “En ese barrio yo me formé, fue mi primera escuela de vida y de poesía. A cualquiera de las casas a las que entraras, no importaba cuál, siempre había algo qué aprender”, dijo Huerta a este reportero durante la FIL Guadalajara 2015. Por supuesto también se refería a los amigos poetas de su padre: Alí Chumacero y Renato Leduc.

Quienes conocieron de cerca a David Huerta aseguran que fue un hombre alejado de las poses que abundan en los altos círculos literarios. El escritor mexicano Alberto Chimal, su alumno y amigo, recuerda en entrevista con El Sol de México que con él se podía platicar de una serie de Netflix, de gatos o del Siglo de Oro Español.

“Nada le era ajeno, todo era motivo de asombro para él. O de preocupación. Porque siempre habló con mucha claridad de lo que no le gustaba de la realidad”, dice Chimal.

Las innumerables tragedias de la sociedad mexicana representaban una de sus fibras más sensibles. Lamentó, siempre, la pérdida del tejido comunitario del país, desde los barrios urbanos hasta las comunidades rurales más alejadas. Él mismo marchó en 1968 con miles de estudiantes para exigir mayores libertades, más igualdad y menor represión institucional. “México es una comunidad tan desgarrada que ya casi no es comunidad”, dijo Huerta a la prensa española en 2019, cuando le preguntaron sobre los 43 de Ayotzinapa.

“Hemos perdido a una voz central de la poesía mexicana. Recordemos que su primer libro, El jardín de la luz (1972), estuvo, en parte, inspirado por la masacre estudiantil de Tlatelolco. David estuvo ahí. Su obra completa está marcada por el contacto doloroso con el mundo, que se equipara con la poesía”, comenta Chimal.

El escritor Benito Taibo, otro gran amigo de Huerta desde la infancia, recuerda en entrevista las veces que fueron al Estadio Azteca a ver al Atlante, acompañados de Joan Manuel Serrat y Eduardo Mendoza. “(David) era uno de los pocos atlantistas que quedaban en aquella época”, dice el autor, cuyo padre, Paco Ignacio Taibo I, fue amigo de Efraín Huerta.

“David es y será un poeta mayor, pero además era una maravillosa persona. Porque luego hay poetas mayores que no sirven como personas. Ese no fue el caso de David. Su generosidad hacia los jóvenes era asombrosa. Fue un hombre que siempre estuvo del lado correcto de las cosas, con un ojo crítico y una amplia perspectiva sobre el mundo. Yo lo conocí desde muy pequeño y apenas lo vi hace poco en la Feria del Libro de Los Ángeles”, cuenta Taibo.

La vitrina de logros de David Huerta es nutrida. Uno de sus reconocimientos más importantes fue el Premio FIL Guadalajara 2019. Eso lo puso a la altura de gigantes literarios como Nicanor Parra, Juan José Arreola, Margo Glantz, Ida Vitale, Claudio Magris y Carlos Monsiváis.

“En él se conjugaban la erudición y la búsqueda, el mundo clásico y los orbes del futuro. Dueño de muchos registros, fue en primerísima instancia un adorador del texto mismo, del ars combinatoria de los sintagmas que configuran nuestro incandescente vocabulario. Poeta-artesano, poeta-prestidigitador, poeta-mago, David Huerta deja una enorme escuela de lectores que crecieron en la generosidad de su magisterio. Estamos un poco huérfanos sin él”, señala en entrevista el poeta y editor Julio Trujillo.

Huerta también fue miembro del consejo editorial de la revista Letras Libres, heredera de Vuelta, la publicación fundada por Octavio Paz. El historiador Enrique Krauze, fundador y director de Letras Libres, dijo a esta casa editorial desde Madrid que lamenta mucho la muerte de su “gran amigo” y adelantó que ya se prepara un homenaje en su honor.

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