/ viernes 21 de junio de 2024

Terror en Teotihuacán: Con el tiro de gracia, ejecutan a una pareja cerca de la zona arqueológica

A los pocos días se pudo concer la identidad de la chica a quien habían ultimado, pero del acompañante poco se sabía, incluso lo confundieron con el asesino, que era su amogo

Un hombre y una mujer perdieron la vida el domingo 15 de diciembre de 1968, baleados, a escasos metros de la zona arqueológica de San Juan Teotihuacán. Los dos recibieron el tiro de gracia. Los cadáveres fueron descubiertos por el mesero Julio Valdez, quien transitaba por la carretera, cerca de las 7:00 horas.

La joven presentaba cuatro heridas de bala en diferentes partes del cuerpo y una en la cabeza. Él tenía tres tiros en el pecho y otro en el cráneo. Las piernas de la mujer estaban sobre las extremidades inferiores de su acompañante. Ambos boca arriba.

La posición en que fueron localizados hizo suponer que el crimen ocurrió en otro sitio y los victimarios los abandonaron en ese lugar.

Cerca de los cadáveres fueron encontrados varios cartuchos, de los diferentes calibres, útiles y quemados, así como un revólver calibre .38, de cañón corto.

La Policía Judicial del Estado de México suponía que el crimen era de tipo pasional, aunque no descartaba la posibilidad de un asalto, ya que los bolsillos de las víctimas estaban “volteados” y no tenían prenda alguna, es decir, estaban vacíos.

Algunos vecinos de los pueblos cercanos llegaron al lugar de los hechos. Nada tan inusual como un doble crimen en los alrededores de un lugar tan alejado y apacible en aquellos días.

Nadie identificó a las víctimas. La escena, extraída de los casos sangrientos ocurridos en las grandes ciudades, había sido implantada en un pueblo donde la mayor tragedia era aburrirse hasta caer dominado por la abulia de conocerse todos.

No obstante, un comentario de aquella gente buena pesó en el sórdido ambiente: “Por las ropas que usan, tal parece que son de por estos rumbos”.

Los investigadores señalaron que cerca de los cuerpos fueron encontradas huellas de sangre y marcas de llantas de automóvil.

El médico legista señaló que el doble crimen había ocurrido durante la madrugada, posiblemente, pues los cuerpos de las víctimas aún no presentaban rigidez cadavérica acentuada cuando fueron recogidos por las autoridades de Texcoco, Estado de México.

Los agentes de la Policía Judicial investigaron el caso en algunos centros de vicio, relativamente cercanos al lugar donde fue localizada la pareja, con el fin de encontrar una pista que los ayudara a esclarecer el doble homicidio.

El primer acercamiento lo tuvieron con el personal de un restaurante que se ubicaba a escasos metros donde se realizó el hallazgo mortal, aunque ninguno de los colaboradores del negocio pudo aportar algún dato relevante.

Los detectives plantearon que lo ideal sería contar con la identificación de los fenecidos para que la investigación se iniciara sobre una base sólida, sin caer en especulaciones por dichos recogidos al azar.

Por tal motivo, autoridades estatales solicitaron una relación de personas desaparecidas en el entonces Distrito Federal, pues de acuerdo con el curso de su investigación, era muy posible que los jóvenes asesinados tuvieran familiares en la capital.

Al cerrar el día, aquel lunes 16 de diciembre de 1968, se informó que los infortunados jóvenes serían enviados al Hospital Civil de Texcoco, donde se les practicaría la necropsia de ley.

Escucha aquí el podcast ⬇️

Identifican a la mujer

Virginia Aranda Montiel se llamó la guapa mujer, quien contaba con 18 años de edad, según los datos recabados hasta el 17 de diciembre de 1968. El cadáver de la chica fue identificado en el anfiteatro del Hospital Civil de Texcoco, por la señora Sara Montiel de Aranda, quien dijo que su hija desapareció misteriosamente de una de las calles de San Juan de Letrán, el sábado 14 del mismo mes. Virginia vivía con su familia en la calle Víctor 56, colonia Pavón.

"Las dos fuimos a comprar adornos para nuestro árbol de Navidad, cuando mi hija desapareció", dijo visiblemente turbada por todo lo que aconteció desde la desaparición hasta el hecho de tener que identificar a su angelito en una habitación fría y tan sola.

La madre contó a los investigadores que la chica trabajaba en unas oficinas del Primer Cuadro de la Ciudad de México, en unas oficinas de máquinas de escribir.

Después de salir del trabajo, Virginia citó a su madre en una de las calles de Palma y, posteriormente, juntas, se dirigieron a comprar esferas y otros adornos para su arbolito.

"Ayer leímos en LA PRENSA que una joven había sido asesinada a tiros y después comprobamos que era mi hija", dijo la madre de Virginia, con su rostro lívido y sus ojos rojos de tanto llanto.

La señora Sara añadió que cuando desapareció su hija, llevaba puesto un anillo de esmeraldas y un monedero con quinientos pesos, de los cuales ninguno fue encontrado lo que se explicaba fácilmente debido a los delincuentes que se incrementaban año con año.

Respecto al joven que acompañaba a Virginia, aún se desconocía su identidad, pero el agente de la Policía Judicial, agencia encargada de llevar el caso, dijo que se hacía todo lo posible por conocer los datos del ignoto, puesto que probablemente ahí estuviera la clave para resolver el caso, toda vez que la hipótesis más fuerte que se sostenía era la del crimen pasional.

¿Crimen pasional o un robo?

Por lo tanto, se sospechaba que el sujeto podría ser el amante de la jovencita, aunque por sus edades parecía un caso complejo de infidelidades y desamores, cuando apenas comenzaban a conocer la dicha del mundo.

La otra hipótesis se sustentó en el robo, debido a que a las víctimas les despojaron los objetos de valor, pero había sesgos en este planteamiento, debido a que algunos policías, curiosos y otros seres inescrupulosos se apoderaban casi siempre de lo ajeno, en cuanto tenían oportunidad, precisamente cuando se generaba cierto desorden, como en la comisión de crímenes y concurrencia en accidentes de tránsito, por ejemplo.

Otra situación que no encajaba era la saña con que acabaron con la pareja y, sobre todo, el tiro de gracia, algo que se veía en dos situaciones: uno, en las películas de mafiosos, y dos, últimamente en los asesinatos de personas relacionadas con el crimen; no obstante, Virginia no tenía relación con este grupo de personas, o eso creía la policía, puesto que le faltaba recabar más datos para esclarecer la situación, pero sobre todo para dar con los responsables de la matanza.

Los agentes hicieron una breve pausa para poner en perspectiva el acontecimiento. Sabían que el crimen se cometió el 15 de diciembre de 1968, a escasos metros de la zona arqueológica de Teotihuacán, y que la pareja conformada por Virginia y el ignoto recibieron el tiro de gracia, después de haber sido balaceados.

La pareja fue hallada por el mesero Julio Valdez, quien transitaba por la carretera alrededor de las siete de la mañana. Algo inusual, pero que fácilmente se pudo corroborar, debido a que Julio hacía ese recorrido con frecuencia y los vecinos lo sabían y lo habían visto infinidad de veces, por eso su implicación en el crimen quedó descartada.

Hasta ese punto, solo se contaba con un dato más, que era la identidad de Virginia, empero hacía falta otro dato muy importante, con el cual se determinaría si el caso se trató de un triángulo amoroso o si fue resultado de un asalto en despoblado.

Identifican al asesino, era amigo de las víctimas

Tan solo unos días después, el joven victimado a tiros cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán fue identificado como Fernando, amigo de Virginia. Asimismo, se informó que el presunto homicida respondía al nombre de Roberto, ambos –víctima y victimario- resultaron ser amigos.

Fernando fue identificado gracias a una fotografía que proporcionó una mujer de nombre Isabel Hernández Vera, a quien el occiso le dijo: “Toma mi foto, para que nunca te olvides de mí”.

Hasta ese momento de la investigación, los apellidos de la víctima y el victimario se desconocían. Cabe destacar que toda esta información fue recabada poco a poco por el reportero del diario de las mayorías.

Y de acuerdo con la investigación del redactor de LA PRENSA, llevada a cabo hasta el 18 de diciembre del 68, Roberto habría asesinado a la pareja cuando se encontraba bajo los efectos del alcohol.


Ciertos datos hacía falta corroborarlos para certificar que fueran verídicos y certeros, no obstante, arrojaban mucha luz para esclarecer el doble homicidio.

Según los datos recabados por el reportero, quien entrevistó a varios testigos que conocían a la fémina víctima, Fernando y Roberto habían llegado al Distrito Federal, procedentes de Guadalajara, Jalisco, para cambiar un cheque de 10 mil pesos en una casa comercial muy famosa en aquellos días.

Supuestamente, Roberto era novio de Virginia, quien lo había conocido en tierras tapatías puesto que ella había radicado una temporada en aquella ciudad. Posteriormente, Roberto y Fernando se entrevistaron con Virginia y otras dos jovencitas. Y antes del crimen, todos estuvieron paseando por diferentes rumbos de la ciudad.

Según los relatos de los conocidos de Virginia, el viernes 13 de diciembre, Roberto, Fernando y ella habrían ido a nadar a una alberca del Hotel Santa Berta, ubicado en Texcoco; y un día después, cuando decidieron a perder el tiempo en el centro comercial Más de Aeropuerto, Fernando besó a Virginia, lo cual habría desatado los celos y la furia de Roberto, que le llamó la atención a su amigo.

Luego, cuando los tres se encontraban a bordo de un coche de la marca Dodge, color rojo, modelo 1965, propiedad de Fernando, Roberto le pidió la pistola -con la cual pretendían hacer otras fechorías- a su amigo, ya que habían discutido acaloradamente instantes previos. Y luego de que parecieron calmarse los ánimos, se dirigieron rumbo a Teotihuacán, donde culminó la historia sangrienta.

Con base en los informes recabados por LA PRENSA, las chicas trabaron amistad con Roberto y Fernando, ya que Virginia les había contado sobre ellos, pues supuestamente los conocía y por eso se los había presentado.

Los amigos tapatíos llegaron a la capital en plan de negocios, pero una vez resuelto su asunto, quisieron divertirse con Virginia y sus amigas, por ello acudieron a visitarlas en la fábrica de máquinas de escribir Olimpia. Entonces, acordaron salir a divertirse.

Durante las primeras excursiones, Virginia salió como pareja de Roberto y a Fernando lo acompañó una mujer de nombre Isabel. Y en todas las ocasiones que salieron a divertirse, supuestamente las chicas habrían pedido permiso en la fábrica para salir temprano.

Aquellas excursiones habrían ocurrido durante varios días, hasta que Isabel se dio cuenta de que algo no andaba bien y dejó de salir con el grupo.

El asesino era traficante de drogas

Un mes después de los hechos, aparentemente se detuvo a un presunto traficante de drogas, a quien se relacionó con el doble crimen en Teotihuacán. El delincuente fue aprehendido el 15 de enero de 1969 en Guadalajara, Jalisco.

Se trató de Fernando Garibay Magdaleno, de 23 años de edad -y no Roberto que en realidad era Ramón, como se había planteado al principio de la investigación-, que al ser detenido por la policía, confesó haber dado muerte a Ramón Villaseñor Rodríguez y a Virginia Aranda Montiel, a quienes conocía perfectamente.

"Como me di cuenta de que no fallecerían con los balazos que les di, tuve que darles el tiro de gracia", reconoció.

Los agentes de la Policía Judicial del Estado Jalisco lograron la captura del asesino, quien confesó que el crimen lo cometió bajo los influjos del alcohol, como si eso atenuara la crueldad del asesinato. Fernando resultó ser traficante de drogas.

Fernando y Ramón eran amigos o, mejor dicho, cómplices. A mediados de diciembre del 68 salieron de Guadalajara para realizar algunas “compras” en la Ciudad de México y, ya en la ciudad, se reunieron con Virginia -a quien habían conocido previamente-, y Virginia aceptó acompañarlos en sus correrías. Juntos compraron víveres y bebidas.

Días previos al crimen, todo parecía ser miel sobre hojuelas, se reunieron con otras amigas de Virginia y anduvieron de un lado para el otro de la ciudad, con la intención de vivir la vida como si fuera fugaz.

En el último viaje, visitaron Teotihuacán y, de regreso, al calor de las copas, los amigos discutieron. Entonces, Ramón sacó una pistola .38 para amedrentar a Fernando, pero este lo desarmó, aprovechando conocimientos de judo y de karate que había obtenido, y obligó al amigo a bajar del auto para acribillarlo, pero como no moría, le dio el tiro de gracia. Acto seguido, fue por Virginia que permanecía aterrorizada dentro del auto. La sacó y repitió la misma operación. El tiro de gracia.

Luego, se metió de nuevo al automóvil como si nada hubiera pasado y desapareció, no sin antes deshacerse del arma homicida.

Un robo que Ramón había cometido en Guadalajara, donde estaba fichado como “jaulero” -tipos que se “enjaulan” o esconden en negocios, para saquearlos más tarde- dio la pista para aclarar el doble crimen.

Fernando se ocultó aproximadamente un mes y, “casualmente”, fue arrestado en la calle 64, Sector Libertad, Guadalajara, Jalisco, a unos pasos del domicilio de la viuda de Ramón Villaseñor. La policía decomisó una pistola, calibre .22, con balas expansivas.

"La sociedad debe estar contenta porque eliminé a un peligroso delincuente", dijo el sábado 18 de enero de 1969, Fernando Garibay Magdaleno.

El criminal no se arrepintió y lo mandan a Lecumberri

Confesó cínicamente ante la Policía Judicial del Estado de México cómo ocurrieron los hechos en los que resultaron muertos Ramón Villaseñor y Virginia Aranda, de 23 y 18 años, respectivamente.

Al momento de ser detenido, el homicida se encontraba en el automóvil de Roberto, platicando con Alma González viuda de su víctima. Parecía estar tranquilo. Dijo que no se arrepentía por lo que había hecho, ya que Ramón era un tipo peligroso y una amenaza constante para la sociedad.

El 12 de diciembre de 1968, Fernando y Ramón salieron de Guadalajara con destino a Toluca, Estado de México. Ambos viajaban en un automóvil, propiedad del extinto.

Aquel día, los amigos llegaron a Toluca y pernoctaron en el hotel denominado La Mansión. Al día siguiente, a las 9:00 horas, Ramón fue por el dinero que había encargado en la administración.

Una persona le dijo que no podía entregarle su dinero porque el administrador había salido y él no tenía la llave de la caja de valores. A causa de esto, Ramón Villaseñor se enojó, sacó una pistola calibre .38 que llevaba entre las ropas y amenazó con matar al empleado si este no le daba el dinero que había dejado a guardar, así como el que se hallaba en la caja.

El empleado particular, temeroso de que algo grave le ocurriera, optó por cumplir las órdenes de Ramón. Una vez que Villaseñor y Garibay Magdaleno tuvieron en su poder el botín, huyeron.

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Después de lo que pasó en Toluca, Fernando pensó que en la Ciudad de México no podrían ser localizados por la policía, ya que buscarían la casa de un familiar para esconderse. Cuando los jóvenes viajaban a bordo del vehículo por una calle del Distrito Federal, localizaron a Virginia.

La atractiva joven esperaba un autobús para dirigirse a su trabajo; y como llegaría tarde a la fábrica donde laboraba, decidió acompañar a los dos amigos y llevarlos a que conocieran el Distrito Federal. Los tres jóvenes viajaron en el carro durante tres horas. Virginia le pidió a Ramón que la llevara a su domicilio, en Víctor 56, colonia Pavón, Estado de México.

Ramón, Fernando y Virginia llegaron al citado domicilio; allí acordaron que volverían a verse al otro día. Para esto, la joven se comprometió a invitar a una amiga.

Fernando hizo notar que Virginia y Ramón viajaron en el asiento delantero del vehículo durante el recorrido que hicieron por la Ciudad de México. Posteriormente, una muchacha a quien conocían como La Morena acompañó a los dos amigos y a Virginia. Los cuatro fueron a conocida casa comercial y compraron ropa, así como otros objetos. En ese lugar, Ramón compró bebidas.

Antes de que Ramón condujera para llevar a La Morena a su domicilio, Fernando intentó besar a Virginia. Esto hizo que Ramón se enojara.

"Invitamos a La Morena para que no estuvieras triste", dijo Ramón Villaseñor.

"No pensé que fueras tan celoso", contestó Fernando.

Las dos parejas enfilaron con rumbo a Teotihuacán, pero como La Morena no pidió permiso en su casa, se bajó del vehículo en los límites del Distrito Federal con el Estado de México.

Al continuar sus declaraciones, Fernando dijo que él y su amigo siguieron discutiendo y cuando estaban cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán:

"Ramón sacó su pistola y trató de dispararme. Yo fui más rápido, logré desarmar a Ramón y le disparé varios tiros. Luego apunté el arma contra Virginia e hice lo mismo", confesó Fernando, y añadió que en seguida arrojó los cadáveres sobre la carretera y a bordo del vehículo de Ramón se dio a la fuga.

El homicida terminó su confesión y fue conducido a las frías y tenebrosas celdas del viejo penal de Lecumberri, donde estuvo preso por mucho tiempo.

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Un hombre y una mujer perdieron la vida el domingo 15 de diciembre de 1968, baleados, a escasos metros de la zona arqueológica de San Juan Teotihuacán. Los dos recibieron el tiro de gracia. Los cadáveres fueron descubiertos por el mesero Julio Valdez, quien transitaba por la carretera, cerca de las 7:00 horas.

La joven presentaba cuatro heridas de bala en diferentes partes del cuerpo y una en la cabeza. Él tenía tres tiros en el pecho y otro en el cráneo. Las piernas de la mujer estaban sobre las extremidades inferiores de su acompañante. Ambos boca arriba.

La posición en que fueron localizados hizo suponer que el crimen ocurrió en otro sitio y los victimarios los abandonaron en ese lugar.

Cerca de los cadáveres fueron encontrados varios cartuchos, de los diferentes calibres, útiles y quemados, así como un revólver calibre .38, de cañón corto.

La Policía Judicial del Estado de México suponía que el crimen era de tipo pasional, aunque no descartaba la posibilidad de un asalto, ya que los bolsillos de las víctimas estaban “volteados” y no tenían prenda alguna, es decir, estaban vacíos.

Algunos vecinos de los pueblos cercanos llegaron al lugar de los hechos. Nada tan inusual como un doble crimen en los alrededores de un lugar tan alejado y apacible en aquellos días.

Nadie identificó a las víctimas. La escena, extraída de los casos sangrientos ocurridos en las grandes ciudades, había sido implantada en un pueblo donde la mayor tragedia era aburrirse hasta caer dominado por la abulia de conocerse todos.

No obstante, un comentario de aquella gente buena pesó en el sórdido ambiente: “Por las ropas que usan, tal parece que son de por estos rumbos”.

Los investigadores señalaron que cerca de los cuerpos fueron encontradas huellas de sangre y marcas de llantas de automóvil.

El médico legista señaló que el doble crimen había ocurrido durante la madrugada, posiblemente, pues los cuerpos de las víctimas aún no presentaban rigidez cadavérica acentuada cuando fueron recogidos por las autoridades de Texcoco, Estado de México.

Los agentes de la Policía Judicial investigaron el caso en algunos centros de vicio, relativamente cercanos al lugar donde fue localizada la pareja, con el fin de encontrar una pista que los ayudara a esclarecer el doble homicidio.

El primer acercamiento lo tuvieron con el personal de un restaurante que se ubicaba a escasos metros donde se realizó el hallazgo mortal, aunque ninguno de los colaboradores del negocio pudo aportar algún dato relevante.

Los detectives plantearon que lo ideal sería contar con la identificación de los fenecidos para que la investigación se iniciara sobre una base sólida, sin caer en especulaciones por dichos recogidos al azar.

Por tal motivo, autoridades estatales solicitaron una relación de personas desaparecidas en el entonces Distrito Federal, pues de acuerdo con el curso de su investigación, era muy posible que los jóvenes asesinados tuvieran familiares en la capital.

Al cerrar el día, aquel lunes 16 de diciembre de 1968, se informó que los infortunados jóvenes serían enviados al Hospital Civil de Texcoco, donde se les practicaría la necropsia de ley.

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Identifican a la mujer

Virginia Aranda Montiel se llamó la guapa mujer, quien contaba con 18 años de edad, según los datos recabados hasta el 17 de diciembre de 1968. El cadáver de la chica fue identificado en el anfiteatro del Hospital Civil de Texcoco, por la señora Sara Montiel de Aranda, quien dijo que su hija desapareció misteriosamente de una de las calles de San Juan de Letrán, el sábado 14 del mismo mes. Virginia vivía con su familia en la calle Víctor 56, colonia Pavón.

"Las dos fuimos a comprar adornos para nuestro árbol de Navidad, cuando mi hija desapareció", dijo visiblemente turbada por todo lo que aconteció desde la desaparición hasta el hecho de tener que identificar a su angelito en una habitación fría y tan sola.

La madre contó a los investigadores que la chica trabajaba en unas oficinas del Primer Cuadro de la Ciudad de México, en unas oficinas de máquinas de escribir.

Después de salir del trabajo, Virginia citó a su madre en una de las calles de Palma y, posteriormente, juntas, se dirigieron a comprar esferas y otros adornos para su arbolito.

"Ayer leímos en LA PRENSA que una joven había sido asesinada a tiros y después comprobamos que era mi hija", dijo la madre de Virginia, con su rostro lívido y sus ojos rojos de tanto llanto.

La señora Sara añadió que cuando desapareció su hija, llevaba puesto un anillo de esmeraldas y un monedero con quinientos pesos, de los cuales ninguno fue encontrado lo que se explicaba fácilmente debido a los delincuentes que se incrementaban año con año.

Respecto al joven que acompañaba a Virginia, aún se desconocía su identidad, pero el agente de la Policía Judicial, agencia encargada de llevar el caso, dijo que se hacía todo lo posible por conocer los datos del ignoto, puesto que probablemente ahí estuviera la clave para resolver el caso, toda vez que la hipótesis más fuerte que se sostenía era la del crimen pasional.

¿Crimen pasional o un robo?

Por lo tanto, se sospechaba que el sujeto podría ser el amante de la jovencita, aunque por sus edades parecía un caso complejo de infidelidades y desamores, cuando apenas comenzaban a conocer la dicha del mundo.

La otra hipótesis se sustentó en el robo, debido a que a las víctimas les despojaron los objetos de valor, pero había sesgos en este planteamiento, debido a que algunos policías, curiosos y otros seres inescrupulosos se apoderaban casi siempre de lo ajeno, en cuanto tenían oportunidad, precisamente cuando se generaba cierto desorden, como en la comisión de crímenes y concurrencia en accidentes de tránsito, por ejemplo.

Otra situación que no encajaba era la saña con que acabaron con la pareja y, sobre todo, el tiro de gracia, algo que se veía en dos situaciones: uno, en las películas de mafiosos, y dos, últimamente en los asesinatos de personas relacionadas con el crimen; no obstante, Virginia no tenía relación con este grupo de personas, o eso creía la policía, puesto que le faltaba recabar más datos para esclarecer la situación, pero sobre todo para dar con los responsables de la matanza.

Los agentes hicieron una breve pausa para poner en perspectiva el acontecimiento. Sabían que el crimen se cometió el 15 de diciembre de 1968, a escasos metros de la zona arqueológica de Teotihuacán, y que la pareja conformada por Virginia y el ignoto recibieron el tiro de gracia, después de haber sido balaceados.

La pareja fue hallada por el mesero Julio Valdez, quien transitaba por la carretera alrededor de las siete de la mañana. Algo inusual, pero que fácilmente se pudo corroborar, debido a que Julio hacía ese recorrido con frecuencia y los vecinos lo sabían y lo habían visto infinidad de veces, por eso su implicación en el crimen quedó descartada.

Hasta ese punto, solo se contaba con un dato más, que era la identidad de Virginia, empero hacía falta otro dato muy importante, con el cual se determinaría si el caso se trató de un triángulo amoroso o si fue resultado de un asalto en despoblado.

Identifican al asesino, era amigo de las víctimas

Tan solo unos días después, el joven victimado a tiros cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán fue identificado como Fernando, amigo de Virginia. Asimismo, se informó que el presunto homicida respondía al nombre de Roberto, ambos –víctima y victimario- resultaron ser amigos.

Fernando fue identificado gracias a una fotografía que proporcionó una mujer de nombre Isabel Hernández Vera, a quien el occiso le dijo: “Toma mi foto, para que nunca te olvides de mí”.

Hasta ese momento de la investigación, los apellidos de la víctima y el victimario se desconocían. Cabe destacar que toda esta información fue recabada poco a poco por el reportero del diario de las mayorías.

Y de acuerdo con la investigación del redactor de LA PRENSA, llevada a cabo hasta el 18 de diciembre del 68, Roberto habría asesinado a la pareja cuando se encontraba bajo los efectos del alcohol.


Ciertos datos hacía falta corroborarlos para certificar que fueran verídicos y certeros, no obstante, arrojaban mucha luz para esclarecer el doble homicidio.

Según los datos recabados por el reportero, quien entrevistó a varios testigos que conocían a la fémina víctima, Fernando y Roberto habían llegado al Distrito Federal, procedentes de Guadalajara, Jalisco, para cambiar un cheque de 10 mil pesos en una casa comercial muy famosa en aquellos días.

Supuestamente, Roberto era novio de Virginia, quien lo había conocido en tierras tapatías puesto que ella había radicado una temporada en aquella ciudad. Posteriormente, Roberto y Fernando se entrevistaron con Virginia y otras dos jovencitas. Y antes del crimen, todos estuvieron paseando por diferentes rumbos de la ciudad.

Según los relatos de los conocidos de Virginia, el viernes 13 de diciembre, Roberto, Fernando y ella habrían ido a nadar a una alberca del Hotel Santa Berta, ubicado en Texcoco; y un día después, cuando decidieron a perder el tiempo en el centro comercial Más de Aeropuerto, Fernando besó a Virginia, lo cual habría desatado los celos y la furia de Roberto, que le llamó la atención a su amigo.

Luego, cuando los tres se encontraban a bordo de un coche de la marca Dodge, color rojo, modelo 1965, propiedad de Fernando, Roberto le pidió la pistola -con la cual pretendían hacer otras fechorías- a su amigo, ya que habían discutido acaloradamente instantes previos. Y luego de que parecieron calmarse los ánimos, se dirigieron rumbo a Teotihuacán, donde culminó la historia sangrienta.

Con base en los informes recabados por LA PRENSA, las chicas trabaron amistad con Roberto y Fernando, ya que Virginia les había contado sobre ellos, pues supuestamente los conocía y por eso se los había presentado.

Los amigos tapatíos llegaron a la capital en plan de negocios, pero una vez resuelto su asunto, quisieron divertirse con Virginia y sus amigas, por ello acudieron a visitarlas en la fábrica de máquinas de escribir Olimpia. Entonces, acordaron salir a divertirse.

Durante las primeras excursiones, Virginia salió como pareja de Roberto y a Fernando lo acompañó una mujer de nombre Isabel. Y en todas las ocasiones que salieron a divertirse, supuestamente las chicas habrían pedido permiso en la fábrica para salir temprano.

Aquellas excursiones habrían ocurrido durante varios días, hasta que Isabel se dio cuenta de que algo no andaba bien y dejó de salir con el grupo.

El asesino era traficante de drogas

Un mes después de los hechos, aparentemente se detuvo a un presunto traficante de drogas, a quien se relacionó con el doble crimen en Teotihuacán. El delincuente fue aprehendido el 15 de enero de 1969 en Guadalajara, Jalisco.

Se trató de Fernando Garibay Magdaleno, de 23 años de edad -y no Roberto que en realidad era Ramón, como se había planteado al principio de la investigación-, que al ser detenido por la policía, confesó haber dado muerte a Ramón Villaseñor Rodríguez y a Virginia Aranda Montiel, a quienes conocía perfectamente.

"Como me di cuenta de que no fallecerían con los balazos que les di, tuve que darles el tiro de gracia", reconoció.

Los agentes de la Policía Judicial del Estado Jalisco lograron la captura del asesino, quien confesó que el crimen lo cometió bajo los influjos del alcohol, como si eso atenuara la crueldad del asesinato. Fernando resultó ser traficante de drogas.

Fernando y Ramón eran amigos o, mejor dicho, cómplices. A mediados de diciembre del 68 salieron de Guadalajara para realizar algunas “compras” en la Ciudad de México y, ya en la ciudad, se reunieron con Virginia -a quien habían conocido previamente-, y Virginia aceptó acompañarlos en sus correrías. Juntos compraron víveres y bebidas.

Días previos al crimen, todo parecía ser miel sobre hojuelas, se reunieron con otras amigas de Virginia y anduvieron de un lado para el otro de la ciudad, con la intención de vivir la vida como si fuera fugaz.

En el último viaje, visitaron Teotihuacán y, de regreso, al calor de las copas, los amigos discutieron. Entonces, Ramón sacó una pistola .38 para amedrentar a Fernando, pero este lo desarmó, aprovechando conocimientos de judo y de karate que había obtenido, y obligó al amigo a bajar del auto para acribillarlo, pero como no moría, le dio el tiro de gracia. Acto seguido, fue por Virginia que permanecía aterrorizada dentro del auto. La sacó y repitió la misma operación. El tiro de gracia.

Luego, se metió de nuevo al automóvil como si nada hubiera pasado y desapareció, no sin antes deshacerse del arma homicida.

Un robo que Ramón había cometido en Guadalajara, donde estaba fichado como “jaulero” -tipos que se “enjaulan” o esconden en negocios, para saquearlos más tarde- dio la pista para aclarar el doble crimen.

Fernando se ocultó aproximadamente un mes y, “casualmente”, fue arrestado en la calle 64, Sector Libertad, Guadalajara, Jalisco, a unos pasos del domicilio de la viuda de Ramón Villaseñor. La policía decomisó una pistola, calibre .22, con balas expansivas.

"La sociedad debe estar contenta porque eliminé a un peligroso delincuente", dijo el sábado 18 de enero de 1969, Fernando Garibay Magdaleno.

El criminal no se arrepintió y lo mandan a Lecumberri

Confesó cínicamente ante la Policía Judicial del Estado de México cómo ocurrieron los hechos en los que resultaron muertos Ramón Villaseñor y Virginia Aranda, de 23 y 18 años, respectivamente.

Al momento de ser detenido, el homicida se encontraba en el automóvil de Roberto, platicando con Alma González viuda de su víctima. Parecía estar tranquilo. Dijo que no se arrepentía por lo que había hecho, ya que Ramón era un tipo peligroso y una amenaza constante para la sociedad.

El 12 de diciembre de 1968, Fernando y Ramón salieron de Guadalajara con destino a Toluca, Estado de México. Ambos viajaban en un automóvil, propiedad del extinto.

Aquel día, los amigos llegaron a Toluca y pernoctaron en el hotel denominado La Mansión. Al día siguiente, a las 9:00 horas, Ramón fue por el dinero que había encargado en la administración.

Una persona le dijo que no podía entregarle su dinero porque el administrador había salido y él no tenía la llave de la caja de valores. A causa de esto, Ramón Villaseñor se enojó, sacó una pistola calibre .38 que llevaba entre las ropas y amenazó con matar al empleado si este no le daba el dinero que había dejado a guardar, así como el que se hallaba en la caja.

El empleado particular, temeroso de que algo grave le ocurriera, optó por cumplir las órdenes de Ramón. Una vez que Villaseñor y Garibay Magdaleno tuvieron en su poder el botín, huyeron.

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Después de lo que pasó en Toluca, Fernando pensó que en la Ciudad de México no podrían ser localizados por la policía, ya que buscarían la casa de un familiar para esconderse. Cuando los jóvenes viajaban a bordo del vehículo por una calle del Distrito Federal, localizaron a Virginia.

La atractiva joven esperaba un autobús para dirigirse a su trabajo; y como llegaría tarde a la fábrica donde laboraba, decidió acompañar a los dos amigos y llevarlos a que conocieran el Distrito Federal. Los tres jóvenes viajaron en el carro durante tres horas. Virginia le pidió a Ramón que la llevara a su domicilio, en Víctor 56, colonia Pavón, Estado de México.

Ramón, Fernando y Virginia llegaron al citado domicilio; allí acordaron que volverían a verse al otro día. Para esto, la joven se comprometió a invitar a una amiga.

Fernando hizo notar que Virginia y Ramón viajaron en el asiento delantero del vehículo durante el recorrido que hicieron por la Ciudad de México. Posteriormente, una muchacha a quien conocían como La Morena acompañó a los dos amigos y a Virginia. Los cuatro fueron a conocida casa comercial y compraron ropa, así como otros objetos. En ese lugar, Ramón compró bebidas.

Antes de que Ramón condujera para llevar a La Morena a su domicilio, Fernando intentó besar a Virginia. Esto hizo que Ramón se enojara.

"Invitamos a La Morena para que no estuvieras triste", dijo Ramón Villaseñor.

"No pensé que fueras tan celoso", contestó Fernando.

Las dos parejas enfilaron con rumbo a Teotihuacán, pero como La Morena no pidió permiso en su casa, se bajó del vehículo en los límites del Distrito Federal con el Estado de México.

Al continuar sus declaraciones, Fernando dijo que él y su amigo siguieron discutiendo y cuando estaban cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán:

"Ramón sacó su pistola y trató de dispararme. Yo fui más rápido, logré desarmar a Ramón y le disparé varios tiros. Luego apunté el arma contra Virginia e hice lo mismo", confesó Fernando, y añadió que en seguida arrojó los cadáveres sobre la carretera y a bordo del vehículo de Ramón se dio a la fuga.

El homicida terminó su confesión y fue conducido a las frías y tenebrosas celdas del viejo penal de Lecumberri, donde estuvo preso por mucho tiempo.

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