/ viernes 5 de enero de 2024

Trece golpes mortales: a tijeretazos, asesinan al gerente del hotel San Francisco

No se podía explicar la saña con la que lo asesinaron; recibió las estocadas en el cuello y el pecho, por lo que rigurosamente iba a morir, sin embargo, a consideración de los agentes, se descartó el robo como el móvil del crimen

En el interior de su vivienda fue asesinado con unas tijeras el subgerente del hotel San Francisco, Nils Landa Scanoff, quien tenía cierta amistad con Christian Martell (quien fue reina de belleza en Francia), Silvia Pinal y otras artistas famosas, junto a quienes se retrataba para sentirse popular.

Sus victimarios lo amordazaron y le pegaron en repetidas ocasiones. El registro de ese ataque determinó que hasta en trece ocasiones su cuerpo recibió golpes contundentes, cinco en el cuello y el resto en el pecho. Las tijeras reposaban sobre su cama.

La nota fue publicada el miércoles 29 de agosto de 1962. Los detectives sospecharon que el uso de tijeras como arma mortal daba al asunto un “matiz especial”. Además, se descartó el robo como móvil del crimen, debido a que muchos objetos de valor fueron encontrados en la habitación.

Una de las hipótesis, la primer quizás, fue que se trató de un homicidio entre gais, puesto que, derivado de entrevistas con personas que conocían a la víctima, se supo que este era el círculo en el que se desenvolvía, aunque para la época de antaño aún era muy extraño y los llamaban “gente de costumbres raras”.

El subgerente del hotel San Francisco había alquilado hacía unos seis meses una vivienda en la azotea del edificio 106, Doctor Velasco, colonia de los Doctores. Los vecinos, siempre informados de lo que hacen los otros, informaron al reportero de LA PRENSA que Nils invariablemente salía de su casa temprano y regresaba a altas horas de la noche y que, además, siempre regresaba con uno o varios sujetos.

Otros individuos que conocían a Nils dijeron que en su trabajo era profesional y se comportaba discretamente en su vida privada. Incluso su madre, doña Pola, visitaba y sabía muy poco de su hijo, como si entre ellos se además de la distancia mediara el olvido, siempre se negó a explicar el motivo del carácter o las actividades de su hijo y no quiso agregar nada más en esa breve entrevista ni en posteriores ocasiones en que se la buscó para saber más.

El cadáver de Nils fue encontrado en el piso, a un lado de la cama. Tenía un pantalón de casimir azul marino y una camisa blanca; la cabeza, cubierta con la funda de una almohada y, además, Nils Landa estaba amordazado.

Como se encontraron cuatro copas con residuos de licor, la policía supuso que por lo menos eran tres los testigos o actores de la mortal agresión. En una fotografía aparecía abrazando a su compañera de trabajo, Patricia Hernández.

El jueves 30 de agosto, LA PRENSA informó que la policía ya contaba con datos sobre el primer sospechoso en el caso del asesinato contra el joven Nils; se trató de Enrique Loera, quien prestaba sus servicios como contador y cajero en el hotel San Francisco, donde era subgerente.

El antecedente de este sospechoso se remontaba a hacía un mes, cuando -según las primeros reportes- hurtó la cantidad de ocho mil pesos de la caja del hotel y huyó rumbo a Guadalajara. De tal modo que Nils lo denunció ante las autoridades de la Sexta Delegación, pero no trascendió demasiado la investigación; sin embargo, la madre de Nils declaró que el día previo al asesinato de su hijo, llamó el contador por teléfono porque deseaba arreglar las cosas de manera civilizada y amistosa.

Nils se negó, pues estaba resuelto a resolver el asunto como era debido, y eso implicaba la actuación de la justicia y la ley. Y ante la negativa, Enrique lo amenazó de muerte, lo cual hizo plantearse a la policía la potencial hipótesis de que el asesinato se debió a esta situación.

No obstante, los agentes veteranos sostuvieron la hipótesis del crimen pasional del círculo en el que se desenvolvía Nils; y sus planteamientos no eran meras conjeturas, sino que se sustentaban en las declaraciones que obtendrían de tres sospechosos a los que capturaron la víspera del 31 de agosto.

Se enrarece el crimen de Nils

Los agentes prácticamente fueron obligados a intensificar las investigaciones a fin de esclarecer el homicidio del hotelero, debido a la demora en la investigación previa sobre el robo por parte del contador, así como por las amenazas de muerte. Parecía que la policía no hacía nada y llevaba la batalla perdida contra los delincuentes.

Aunque la policía ya contaba con pistas y sospechosos, la hipótesis primigenia era a la cual le daban mayor relevancia, según consignó el reportero de LA PRENSA, por lo que siguieron indagando en el círculo de Nils. Pero no se desestimó del todo otra posible causa o causas, ya que, por ejemplo, trataron de localizar al cajero del hotel San Francisco, Enrique Loera, quien -y ya era un dato confirmado- había hurtado un total de 17 mil 200 pesos.

Debido a las amenazas de muerte contra Nils, de inmediato Enrique ascendió al puesto de sospechoso número uno; aunque tras su huida a la Perla de Occidente, para los agentes resultaba forzada la teoría de situarlo en la escena del crimen, sobre todo su era un prófugo de la justicia.

El comandante Luis M. Rodríguez era un sujeto de aspecto aparentemente viril, a quien le parecía extraña la manera de vida de Nils, sus costumbres, sus amistades. Hasta parecía querer evadir las preguntas sobre el tema y lo que más deseaba era cerrar el caso para no lidiar más con ello; era un tema que parecía fastidiarlo. Por lo tanto, se concretó a informar: “Tenemos esperanzas de localizar a varias personas en el transcurso de las últimas horas”, y luego comentó al redactor del diario de las mayorías “que no tenía dudas de que el ahora extinto era de malas costumbres”, pues “dos sujetos que tenían relaciones con él” ya habían sido localizados.

Además, los agentes de la Policía Judicial interrogaron a la amiga del hotelero, Patricia Hernández, que también era jefa del personal del hotel, quien aportó los nombres de personas con las que Nils llevaba estrecha amistad.

Sondeos entre entre de cine

Pasaron casi cuatro días si tener noticias sobre los avances en la investigación, hasta que el 3 de septiembre se dio a conocer que tras haber encontrado en la casa de la víctima fotografías en donde se le veía acompañado de artistas de la época, se presentó una nueva hipótesis que consistió en descartar que el crimen estuviera relacionado con el medio artístico.

Así fue como los detectives entrevistaron a varias personalidades de la industria fílmica de aquella época, primero para conocer más sobre el modo de vida del subgerente y luego para tratar de investigar si alguien de ese medio pudo haber cometido el crimen.

Pero en cinco días ninguna de las policías tenía una certera pista que los guiara en el camino correcto para capturar al o los criminales.

La policía comenzaba a impacientarse pues los días transcurrían y la solución del caso no se vislumbraba, hasta que el 5 de septiembre informaron las autoridades que estaban muy cerca de aclarar el caso. Y para tal efecto, contaban con las declaraciones de dos sospechosos capturados, José Luis y Hugo Romero, quien ya había rendido su declaración por escrito, hecho considerado como algo muy significativo por la Procuraduría del entonces Distrito Federal.

Sin embargo, tanto optimismo no fructificó a pesar de todo el esfuerzo que se había invertido. Parecía un callejón sin salida y todo se perfilaba a que el caso quedaría sin resolver, ya que a los días le siguieron semanas y las semanas se convirtieron en meses, desde el crimen.

No fue sino hasta el jueves 18 de octubre de ese año, la policía consideró aclarado el asunto, al decir que dos exempleados del hotel San Francisco fueron los victimarios del subgerente Nils Landa y que el móvil fue pasional. Asimismo, también estaban inmiscuidas una secretaria y una telefonista del mismo hotel.

Y, como siempre, se sostuvo la hipótesis de los sabuesos, es decir, sí fue pasional el móvil del homicidio, según se reveló tras la investigación que llegaba a su fin después de mucho tiempo.

De acuerdo con la nota del reportero de LA PRENSA Jorge Herrera Valenzuela, los amoríos entre las empleadas y sus compañeros marcaron la pauta a los investigadores para la solución del caso y, de este modo, “los detectives tuvieron que romper la barrera de silencio establecida por las dos mujeres”.

Fernando Lima Hernández, exintegrante del ejército de Estados Unidos, y Luis Alberto Méndez González, así como Patricia Hernández de la Rosa y María Guadalupe Villafán Cervantes, fueron arrestados por los agentes del Servicio Secreto.

Por supuesto, se dijo que los presuntos responsables del asesinato pertenecían a familias honorables y de buena posición económica, como si eso fuera decisivo para determinar la culpabilidad o responsabilidad en el crimen, cuando aún no se resolvía la participación de cada uno o se descartaba su culpabilidad.

Los agentes revelaron el 9 de octubre de 1962 que Nils era novio de la hermosa Patricia (quien casi no dejaba de llorar) y estaban planeando su boda, pero la guapa secretaria “sostenía relaciones sentimentales al mismo tiempo con Fernando”.

Los dos acusados negaron que el crimen tuvo tintes pasionales, “todo se debió a una ofuscación de Lima al saber que Nils no quería salvarlo de una situación crítica”. Nils fue muerto la noche del 28 de agosto de 1962.

Por otra parte, el Servicio Secreto pudo comprobar con base en las declaraciones de varias personas que conocían a Nils que, en efecto, era gay. No se pudo corroborar si ese dato era preciso para aclarar el crimen o era necesario revelarlo para aclarar algún incidente de relevancia en el caso.

Durante las diligencias, se detuvo a un profesor de danza como presunto autor del asesinato, pero ello se debió únicamente a lo que declaró la madre de Nils, la señora Pola Eskanoff, quien señaló a Graciano Ramírez.

En 72 horas se resolvió el caso

El mayor Rafael Rocha cordero declaró que precisaron únicamente esas horas para tener resuelto el caso -después de caso dos meses sin aclararlo-, pero que actuaron con cautela porque uno de los sospechosos, Luis Alberto Méndez, había escapado hacia el estado de Michoacán.

El jefe policiaco explicó la forma en que siguió la investigación con sigilo para no alertar a los criminales -quienes, por cierto, ya para entonces andaban prófugos-. Dijo que tres agentes se dirigieron a Reynosa y otros a Michoacán, puesto que los datos recabados los guiaban por ese camino para capturarlos.

Y al detenerlos, se les recogió una caja que contenía mancuernillas, fistoles, broches y botones de oro, todos identificados como propiedad de Nils por la señora Eskanoff.

Los detenidos “están confesos del delito”, declaró el jefe policiaco y añadió: “También están detenidas Patricia Hernández de la Rosa y María Guadalupe Villafán Cervantes por encubrimiento, ya que ambas sabían del homicidio y del paradero de los homicidas”.

Rocha Cordero afirmó que la detención de las mujeres se debió a que “marcadamente se vio que trataron de desorientar a la policía, ocultando absolutamente todo”.

Cómo ocurrió el crimen

Los comandantes Jesús Gracia Jiménez y Luis M. Rodríguez López, con su equipo de detectives, averiguaron lo siguiente:

Fernando y Nils se conocieron cuando trabajaron en el hotel Bamer, luego cambiaron al San Francisco, en donde Nils obtuvo un puesto superior en tanto que Fernando desempeñó el cargo de auditor.

Eran buenos amigos y, según refirieron los investigadores, Lima Hernández confesó que sabía de las costumbres de Nils y en varias ocasiones lo invitó a su departamento de la colonia Doctores.

Posteriormente, Lima Hernández fue despedido porque se descubrió que había cometido un fraude por mil 200 pesos alterando las notas de ingresos y luego buscó, mediante Patricia Hernández, llegar a un acuerdo con el gerente del hotel, pero alguien le advirtió que si lo hacía terminaría tras las rejas, que lo mejor era dejarlo así.

Pero no estaba conforme con esa resolución, por lo que buscó a Nils. Entonces Lima se puso de acuerdo con Luis Alberto y convinieron ver la víctima en su departamento. Llegaron la noche del 28 de agosto y Fernando planteó su caso, sin lograr el efecto que esperaba.

Su plan consistía en que se le permitiera pagar la suma acordada y, luego, que lo reinstalaran en su puesto; pero el subgerente Nils se opuso en forma terminante, lo que le habría costado la vida.

Dizque uno de los jóvenes inmovilizó a Nils para asestarle cinco golpes de tijeras en el cuello, luego el otro “remató” a la víctima lesionándolo en el pecho.

Los detectives J. Refugio Aranda Hernández, Rogelio Sandoval Padilla, Luis Téllez Andrade, Juan Ramírez López, Jesús López Miranda, Antonio Juárez Morales y otros más recuperaron objetos que habían pertenecido al subgerente victimado.

Fernando Lima tenía 25 años y vivía con tres hijos y su suegra, en Colombia 22; era divorciado. Al matar a Nils, Fernando y su cómplice, Luis Alberto Méndez González, huyeron hacia el interior del país; Lima se llevó a su suegra y tres hijos y los dejó en Iguala, Guerrero. Patricia, según la policía, sabía dónde estaba Fernando, quien se hacía llamar “Adrián Hernández”. Luis Alberto tenía 22 años y dijo que era mentira que Patricia y otra empleada particular fueran “encubridoras”.

Y se supo que los dos presuntos homicidas habían abofeteado a Nils como 48 horas antes de asesinarlo con tijeras en su departamento de la colonia Doctores.

Luego de ser detenidos, los jóvenes fueron consignados por el delito de homicidio y las empleadas fueron liberadas porque, efectivamente, no incurrieron en el delito de encubrimiento.

Aunque la historia del asesinato del subgerente del hotel San Fernando concluyó con la captura y sentencia de los responsables, la historia no terminó para los criminales, que en su ansia de libertad los protagonistas idearon disparatados caminos para alcanzar la emancipación...

El martes19 de febrero de 1963, Fernando Lima Hernández -homicida del hotelero Nils Landa- y el ladrón Guillermo Gutiérrez Guzmán -sentenciado a 13 años de cárcel- escaparon a mediodía de la cárcel preventiva de la ciudad (antes Lecumberri, porque ya funcionaba como penitenciaría la de Santa Martha Acatitla) en una de las “fugas más pacíficas e increíbles que se recordaban”.

Los dos reos aprovecharon la transmisión de la obra “El Calavera”, que se difundía por televisión desde la expenitenciaría del Distrito Federal, para cambiar sus ropas de presidiarios y salir tranquilamente por la puerta de visita.

Fernando Lima Hernández y Guillermo Gutiérrez Guzmán se cruzaron en el camino con señoras que llevaban canastas con alimentos para sus parientes y con la sonrisa en los labios hicieron una inclinación de cabeza al guardia que les franqueó la puerta al creer que se trataba de visitantes.

Guillermo ingresó por robo y en prisión se dedicó a la actuación, que le sirvió para hacerse pasar como trabajador de una televisora, “ya terminamos, muchas gracias”, dijeron el actor-recluso y Fernando Lima Hernández al vigilante Pedro Ortega Santacruz.

En aquella época, todavía no se les conocía como “custodios”, sino carceleros y vigilantes. Pedro Ortega Santacruz, quien por supuesta negligencia en el servicio había sido sancionado en 11 ocasiones por la Dirección de Lecumberri, no sospechó que se tratara de reclusos, abrió el portón principal y agitó la mano en señal de despedida a los “técnicos” de televisión.

El policía se percató que los “trabajadores” abordaron una camioneta y partieron con rumbo desconocido, “después nadie salió”, añadió el señor Ortega.

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Ortega Santacruz, jefe de servicio; el sargento Adolfo Quiroz Rodríguez y los vigilantes Sebastián Bonilla Torres, Melesio Solórzano Santiago, el comandante Lauro Sánchez Hernández y Adrián Arzate Robles, fueron investigados en relación con la fuga de los reclusos.

El general Carlos Martín del Campo, director de Lecumberri, dijo que los vigilantes “nunca iban a aprender la lección, pues eran descuidados y no entregaban boletas a los visitantes para que las firmaran; dejaban entrar y salir libremente a la gente confiando en aparente identificación a simple vista”.

Y dijo que sobre el escenario del teatro de la cárcel preventiva se reflejaban los rayos de los potentes proyectores de televisión que iluminaban las figuras de varios reos que interpretaban “El Calavera”. Atentos, varios detenidos y las autoridades de la prisión seguían con interés la referida obra.

Mientras tanto dos hombres “escurrían el bulto” al dirigirse después a los baños del teatro y se despojaban de sus uniformes de presidiarios; ellos eran Lima y Gutiérrez. Los dos caminaron luego por largo corredor y se hicieron pasar como “trabajadores de televisión”, para salir del penal a pie y sin prisa. Se creía que alguien les llevó ropa de la calle y la dejó en los sanitarios, escondida y la encontraron mediante alguna clave.

De pronto, alguien gritó que faltaban dos reos: Lima y Gutiérrez; uno encontró los uniformes en el baño y se dijo que era probable la evasión por la puerta oriente. Los investigadores no descartaban la escapatoria en alguno de los 22 vehículos que habían entrado y salido aquel día.

Diez trabajadores habían llegado en tres camiones de Telesistema Mexicano, además de otros vehículos cargados con agua purificada, hielo, alimentos y una “julia” para el transporte de cautivos... No se supo si los fugitivos fueron recapturados.

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En el interior de su vivienda fue asesinado con unas tijeras el subgerente del hotel San Francisco, Nils Landa Scanoff, quien tenía cierta amistad con Christian Martell (quien fue reina de belleza en Francia), Silvia Pinal y otras artistas famosas, junto a quienes se retrataba para sentirse popular.

Sus victimarios lo amordazaron y le pegaron en repetidas ocasiones. El registro de ese ataque determinó que hasta en trece ocasiones su cuerpo recibió golpes contundentes, cinco en el cuello y el resto en el pecho. Las tijeras reposaban sobre su cama.

La nota fue publicada el miércoles 29 de agosto de 1962. Los detectives sospecharon que el uso de tijeras como arma mortal daba al asunto un “matiz especial”. Además, se descartó el robo como móvil del crimen, debido a que muchos objetos de valor fueron encontrados en la habitación.

Una de las hipótesis, la primer quizás, fue que se trató de un homicidio entre gais, puesto que, derivado de entrevistas con personas que conocían a la víctima, se supo que este era el círculo en el que se desenvolvía, aunque para la época de antaño aún era muy extraño y los llamaban “gente de costumbres raras”.

El subgerente del hotel San Francisco había alquilado hacía unos seis meses una vivienda en la azotea del edificio 106, Doctor Velasco, colonia de los Doctores. Los vecinos, siempre informados de lo que hacen los otros, informaron al reportero de LA PRENSA que Nils invariablemente salía de su casa temprano y regresaba a altas horas de la noche y que, además, siempre regresaba con uno o varios sujetos.

Otros individuos que conocían a Nils dijeron que en su trabajo era profesional y se comportaba discretamente en su vida privada. Incluso su madre, doña Pola, visitaba y sabía muy poco de su hijo, como si entre ellos se además de la distancia mediara el olvido, siempre se negó a explicar el motivo del carácter o las actividades de su hijo y no quiso agregar nada más en esa breve entrevista ni en posteriores ocasiones en que se la buscó para saber más.

El cadáver de Nils fue encontrado en el piso, a un lado de la cama. Tenía un pantalón de casimir azul marino y una camisa blanca; la cabeza, cubierta con la funda de una almohada y, además, Nils Landa estaba amordazado.

Como se encontraron cuatro copas con residuos de licor, la policía supuso que por lo menos eran tres los testigos o actores de la mortal agresión. En una fotografía aparecía abrazando a su compañera de trabajo, Patricia Hernández.

El jueves 30 de agosto, LA PRENSA informó que la policía ya contaba con datos sobre el primer sospechoso en el caso del asesinato contra el joven Nils; se trató de Enrique Loera, quien prestaba sus servicios como contador y cajero en el hotel San Francisco, donde era subgerente.

El antecedente de este sospechoso se remontaba a hacía un mes, cuando -según las primeros reportes- hurtó la cantidad de ocho mil pesos de la caja del hotel y huyó rumbo a Guadalajara. De tal modo que Nils lo denunció ante las autoridades de la Sexta Delegación, pero no trascendió demasiado la investigación; sin embargo, la madre de Nils declaró que el día previo al asesinato de su hijo, llamó el contador por teléfono porque deseaba arreglar las cosas de manera civilizada y amistosa.

Nils se negó, pues estaba resuelto a resolver el asunto como era debido, y eso implicaba la actuación de la justicia y la ley. Y ante la negativa, Enrique lo amenazó de muerte, lo cual hizo plantearse a la policía la potencial hipótesis de que el asesinato se debió a esta situación.

No obstante, los agentes veteranos sostuvieron la hipótesis del crimen pasional del círculo en el que se desenvolvía Nils; y sus planteamientos no eran meras conjeturas, sino que se sustentaban en las declaraciones que obtendrían de tres sospechosos a los que capturaron la víspera del 31 de agosto.

Se enrarece el crimen de Nils

Los agentes prácticamente fueron obligados a intensificar las investigaciones a fin de esclarecer el homicidio del hotelero, debido a la demora en la investigación previa sobre el robo por parte del contador, así como por las amenazas de muerte. Parecía que la policía no hacía nada y llevaba la batalla perdida contra los delincuentes.

Aunque la policía ya contaba con pistas y sospechosos, la hipótesis primigenia era a la cual le daban mayor relevancia, según consignó el reportero de LA PRENSA, por lo que siguieron indagando en el círculo de Nils. Pero no se desestimó del todo otra posible causa o causas, ya que, por ejemplo, trataron de localizar al cajero del hotel San Francisco, Enrique Loera, quien -y ya era un dato confirmado- había hurtado un total de 17 mil 200 pesos.

Debido a las amenazas de muerte contra Nils, de inmediato Enrique ascendió al puesto de sospechoso número uno; aunque tras su huida a la Perla de Occidente, para los agentes resultaba forzada la teoría de situarlo en la escena del crimen, sobre todo su era un prófugo de la justicia.

El comandante Luis M. Rodríguez era un sujeto de aspecto aparentemente viril, a quien le parecía extraña la manera de vida de Nils, sus costumbres, sus amistades. Hasta parecía querer evadir las preguntas sobre el tema y lo que más deseaba era cerrar el caso para no lidiar más con ello; era un tema que parecía fastidiarlo. Por lo tanto, se concretó a informar: “Tenemos esperanzas de localizar a varias personas en el transcurso de las últimas horas”, y luego comentó al redactor del diario de las mayorías “que no tenía dudas de que el ahora extinto era de malas costumbres”, pues “dos sujetos que tenían relaciones con él” ya habían sido localizados.

Además, los agentes de la Policía Judicial interrogaron a la amiga del hotelero, Patricia Hernández, que también era jefa del personal del hotel, quien aportó los nombres de personas con las que Nils llevaba estrecha amistad.

Sondeos entre entre de cine

Pasaron casi cuatro días si tener noticias sobre los avances en la investigación, hasta que el 3 de septiembre se dio a conocer que tras haber encontrado en la casa de la víctima fotografías en donde se le veía acompañado de artistas de la época, se presentó una nueva hipótesis que consistió en descartar que el crimen estuviera relacionado con el medio artístico.

Así fue como los detectives entrevistaron a varias personalidades de la industria fílmica de aquella época, primero para conocer más sobre el modo de vida del subgerente y luego para tratar de investigar si alguien de ese medio pudo haber cometido el crimen.

Pero en cinco días ninguna de las policías tenía una certera pista que los guiara en el camino correcto para capturar al o los criminales.

La policía comenzaba a impacientarse pues los días transcurrían y la solución del caso no se vislumbraba, hasta que el 5 de septiembre informaron las autoridades que estaban muy cerca de aclarar el caso. Y para tal efecto, contaban con las declaraciones de dos sospechosos capturados, José Luis y Hugo Romero, quien ya había rendido su declaración por escrito, hecho considerado como algo muy significativo por la Procuraduría del entonces Distrito Federal.

Sin embargo, tanto optimismo no fructificó a pesar de todo el esfuerzo que se había invertido. Parecía un callejón sin salida y todo se perfilaba a que el caso quedaría sin resolver, ya que a los días le siguieron semanas y las semanas se convirtieron en meses, desde el crimen.

No fue sino hasta el jueves 18 de octubre de ese año, la policía consideró aclarado el asunto, al decir que dos exempleados del hotel San Francisco fueron los victimarios del subgerente Nils Landa y que el móvil fue pasional. Asimismo, también estaban inmiscuidas una secretaria y una telefonista del mismo hotel.

Y, como siempre, se sostuvo la hipótesis de los sabuesos, es decir, sí fue pasional el móvil del homicidio, según se reveló tras la investigación que llegaba a su fin después de mucho tiempo.

De acuerdo con la nota del reportero de LA PRENSA Jorge Herrera Valenzuela, los amoríos entre las empleadas y sus compañeros marcaron la pauta a los investigadores para la solución del caso y, de este modo, “los detectives tuvieron que romper la barrera de silencio establecida por las dos mujeres”.

Fernando Lima Hernández, exintegrante del ejército de Estados Unidos, y Luis Alberto Méndez González, así como Patricia Hernández de la Rosa y María Guadalupe Villafán Cervantes, fueron arrestados por los agentes del Servicio Secreto.

Por supuesto, se dijo que los presuntos responsables del asesinato pertenecían a familias honorables y de buena posición económica, como si eso fuera decisivo para determinar la culpabilidad o responsabilidad en el crimen, cuando aún no se resolvía la participación de cada uno o se descartaba su culpabilidad.

Los agentes revelaron el 9 de octubre de 1962 que Nils era novio de la hermosa Patricia (quien casi no dejaba de llorar) y estaban planeando su boda, pero la guapa secretaria “sostenía relaciones sentimentales al mismo tiempo con Fernando”.

Los dos acusados negaron que el crimen tuvo tintes pasionales, “todo se debió a una ofuscación de Lima al saber que Nils no quería salvarlo de una situación crítica”. Nils fue muerto la noche del 28 de agosto de 1962.

Por otra parte, el Servicio Secreto pudo comprobar con base en las declaraciones de varias personas que conocían a Nils que, en efecto, era gay. No se pudo corroborar si ese dato era preciso para aclarar el crimen o era necesario revelarlo para aclarar algún incidente de relevancia en el caso.

Durante las diligencias, se detuvo a un profesor de danza como presunto autor del asesinato, pero ello se debió únicamente a lo que declaró la madre de Nils, la señora Pola Eskanoff, quien señaló a Graciano Ramírez.

En 72 horas se resolvió el caso

El mayor Rafael Rocha cordero declaró que precisaron únicamente esas horas para tener resuelto el caso -después de caso dos meses sin aclararlo-, pero que actuaron con cautela porque uno de los sospechosos, Luis Alberto Méndez, había escapado hacia el estado de Michoacán.

El jefe policiaco explicó la forma en que siguió la investigación con sigilo para no alertar a los criminales -quienes, por cierto, ya para entonces andaban prófugos-. Dijo que tres agentes se dirigieron a Reynosa y otros a Michoacán, puesto que los datos recabados los guiaban por ese camino para capturarlos.

Y al detenerlos, se les recogió una caja que contenía mancuernillas, fistoles, broches y botones de oro, todos identificados como propiedad de Nils por la señora Eskanoff.

Los detenidos “están confesos del delito”, declaró el jefe policiaco y añadió: “También están detenidas Patricia Hernández de la Rosa y María Guadalupe Villafán Cervantes por encubrimiento, ya que ambas sabían del homicidio y del paradero de los homicidas”.

Rocha Cordero afirmó que la detención de las mujeres se debió a que “marcadamente se vio que trataron de desorientar a la policía, ocultando absolutamente todo”.

Cómo ocurrió el crimen

Los comandantes Jesús Gracia Jiménez y Luis M. Rodríguez López, con su equipo de detectives, averiguaron lo siguiente:

Fernando y Nils se conocieron cuando trabajaron en el hotel Bamer, luego cambiaron al San Francisco, en donde Nils obtuvo un puesto superior en tanto que Fernando desempeñó el cargo de auditor.

Eran buenos amigos y, según refirieron los investigadores, Lima Hernández confesó que sabía de las costumbres de Nils y en varias ocasiones lo invitó a su departamento de la colonia Doctores.

Posteriormente, Lima Hernández fue despedido porque se descubrió que había cometido un fraude por mil 200 pesos alterando las notas de ingresos y luego buscó, mediante Patricia Hernández, llegar a un acuerdo con el gerente del hotel, pero alguien le advirtió que si lo hacía terminaría tras las rejas, que lo mejor era dejarlo así.

Pero no estaba conforme con esa resolución, por lo que buscó a Nils. Entonces Lima se puso de acuerdo con Luis Alberto y convinieron ver la víctima en su departamento. Llegaron la noche del 28 de agosto y Fernando planteó su caso, sin lograr el efecto que esperaba.

Su plan consistía en que se le permitiera pagar la suma acordada y, luego, que lo reinstalaran en su puesto; pero el subgerente Nils se opuso en forma terminante, lo que le habría costado la vida.

Dizque uno de los jóvenes inmovilizó a Nils para asestarle cinco golpes de tijeras en el cuello, luego el otro “remató” a la víctima lesionándolo en el pecho.

Los detectives J. Refugio Aranda Hernández, Rogelio Sandoval Padilla, Luis Téllez Andrade, Juan Ramírez López, Jesús López Miranda, Antonio Juárez Morales y otros más recuperaron objetos que habían pertenecido al subgerente victimado.

Fernando Lima tenía 25 años y vivía con tres hijos y su suegra, en Colombia 22; era divorciado. Al matar a Nils, Fernando y su cómplice, Luis Alberto Méndez González, huyeron hacia el interior del país; Lima se llevó a su suegra y tres hijos y los dejó en Iguala, Guerrero. Patricia, según la policía, sabía dónde estaba Fernando, quien se hacía llamar “Adrián Hernández”. Luis Alberto tenía 22 años y dijo que era mentira que Patricia y otra empleada particular fueran “encubridoras”.

Y se supo que los dos presuntos homicidas habían abofeteado a Nils como 48 horas antes de asesinarlo con tijeras en su departamento de la colonia Doctores.

Luego de ser detenidos, los jóvenes fueron consignados por el delito de homicidio y las empleadas fueron liberadas porque, efectivamente, no incurrieron en el delito de encubrimiento.

Aunque la historia del asesinato del subgerente del hotel San Fernando concluyó con la captura y sentencia de los responsables, la historia no terminó para los criminales, que en su ansia de libertad los protagonistas idearon disparatados caminos para alcanzar la emancipación...

El martes19 de febrero de 1963, Fernando Lima Hernández -homicida del hotelero Nils Landa- y el ladrón Guillermo Gutiérrez Guzmán -sentenciado a 13 años de cárcel- escaparon a mediodía de la cárcel preventiva de la ciudad (antes Lecumberri, porque ya funcionaba como penitenciaría la de Santa Martha Acatitla) en una de las “fugas más pacíficas e increíbles que se recordaban”.

Los dos reos aprovecharon la transmisión de la obra “El Calavera”, que se difundía por televisión desde la expenitenciaría del Distrito Federal, para cambiar sus ropas de presidiarios y salir tranquilamente por la puerta de visita.

Fernando Lima Hernández y Guillermo Gutiérrez Guzmán se cruzaron en el camino con señoras que llevaban canastas con alimentos para sus parientes y con la sonrisa en los labios hicieron una inclinación de cabeza al guardia que les franqueó la puerta al creer que se trataba de visitantes.

Guillermo ingresó por robo y en prisión se dedicó a la actuación, que le sirvió para hacerse pasar como trabajador de una televisora, “ya terminamos, muchas gracias”, dijeron el actor-recluso y Fernando Lima Hernández al vigilante Pedro Ortega Santacruz.

En aquella época, todavía no se les conocía como “custodios”, sino carceleros y vigilantes. Pedro Ortega Santacruz, quien por supuesta negligencia en el servicio había sido sancionado en 11 ocasiones por la Dirección de Lecumberri, no sospechó que se tratara de reclusos, abrió el portón principal y agitó la mano en señal de despedida a los “técnicos” de televisión.

El policía se percató que los “trabajadores” abordaron una camioneta y partieron con rumbo desconocido, “después nadie salió”, añadió el señor Ortega.

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Ortega Santacruz, jefe de servicio; el sargento Adolfo Quiroz Rodríguez y los vigilantes Sebastián Bonilla Torres, Melesio Solórzano Santiago, el comandante Lauro Sánchez Hernández y Adrián Arzate Robles, fueron investigados en relación con la fuga de los reclusos.

El general Carlos Martín del Campo, director de Lecumberri, dijo que los vigilantes “nunca iban a aprender la lección, pues eran descuidados y no entregaban boletas a los visitantes para que las firmaran; dejaban entrar y salir libremente a la gente confiando en aparente identificación a simple vista”.

Y dijo que sobre el escenario del teatro de la cárcel preventiva se reflejaban los rayos de los potentes proyectores de televisión que iluminaban las figuras de varios reos que interpretaban “El Calavera”. Atentos, varios detenidos y las autoridades de la prisión seguían con interés la referida obra.

Mientras tanto dos hombres “escurrían el bulto” al dirigirse después a los baños del teatro y se despojaban de sus uniformes de presidiarios; ellos eran Lima y Gutiérrez. Los dos caminaron luego por largo corredor y se hicieron pasar como “trabajadores de televisión”, para salir del penal a pie y sin prisa. Se creía que alguien les llevó ropa de la calle y la dejó en los sanitarios, escondida y la encontraron mediante alguna clave.

De pronto, alguien gritó que faltaban dos reos: Lima y Gutiérrez; uno encontró los uniformes en el baño y se dijo que era probable la evasión por la puerta oriente. Los investigadores no descartaban la escapatoria en alguno de los 22 vehículos que habían entrado y salido aquel día.

Diez trabajadores habían llegado en tres camiones de Telesistema Mexicano, además de otros vehículos cargados con agua purificada, hielo, alimentos y una “julia” para el transporte de cautivos... No se supo si los fugitivos fueron recapturados.

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Policiaca

Motociclista muere tras ser embestido por auto, en Valle de Chalco; el culpable huyó

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