Sangre en la embajada etíope: empleado asesina a tres mujeres y después se quita la vida

Mató a la esposa del embajador, a dos sirvientas y lesionaron a los tres hijos del diplomático

Carlos Álvarez / La Prensa

  · viernes 15 de noviembre de 2024

Fotos Fototeca, Hemeroteca u Biblioteca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa

El miércoles 19 de marzo de 1969 LA PRENSA publicó la nota: “Tres Asesinatos en la Embajada Etíope”, en la que se dio cuenta del terrible e inédito suceso acontecido durante las horas previas a que la familia del embajador estuviera por conciliar el sueño. El evento ocurrió durante la noche del 18 de marzo.

Los reporteros de “El periódico que dice lo que otros callan”, Juan Nieto Martínez y Miguel Moreno, acudieron al lugar de los hechos para dar cuenta de los pormenores del caso, puesto que un evento de tal magnitud trascendía el diario asesinato que ocurría comúnmente en la metrópoli.

De acuerdo con la información que se logró recabar, un empleado de la embajada de Etiopía en México habría enloquecido súbitamente y, armado con una pistola y un cuchillo, asesinó a la esposa del embajador, a la cocinera y a la recamarera, y dejó en grave estado a dos hijos menores de edad del representante diplomático, así como a la institutriz de los pequeños, quien logró salvar la vida.

La impresionante tragedia que conmovió los círculos diplomáticos de aquel entonces, tuvo como escenario la residencia del embajador, ubicada en Alejandro Dumas 164 esquina con Horacio, en la colonia Polanco.

La lujosa mansión se tiñó de sangre cuando el mozo de origen africano, Berhanu Afework, comenzó a disparar con una pistola calibre .38 contra los miembros de la familia del embajador, señor Gaitachew Bekele y de la servidumbre.

Quizá la peor parte fue la recibió la señora Belaynesh de Bekele, quien fue atacada en su alcoba, en los momentos en que se disponía a dar el biberón a su pequeño hijo Tadios de año y medio de edad que, por suerte, no se encontraba junto con ella, sino que la institutriz lo subiría unos momentos después.

La mujer cayó gravemente lesionada sobre su cama donde quedó postrada durante más de dos horas en estado agónico sin que se le pudiera auxiliar, debido a que los ambulantes de la Cruz Roja, que habían acudido a rescatar a los demás lesionados, supuestamente habrían sido sacados de la casa a tiros por el enloquecido sujeto.

El etíope Berhanu, quien de acuerdo con la versión de la empleada doméstica María del Carmen Méndez Morales se encontraba bajo los efectos del alcohol o quizá de alguna sustancia ilícita, comenzó a gritar que iba a matar a toda la familia, tras lo cual inició la orgía de sangre, acribillando a tiros a la cocinera Faustina, cuyo cuerpo quedó a un lado del refrigerador, que acababa de abrir.

Enseguida, Berhanu se dirigió -con el arma en la mano derecha y el cuchillo en la otra- de la cocina hacia la alcoba de la esposa del embajador, a quien atacó igual que como a sus pequeños hijos los atacó minutos antes.

La institutriz Josephine Clewer resultó herida cuando se interpuso entre el enloquecido sujeto y el menor de los hijos del matrimonio de diplomáticos, contra quien iba a descargar su ira el asesino, salvándolo en esta forma del artero ataque.

María del Carmen Méndez Morales pudo salvar la vida al salir corriendo aterrorizada y brincar la reja de la mansión, sin importarle que pudiera lastimarse al caer o que un disparo la hubiera podido alcanzar. En su huida dejó desgarrado su delantal en los picos de la reja.

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Disparó contra los socorristas

Poco después de las 21:30 horas, varios vecinos, que escucharon las detonaciones en la residencia del embajador de Etiopía, salieron de sus casas alarmados al ver a la asustada María del Carmen Méndez correr hacia la calle Horacio, gritando: "Han matado a la familia", por lo que de inmediato solicitaron los servicios de la Cruz Roja, así como de la policía.

Al cabo de poco tiempo, dos ambulancias de la benemérita institución acudieron de inmediato a la mansión y los socorristas lograron rescatar en grave estado a los menores Fadith, Judith y Tadios, así como a la institutriz Josephine y a la recamarera Lucia Torrijos; esta última falleció a bordo de una de las ambulancias.

De acuerdo con el reporte preliminar, los ambulantes de la Cruz Roja, al percatarse de la impresionante tragedia, habría decidido recorrer las habitaciones de la residencia, por lo que al llegar a la alcoba de la señora De Bekele, la encontraron gravemente lesionada sobre su cama; no obstante, debieron salir apresuradamente sin poder recogerla, debido a que el enajenado empleado etíope les hizo varios disparos y tuvieron que emprender la huida.

La tragedia se desarrolló en ausencia del embajador de Etiopía en México, señor Gaitachew Bekele, quien durante la noche había tenido un compromiso para asistir una recepción, por lo cual no se le había podido localizar sino hasta después de la una de la madrugada y, consecuentemente, ignoraba los fatales sucesos.

Los asustados socorristas de la Cruz Roja se retiraron del lugar para conducir a los lesionados y solicitaron nuevamente y de inmediato el auxilio de la policía, tiempo que el enloquecido criminal aprovechó para huir de la residencia.

Dos horas de agonía

Elementos de la Policía Judicial del Distrito y del Servicio Secreto se presentaron al lugar e inmediatamente rodearon a mansión, pensando que el homicida aún se encontraba dentro.

El bloqueo policiaco se prolongó al menos un par de horas ante la expectación de los vecinos, temerosos de que el enloquecido sujeto disparara contra los agentes que, además, no podían entrar a la casa por tratarse de una representación diplomática.

Durante la larga espera hubo momentos de pánico, pues por una de las ventanas se advertía el movimiento de una persiana, como si alguien estuviese atisbando hacia el exterior. Este simple movimiento causó que agentes y curiosos corrieran y se refugiaran detrás de los vehículos, ya que pensaban que el múltiple homicida podría dispararles nuevamente con su arma.

Más tarde y desafortunadamente se supo que la persiana era movida por la señora De Bekele, quien en su agonía trataba desesperadamente de pedir auxilio en su agonía.

Ante el grave problema a que se enfrentaba la policía de no poder actuar para tratar de salvar la vida de la señora De Bekele, quien según los socorristas de la Cruz Roja se encontraba herida, el licenciado Gilberto Suárez Torres, Procurador del Distrito, auxiliado por el licenciado Fernando Ortiz de la Peña, consultó la situación al secretario de Relaciones Exteriores, licenciado Antonio Carrillo Flores.

Era un dilema, debido a que no se podían romper los protocolos internacionales de penetrar en la embajada, sobre todo la policía, pero la situación obviamente lo ameritaba. Alguien tenía que actuar lo más pronto posible.

De tal suerte que el canciller acudió de inmediato a la representación diplomática y, al conocer la impresionante tragedia, autorizó a la policía mexicana para que entrara en la residencia, tomando las debidas precauciones del caso.

El licenciado Carrillo Flores explicó que no se violó la inmunidad diplomática, ya que las misiones extranjeras se encuentran en territorio nacional, y que de acuerdo con el Convenio de Viena, suscrito en 1961, en caso de emergencia, como en el presente, el Gobierno amigo puede actuar en auxilio de los representantes diplomáticos.

Y de tal manera lo expresó:

Sabemos que en la residencia ha ocurrido una tragedia y que la esposa del señor embajador de Etiopía se encuentra gravemente herida y tratamos de salvarle la vida y si es posible, detener al presunto responsable de estos lamentables hechos.

Hemos tratado de localizar señor embajador de Etiopía, seño Gaitachew Bekele, durante más de dos horas, sin resultado alguno, por lo que ante la grave situación que prevalece en la casa, como secretario de Relaciones Exteriores, asumo la responsabilidad para que la policía mexicana entre a la residencia.

Consideramos que el gobierno de Etiopía, así como su representante en nuestro país, comprenderá de la mejor manera nuestra actuación en este caso y nos la agradecerá, como nosotros lo haríamos si desafortunadamente ocurriese un hecho similar en alguna de nuestras embajadas en el extranjero.

Buscan al asesino

Una vez que los elementos de la Policía Judicial y del Servicio Secreto fueron autorizados para penetrar en la residencia, se tomaron todas las medidas de seguridad. Los investigadores penetraron armados con pistolas y ametralladoras, tomando en cuenta que podrían ser atacados por el enloquecido asesino.

Al frente de ellos iban los generales Renato Vega Amador, jefe de la Policía Preventiva, y Raúl Mendiolea Zerecero, subjefe, así como Melchor Cárdenas, jefe de la Policía Judicial, todos dirigidos por el licenciado Fernando Ortiz de la Peña, director de Investigaciones de la Procuraduría del Distrito.

Los agentes iniciaron con la intensa búsqueda del homicida en toda la casa, infructuosamente, pues hacía tiempo que el homicida había huido.

Por otra parte, el cuadro que los investigadores presenciaron en el interior de la lujosa mansión, fue por demás impresionante. En la alcoba del matrimonio se encontraba el cuerpo de la señora De Bekele, quien aún sostenía en la mano izquierda el biberón que se disponía a darle a su pequeño hijo antes de haber sido atacada por su empleado.

Se pudo comprobar que la señora De Bekele acababa de fallecer, pues cuando los investigadores llegaron a su habitación, un médico legista, que ya tenía cierto tiempo registrando los detalles de la situación de la víctima, informó que la dama hacía escasos 15 minutos había fallecido.

Tanto en la alcoba como en los pasillos, escaleras y baños de la mansión había manchas hemáticas, lo que mostraba de relieve la furia que desató del etíope Berhanu.

En uno de los baños de la planta baja, los agentes advirtieron que Berhanu tuvo tiempo de lavarse las manos, ya que dos de las toallas estaban totalmente teñidas de rojo, y al igual que el lavabo.

Al continuar el recorrido, se comprobó que en la cocina había quedado inerte el cuerpo de Faustina "N", que presentaba varias heridas producidas por un instrumento punzocortante.

El cadáver quedó tendido junto al refrigerador cuya puerta había quedado entreabierta, lo cual hacía suponer que la infortunada mujer fue agredida cuando se dedicaba a los quehaceres domésticos.

Ocho casquillos quemados, calibre .38, fueron recogidos por los agentes, quienes una vez que registraron toda la residencia, se retiraron a fin de que el agente del Ministerio Público de la delegación correspondiente iniciara las actuaciones del caso.

"Los voy a matar a todos"

El empleado de origen etíope Berhanu, quien hablaba francés, inglés y español, desencadenó su furia contra la familia del embajador de Etiopía y su servidumbre, cuando todos ya se disponían a descansar.

Encamada en la Cruz Roja y entrevistada por los reporteros, Josephine dijo a LA PRENSA que no se explicaba lo sucedido: “Tengo un año cinco y meses de prestar mis servicios como institutriz de los niños -dijo-, y Berhanu nunca había dado muestras de encontrarse enfermo de sus facultades mentales. Hoy solo me di cuenta de que entró disparando a diestra y siniestra. No sé cuántos murieron, ni sé por qué actuó así Berhanu". Su rostro azorado denotaba la completa ignorancia de la sucesión de eventos, lo inexplicable, la impotencia el temor y la tristeza.

María del Carmen, la sirvienta de aproximadamente 18 años, quien pudo escapar de la furia del etíope, cargaba al más chico de los hijos del embajador cuando fue interrogada por el licenciado Roberto Coros Gloria, agente del Ministerio Público de la Cruz Roja.

-¿Cómo te llamas?

-Mará del Carmen -respondió la muchacha, presa de nerviosismo, mientras los fotógrafos imprimían sus placas.

-¿Quién les disparó? -preguntó el Ministerio Público.

-Berhanu -contestó.

-¿Estaba borracho?

-Sí.

-¿Siempre bebía?

-No siempre, pero a veces.


-¿Quiénes quedaron allá?

-Muertas, creo que la cocinera y la señora, esposa del embajador.

-¿Por qué crees que la señora está muerta?

-Porque la moví para despertarla y vi mucha sangre en su cama.

Luego, María del Carmen informó a la policía que cuando ya disponían a retirarse a sus habitaciones a descansar, entró a la casa Berhanu, quien al parecer estaba ebrio o trastornado por alguna droga, y gritó enloquecido: "Los voy a matar a todos", y pistola en mano hizo fuego sobre Lucía.

El criminal etíope era paranóico

Berhanu, el autor de los brutales crímenes en la residencia del embajador etíope, fue encontrado a las 2.30 horas del 19 de marzo. Se había ahorcado en el cuarto número 18 del Hotel Peñón, en la calle Peñón número 100 de la colonia Morelos. La huésped Adela López descubrió el cadáver, que pendía de las trabes de un pasillo.

Este hecho causó extrañeza en los agentes. Es cierto que la culpa provoca que las persones tomen decisiones desacertadas, pero un extranjero en una ciudad lejana y que poco o nada conoce sería capaz de haber actuado así por propia determinación o quizás aconsejado por alguien más. La incógnita quedó como el asesino, en suspenso, ¿de verdad se mató o lo mataron? Y en caso de ser la segunda cuestión, quién, cómo y por qué, preguntas que tendrían que responder los agentes.

José Carmona Arreola, encargado del hotel, dijo que el hombre de color había llegado dos horas antes a hospedarse bajo el nombre de “Alexander Pérez”, estaba muy nervioso.

El empleado de la residencia de la embajada de Etiopía en México, Berhanu Afework, quien en un arranque de enajenación mental trató de acabar con la familia y servidumbre del representante diplomático, se suicidó ahorcándose en el pasillo de un hotelucho, al darse cuenta de la tragedia que había causado.

La policía concluyó la investigación del impresionante caso que tuvo como epílogo el suicidio del enloquecido etíope que dio muerte de un tiro a la esposa del embajador, señora Belayneshts de Bekele, a dos empleadas domésticas e hirió a sus pequeños hijos y a la institutriz de los chicos.

Para la policía, no había ningún móvil oculto en el caso, ya que los mismos testigos de la tragedia, como la sirvienta María del Carmen Méndez Morales, la institutriz Josephine Clewer y el novio de la sirvienta, Arturo Dimas Hernández, declararon que el empleado etíope enloqueció súbitamente y comenzó a atacar a cuanta persona se encontraba en la residencia diplomática.

La institutriz Josephine Clewer declaró que el empleado etíope era un sujeto sumamente serio y cumplido en sus obligaciones. Sabía inglés, francés y español y todos los domingos llevaba a los cuatro pequeños hijos del embajador de Etiopía a pasear al Bosque de Chapultepec.

La mujer había recibido un balazo en el costado izquierdo y varias heridas punzocortantes en ambos brazos cuando evitó que el desquiciado empleado atacara al pequeño Tadios, de dieciocho meses de edad, que se encontraba durmiendo en su cuna.

Explicó que Berhanu quería mucho a los niños y le profesaba gran respeto tanto al embajador como a su esposa, por lo que no se explicaba qué le pudo haber ocurrido para actuar de esa forma.

Caso ¿cerrado?

Tras dos días de ordenar el rompecabezas de un atentado espontáneo, la policía declaró que no había más que hacer, ni investigar, a pesar de que durante los interrogatorios lograron recopilar ciertas declaraciones que ponían de relieve la teoría del asesino sin motivo.

Como ya se había expuesto, resultaba difícil de comprender que un sujeto que tenía buenas credenciales, letrado, con buena voluntad, hubiera cometido el crimen. Qué lo había orillado a tomar esa resolución, quizá sólo se debía contestar una pregunta sencilla. Cuál fue el motivo.

En aquella época no se podían conocer muchos datos de las personas extranjeras, por lo que se sabía del embajador era poco o nada. Sin embargo, se logró conocer de una fuente confidencial que Gaitachew Bekele había estudiado ingeniería civil, pero su carrera profesional la desarrolló en el medio político y en la diplomacia, sin embargo, en su país se había visto comprometido con ciertas actividades que no habían sido del agrado del emperador.

Con base en la información que la embajada mexicana en Etiopía tenía, se consideraba a Bekele como una de las mentes más brillantes de su generación, cuya trayectoria en la función pública se interrumpió debido a su participación en un intento de golpe de Estado perpetrado en el año 1962.

Luego de ser detenido por haber participado en aquel evento, pasó dos años en prisión luego de los cuales recobró su libertad y se reintegró en el deber diplomático, siendo enviado a la embajada etíope en Haití para después ser nombrado como embajador en México en 1966, lo cual parecía ser un indicio de haber obtenido el perdón del emperador.


La muerte de su esposa haría que el embajador regresara de inmediato a su país, lo cual para algunos de sus colegas no era bien visto, debido a su historial y porque en aquel entonces había un clima de inestabilidad en el país africano.

¿El criminal pudo tener motivo?

Tras de desencadenar el terror y la muerte en la residencia de la embajada de Etiopía en México, el enloquecido empleado Berhanu Afework, quien mató a tiros a la esposa del embajador, a dos sirvientas e hirió de gravedad a tres de los hijos del representante diplomático y a la institutriz de los niños, huyó precipitadamente para suicidarse, tres horas más tarde, en un hotelucho.

La tragedia, que enlutó la representación diplomática del país amigo, causó honda conmoción en los medios diplomáticos mexicanos.

Al enloquecer súbitamente el empleado etíope Berhanu Afework, comenzó a disparar su revólver calibre .38 contra la servidumbre de la residencia, y luego, armado con un cuchillo de cocina, llegó hasta la alcoba de la esposa del embajador, a quien le disparó a corta distancia cuando la dama se disponía a darle el biberón al menor de sus hijos.

La institutriz inglesa Josephine Clewer, al escuchar los disparos en la planta alta de la residencia, acudió de inmediato y, al final de la escalera, se encontró al enajenado etíope, quien la atacó a tiros y cuchilladas, pero al final logró ponerse a salvo, no sin recibir algunas heridas.

Berhanu Afework, quien al atacar inicialmente en la cocina a Faustina García, a quien dio muerte de un tiro en la cabeza y su cuerpo quedó cerca del refrigerador que la infortunada cocinera acababa de abrir para guardar unos alimentos, se armó de un cuchillo, y con él atacó a los tres pequeños hijos del embajador de Etiopía, cuando los pequeños se encontraban ya acostados en sus camas.

Los niños Tedro, Fadith y Judit Bekele de ocho, siete y cinco años de edad, sufrieron graves heridas en diferentes partes del cuerpo. El más grave fue Fadith, quien recibió un tiro en la cabeza y los médicos que lo atendían temían por su vida.

El pequeño Tadius Bekele, de 18 meses de vida, resultó ileso del furioso ataque del enloquecido etíope, ya que la institutriz se interpuso cuando el empleado iba a atacarlo cuando se encontraba en su cuna, y en esta forma la mujer resultó herida.

La tragedia ocurrió cuando el embajador de Etiopia en México, señor Gaitachew Bekele acababa de salir de su residencia para asistir a un compromiso diplomático.

Gran movilización policiaca

Cuando los socorristas de la Cruz Roja llegaron a la residencia de la embajada de Etiopía, y se dieron cuenta de la gran tragedia ocurrida, de inmediato lograron recoger a los cuatro hijos del representante diplomático, así como a la sirvienta Lucía Torrijos, quien se encontraba en estado agónico.

La institutriz de los pequeños también fue recogida por los ambulantes, y la mujer les comunicó que un empleado había sido el autor de la colectiva agresión y que aún se encontraba en la residencia armado con una pistola y un cuchillo.

La niñera María del Carmen, quien se salvó milagrosamente de morir al saltar la reja de la mansión, auxiliada por su novio Arturo Dimas Hernández, señaló a los socorristas al empleado enloquecido cuando trataba de salir de la casa, pero éste, al ver a las decenas de personas que se habían congregado a las puertas de la residencia, volvió a entrar.

Los asustados vecinos, al enterarse de la impresionante tragedia y del peligro que representaba para todos el trastornado sujeto armado dentro de la mansión diplomática, llamaron insistentemente a la policía, y a los pocos minutos acudieron varias patrullas, tanto de la Policía Preventiva como de la Policía Judicial.

Inmediatamente, los investigadores tendieron un cerco a la residencia, con la esperanza de capturar vivo o muerto al múltiple homicida, pero para ese entonces el etíope había ya huido de la casa sin que nadie se diera cuenta.

Los ambulantes de la Cruz Roja informaron a la policía que cuando penetraron a la residencia para auxiliar a los pequeños hijos del embajador lesionados y a la institutriz, se dieron cuenta que la esposa del diplomático se encontraba gravemente herida en su alcoba, pero que no pudieron auxiliarla debido a que el enloquecido les hizo varios disparos y tuvieron que abandonar la residencia.

Ante la imposibilidad de penetrar a la representación diplomática sin la debida autorización, se expuso la grave situación al licenciado Gilberto Suárez Torres, procurador del Distrito, quien a su vez comunicó lo sucedido al secretario de Relaciones Exteriores, licenciado Antonio Carrillo Flores.

Personalmente, el licenciado Carrillo Flores acudió a la embajada de Etiopía y autorizó a la policía mexicana para que penetrara a la residencia con la esperanza de salvar la vida a la esposa del embajador, señora De Bekele.

Pero mientras esto ocurría, transcurrieron dos horas en que tanto los policías uniformados como agentes de la Policía Judicial y del Servicio Secreto permanecieron rodeando la residencia para evitar que el peligroso sujeto -que se suponía estaba oculto- escapara.

Los investigadores en varias ocasiones advirtieron que la persiana de la recámara de la señora se movía y, pensando que se trataba del enloquecido empleado que atisbaba por dicha ventana, se replegaron en varias ocasiones refugiándose.

El nerviosismo hizo presa de decenas de policías ante la amenaza de que el enajenado sujeto disparara desde cualquier ventana de la residencia sobre ellos, pero cuando finalmente se pudo entrar a la casa se comprobó que el movimiento de la persiana de la ventana lo hacía la esposa del embajador.


Se pudo comprobar que tuvo una prolongada agonía y que con su mano derecha movía la persiana de la ventana con la esperanza de que se le auxiliara. La dama recibió un balazo en el pecho y falleció dos horas después de ser agredida.

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Estrujantes escenas de dolor

Poco después de la 1:30 horas, el señor embajador de Etiopía en México, Gaitachew Bekele, llegó a su residencia manejando su automóvil y se encontró a decenas de investigadores. Alarmado, penetró a su casa y fue enterado de la terrible tragedia que había ocurrido.

El licenciado Antonio Carrillo Flores acompañó al abatido diplomático al Hospital de Cruz Roja para enterarse del estado de sus pequeños hijos y le explicó que debido a la grave situación que prevalecía y con la esperanza de salvar la vida a su esposa, había autorizado la entrada a la residencia diplomática de la policía mexicana.

El embajador Bekele agradeció al licenciado Carrillo Flores las atenciones recibidas y sobre su decisión de penetrar a la residencia dijo: "que fue una actitud atinada y razonable".

El embajador de Etiopía al llegar a la alcoba de su esposa y observar su cuerpo ensangrentado sobre la cama irrumpió en llanto y lo abrazó cariñosamente. Algunos funcionarios de la propia representación diplomática tuvieron que retirar de la recamara al abatido diplomático.

El embajador, con el rostro desencajado, movía de un lado a otro la cabeza y comentaba: "No me explico tanta tragedia... por qué a mi querida Belayneshts..., a mis hijos. No sé qué pasó".

-¿Desde cuándo trabajaba Berhanu Afework, en la embajada? -se le preguntó.

-Desde hace año y medio. Yo personalmente lo traje de Etiopía, parecía un buen muchacho y durante el tiempo que estuvo trabajando era un joven serio. Nunca le advertí nada anormal, no me explico qué le ocurrió.

Durante toda la noche el embajador de Etiopía, Gaitachew Bekele, se pasó dando vueltas de su residencia al Hospital de la Cruz Roja, en donde se encontraban sus hijos lesionados. El hombre estaba completamente abatido y en todo momento fue reconfortado por el licenciado Antonio Carrillo Flores.

Antes de despedirse del embajador, le preguntó una última cosa, como por no dejar la duda en el aire.

-¿Berhanu estaba contento con su trabajo?

Pero el embajador Bekele ya no respondió, simplemente le echó una mirada al licenciado Carrillo Flores, pero sin verlo, más bien como trastocando en la memoria un pasaje que en su momento le pareció intrascendente, pero que en ese instante pareció cobrar sentido.

Se dijo a sí mismo “parecía que quería regresar a Etiopia, pues sentía la nostalgia de la patria”. Pero el que regresaría sería él, el canciller, con su esposa muerta. Y una infinita tristeza.

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