/ viernes 11 de octubre de 2024

Sharon Kinne, la pistolera asesina que evadió la justicia

La estadounidense fue acusada de al menos dos homicidios en Estados Unidos y México

Fue el sábado 19 de septiembre de 1964 cuando una bala le perforó la existencia a Francisco Paredes Ordoñez. La responsable, una mujer de nacionalidad estadunidense, a quien había conocido hacía poco en el bar del restaurante La Vada.

El reportero de LA PRENSA, Juan Nieto Martínez, escribió en su nota policiaca que “una norteamericana, dedicada a atracar incautos y armada con una pequeña pistola calibre .22, asesinó de un balazo a su ‘amigo ocasional’ Francisco Paredes Ordóñez, mexicano nacionalizado norteamericano, en un cuarto del hotel La Vada, de la Avenida Insurgentes Sur 1700”.

La criminal, con la sangre más espesa que el plomo, salió del lugar sin remordimientos. Después de cometido el crimen, apagó la luz de la habitación ubicada en el primer piso y trató de huir; sin embargo, el velador en turno, Enrique Martínez Rauda, intentó detenerla, pero fue herido de un tiro por la espalda cuando la peligrosa mujer evitó ser detenida tras el forcejeo.

El velador, herido de gravedad, todavía alcanzó a enfrentarse a la extranjera, en parte para detenerla, pero quizás para evitar que ésta también segara su vida como antes lo hizo con Ordoñez; y, con grandes esfuerzos, logró desarmarla.

Inmediatamente, llamó a la Jefatura de Policía y, sin demora, una delegación de agentes arribó a la escena del crimen, donde el comandante Facundo Godínez, del Servicio Secreto, detuvo a la extranjera.

En su bolso de mano –según se informó al inicio de las pesquisas-, los investigadores encontraron dos cajas con cien cartuchos calibre .22 y otra fue descubierta sobre el piso de la habitación, junto a los pies de la víctima.

La extranjera detenida utilizaba identificaciones con diferentes alias, tales como Marlene Anne Johnson, Jannet Puglise y Sharon A. Smith, aunque los investigadores lograron saber que su verdadero nombre era Sharon E. Kinne.

El cuerpo de Francisco Ordoñez quedó boca arriba sobre la cama, con ambos pies en el piso y se le apreció la marca de un proyectil de arma de fuego.

Ordoñez había llegado hacía un par de días a la metrópoli, proveniente de Estados Unidos, y se hospedaba en el hotel La Vada, habitación 17, cuando ocurrieron los hechos. El empleado Alejandro Garrido informó que aquel fatídico día, el occiso llegó al hotel y, después de bañarse, salió a la calle en un Ford 57, con placas del estado de California, Estados Unidos.

En la escena del crimen, los investigadores encontraron varias maletas, en una de las cuales se halló una identificación a nombre de Francisco Paredes, expedida por la International Brotherhood Teamsters, varios cheques del banco y solo veinte dólares en efectivo.

LA PRENSA interrogó al velador del hotel, quien se encontraba encamado en el Hospital Rubén Leñero tras ser herido. Mencionó que, tras abandonar el hotel, el occiso regresó alrededor de las dos de la madrugada y como la entrada se encontraba cerrada, tocó y él le abrió. Al entrar con su automóvil se dio cuenta que lo acompañaba una mujer, pero no le dio mayor importancia. Luego observó que se dirigieron a la habitación número 17.

Una hora más tarde, escuchó un ruido extraño que provenía del cuarto que ocupaba la pareja. Se acercó y vio que la luz se apagó; a los pocos momentos, la mujer abrió la puerta y trató de retirarse inadvertida.

Se acercó y le dijo a la extranjera que no se retirara; que si todo estaba bien, porque había escuchado ruidos raros. En ese momento, penetró en la habitación y encendió la luz, tras lo cual, la mujer le disparó un balazo por la espalda al tiempo que intentó disparar de nuevo, por lo que él se le echó encima y, con grandes esfuerzos, logró desarmarla.

Hizo saber que luego llegó el encargado Alejandro Garrido y entre los dos llevaron a la extranjera a la administración del hotel, en donde posteriormente los agentes del Servicio Secreto la detuvieron.

Escucha aquí el podcast ⬇️

Interrogan a Sharon, pero su versión no fue aceptada del todo

La estadunidense homicida entonces fue interrogada estrechamente por los agentes del comandante Manuel Baena Camargo. En un principio, les proporcionó muchas versiones falsas sobre los hechos e inclusive les reveló varios nombres, también falsos.

El interrogatorio de la mujer se dificultó aún más, debido a que no hablaba nada de español y en esta forma los investigadores tropezaron con graves problemas.

Sin embargo, Sharon E. Kinne explicó a los sabuesos que dos días antes, como a las 23:00 horas, se encontraba en el Bar Nicté-Ha, del Hotel del Prado, donde conoció a Francisco Paredes Ordoñez.

Tras beber varias copas, su amigo ocasional la invitó a que fuesen a su hotel y ella aceptó. Abordaron el automóvil del hoy occiso y llegaron hasta el Motel La Vada, en donde su amigo se encontraba hospedado.

Explicó que cuando entraron a la habitación se sintió indispuesta y le dijo a Francisco que se trataba de una enfermedad estomacal; no obstante, él trató de abrazarla, pero ella se resistió y se dirigió hasta donde se encontraba su bolso de mano, del cual sacó su pistola y le disparó en dos ocasiones, aunque no con la intención de matarlo sino solamente para amedrentarlo y desistiera en sus propósitos.

La versión que la estadunidense proporcionó sobre el móvil del crimen no fue del todo aceptada por los investigadores, pues sospecharon que había algo más en el fondo del caso. Entonces, al continuar con el interrogatorio, detectaron que la mujer incurría en múltiples contradicciones.

Kinne llega a México junto a un gánster

Sharon E. Kinne había entrado al país hacía siete días por la frontera de Laredo, Tamaulipas (entre el 11 y 12 de septiembre), en compañía de un supuesto gánster de la misma nacionalidad, Francis Samuel Puglise. Ambos hicieron el viaje a la metrópoli en autobús y se hospedaron en el Hotel Gin, de Éufrates 3, colonia Cuauhtémoc, registrándose como esposos.

La mujer confesó que se cambió de nombre debido a que estaba procesada por la muerte de su esposo, el ingeniero James Kinne. Hizo saber que en ese momento se encontraba libre bajo fianza y que, debido a ello, no podía abandonar su país, por lo que proporcionó nombres falsos.

Los agentes del Servicio Secreto detuvieron el 18 de septiembre, al mediodía, al amante de la homicida, Francis Samuel Puglise, quien se encontraba en el Hotel Gin. A las 8:00 horas pidió que le sirvieran el desayuno para dos personas, a pesar de que se encontraba solo en su habitación, pues Sharon estaba detenida en la Jefatura de Policía.

Francis Samuel salió del hotel a las 9:00 horas y cuando los agentes llegaron para aprehenderlo, estaba en la calle. Regresó a las 12:00 horas y fue conducido ante el comandante Manuel Baena Camargo.

Se comprobó que Samuel tenía antecedentes penales en Estados Unidos y que era requerido por la policía de aquel país. Confesó que había estado detenido por los delitos de robo y lesiones, y que vino a México invitado por Sharon E. Kinne, quien le pagó todos los gastos de viaje y hospedaje.

Debido a que los dos extranjeros eran dos auténticos “pájaros de cuenta”, los investigadores continuaron sus pesquisas, ya que podían estar relacionados con una peligrosa banda de gánsteres internacionales.

Francis Samuel Puglise, un roba casas y asaltante

A Francis Samuel Puglise los investigadores del Servicio Secreto le encontraron en su equipaje una caja con 500 proyectiles calibre .22, diez cartuchos de escopeta, una pistola escuadra automática calibre .22, un desarmador grande, una pequeña hacha, dos tijeras grandes y un pequeño tridente.

Reconoció que esos objetos los utilizaba para robar casas y perpetrar asaltos. En tanto que Sharon E. Kinne se dedicaba a atracar y robar a sus amigos ocasionales –a quienes conocía en los bares de lujo capitalinos-, su amante, el gánster Francis Samuel Puglise, disfrutaba del botín que la rubia le entregaba, divirtiéndose y dándose la mejor vida.

Esa fue una de las conclusiones que puso sobre la mesa la policía capitalina, que continuó con las investigaciones a fondo sobre las actividades de los extranjeros en el país.

Para ese momento ya se habían solicitado los antecedentes de los presuntos criminales al FBI, así como a otras policías de Estados Unidos para saber si se encontraban coludidos con alguna banda de hampones internacionales.

Lo único totalmente claro para policía fue el hecho de que la rubia extranjera asesinó de un balazo Francisco Paredes Ordóñez, en un cuarto del Motel La Vada, para despojarlo de todo su dinero. Al occiso se le encontraron volteados los bolsillos del pantalón y además faltaban algunos objetos considerados de valor.

Sharon E. Kinne y su amante Francis Samuel Puglise se habían conocido tres meses antes de los eventos ulteriores en una agencia de colocaciones de la ciudad de Kansas, Estados Unidos. En realidad, comenzó a difundirse el rumor de que formaban parte de un grupo criminal de aquella ciudad. Se habían hecho muy amigos luego de la muerte del esposo de Sharon, por lo que ella lo invitó a México ofreciéndose a pagarle todos los gastos. Y, para pasar la frontera, Sharon utilizó el nombre de Jannet Puglise […]

Durante un par de días no hubo más avance en las investigaciones, debido a que la policía mexicana continuaba esperando noticias de su par en el país vecino sobre los antecedentes de los detenidos.

"Mi hijo no era drogadicto ni traficante"

El lunes 21 de septiembre de 1964, la madre de la víctima expresó su dolor: “Mi hijo no era drogadicto ni traficante de enervantes como se ha dicho. Era un hombre bueno y dedicado a su trabajo...”.

La atribulada anciana Remedios Vázquez viuda de Paredes hizo saber que Francisco contaba al morir con 45 años y que, desde hacía tiempo, estaba trabajando en Estados Unidos como locutor bilingüe.

A últimas fechas se había graduado como contador y estaba trabajando en el almacén comercial International Brotherhood Teamsters, de Chicago, Illinois.

Hizo saber que ella tenía su domicilio en la calla de Naranjo 107, departamento 3, colonia Santa María la Ribera y que su hijo venía a México cada dos años a pasar una corta temporada de vacaciones.

Explicó que el día 17 de septiembre de aquel año, Francisco llegó a la metrópoli a bordo de su automóvil y la fue a visitar. Estuvo platicando con ella durante varias horas y le prometió que regresaría para comer con ella, pero ya no volvió.

Indicó que se enteró de la trágica muerte de su hijo por medio de LA PRENSA y que inmediatamente acudió al Servicio Médico Forense para identificar plenamente su vástago y darle cristiana sepultura. Negó que su hijo Francisco fuese adicto a las drogas y que se dedicase traficar con enervantes.

Sobre la muerte de su hijo, la anciana manifestó que seguramente Francisco conoció la extranjera asesina en una noche fatal que le costó la vida.

Por otra parte, Sharon E. Kinne y su amante Francis Samuel Puglise continuaron siendo interrogados por los agentes del Servicio Secreto.

Se tenía la seguridad de que la pareja de extranjeros estaba involucrada en una serie de atracos a mano armada que se habían registrado a últimas fechas en la metrópoli.

Sharon Kinee, cruel y asesina

Durante el transcurso del pequeño diálogo que sostuvieron en los separos de la Policía Judicial, ninguno de los detenidos manifestó preocupación alguna. En ese momento, cualquiera los hubiera calificado como inofensivos.

La pareja de delincuentes estadunidenses que había soñado con gozar de la vida en los rincones paradisíacos del suelo mexicano, despertó con el sobresalto de una pesadilla. Ella, convertida en asesina; él, un fracasado.

Sharon Kinne era rubia, de complexión delgada. Quizá algunos podían confundirá con una modelo. Pero en realidad era cruel y asesina. Mató a uno e hirió a otro en México; en Estados Unidos debía dos vidas, una de ellas, la de su esposo, el ingeniero James Kinne. Francis Samuel Puglise, por su parte, era un vividor, de rasgos atractivos. Había conocido a Sharon hacía poco, según confesó, y aunque ella no podía abandonar su país –pues tenía pendiente un juicio penal-, la ayudó a conseguir un pasaporte falso para internarla en México.

Sharon se dedicaba a embaucar a jóvenes mexicanos, a quienes conquistaba en diversos restaurantes capitalinos para después sustraerles sus pertenencias y dárselas a Francis, con quien mantenía una relación amorosa.

El martes 22 de septiembre, las autoridades dejaron que los inculpados por los crímenes estrecharan sus manos en la sala del juzgado, y fueron tan sólo por unos segundos, pero en sus miradas hubo algo de reproche y otro poco de compasión.

Ambos estaban perdidos, su sueño no se realizó. Francis Samuel Puglise fue registrado por un agente robusto, mientras una policía mujer examinaba a su amante, en una celda apartada. Al volver a la sala del juzgado, ya no hubo despedida.

La viuda negra, consignada

El 24 de septiembre de 1964, LA PRENSA informó que Sharon E. Kinne, también conocida como señora de James Kinne, Marlene Johnson y Jeannette Puglise, fue procesada en 1958 por el homicidio de su esposo, ingeniero James Kinne, y condenada a cadena perpetua. Ella solicitó la revisión de la sentencia y recobró su libertad bajo una fianza de 22 mil dólares.

En 1961 fue detenida y procesada como presunta responsable de la muerte de Pat Johns, esposa de uno de sus amigos. Aunque salió absuelta, tenía que presentarse el 26 de octubre en un tribunal de Kansas, porque iba a revisarse nuevamente su caso.

El cuarto asesinato en el que puede estar inmiscuida -todavía los informes no están confirmados-, es en el de su primer esposo, anterior al ingeniero James Kinne.

Sharon E. Kinne podía estar orgullosa de su popularidad. Tanto en esta capital como en los Estados Unidos siempre fue un foco de atención. Los periodistas estadunidenses la bautizaron como la Viuda Negra de Kansas City y también comenzaban a llamarla La Pistolera.

Donald L. Wason, auxiliar del fiscal de Kansas City, se entrevistó el 23 de septiembre con las autoridades policiacas mexicanas con el fin de obtener datos relacionados con la pistola His Star, calibre .22, que le fue recogida en esta capital a Francis Samuel Puglise, amante de la Sharon, quien también estaba detenido.

El señor Wason deseaba confirmar si aquella pistola era la misma que le sirvió para matar a Pat Johns y que, de ser así, la Viuda Negra también estaría perdida ante la justicia estadunidense.

Y Francis Samuel Puglise, amante de Sharon, podría verse comprometido en el asesinato, como encubridor.

El licenciado Heriberto Prado Reséndiz jefe de la Mesa XI del Sector Central de Investigaciones de la Procuraduría, informó que Francis S. Puglise también será consignado, pero solamente por el delito de portación de arma prohibida, la misma arma que podía hundirlos frente a las autoridades de su país.

El día 27 de septiembre de 1964, Sharon Elizabeth Kinne rindió su declaración preparatoria ante el juez 11 Penal, licenciado Alfonso Zamora Reyes, acusada de cuatro delitos: homicidio, lesiones, tentativa de robo y portación de arma de fuego. Confirmó en todo las declaraciones rendidas en la Procuraduría. Su acompañante, el también estadunidense Samuel Francis Puglise, quedó consignado por el delito de portación de arma prohibida.

“Esta señora, Sharon Elizabeth Kinne, es una delincuente natural”, así se expresó a LA PRENSA el agente del Ministerio Público adscrito al juzgado 11 Penal, licenciado Juan Nava Huicochea, al referirse a la estadunidense acusada de homicidio, robo, lesiones y portación de arma de fuego.

Dijo que en todas las preguntas que le dirigió -por medio de un intérprete-, durante la declaración preparatoria rendida ante el juez, licenciado Alfonso Zamora Reyes, la acusada del homicidio de Francisco Paredes Ordóñez meditaba perfectamente y se tomaba todo el tiempo necesario para dar su respuesta.

-Es una mujer muy viva, pero tengo la convicción -por las pruebas que se han aportado-, que es culpable de todos los delitos que se han señalado –finalizó.

Y, efectivamente, tal y como se esperaba, la estadunidense Sharon Elizabeth Kinne fue declarada formalmente presa por los delitos de homicidio, lesiones y tentativa de robo, en agravio de Francisco Paredes Ordóñez.

El juez 11o. Penal, licenciado Alfonso Zamora Reyes, aceptó las pruebas suficientes para señalarle el auto señalado. Y entonces le fue comunicada la decisión por el juez a la presunta homicida.

Respecto a su acompañante, el también estadunidense Samuel Francis Puglise, el mismo juez decretó su libertad por falta de méritos, ya que en ningún momento se pudo comprobar que este individuo tuviera participación alguna en los delitos de que se culpó a Sharon.

Samuel Francis Puglise fue deportado, y a Sharon le negaron un amparo

El delincuente estadunidense Samuel Francis Puglise fue expulsado del país por autoridades de la Secretaría de Gobernación, deportándolo a San Antonio, Texas, Puglise fue conducido al Aeropuerto Internacional por agentes y entregado al capitán E. Stone, del avión de American Airlines, para que lo dejara en San Antonio, donde seguramente ya lo estaban esperando agentes de la policía, pues según informes recibidos en esta capital, tenía cuentas pendientes con las autoridades judiciales de Nevada.

De acuerdo con el oficio número 3172, firmado por el jefe del Departamento de Inspección de la Secretaria de Gobernación, licenciado Santiago Ibáñez Llamas, Samuel Francis Puglise, quien también usaba el nombre de Frank Puglise, de 26 años, estudiante, originario de Kalamazoo, Michigan, fue expulsado del país por infringir la Ley General de Población.

Puglise fue subido al avión de American Airlines en vuelo número 58 con destino a San Antonio, Texas, según su boleto número HDOI-19-1994-477.

En lo que respectaba a Sharon E. Kinne, un juez federal negó el amparo que los abogados de Sharon pidieron contra el auto de formal prisión, acusada de homicidio, lesiones y robo en grado de tentativa.

Sharon Kinne pasaría trece años en prisión y no diez, como se había dicho en primera instancia, por el asesinato de Francisco Paredes Ordóñez. Inicialmente, había sido condenada por la Cuarta Corte Penal a diez años de cárcel, pero la Séptima Sala del Tribunal Superior de Justicia modificó dicha sentencia para ampliarla a trece.

La misma Séptima Sala condenó a la homicida norteamericana al pago de doce mil pesos al velador Enrique Martínez Rueda, por concepto de la reparación del daño que le causó al lesionarle de un balazo en la espalda, cuando el vigilante trató de impedir que se escapara tras de haber cometido su crimen.

Hasta ese momento, la historia de otro crimen más en la capital parecía quedar completamente resuelta y cerrada. La homicida, detenida y sentenciada. Pero ocurrió lo impensable unos años más tarde.

Sharon Kinne se fugó de la cárcel

El domingo 7 de diciembre de 1969, la pistolera Kinne, quien purgaba una condena de trece años en la Cárcel de Mujeres como responsable de homicidio, logró evadirse aprovechando un apagón.

De acuerdo con información del reportero de LA PRENSA Miguel Moreno, durante un apagón registrado en la Cárcel de Mujeres, se evadió durante la noche la peligrosa. La bella mujer de 34 años, había purgado ya cuatro años en el penal de Iztapalapa y, al fugarse, anoche no llevaba dinero, por lo cual se presumía que se estaba escondida en las cercanías o bien había contado con la ayuda de una amiga, de nombre Yolanda Sánchez López, exreclusa desde hacía tres años, quien la visitaba con frecuencia.

Tal información fue revelada al reportero de LA PRENSA por María de Lourdes Ricaud de Rojas, directora de la Cárcel de Mujeres, quien informó que a las 17:30 horas de aquel domingo cuando se pasó lista a las reclusas, Elizabeth se encontraba allí. Después, a las 21.30 horas, cuando nuevamente se les pasó lista ya no estaba presente y tampoco fue localizada en lado alguno.

Lo que pasó en ese momento, fue que “ocurrió uno de los frecuentes apagones que se registran en este apartado lugar del Distrito”, según dijo la licenciada Ricaud; y que, asimismo, previamente habían presentado una función de cine.

De acuerdo con lo que declaró la directora del Penal, la jefa de grupo de vigilancia, Raquel Gallardo Ballesteros, se dirigió la delegación de Iztapalapa a las 22:30 horas para dar parte de la fuga de la peligrosa mujer. Sin embargo, el acta se levantó hasta las 5:30 horas de 8 de diciembre de 1960.

-¿Estaba loca Elizabeth? -preguntamos a la licenciada Ricaud.

-Durante el tiempo que nosotros pudimos observarla, jamás notamos síntomas de que estuviera anormal. Se hizo muy amiga de Yolanda Sánchez López y no obstante que ésta recobró su libertad hace tres años, seguía visitándola con frecuencia.
-¿Usted cree que la evadida aprovechó las visitas que reciben las reclusas por ser día domingo?

La directora del penal nos respondió firmemente:

-Estamos seguras que Elizabeth no salió por la puerta principal. Las pesquisas realizadas por los agentes de la Policía Judicial permitieron encontrar huellas que conducen a asegurar que escapó brincando la barda que, como todo mundo sabe, es chica.

-¿Llevaba algún dinero?

-También podemos asegurar que no. Pero hasta el momento no estamos en conocimiento exacto de cómo y cuándo salió de la Prisión.

Al proporcionar los datos biográficos de Kinne, la policía dijo que la carrera delictiva de dicha mujer comenzó a sus 23 años, cuando asesinó de un tiro a mansalva a su esposo, James Kinne, mientras éste dormía.

Eso ocurrió en el año de 1960, en Kansas City, donde fue arrestada, pero obtuvo su libertad con una fianza de 20 mil dólares.

Meses después, la policía norteamericana la señaló como presunta homicida de Patricia Jones, esposa de un hombre con el que ella sostenía relaciones extramaritales.

Paty o Pat Jones desapareció el día 25 de mayo de 1960, cuando salió de su trabajo, en Midwest. Ella recibió antes de salir un llamado telefónico de Sharon, por medio del cual la citaba para platicar.

La desaparecida Patricia Jones era esposa de Walter Jones, quien conoció a Sharon por una operación de compra-venta de un automóvil. Comenzaron a frecuentarse y Sharon le pidió a Walter que abandonara a su mujer o de lo contrario le informaría que era su “amante”.

Walter se negó a dejar a su esposa, porque -según dijo en el juzgado- pensó en sus hijos. Poco a poco comenzó a distanciarse de la peligrosa rubia.

Sale a relucir un segundo crimen

Sin embargo, la rubia no se contentó con la separación. El día 25 de mayo citó a Patricia y la condujo a un paraje “para enamorados” y la victimó de tres tiros. El cadáver lo ocultó entre unos matorrales.

Se supo, por las investigaciones, que Patricia fue vista por un matrimonio cuando se dirigía a la cita. Dicho matrimonio observó cuando abordaba el automóvil de Sharon y emprendían la marcha.

Sin embargo, la rubia al ser interrogada por la policía dijo que había dejado a Patricia cerca de su domicilio. Walter Jones no estuvo conforme con esta versión y se entrevistó con su examiga.

Más adelante, la rubia confesó a John Boldizs su crimen. Lo condujo al sitio en que había dejado el cuerpo, dizque para platicar, y estacionó el automóvil en un sitio en que John pudiera ver el cuerpo. El paraje se localizaba por el camino de Phelps.

La autopsia reveló que Patricia había recibido tres tiros. Dos en el cuerpo y uno el cuello. Sharon fue detenida por la policía bajo sospecha de homicidio, pero un jurado integrado por doce hombres -que sintieron simpatía por la inculpada- la absolvió. Inclusive, al salir del juzgado, uno de los jurados le pidió su autógrafo.

Sharon dejó a sus tres hijos en Estados Unidos, y el 14 de septiembre de 1964, se internó en territorio mexicano, acompañada del “escultor de belleza” Francis Samuel Puglise, quien también fue detenido en su país en varias ocasiones bajo el cargo de robo.
Tres días antes de que la ahora prófuga de la policía mexicana emigrara hacia nuestro país, fue detenida por girar cheques sin fondos, en San Luis Misuri.

Después de que Sharon fue absuelta por el jurado de doce hombres, un exfuncionario de la policía estadunidense, Eugene Bewley, declaró a los periodistas que la rubia “es de esas personas que siempre tratan de aparecer humildes para despertar compasión... Pero en realidad -agregó Eugene- se trata de una psicópata, de una mujer peligrosa capaz de volver a matar cuando esté libre”.

Por esto, los investigadores mexicanos que le seguían la pista, consideraron que se trataba de una mujer que asesinaba por placer. Mató a su esposo a sangre fría, qué más podía pensarse. Y ello además lo comprobaba el asesinato que cometió en México.

Mientras tanto, agentes del Servicio Secreto realizaban una investigación a fondo en la Cárcel para Mujeres de Iztapalapa. Se descubrieron -según se informó en forma extraoficial- muchas anomalías dentro del sistema penitenciario, como el permitir que algunas internas no acudieran a pasar lista.

Además, se supo que había reclusas que no dormían en la penitenciaría, ya que contaban con “permisos especiales para pasar la noche en compañía de amigas, celadoras o conocidas de éstas”, se dijo.

Sharon A. Kinne, acusada por las autoridades de su país de haber dado muerte a Patricia Jones y a su marido James Kinne, también contaba con esos permisos.

Los agentes del Servicio Secreto, bajo las órdenes del mayor Rafael Rocha Cordero y el licenciado Eduardo Estrada Ojeda, jefe de dicha corporación, realizaron interrogatorios masivos, a fin de determinar la responsabilidad de las celadoras, ya que se presumía que éstas facilitaron la fuga de la peligrosa rea.

Los resultados de dichos interrogatorios no fueron dados a conocer, simplemente se dijo que se trataba de establecer la presunta culpabilidad a complicidad de las vigilantes.

Los agentes del Servicio Secreto dijeron que Kinne no pasó lista a las 20:00 horas del domingo, pero que las celadoras no la buscaron porque supusieron que “tenía permiso especial”.

Se fuga gracias a la presunta complicidad de un farmacéutico

Sharon, pese a que se comentaba que era odiada por sus compañeras de reclusión, siempre mostró un carácter afín y humilde, por lo que se ganó la confianza de las celadoras. Los detectives de la Jefatura de Policía finalizaron las primeras declaraciones haciendo notar que no contaba con dinero para huir del país.

Sin embargo, se dijo que era posible que la homicida huyera hacia el estado de Aguascalientes, donde posiblemente con la protección de Yolanda Sánchez con quien hizo amistad en el penal, podría lograr su cometido de evadir a la justicia.

Los días pasaron y la posibilidad de recapturar a Sharon se esfumaban. Tanto los investigadores del Servicio Secreto como de la Policía Judicial tenían la creencia de que se escondí en la ciudad y que, tal vez, había cambiado el color de su pelo y utilizaba disfraces.

La última vez que se la vio, fue el 8, cuando abordó un autobús urbano en las calles de Claudio Bernard y Avenida Cuauhtémoc. Se cubría con un abrigo negro de capuchón.

A mediados de diciembre de 1969, el reportero Julio Villarreal Arreola, informó que Sharon posiblemente había logrado su fuga gracias a la ayuda que tuvo del farmacéutico de la prisión.

Villarreal Arreola escribió en su nota: “Una escalera para incendios, un cinturón para caballero, la irresponsabilidad de una celadora, un pirul y la presunta complicidad de un farmacéutico, fueron factores determinantes en la fuga de la irascible y peligrosa norteamericana Sharon Kinne”.

María de Lourdes Ricaud Benavides gregó que el día 7 se celebró en el penal la función de cine, “como se hace todos los domingos”, por lo que las reclusas pasaban lista media hora más tarde.

Añadió que había estado encamada ese día, “porque estuve enferma”. A las 21:45 horas, le hablaron por teléfono para indicarle que Sharon Kinne no estaba en el penal y la buscaban varios patrulleros por el campo.

-Ordené que Raquel García Ballesteros denunciara los hechos en la delegación de Iztapalapa... Así lo hizo, manifestando que María Elena Chávez Trejo le había informado que Sharon, Ana Berta Villarreal Colin y Socorro Vega, no habían “pasado lista” a las 21:30 horas -dijo luego la directora del penal de Santa Marta Acatitla.

Según María Elena Chávez Trejo –indicó-, a Socorro y Ana Berta las localizó en el dormitorio, y a Sharon rumbo a la enfermería. Le preguntó si se sentía indispuesta, a lo que Sharon contestó –de mala gana- afirmativamente.

Sharon Kinne tiene una amiga llamada Yolanda Sánchez López, quien estuvo detenida también. Ahora está libre, Yolanda visitaba con frecuencia a la norteamericana... También estoy enterada de que Sharon tenia amistad con el farmacéutico.

El día 2, Yolanda fue al penal. Dijo que próximamente radicaría en Aguascalientes. Es todo lo que tengo que declarar, bueno, también sé que en la Jefatura de Policía están detenidos desde el día 9, el jefe de vigilancia Porfirio Camarena y el chofer Efrén Quiroz Arango.

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Declara María Teresa Gavito

Sentenciada a ocho años de prisión, María Teresa Gavito viuda de Urdapilleta dijo que ella hace los oficios cada vez que una interna tiene que salir a ver a un familiar que está gravemente enfermo y puede morir de un momento a otro.

-Yo he salido varias veces, pero jamás por la noche. Sé que Sharon no se fue el sábado.

María Elena Chávez Trejo me dijo el día 7 que la puerta del dormitorio de Sharon tenía puesto un candado. Luego me preguntó por la norteamericana.

Yo le dije que no la había visto y, cuando interrogué a María Elena, me dijo en forma evasiva que había visto a Sharon cuando se dirigía a la enfermería. Noté que Sharon solamente se había llevado una bata.

Supongo que por la farmacia pasó hacia la escalera de incendios por donde se llega al campo. Allí hay una barda fácil de saltar...

Creo que María Elena Chávez Trejo es culpable porque debió hacer notar la falta de la interna, desde las 17.30 horas, y no a las 21.30 horas, como lo hizo -dijo finalmente.

No había más declaraciones, ni testigos, ni pistas y los días transcurrían sin noticia del paradero de Sharon.

La policía realizó sus investigaciones. Llegó a la barda que daba acceso a la calle y, en un pirul encontró huellas de pisadas, una rama desgajada y un cinturón de hombre. También fue hallada una escalera para incendios cerca de la barda del penal, declararon oficialmente las autoridades.

Sharon estaba encargada de la tienda en la Cárcel de Mujeres y el día que se fugó, le llamó por teléfono su madre desde Alaska. No se supo qué deseaba comunicarle la señora. No se siguió esta pista y nadie pudo corroborar o desmentir que esto hubiera ocurrido.

De la tienda fue destituida por su mal comportamiento y pésimo carácter. Era difícil de tratar y en últimas fechas “se dedicaba a elaborar flores de migajón, que regalaba o vendía”, dijo Pilar Guzmán, vigilante de la Cárcel de Mujeres.

La pista de la norteamericana, hasta donde se sabía, fue perdida por las autoridades mexicanas. La Pistolera logró su cometido de fugarse completamente hasta desaparecer, dijo la policía. Pero conociendo su estilo de vida, seguramente pronto se tendría noticia de ella, porque tarde o temprano volvería a matar. Sin embargo, se esfumó para siempre, como si alguien la hubiera desaparecido.

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Fue el sábado 19 de septiembre de 1964 cuando una bala le perforó la existencia a Francisco Paredes Ordoñez. La responsable, una mujer de nacionalidad estadunidense, a quien había conocido hacía poco en el bar del restaurante La Vada.

El reportero de LA PRENSA, Juan Nieto Martínez, escribió en su nota policiaca que “una norteamericana, dedicada a atracar incautos y armada con una pequeña pistola calibre .22, asesinó de un balazo a su ‘amigo ocasional’ Francisco Paredes Ordóñez, mexicano nacionalizado norteamericano, en un cuarto del hotel La Vada, de la Avenida Insurgentes Sur 1700”.

La criminal, con la sangre más espesa que el plomo, salió del lugar sin remordimientos. Después de cometido el crimen, apagó la luz de la habitación ubicada en el primer piso y trató de huir; sin embargo, el velador en turno, Enrique Martínez Rauda, intentó detenerla, pero fue herido de un tiro por la espalda cuando la peligrosa mujer evitó ser detenida tras el forcejeo.

El velador, herido de gravedad, todavía alcanzó a enfrentarse a la extranjera, en parte para detenerla, pero quizás para evitar que ésta también segara su vida como antes lo hizo con Ordoñez; y, con grandes esfuerzos, logró desarmarla.

Inmediatamente, llamó a la Jefatura de Policía y, sin demora, una delegación de agentes arribó a la escena del crimen, donde el comandante Facundo Godínez, del Servicio Secreto, detuvo a la extranjera.

En su bolso de mano –según se informó al inicio de las pesquisas-, los investigadores encontraron dos cajas con cien cartuchos calibre .22 y otra fue descubierta sobre el piso de la habitación, junto a los pies de la víctima.

La extranjera detenida utilizaba identificaciones con diferentes alias, tales como Marlene Anne Johnson, Jannet Puglise y Sharon A. Smith, aunque los investigadores lograron saber que su verdadero nombre era Sharon E. Kinne.

El cuerpo de Francisco Ordoñez quedó boca arriba sobre la cama, con ambos pies en el piso y se le apreció la marca de un proyectil de arma de fuego.

Ordoñez había llegado hacía un par de días a la metrópoli, proveniente de Estados Unidos, y se hospedaba en el hotel La Vada, habitación 17, cuando ocurrieron los hechos. El empleado Alejandro Garrido informó que aquel fatídico día, el occiso llegó al hotel y, después de bañarse, salió a la calle en un Ford 57, con placas del estado de California, Estados Unidos.

En la escena del crimen, los investigadores encontraron varias maletas, en una de las cuales se halló una identificación a nombre de Francisco Paredes, expedida por la International Brotherhood Teamsters, varios cheques del banco y solo veinte dólares en efectivo.

LA PRENSA interrogó al velador del hotel, quien se encontraba encamado en el Hospital Rubén Leñero tras ser herido. Mencionó que, tras abandonar el hotel, el occiso regresó alrededor de las dos de la madrugada y como la entrada se encontraba cerrada, tocó y él le abrió. Al entrar con su automóvil se dio cuenta que lo acompañaba una mujer, pero no le dio mayor importancia. Luego observó que se dirigieron a la habitación número 17.

Una hora más tarde, escuchó un ruido extraño que provenía del cuarto que ocupaba la pareja. Se acercó y vio que la luz se apagó; a los pocos momentos, la mujer abrió la puerta y trató de retirarse inadvertida.

Se acercó y le dijo a la extranjera que no se retirara; que si todo estaba bien, porque había escuchado ruidos raros. En ese momento, penetró en la habitación y encendió la luz, tras lo cual, la mujer le disparó un balazo por la espalda al tiempo que intentó disparar de nuevo, por lo que él se le echó encima y, con grandes esfuerzos, logró desarmarla.

Hizo saber que luego llegó el encargado Alejandro Garrido y entre los dos llevaron a la extranjera a la administración del hotel, en donde posteriormente los agentes del Servicio Secreto la detuvieron.

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Interrogan a Sharon, pero su versión no fue aceptada del todo

La estadunidense homicida entonces fue interrogada estrechamente por los agentes del comandante Manuel Baena Camargo. En un principio, les proporcionó muchas versiones falsas sobre los hechos e inclusive les reveló varios nombres, también falsos.

El interrogatorio de la mujer se dificultó aún más, debido a que no hablaba nada de español y en esta forma los investigadores tropezaron con graves problemas.

Sin embargo, Sharon E. Kinne explicó a los sabuesos que dos días antes, como a las 23:00 horas, se encontraba en el Bar Nicté-Ha, del Hotel del Prado, donde conoció a Francisco Paredes Ordoñez.

Tras beber varias copas, su amigo ocasional la invitó a que fuesen a su hotel y ella aceptó. Abordaron el automóvil del hoy occiso y llegaron hasta el Motel La Vada, en donde su amigo se encontraba hospedado.

Explicó que cuando entraron a la habitación se sintió indispuesta y le dijo a Francisco que se trataba de una enfermedad estomacal; no obstante, él trató de abrazarla, pero ella se resistió y se dirigió hasta donde se encontraba su bolso de mano, del cual sacó su pistola y le disparó en dos ocasiones, aunque no con la intención de matarlo sino solamente para amedrentarlo y desistiera en sus propósitos.

La versión que la estadunidense proporcionó sobre el móvil del crimen no fue del todo aceptada por los investigadores, pues sospecharon que había algo más en el fondo del caso. Entonces, al continuar con el interrogatorio, detectaron que la mujer incurría en múltiples contradicciones.

Kinne llega a México junto a un gánster

Sharon E. Kinne había entrado al país hacía siete días por la frontera de Laredo, Tamaulipas (entre el 11 y 12 de septiembre), en compañía de un supuesto gánster de la misma nacionalidad, Francis Samuel Puglise. Ambos hicieron el viaje a la metrópoli en autobús y se hospedaron en el Hotel Gin, de Éufrates 3, colonia Cuauhtémoc, registrándose como esposos.

La mujer confesó que se cambió de nombre debido a que estaba procesada por la muerte de su esposo, el ingeniero James Kinne. Hizo saber que en ese momento se encontraba libre bajo fianza y que, debido a ello, no podía abandonar su país, por lo que proporcionó nombres falsos.

Los agentes del Servicio Secreto detuvieron el 18 de septiembre, al mediodía, al amante de la homicida, Francis Samuel Puglise, quien se encontraba en el Hotel Gin. A las 8:00 horas pidió que le sirvieran el desayuno para dos personas, a pesar de que se encontraba solo en su habitación, pues Sharon estaba detenida en la Jefatura de Policía.

Francis Samuel salió del hotel a las 9:00 horas y cuando los agentes llegaron para aprehenderlo, estaba en la calle. Regresó a las 12:00 horas y fue conducido ante el comandante Manuel Baena Camargo.

Se comprobó que Samuel tenía antecedentes penales en Estados Unidos y que era requerido por la policía de aquel país. Confesó que había estado detenido por los delitos de robo y lesiones, y que vino a México invitado por Sharon E. Kinne, quien le pagó todos los gastos de viaje y hospedaje.

Debido a que los dos extranjeros eran dos auténticos “pájaros de cuenta”, los investigadores continuaron sus pesquisas, ya que podían estar relacionados con una peligrosa banda de gánsteres internacionales.

Francis Samuel Puglise, un roba casas y asaltante

A Francis Samuel Puglise los investigadores del Servicio Secreto le encontraron en su equipaje una caja con 500 proyectiles calibre .22, diez cartuchos de escopeta, una pistola escuadra automática calibre .22, un desarmador grande, una pequeña hacha, dos tijeras grandes y un pequeño tridente.

Reconoció que esos objetos los utilizaba para robar casas y perpetrar asaltos. En tanto que Sharon E. Kinne se dedicaba a atracar y robar a sus amigos ocasionales –a quienes conocía en los bares de lujo capitalinos-, su amante, el gánster Francis Samuel Puglise, disfrutaba del botín que la rubia le entregaba, divirtiéndose y dándose la mejor vida.

Esa fue una de las conclusiones que puso sobre la mesa la policía capitalina, que continuó con las investigaciones a fondo sobre las actividades de los extranjeros en el país.

Para ese momento ya se habían solicitado los antecedentes de los presuntos criminales al FBI, así como a otras policías de Estados Unidos para saber si se encontraban coludidos con alguna banda de hampones internacionales.

Lo único totalmente claro para policía fue el hecho de que la rubia extranjera asesinó de un balazo Francisco Paredes Ordóñez, en un cuarto del Motel La Vada, para despojarlo de todo su dinero. Al occiso se le encontraron volteados los bolsillos del pantalón y además faltaban algunos objetos considerados de valor.

Sharon E. Kinne y su amante Francis Samuel Puglise se habían conocido tres meses antes de los eventos ulteriores en una agencia de colocaciones de la ciudad de Kansas, Estados Unidos. En realidad, comenzó a difundirse el rumor de que formaban parte de un grupo criminal de aquella ciudad. Se habían hecho muy amigos luego de la muerte del esposo de Sharon, por lo que ella lo invitó a México ofreciéndose a pagarle todos los gastos. Y, para pasar la frontera, Sharon utilizó el nombre de Jannet Puglise […]

Durante un par de días no hubo más avance en las investigaciones, debido a que la policía mexicana continuaba esperando noticias de su par en el país vecino sobre los antecedentes de los detenidos.

"Mi hijo no era drogadicto ni traficante"

El lunes 21 de septiembre de 1964, la madre de la víctima expresó su dolor: “Mi hijo no era drogadicto ni traficante de enervantes como se ha dicho. Era un hombre bueno y dedicado a su trabajo...”.

La atribulada anciana Remedios Vázquez viuda de Paredes hizo saber que Francisco contaba al morir con 45 años y que, desde hacía tiempo, estaba trabajando en Estados Unidos como locutor bilingüe.

A últimas fechas se había graduado como contador y estaba trabajando en el almacén comercial International Brotherhood Teamsters, de Chicago, Illinois.

Hizo saber que ella tenía su domicilio en la calla de Naranjo 107, departamento 3, colonia Santa María la Ribera y que su hijo venía a México cada dos años a pasar una corta temporada de vacaciones.

Explicó que el día 17 de septiembre de aquel año, Francisco llegó a la metrópoli a bordo de su automóvil y la fue a visitar. Estuvo platicando con ella durante varias horas y le prometió que regresaría para comer con ella, pero ya no volvió.

Indicó que se enteró de la trágica muerte de su hijo por medio de LA PRENSA y que inmediatamente acudió al Servicio Médico Forense para identificar plenamente su vástago y darle cristiana sepultura. Negó que su hijo Francisco fuese adicto a las drogas y que se dedicase traficar con enervantes.

Sobre la muerte de su hijo, la anciana manifestó que seguramente Francisco conoció la extranjera asesina en una noche fatal que le costó la vida.

Por otra parte, Sharon E. Kinne y su amante Francis Samuel Puglise continuaron siendo interrogados por los agentes del Servicio Secreto.

Se tenía la seguridad de que la pareja de extranjeros estaba involucrada en una serie de atracos a mano armada que se habían registrado a últimas fechas en la metrópoli.

Sharon Kinee, cruel y asesina

Durante el transcurso del pequeño diálogo que sostuvieron en los separos de la Policía Judicial, ninguno de los detenidos manifestó preocupación alguna. En ese momento, cualquiera los hubiera calificado como inofensivos.

La pareja de delincuentes estadunidenses que había soñado con gozar de la vida en los rincones paradisíacos del suelo mexicano, despertó con el sobresalto de una pesadilla. Ella, convertida en asesina; él, un fracasado.

Sharon Kinne era rubia, de complexión delgada. Quizá algunos podían confundirá con una modelo. Pero en realidad era cruel y asesina. Mató a uno e hirió a otro en México; en Estados Unidos debía dos vidas, una de ellas, la de su esposo, el ingeniero James Kinne. Francis Samuel Puglise, por su parte, era un vividor, de rasgos atractivos. Había conocido a Sharon hacía poco, según confesó, y aunque ella no podía abandonar su país –pues tenía pendiente un juicio penal-, la ayudó a conseguir un pasaporte falso para internarla en México.

Sharon se dedicaba a embaucar a jóvenes mexicanos, a quienes conquistaba en diversos restaurantes capitalinos para después sustraerles sus pertenencias y dárselas a Francis, con quien mantenía una relación amorosa.

El martes 22 de septiembre, las autoridades dejaron que los inculpados por los crímenes estrecharan sus manos en la sala del juzgado, y fueron tan sólo por unos segundos, pero en sus miradas hubo algo de reproche y otro poco de compasión.

Ambos estaban perdidos, su sueño no se realizó. Francis Samuel Puglise fue registrado por un agente robusto, mientras una policía mujer examinaba a su amante, en una celda apartada. Al volver a la sala del juzgado, ya no hubo despedida.

La viuda negra, consignada

El 24 de septiembre de 1964, LA PRENSA informó que Sharon E. Kinne, también conocida como señora de James Kinne, Marlene Johnson y Jeannette Puglise, fue procesada en 1958 por el homicidio de su esposo, ingeniero James Kinne, y condenada a cadena perpetua. Ella solicitó la revisión de la sentencia y recobró su libertad bajo una fianza de 22 mil dólares.

En 1961 fue detenida y procesada como presunta responsable de la muerte de Pat Johns, esposa de uno de sus amigos. Aunque salió absuelta, tenía que presentarse el 26 de octubre en un tribunal de Kansas, porque iba a revisarse nuevamente su caso.

El cuarto asesinato en el que puede estar inmiscuida -todavía los informes no están confirmados-, es en el de su primer esposo, anterior al ingeniero James Kinne.

Sharon E. Kinne podía estar orgullosa de su popularidad. Tanto en esta capital como en los Estados Unidos siempre fue un foco de atención. Los periodistas estadunidenses la bautizaron como la Viuda Negra de Kansas City y también comenzaban a llamarla La Pistolera.

Donald L. Wason, auxiliar del fiscal de Kansas City, se entrevistó el 23 de septiembre con las autoridades policiacas mexicanas con el fin de obtener datos relacionados con la pistola His Star, calibre .22, que le fue recogida en esta capital a Francis Samuel Puglise, amante de la Sharon, quien también estaba detenido.

El señor Wason deseaba confirmar si aquella pistola era la misma que le sirvió para matar a Pat Johns y que, de ser así, la Viuda Negra también estaría perdida ante la justicia estadunidense.

Y Francis Samuel Puglise, amante de Sharon, podría verse comprometido en el asesinato, como encubridor.

El licenciado Heriberto Prado Reséndiz jefe de la Mesa XI del Sector Central de Investigaciones de la Procuraduría, informó que Francis S. Puglise también será consignado, pero solamente por el delito de portación de arma prohibida, la misma arma que podía hundirlos frente a las autoridades de su país.

El día 27 de septiembre de 1964, Sharon Elizabeth Kinne rindió su declaración preparatoria ante el juez 11 Penal, licenciado Alfonso Zamora Reyes, acusada de cuatro delitos: homicidio, lesiones, tentativa de robo y portación de arma de fuego. Confirmó en todo las declaraciones rendidas en la Procuraduría. Su acompañante, el también estadunidense Samuel Francis Puglise, quedó consignado por el delito de portación de arma prohibida.

“Esta señora, Sharon Elizabeth Kinne, es una delincuente natural”, así se expresó a LA PRENSA el agente del Ministerio Público adscrito al juzgado 11 Penal, licenciado Juan Nava Huicochea, al referirse a la estadunidense acusada de homicidio, robo, lesiones y portación de arma de fuego.

Dijo que en todas las preguntas que le dirigió -por medio de un intérprete-, durante la declaración preparatoria rendida ante el juez, licenciado Alfonso Zamora Reyes, la acusada del homicidio de Francisco Paredes Ordóñez meditaba perfectamente y se tomaba todo el tiempo necesario para dar su respuesta.

-Es una mujer muy viva, pero tengo la convicción -por las pruebas que se han aportado-, que es culpable de todos los delitos que se han señalado –finalizó.

Y, efectivamente, tal y como se esperaba, la estadunidense Sharon Elizabeth Kinne fue declarada formalmente presa por los delitos de homicidio, lesiones y tentativa de robo, en agravio de Francisco Paredes Ordóñez.

El juez 11o. Penal, licenciado Alfonso Zamora Reyes, aceptó las pruebas suficientes para señalarle el auto señalado. Y entonces le fue comunicada la decisión por el juez a la presunta homicida.

Respecto a su acompañante, el también estadunidense Samuel Francis Puglise, el mismo juez decretó su libertad por falta de méritos, ya que en ningún momento se pudo comprobar que este individuo tuviera participación alguna en los delitos de que se culpó a Sharon.

Samuel Francis Puglise fue deportado, y a Sharon le negaron un amparo

El delincuente estadunidense Samuel Francis Puglise fue expulsado del país por autoridades de la Secretaría de Gobernación, deportándolo a San Antonio, Texas, Puglise fue conducido al Aeropuerto Internacional por agentes y entregado al capitán E. Stone, del avión de American Airlines, para que lo dejara en San Antonio, donde seguramente ya lo estaban esperando agentes de la policía, pues según informes recibidos en esta capital, tenía cuentas pendientes con las autoridades judiciales de Nevada.

De acuerdo con el oficio número 3172, firmado por el jefe del Departamento de Inspección de la Secretaria de Gobernación, licenciado Santiago Ibáñez Llamas, Samuel Francis Puglise, quien también usaba el nombre de Frank Puglise, de 26 años, estudiante, originario de Kalamazoo, Michigan, fue expulsado del país por infringir la Ley General de Población.

Puglise fue subido al avión de American Airlines en vuelo número 58 con destino a San Antonio, Texas, según su boleto número HDOI-19-1994-477.

En lo que respectaba a Sharon E. Kinne, un juez federal negó el amparo que los abogados de Sharon pidieron contra el auto de formal prisión, acusada de homicidio, lesiones y robo en grado de tentativa.

Sharon Kinne pasaría trece años en prisión y no diez, como se había dicho en primera instancia, por el asesinato de Francisco Paredes Ordóñez. Inicialmente, había sido condenada por la Cuarta Corte Penal a diez años de cárcel, pero la Séptima Sala del Tribunal Superior de Justicia modificó dicha sentencia para ampliarla a trece.

La misma Séptima Sala condenó a la homicida norteamericana al pago de doce mil pesos al velador Enrique Martínez Rueda, por concepto de la reparación del daño que le causó al lesionarle de un balazo en la espalda, cuando el vigilante trató de impedir que se escapara tras de haber cometido su crimen.

Hasta ese momento, la historia de otro crimen más en la capital parecía quedar completamente resuelta y cerrada. La homicida, detenida y sentenciada. Pero ocurrió lo impensable unos años más tarde.

Sharon Kinne se fugó de la cárcel

El domingo 7 de diciembre de 1969, la pistolera Kinne, quien purgaba una condena de trece años en la Cárcel de Mujeres como responsable de homicidio, logró evadirse aprovechando un apagón.

De acuerdo con información del reportero de LA PRENSA Miguel Moreno, durante un apagón registrado en la Cárcel de Mujeres, se evadió durante la noche la peligrosa. La bella mujer de 34 años, había purgado ya cuatro años en el penal de Iztapalapa y, al fugarse, anoche no llevaba dinero, por lo cual se presumía que se estaba escondida en las cercanías o bien había contado con la ayuda de una amiga, de nombre Yolanda Sánchez López, exreclusa desde hacía tres años, quien la visitaba con frecuencia.

Tal información fue revelada al reportero de LA PRENSA por María de Lourdes Ricaud de Rojas, directora de la Cárcel de Mujeres, quien informó que a las 17:30 horas de aquel domingo cuando se pasó lista a las reclusas, Elizabeth se encontraba allí. Después, a las 21.30 horas, cuando nuevamente se les pasó lista ya no estaba presente y tampoco fue localizada en lado alguno.

Lo que pasó en ese momento, fue que “ocurrió uno de los frecuentes apagones que se registran en este apartado lugar del Distrito”, según dijo la licenciada Ricaud; y que, asimismo, previamente habían presentado una función de cine.

De acuerdo con lo que declaró la directora del Penal, la jefa de grupo de vigilancia, Raquel Gallardo Ballesteros, se dirigió la delegación de Iztapalapa a las 22:30 horas para dar parte de la fuga de la peligrosa mujer. Sin embargo, el acta se levantó hasta las 5:30 horas de 8 de diciembre de 1960.

-¿Estaba loca Elizabeth? -preguntamos a la licenciada Ricaud.

-Durante el tiempo que nosotros pudimos observarla, jamás notamos síntomas de que estuviera anormal. Se hizo muy amiga de Yolanda Sánchez López y no obstante que ésta recobró su libertad hace tres años, seguía visitándola con frecuencia.
-¿Usted cree que la evadida aprovechó las visitas que reciben las reclusas por ser día domingo?

La directora del penal nos respondió firmemente:

-Estamos seguras que Elizabeth no salió por la puerta principal. Las pesquisas realizadas por los agentes de la Policía Judicial permitieron encontrar huellas que conducen a asegurar que escapó brincando la barda que, como todo mundo sabe, es chica.

-¿Llevaba algún dinero?

-También podemos asegurar que no. Pero hasta el momento no estamos en conocimiento exacto de cómo y cuándo salió de la Prisión.

Al proporcionar los datos biográficos de Kinne, la policía dijo que la carrera delictiva de dicha mujer comenzó a sus 23 años, cuando asesinó de un tiro a mansalva a su esposo, James Kinne, mientras éste dormía.

Eso ocurrió en el año de 1960, en Kansas City, donde fue arrestada, pero obtuvo su libertad con una fianza de 20 mil dólares.

Meses después, la policía norteamericana la señaló como presunta homicida de Patricia Jones, esposa de un hombre con el que ella sostenía relaciones extramaritales.

Paty o Pat Jones desapareció el día 25 de mayo de 1960, cuando salió de su trabajo, en Midwest. Ella recibió antes de salir un llamado telefónico de Sharon, por medio del cual la citaba para platicar.

La desaparecida Patricia Jones era esposa de Walter Jones, quien conoció a Sharon por una operación de compra-venta de un automóvil. Comenzaron a frecuentarse y Sharon le pidió a Walter que abandonara a su mujer o de lo contrario le informaría que era su “amante”.

Walter se negó a dejar a su esposa, porque -según dijo en el juzgado- pensó en sus hijos. Poco a poco comenzó a distanciarse de la peligrosa rubia.

Sale a relucir un segundo crimen

Sin embargo, la rubia no se contentó con la separación. El día 25 de mayo citó a Patricia y la condujo a un paraje “para enamorados” y la victimó de tres tiros. El cadáver lo ocultó entre unos matorrales.

Se supo, por las investigaciones, que Patricia fue vista por un matrimonio cuando se dirigía a la cita. Dicho matrimonio observó cuando abordaba el automóvil de Sharon y emprendían la marcha.

Sin embargo, la rubia al ser interrogada por la policía dijo que había dejado a Patricia cerca de su domicilio. Walter Jones no estuvo conforme con esta versión y se entrevistó con su examiga.

Más adelante, la rubia confesó a John Boldizs su crimen. Lo condujo al sitio en que había dejado el cuerpo, dizque para platicar, y estacionó el automóvil en un sitio en que John pudiera ver el cuerpo. El paraje se localizaba por el camino de Phelps.

La autopsia reveló que Patricia había recibido tres tiros. Dos en el cuerpo y uno el cuello. Sharon fue detenida por la policía bajo sospecha de homicidio, pero un jurado integrado por doce hombres -que sintieron simpatía por la inculpada- la absolvió. Inclusive, al salir del juzgado, uno de los jurados le pidió su autógrafo.

Sharon dejó a sus tres hijos en Estados Unidos, y el 14 de septiembre de 1964, se internó en territorio mexicano, acompañada del “escultor de belleza” Francis Samuel Puglise, quien también fue detenido en su país en varias ocasiones bajo el cargo de robo.
Tres días antes de que la ahora prófuga de la policía mexicana emigrara hacia nuestro país, fue detenida por girar cheques sin fondos, en San Luis Misuri.

Después de que Sharon fue absuelta por el jurado de doce hombres, un exfuncionario de la policía estadunidense, Eugene Bewley, declaró a los periodistas que la rubia “es de esas personas que siempre tratan de aparecer humildes para despertar compasión... Pero en realidad -agregó Eugene- se trata de una psicópata, de una mujer peligrosa capaz de volver a matar cuando esté libre”.

Por esto, los investigadores mexicanos que le seguían la pista, consideraron que se trataba de una mujer que asesinaba por placer. Mató a su esposo a sangre fría, qué más podía pensarse. Y ello además lo comprobaba el asesinato que cometió en México.

Mientras tanto, agentes del Servicio Secreto realizaban una investigación a fondo en la Cárcel para Mujeres de Iztapalapa. Se descubrieron -según se informó en forma extraoficial- muchas anomalías dentro del sistema penitenciario, como el permitir que algunas internas no acudieran a pasar lista.

Además, se supo que había reclusas que no dormían en la penitenciaría, ya que contaban con “permisos especiales para pasar la noche en compañía de amigas, celadoras o conocidas de éstas”, se dijo.

Sharon A. Kinne, acusada por las autoridades de su país de haber dado muerte a Patricia Jones y a su marido James Kinne, también contaba con esos permisos.

Los agentes del Servicio Secreto, bajo las órdenes del mayor Rafael Rocha Cordero y el licenciado Eduardo Estrada Ojeda, jefe de dicha corporación, realizaron interrogatorios masivos, a fin de determinar la responsabilidad de las celadoras, ya que se presumía que éstas facilitaron la fuga de la peligrosa rea.

Los resultados de dichos interrogatorios no fueron dados a conocer, simplemente se dijo que se trataba de establecer la presunta culpabilidad a complicidad de las vigilantes.

Los agentes del Servicio Secreto dijeron que Kinne no pasó lista a las 20:00 horas del domingo, pero que las celadoras no la buscaron porque supusieron que “tenía permiso especial”.

Se fuga gracias a la presunta complicidad de un farmacéutico

Sharon, pese a que se comentaba que era odiada por sus compañeras de reclusión, siempre mostró un carácter afín y humilde, por lo que se ganó la confianza de las celadoras. Los detectives de la Jefatura de Policía finalizaron las primeras declaraciones haciendo notar que no contaba con dinero para huir del país.

Sin embargo, se dijo que era posible que la homicida huyera hacia el estado de Aguascalientes, donde posiblemente con la protección de Yolanda Sánchez con quien hizo amistad en el penal, podría lograr su cometido de evadir a la justicia.

Los días pasaron y la posibilidad de recapturar a Sharon se esfumaban. Tanto los investigadores del Servicio Secreto como de la Policía Judicial tenían la creencia de que se escondí en la ciudad y que, tal vez, había cambiado el color de su pelo y utilizaba disfraces.

La última vez que se la vio, fue el 8, cuando abordó un autobús urbano en las calles de Claudio Bernard y Avenida Cuauhtémoc. Se cubría con un abrigo negro de capuchón.

A mediados de diciembre de 1969, el reportero Julio Villarreal Arreola, informó que Sharon posiblemente había logrado su fuga gracias a la ayuda que tuvo del farmacéutico de la prisión.

Villarreal Arreola escribió en su nota: “Una escalera para incendios, un cinturón para caballero, la irresponsabilidad de una celadora, un pirul y la presunta complicidad de un farmacéutico, fueron factores determinantes en la fuga de la irascible y peligrosa norteamericana Sharon Kinne”.

María de Lourdes Ricaud Benavides gregó que el día 7 se celebró en el penal la función de cine, “como se hace todos los domingos”, por lo que las reclusas pasaban lista media hora más tarde.

Añadió que había estado encamada ese día, “porque estuve enferma”. A las 21:45 horas, le hablaron por teléfono para indicarle que Sharon Kinne no estaba en el penal y la buscaban varios patrulleros por el campo.

-Ordené que Raquel García Ballesteros denunciara los hechos en la delegación de Iztapalapa... Así lo hizo, manifestando que María Elena Chávez Trejo le había informado que Sharon, Ana Berta Villarreal Colin y Socorro Vega, no habían “pasado lista” a las 21:30 horas -dijo luego la directora del penal de Santa Marta Acatitla.

Según María Elena Chávez Trejo –indicó-, a Socorro y Ana Berta las localizó en el dormitorio, y a Sharon rumbo a la enfermería. Le preguntó si se sentía indispuesta, a lo que Sharon contestó –de mala gana- afirmativamente.

Sharon Kinne tiene una amiga llamada Yolanda Sánchez López, quien estuvo detenida también. Ahora está libre, Yolanda visitaba con frecuencia a la norteamericana... También estoy enterada de que Sharon tenia amistad con el farmacéutico.

El día 2, Yolanda fue al penal. Dijo que próximamente radicaría en Aguascalientes. Es todo lo que tengo que declarar, bueno, también sé que en la Jefatura de Policía están detenidos desde el día 9, el jefe de vigilancia Porfirio Camarena y el chofer Efrén Quiroz Arango.

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Declara María Teresa Gavito

Sentenciada a ocho años de prisión, María Teresa Gavito viuda de Urdapilleta dijo que ella hace los oficios cada vez que una interna tiene que salir a ver a un familiar que está gravemente enfermo y puede morir de un momento a otro.

-Yo he salido varias veces, pero jamás por la noche. Sé que Sharon no se fue el sábado.

María Elena Chávez Trejo me dijo el día 7 que la puerta del dormitorio de Sharon tenía puesto un candado. Luego me preguntó por la norteamericana.

Yo le dije que no la había visto y, cuando interrogué a María Elena, me dijo en forma evasiva que había visto a Sharon cuando se dirigía a la enfermería. Noté que Sharon solamente se había llevado una bata.

Supongo que por la farmacia pasó hacia la escalera de incendios por donde se llega al campo. Allí hay una barda fácil de saltar...

Creo que María Elena Chávez Trejo es culpable porque debió hacer notar la falta de la interna, desde las 17.30 horas, y no a las 21.30 horas, como lo hizo -dijo finalmente.

No había más declaraciones, ni testigos, ni pistas y los días transcurrían sin noticia del paradero de Sharon.

La policía realizó sus investigaciones. Llegó a la barda que daba acceso a la calle y, en un pirul encontró huellas de pisadas, una rama desgajada y un cinturón de hombre. También fue hallada una escalera para incendios cerca de la barda del penal, declararon oficialmente las autoridades.

Sharon estaba encargada de la tienda en la Cárcel de Mujeres y el día que se fugó, le llamó por teléfono su madre desde Alaska. No se supo qué deseaba comunicarle la señora. No se siguió esta pista y nadie pudo corroborar o desmentir que esto hubiera ocurrido.

De la tienda fue destituida por su mal comportamiento y pésimo carácter. Era difícil de tratar y en últimas fechas “se dedicaba a elaborar flores de migajón, que regalaba o vendía”, dijo Pilar Guzmán, vigilante de la Cárcel de Mujeres.

La pista de la norteamericana, hasta donde se sabía, fue perdida por las autoridades mexicanas. La Pistolera logró su cometido de fugarse completamente hasta desaparecer, dijo la policía. Pero conociendo su estilo de vida, seguramente pronto se tendría noticia de ella, porque tarde o temprano volvería a matar. Sin embargo, se esfumó para siempre, como si alguien la hubiera desaparecido.

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