Se dice que la realidad más sórdida se encuentra en las fronteras, ese límite donde cada día crece el número de asesinatos sin resolver, de violencia desmedida; en las lindes donde parece mezclarse el terror con la vida diaria…
Durante los primeros minutos del 31 de enero de 2010, se registró un lamentable suceso en tres domicilios de Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, cuando varios sujetos encapuchados llegaron y abrieron fuego.
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En estos hechos, inicialmente se reportó que habían perdido la vida 13 personas (al parecer, la mayoría menores de edad) y 14 más resultaron gravemente lesionadas. Lo lamentable del evento -y que llamó la atención de todo el país- fue que casi todos los fallecidos eran estudiantes de diversos planteles educativos: UACH, Colegio de Bachilleres plantel 9; así como también un joven de 15 años que asistía a la Secundaria Técnica 80; además de varios estudiantes del CEBTIS 128.
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Una realidad atroz
Todo inició cuando los adolescentes celebraban el cumpleaños de uno de sus amigos, quien afortunadamente salió ileso, ya que mientras la aniquilación se realizaba en los domicilios, él se dirigía a dejar a su novia.
Fueron las casas marcadas con los números 1306, 1308 y 1310 de la calle Villa del Potal donde se registraron las víctimas; en el primer domicilio, las ráfagas de plomo alcanzaron a una pareja que solía vender comida durante la noche, pero justo en el momento del incidente, su destino medió entre las balas y la tragedia: el hombre recibió varios impactos de bala, los cuales al final de cuentas le arrebataron la vida, mientras que la mujer sufrió lesiones graves.
En la segunda vivienda había un par de individuos que, mientras conversaban y compartían una cerveza, recibieron los impactos mortales, uno de ellos pereció de manera instantánea, mientras que el otro pudo ser trasladado de urgencia a un hospital cercano.
Finalmente, el mayor número de muertos y lesionados se presentó donde se llevaba a cabo la fiesta entre los jóvenes, ya que ahí, al menos 13 resultaron muertos por las balas disparadas por los delincuentes, quienes entraron y obligaron a las mujeres a que se retiraran a sus casas; sin embargo, una de ellas, estudiante de enfermería, se aferró fuertemente a su novio, por lo que, sin piedad, los presuntos le dispararon y, al cabo de unos minutos, murió.
A varios de los lesionados los trasladaron prontamente -en medio del llanto y la impotencia de sus familiares- a la clínica del Seguro Social cercana, a unos 500 metros de allí.
Y fue de ese modo, porque las unidades de auxilio demoraron demasiado; así lo manifestaron diversos testigos y parientes de las víctimas, quienes expusieron que debido a la tardanza en llegar por parte de los cuerpos de rescate, así como de las autoridades competentes -alrededor de 40 minutos de demora- tuvieron que moverse por su medios, lo cual fue causa de indignación.
Pasado un día, el número de muertos había aumentado preliminarmente a 16; pero lo que más desconcertaba de acuerdo con las primeras investigaciones de las autoridades, era que temían que hubiera sido un ataque “al azar”, ya que en ese momento no se contaba con una explicación que diera certeza sobre la motivación de los sicarios.
El mismo alcalde de la entidad lo declaró de este modo: “No tiene una razón lógica, una razón concreta por la cual se dio este evento, es algo que nos preocupa, actos de delincuencia fortuita como éste o al azar, pudiera decirse... va mucho más allá de lo que había venido sucediendo y pone a Ciudad Juárez en una situación de mucho más peligro”.
El edil describió a las víctimas como “jóvenes buenos, jóvenes estudiantes, deportistas que no tienen nada que ver con actividades delictivas”.
Armados con fusiles de alto poder, un comando de sicarios irrumpió en una fiesta donde algunos jóvenes festejaban, ajenos a las vicisitudes del crimen organizado, una sencilla fiesta; luego, dispararon sobre ellos hasta asesinarlos o dejarlos gravemente heridos.
La muerte siempre deja un vacío y en los corazones la tristeza es tanta que no cabe; la muerte es un espacio denso que llena de incertidumbre el futuro de los vivos, que no tienen tiempo de asimilar la ausencia de sus seres queridos, porque la verdad de los hechos es una lápida.
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El 31 de enero de 2010, unos muchachos participaban de una fiesta en el barrio Villas de Salvárcar, cuando un grupo de sicarios llegó al lugar para matar no sólo a ellos, sino a varios menores de edad, máxime que -previo a llegar al supuesto sitio donde debían asesinar- ya habían abierto fuego contra varios domicilios. Su finalidad única era la de sembrar el terror en la zona.
Y como era de esperarse, tan pronto como en los alrededores se oyó o se tuvo noticia del incidente, las familias de los chicos que se encontraban en la fiesta de inmediato temieron al suponer lo peor.
Se dice que entre 15 y 20 pistoleros llegaron cerca de la medianoche del sábado 31 de enero de 2010 al lugar de los hechos y abrieron la noche con una ráfaga a dos casas de donde se desarrollaba la fiesta de chavos. De inmediato, éstos se alertaron y, llenos de asombro, algunos incluso intentaron huir por las casas contiguas.
De acuerdo con las primeras indagatorias de la PGR en Chihuahua, se expuso que al menos dos integrantes del llamado grupo Los Aztecas, ligado a la organización La Línea -brazo armado del Cártel de Juárez-, eran sospechosos de haber dado muerte a varios de los estudiantes de la calle Villa del Portal; además, indicaron que se sospechaba que el ataque había sido una venganza contra alguno de los presentes en la reunión.
Ejército mata a líder de sicarios
El primero de febrero de 2010, aproximadamente a las 15:00 horas, fue asesinado Adrián Ramírez, apodado El 12, El Rama o simplemente Ramón, en las calles de Popocatépetl y Manuel J. Clouthier, durante un enfrentamiento con militares.
A El 12 se le había identificado como jefe de sicarios del grupo criminal conocido como La Línea. Este sujeto fue señalado como el brazo ejecutor de las víctimas en Villas de Salvárcar. Según la autoridad, el occiso trabajaba bajo las órdenes de José Antonio Acosta, El Diego o El 10, un exagente ministerial que habría ordenad
En el mismo lugar de la refriega, fueron detenidos los otros dos acompañantes de Adrián Ramírez, uno identificado como José Dolores Arroyo Chavarría, y del otro no fue dada a conocer su identidad, sólo se informó que fue lesionado.
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La orden, ejecutar a todos
De acuerdo con las declaraciones que hizo José Dolores Arroyo, el patrón de la plaza era a quien llamaban El 10 o El Diego, y éste fue quien dio la orden de que acudieran a Villas de Salvárcar, porque uno de sus “chavos” que es vecino de ese lugar, le llamó para decirle que había una fiesta de puros “doblados” (grupo criminal de la Doble A, es decir, de los Artistas Asesinos); entonces, El Diego le dio indicaciones a El 51, que era el jefe de sicarios, para que hicieran ese “jale”.
Al lugar de Villas de Salvárcar llegaron con los homicidas, portando cuernos de chivo y R-15, ya que tenían la instrucción de ejecutar a todos los chavos que estaban ahí, porque supuestamente todos eran “doblados”. Del tal modo, a la zona donde se cometieron los homicidios, llegaron dos células de aproximadamente seis o siete individuos cada una. La que dirigía Ramón o El Rama o El 12 y la de apoyo que dirigía El 51.
El extraño caso de Israel Arzate
El 24 o El Country fue señalado también como autor material del múltiple homicidio que se cumplió por órdenes superiores del crimen organizado. Así lo informó la autoridad el 6 de febrero de 2010, donde se detalló que la captura de Arzate Meléndez permitió además que las autoridades identificaran a otros tres integrantes de la célula criminal.
En su declaración, Israel Arzate Meléndez manifestó que el día de los hechos, los integrantes de la célula se reunieron en Plaza Las Torres para hacer un reconocimiento del “punto” a bordo de diferentes vehículos. Informó que él participó activamente en esta matanza, a raíz de ingresar y detonar su arma de grueso calibre contra los presentes, como parte de la orden dada por un criminal de mayor jerarquía, identificado como El 51.
Añadió que cuando se introdujeron en el domicilio, los integrantes del grupo criminal gritaban: “allá van, allá van”, porque algunas personas salieron corriendo de la casa donde se llevaba a cabo la fiesta.
Algunos testigos refierieron que los agresores les decían a las víctimas: “a ti también” y diciéndoles: “salgan, mujeres y niños”; sin embargo, después El Rama o El 12 les ordenó: “parejo a todos”.
De acuerdo con su declaración, los vehículos utilizados habrían sido dos camionetas Explorer; asimismo, una camioneta Rouge, una Emboy y una Trail Blazer. En la detención de Arzate Meléndez se logró el aseguramiento de un teléfono celular marca Nokia, donde se encontraron cuatro “contactos” relativos a los agresores.
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Al respecto, la procuradora de Justicia, Patricia González, manifestó que esta detención logró la plena identificación de otros 10 implicados, la cual tuvo un saldo final de 16 estudiantes y civiles muertos, así como 11 personas lesionadas. Sin embargo, la historia de este sujeto dio un vuelco de fortuna drástico luego de alegar que su declaración la había obtenido la autoridad mediante la tortura a la que estuvo expuesto por más de un día, ya que había sido detenido el 3 de febrero de 2010, pero presentado hasta el 6 del mismo mes.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) investigó el caso y comprobó que, efectivamente había indicios de tortura, ya que llevó al cabo un examen médico bajo los estándares del Protocolo de Estambul, tras lo cual determinó que se habían encontrado quemaduras, así como diversas lesiones en el cuerpo del inculpado.
Fue hasta el 6 de noviembre de 2013, cuando la Suprema Corte ordenó la inmediata liberación de Arzate, al constatar que la prueba en su contra había sido producto de una confesión obtenida bajo tortura en una base militar. Así pues, Arzate recuperó su libertad casi cuatro años después de su detención.
¿Cuánto vale la vida de una víctima? ¿Cuánto vale una vida? Para un tribunal de justicia quizá sea sólo una cifra, ya que impuso como reparación del daño el pago de 629 mil 187 pesos para todos los familiares de las víctimas, es decir, 41 mil 945 pesos por ofendido.
Aquella noche, una ráfaga fulminó a 14 jóvenes de entre 15 y 17 años, algunos perdieron la vida intentando saltar una pared para esquivar las balas.
La peor pesadilla para un padre, saber que su hijo ha muerto. A los jóvenes, una vez que ya habían sido alcanzados por las balas y ya sobre el suelo todavía les dieron el tiro de gracia. Una vida es invalauable, una vez que se pierde no vuelve nunca más.
Las versiones oficiales que difundió la Procuraduría General de Justicia del Estado aquella mañana del 31 de enero del año 2010 informaron que el autor intelectual del multihomicidio era un expolicía estatal llamado José Antonio Acosta Hernández, alias El Diego o El Blablazo, presunto jefe del grupo denominado La Línea.
Con el paso de los años, la justicia se ha convertido en el pan nuestro de cada día, pero no llega y la gente sigue muriendo en medio de una batalla que les es ajena. Los padres recuerdan a las víctimas y acusan el mal gobierno del entonces presidente Felipe Calderón, cuya guerra declarada contra el narcotráfico pudo haber desatado la masacre y quien declaró, en su momento, que se había tratado de una simple rivalidad entre dos grupos antagónicos de jóvenes.
Luego, la procuradora Patricia González Rodríguez y el mismo secretario de Gobierno Gomez Mont, así como el propio presidente, vindicarían la memoria de los jóvenes al ofecer una disculpa pública a los padres de las víctimas al afirmar que los estudiantes fallecidos en la masacre fueron víctimas circunstanciales, sin ninguna relación con el trasiego de drogas.
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Una historia alterna y triste
La familia Ávila decidió radicar en otro estado, luego de que tras la masacre de Villas de Salvárcar su hijo sobreviviera y la ola de violencia se recrudeciera. Al cabo de poco tiempo, César Ávila, el padre y su familia, se dirigieron rumbo a Zacatecas a bordo de su auto con placas fronterizas.
Hacia el año 2013, a César Ávila lo detuvieron agentes policiacos cuando viajaba a bordo de su auto; el motivo, por portar placas pertenecientes al estado de Chihuahua. Desde aquel entonces ya nada supieron de él, pero su familia conservaba la esperanza de que apareciera, porque las detenciones “así funcionan” en Zacatecas. No hay lugar a dónde huir o refugiarse; la guerra lo sigue a uno, las desapariciones, la violencia. El desplazamiento no es la respuesta, ni tampoco una batalla frontal contra el monstruo de mil cabezas.
No hay una respuesta certera que de solución al conflicto; nadie tampoco regresará las vidas de quienes han muerto en medio de ese conflicto.
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Salvárcar, herida abierta
En enero de 2018 se inauguró el Memorial de Villas de Salvárcar, lugar donde 15 jóvenes fueron asesinados a manos del crimen organizado. Cuenta con fotografías de todas las víctimas y sus respectivos nombres; allí, acuden los familiares y amigos de las víctimas quienes entre lágrimas los recuerdan.
También debería considerarse entre las víctimas a los propios familiares, ya que son ellos quienes tienen que lidiar con el peso de la vida sin sus hijos, con el dolor de la violencia que a diario estalla en cada rincón y que piden apoyo y se enfrentan a las fallas del sistema de justicia.
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