Samar Hadad, el exboxeador asesino que se entregó a la policía a través de La Prensa

La Cárcel Preventiva de la Ciudad de México recibió el 18 de enero de 1964 a Mario Samar Hadad para ser procesado por homicidio y lesiones

Carlos Álvarez / La Prensa

  · viernes 13 de septiembre de 2024

Fotos Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa

Todo comenzó con la despiadada golpiza que recibió el agente de la Policía Judicial del Distrito Federal, Mario Merino Navarrete, frente al restaurante Gitanerías en la calle Oaxaca, colonia Roma.

Cuatro de los atacantes del agente Merino fueron detenidos, casi de inmediato. Entre ellos, figuraba un exboxeador reconocido en aquella época, Ernesto Figueroa. También fue señalado un exluchador de cierta fama, reputación y negro historial, Mario Samar Hadad, quien huyó hacia Monterrey.

El prófugo fue considerado como el principal responsable de la agresión y como consecuencia, deceso del agente. Los hechos ocurrieron durante la madrugada del lunes 13 de enero de 1964.

El detective se encontraba al borde de la tumba, pues sufrió hundimiento de la bóveda craneana y desde que recibió los golpes no había recuperado el conocimiento.

LA PRENSA informó que el detective Merino Navarrete quiso evitar una riña y fue golpeado con la cacha de una pistola por Samar Hadad, conocido delincuente regiomontano, quien huyó en su Mercedes Benz placas 21-77, del Estado de Nuevo León.

No obstante, otros de los sujetos que estuvieron inmiscuidos en la trifulca, fueron detenidos. Estos eran, además del suboficial de Tránsito y exboxeador, Ernesto Figueroa, el peruano Julio Tijero Caso, el ganadero y luchador Víctor Gutiérrez Hassef y el ruletero y pugilista Adolfo Calvo de la Garza.

Por las manchas de sangre encontradas en un lavabo y en una toalla en el cuarto que ocupó Samar Hadad en el hotel Castropol, la policía creía que dicho sujeto estaba herido.

Por su parte, Néstor Gómez López, mesero del restaurante Gitanerías, declaró a la policía que aquella madrugada se percató de que los clientes que ocupaban dos mesas contiguas discutían acaloradamente y, de pronto, abandonaron sus sitios para ir a pelear a la calle.

Cuando el mesero escuchó que uno de los rijosos tenía una pistola en la mano, se dio cuenta que Merino Navarrete se dirigió al grupo para evitar una riña y desarmar a Mario Samar Hadad. Escuchó entonces el mesero Gómez López cuando el agente le decía a Samar Hadad:

-Cálmese, usted. No pelee, soy agente de la Policía Judicial y sólo quiero que me entregue su pistola.

Merino recibió en ese momento un primer golpe en el rostro. Al reclamar su actitud a Samar Hadad, el agente volvió a ser blanco de otro golpe propinado con la cacha de la pistola. Samar asestó con rudeza el golpe e hizo caer al detective.


El mesero testigo sostenía en sus brazos al agente, mientras Samar Hadad profería insultos contra todos y, al propio mesero, lo amenazó de muerte si no se apartaba de Merino, a quien el exluchador nuevamente golpeó.

Para entonces, la riña ya era entre varios parroquianos. Esos minutos de confusión fueron aprovechados por Samar Hadad para huir. Patrulleros del Servicio Secreto y ambulantes de la Cruz Roja fueron los primeros en llegar hasta la Avenida Oaxaca y Avenida Chapultepec. Ahí detuvieron a Tijero Caso y a Calvo de la Garza.

Los paramédicos se llevaron heridos al agente Merino Navarrete y a Gutiérrez Hasseff, en calidad de detenido. Cabe señalar que Merino Navarrete, quien no pudo sobrevivir a la golpiza recibida, había acudido al restaurante Gitanerías sólo para visitar a su amigo, el conocido guitarrista David Moreno.

Iba desarmado y jamás -indicó en su momento el director de la Policía Judicial- se había visto el detective envuelto en problemas similares ni acostumbraba emborracharse.

Escucha aquí el podcast ⬇️

Samar Hadad llegó a La Prensa

Cerca de la medianoche del martes 14 de enero de 1964, Mario Samar Hadad llegó a la redacción de LA PRENSA. Lo hizo, en virtud de que consideraba no ser el responsable del homicidio que se investigaba, aunque sí participó en los sangrientos hechos a las puertas del restaurante Gitanerías.

Samar Hadad, a quien la policía buscaba por el asesinato del agente Mario Merino Navarrete, prometió entregarse a las autoridades, a través de este periódico. Ante el peligro de ser muerto por alguno de los agentes que lo buscaban, se comprometió a ponerse a disposición de la Procuraduría, a fin de que se otorgara toda clase de garantías.

Primero habló con el reportero Jorge Herrera Valenzuela y con el fotógrafo Francisco Pico, solicitando entrevistarse con los directivos de LA PRENSA. Fue atendido por el doctor Alfonso Pérez Vizcaíno, director en funciones.

-Quiero garantías y por eso vengo ante ustedes -expresó Hadad, quien señaló como el más probable homicida al exboxeador Ernesto Figueroa Luna, ya detenido.

Samar Hadad dijo que fue en San Luis Potosí donde se enteró, por la radio, que era el hombre más buscado por todo el país, debido a la agresión sangrienta contra el detective Merino.

-También he leído que la policía me quiere vivo o muerto. Yo no he matado nunca y por eso vengo ante ustedes. Quiero que sea por medio de LA PRENSA mi entrega a la policía y estaré aquí mañana en el transcurso del día -dijo el exluchador, prófugo de la justicia.

En tanto, se supo que había sido detenido en Toluca, Alberto Yamín, otro de los implicados en la mortal trifulca en la Avenida Oaxaca, y cómplice de Mario Samar Hadad. El miércoles 15 de enero volvió a presentarse en LA PRENSA Samar Hadad, dispuesto a comparecer ante las autoridades judiciales para poner fin a la angustiosa búsqueda policiaca que continuaba.

Reporteros y fotógrafos de los periódicos vespertinos se reunieron a las puertas de LA PRENSA para estar presentes cuando Samar Hadad fuera entregado a la policía. Cerca de las 11 horas, el administrador general de este diario, Cipriano Santos Oliva, entregó al director general de Investigaciones de la Procuraduría del Distrito Federal, Héctor Aguirre Costilla, acompañado de dos abogados y dos agentes, al hombre más buscado por la policía.

El administrador Santos Oliva expresó que LA PRENSA no detendrá ni en lo más mínimo a Samar Hadad y que sólo fueron cumplidos los deseos de dicha persona de ser puesta en manos de la justicia “por medio de nuestro diario”.

Hadad burló la justicia y quedó libre

Ya en manos de las autoridades, se dijo que, por una torpe maniobra de la policía, Mario Samar Hadad burló a la justicia y nadie sabía sobre su paradero. Resulta que el señor Samar mostró copia de un amparo en la Procuraduría y después de declarar sobre los hechos, quedó libre.

Todo fue un plan de sus abogados. La peligrosidad de Mario Samar Hadad era manifiesta: en octubre de 1961, en Monterrey, el exluchador intentó atropellar con su auto a un señor, al que luego golpeó brutalmente y amenazó de muerte con una pistola.

Esa prueba, una más, era quizá la más contundente contra Hadad, ya que revelaba la similitud de procedimientos entre aquella ocasión y en la que mató al agente Merino Navarrete.

En torno a la versión que Mario Samar había dado acerca de los hechos en que perdió la vida el detective Merino, quedó asentado que el domingo 12 de enero, por la mañana, el exluchador estuvo en el Hipódromo de las Américas con varios paisanos suyos.

Regresó al hotel Castropol, donde acostumbraba hospedarse, y salió hasta las 19:15 horas con rumbo al Frontón México.

Terminó el primer partido y se dirigió a los corredores, donde encontró a Julio Tijero Caso y éste le informó que Víctor Gutiérrez Hassef estaba en la barra; fue hasta ese lugar y cuando se tomaba una copa, Julio se incorporó al grupo.

Más tarde fue presentado con otro paisano, Alberto Yamín. Posteriormente, Julio, Víctor, Alberto y Mario Samar se trasladaron al Monte Casino y después fueron al restaurante Gitanerías, donde se tomaron tres o cuatro botellas de manzanilla.

Recuerda Samar Hadad que se suscitó una discusión entre Víctor Gutiérrez Hassef y uno de los siete acompañantes del exboxeador Ernesto Figueroa, que se encontraba en otra mesa, y al que conocía sólo por fotografías aparecidas en diarios y revistas. Pero el incidente no pasó a mayores.

Sin embargo, después Víctor y el desconocido volvieron a reñir, siendo este último acompañado por Figueroa y amigos. Cuando Mario Samar salió del restaurante bar, vio que ya Víctor estaba en el piso y era golpeado por varios, entre ellos, el expugilista Figueroa.

Reclamó Mario y fue agredido sin más, recordando que entre el grupo había dos "güeros" que lo golpearon. Uno de esos "güeros" llevaba una pistola, misma que le quitó Samar Hadad cuando reñían.

Insistió en que el más peligroso por el ataque desencadenado era Figueroa, quien iba en un automóvil azul convertible. En la primera oportunidad que tuvo, bañado en sangre, Samar Hadad abordó su auto y se dirigió al hotel y, en el camino, se deshizo de la pistola. Más tarde enfiló por la autopista hacia Querétaro.

-A todos, a los cuatro, nos pegaron con saña; ellos eran seis o siete. Nunca me di cuenta de que estuviera algún agente de la policía ni oí que se identificara -narraba Hadad en el despacho del licenciado Aguirre Costilla, a quien había mostrado copia del amparo en el trayecto del viaje de LA PRENSA a la Procuraduría.

-¿Por qué no se entregó directamente en la Procuraduría? -le preguntó Aguirre Costilla. -Porque temo por mi vida.

-Si ni era culpable, ¿por qué huyó? Usted era el ofendido.

-Licenciado, es que he sido luchador y me da vergüenza presentarme ante la policía para decir que otra persona me pegó; no acostumbro hacerlo cuando me golpean.

Detenidos alegaron inocencia

Después de 15 horas de agonía, falleció durante la madrugada del martes 14 de enero de 1964 el agente de la Policía Judicial, Mario Merino Navarrete. La muerte del agente complicó la situación de los participantes en la riña en las puertas del restaurante Gitanerías.

Durante el interrogatorio de los detenidos, todos alegaban inocencia y mentían al dar su versión sobre los hechos, golpeándose unos a otros. El suboficial de Tránsito y exboxeador Ernesto Figueroa Luna, quien aún vestía con uniforme oficial, estaba sumamente alterado de los nervios.

Dijo que en la puerta del restaurante Gitanerías encontró a su primo Adolfo, quien iba acompañado de dos amigos y dos damas. Indicó el expugilista que cuando entró al restaurante vio que su primo tuvo un problema con un individuo, pero que evitó que las cosas pasaran a mayores; y después, por una breve plática, se enteró de que en una mesa estaba un agente de la Policía Judicial del Distrito.

-Yo le dije que conocía a varios de sus compañeros y al comandante Villaseñor, pero no pasó de ahí, nos dimos la mano y después otra vez mi primo tuvo una dificultad con el señor que ya lo había provocado inicialmente.

Por la investigación practicada, se supo que Calvo de la Garza, ruletero y boxeador, reñía con Víctor Gutiérrez Hassef. Ernesto declaró que ya en la calle, cuando su primo fue sacado por dos o tres desconocidos, sólo le pegó a uno que tenía una pistola y aclaró que él entró en defensa del detective Merino Navarrete, e incluso, aseguró que "el agente de la Judicial actuaba como yo: sólo quería evitar que el pleito se hiciera en grande". Su primera declaración fue confusa. Se le exhortó para que dijera la verdad y, sin embargo, mintió.

Hassef era muy hábil y Tijero un defraudador

Sin lugar a dudas, Víctor Gutiérrez Hassef era uno de los más hábiles. Eludía con facilidad las preguntas. Aparentaba ser un tipo que fácilmente olvidaba todo después de tomarse unas copas. Hassef argumentaba ser un honorable hijo de familia.

-Yo no sé por qué estoy aquí. No me acuerdo de nada. Llegué al restaurante Gitanerías con mis amigos, nos tomamos dos botellas de manzanilla; creo que yo fui el que pagó la cuenta y luego recobré el conocimiento en la Cruz Roja, cuando estaba bañado en sangre.

Por su parte, Julio Tijero Caso, nacido en Ica, Perú, tenía 29 años cuando ocurrieron los hechos. Era un conocido estafador. Se dijo millonario y haber cursado la carrera de ingeniería.

Supo la policía que Tijero Caso además de estar ilegalmente en México, era autor de una estafa denunciada por los dueños del cabaret Terraza Casino. Admitió que estuvo detenido por no pagar una deuda en el cabaret La Fuente...

Tampoco sabía, el martes 14 de enero, por qué lo tenían en las galeras. Todos los detenidos en relación con la muerte de Mario Merino se sentían molestos. Clamaban inocencia y sólo recordaban que fueron golpeados.

Por su parte, el ruletero y boxeador Adolfo Calvo de la Garza no se quiso quedar atrás y declaró:

-Yo estaba con unos amigos, dos señoritas y con mi primo Ernesto Figueroa. A Ernesto lo encontramos en la puerta del restaurante y, pasado un rato, llegó hasta la mesa de nosotros. Tuve una dificultad con un señor que estaba cerca de nosotros, porque me dio un aventón cuando yo pasé. Ese señor estaba con cuatro o cinco más. Pero Ernesto se metió entre los dos y dijo que ahí quedara la cosa.

Después, Calvo de la Garza dijo que volvió a tener otro incidente y, finalmente, entre tres sujetos lo sacaron a la calle. Con uno de ellos primero cambió golpes, luego se entrelazó y sólo recordó que le propinaron tremendo puñetazo en la cara y que vio que su primo lo defendía.

Tanto Ernesto como Adolfo ocultaron la identidad plena de sus amigos. De las mujeres que estaban con ellos, sólo se supo que estuvieron en un bar y que antes de llegar al Gitanerías, fueron a un centro de baile en Xochimilco.

Mientras tanto, el deceso de Mario Merino Navarrete había causado profunda indignación. El detective expiró a las 3:15 horas del martes 14 de enero en el Sanatorio Montes de Oca. A las 17 horas, con asistencia de todos los agentes judiciales y personal de la Procuraduría del Distrito Federal, partió el cortejo hacia el Panteón Jardín. Pese a que muchos trataron de evitar las lágrimas, sus amigos y compañeros no pudieron contener el llanto.

De un momento a otro desistiría del amparo

La Policía Judicial del Estado detuvo, como lo mencionamos antes, en la ciudad de Toluca a Alberto Yamín Duaihy, cómplice del hombre que asesinó al detective Mario Merino. Agentes judiciales realizaron un rápido traslado del detenido a los separos de sus oficinas en esta capital. Inmediatamente, el agente del Ministerio Público, Heriberto Prado lo interrogó.

Alberto Yamín sólo se concretó a decir que al iniciarse el pleito lo privaron del conocimiento de un golpe en la quijada. Negó rotundamente su participación en los hechos, pero el púgil Ernesto Figueroa aseguró frente a él que fue testigo del suceso y protegió la fuga del homicida, Mario Samar Hadad.

Alberto Yamín presentaba lesiones en el párpado y dijo que le fueron causadas por sus atacantes, pese a que él pretendió calmar a todos los parroquianos que reñían esa noche frente a la puerta principal del restaurante bar Gitanerías.

Por otra parte, el exboxeador Ernesto Figueroa confesó que el pleito general lo inició un primo suyo, a quien él mismo enseñó a boxear. En su oportunidad, Samar Hadad dijo que fue amenazado de muerte si declaraba algo más en contra de Ernesto Figueroa.

Los compañeros del expugilista desmintieron tal afirmación. Mientras tanto, se tenía la plena seguridad de que Mario Samar Hadad podría ser detenido de un momento a otro, al desistirse de la suspensión provisional que le otorgó el juez primero de distrito en Materia Penal, se leía el sábado 18 de enero.

Se pensaba que ese día se presentaría Hadad en la Procuraduría de Justicia para que, en caso de ejercitársele acción penal en su contra, se le pusiera a disposición del juez en turno.

El exluchador y sus abogados, Francisco López Portillo y Antonio Huerta González Roa, habían prometido lo anterior ante las autoridades. Samar Hadad sería consignado por el delito de homicidio en agravio del agente número 80, Mario Merino.


Reiteró la Procuraduría tener pruebas suficientes para considerar como único responsable a Samar Hadad. Y el que aquel hombre aceptara desistirse del amparo pondría fin a un grave problema, que no pudieron afrontar las autoridades de la dependencia citada por falta de decisión y ausencia de colaboración de otras policías y de algunos funcionarios judiciales.

El trabajo realizado por los abogados Prado y Ornelas, agentes del Ministerio Público, pondría en situación difícil a Samar Hadad. Lograron reunir hasta los más mínimos detalles para que el juez penal que instruyó el proceso, tuviera los elementos legales requeridos.

Había mucha expectación en la sociedad acerca de la captura del buscado exluchador homicida. Existía también tensión en la Procuraduría y notable molestia entre funcionarios y agentes. De un día a otro, surgiría el epílogo de este caso policial.


Mesero de Gitanerías vio a Hadad golpear al detective

El sábado 18 de enero de 1964, ingresó a la Cárcel Preventiva de la Ciudad, como el preso 432, el exluchador Mario Samar Hadad para ser procesado por el homicidio del detective Mario Merino Navarrete, afuera del restaurante Gitanerías.

Todos los demás detenidos para investigación fueron puestos en libertad. Samar Hadad se presentó sin amparo en la Procuraduría del Distrito Federal, determinación que ya se esperaba.

En rápida diligencia, el juez Eduardo Ursáiz Jiménez tomó su declaración preparatoria a Mario Samar Hadad y, minutos después, le decretó la formal prisión como presunto responsable del delito de homicidio y lesiones contra agentes de la autoridad.

El hombre corpulento escuchó atento y lloró al enterarse del auto del juez. Dijo algunas palabras en voz baja mientras hacía un gesto de disgusto; luego, levantó la cabeza al respirar hondamente y finalmente desapareció tras la puerta que lo conduciría a la crujía donde permanecerá por mucho tiempo.

Los defensores del exluchador, Antonio Huerta y Francisco López Portillo, protestaron y dijeron que la Procuraduría nunca debió de liberar a los demás inculpados; esa acción fue hecha para perjudicar a Samar.

Por su parte, el fiscal Cicerón Grajales manifestó que Samar Hadad estaba perdido y que en el caso no cabía la riña como pretendían mostrar sus defensores. Explicó el representante de la sociedad que había quedado establecido en las diligencias que la intervención del detective Merino fue con la intención de restablecer la paz en aquella sangrienta trifulca de la Avenida Oaxaca.

Había un detalle que, a pesar de lo dicho y alegado por los defensores, confirmó -en cierto modo- la versión del mesero de Gitanerías, Néstor Gómez López, quien aseguró que Hadad asestó dos golpes con su pistola al agente Merino Navarrete.

Según su declaración, uno de los golpes fue asestado en el rostro; el otro, en la cabeza. La autopsia determinó que dos heridas producidas por un instrumento contundente fueron las que causaron la muerte de Merino. Es decir, Gómez López había dicho la verdad. Los golpes coincidieron con las lesiones descritas en la autopsia.

El detective Merino iba a ser Licenciado en Derecho

Mario Merino Navarrete era un hombre espigado y tenía “don de gentes”, como solía decirse. Era amable, pero enérgico. Discreto, servicial y cumplido. Así lo describieron sus propios jefes y compañeros de trabajo.

Charlaba con sus amigos aquella madrugada siniestra, cuando quiso evitar un derramamiento de sangre. Lo llamaron y acudió, como era su costumbre. No le importaba estar en servicio o fuera de él.

Mostró su credencial de agente de la Policía Judicial del Distrito, la número 80, para no ser atacado. Quería desarmar a uno de los diez rijosos y, a cambio de ello, recibió un golpe en el rostro.

Volvió a reclamar paz y, nuevamente, fue agredido. Se desplomó tras perder su credencial; y el tercer golpe lo recibió casi al tocar el pavimento. Ahí principió su agonía de 25 horas. No volvió a hablar. Pero ¿quién lo mató en realidad?

Los testigos señalaron al exluchador Mario Samar Hadad, aunque éste lo negó una y mil veces. Samar estaba ya en prisión, pero una mujer no se resignaba y se acompañaba de sus dos hijitos.

Desde antes de pisar un separo policiaco, Samar Hadad ofreció una ayuda a los familiares del detective Merino. Ni con todo el oro del mundo podría devolver la felicidad a ese hogar. “Ese fue el último acto de un hombre que estaba próximo a ser licenciado en Derecho”, escribió el reportero de LA PRENSA.

Ya antes había tenido una larga estadía en las Islas Marías como agente del Ministerio Público. También fue comerciante. Era dinámico y poco afecto a las bromas. Nunca pidió permiso el agente para asistir a sus clases de Derecho.

Estudiaba con ahínco y eso no era un pretexto para abandonar el servicio. Todos los agentes que hicieron pareja con él, ni duda cabía que querían vengarlo. Pero órdenes y falta de decisión frenaron los ímpetus de quienes lloraban al amigo.

"¡Soy inocente, me han enlodado!"

Sabedores de que un hábil interrogatorio podría complicar la situación de Hadad, sus defensores le ordenaron que únicamente ratificara sus anteriores declaraciones.

-Ya he declarado. No deseo agregar nada más -expresaba el exluchador, quien vestía un suéter negro y un pantalón oscuro. Estaba despeinado y en su rostro desencajado aún se advertían las huellas del zafarrancho entre parroquianos del restaurante Gitanerías.

El fiscal Grajales formuló cuatro preguntas, pero éstas quedaron sin contestación. Los fotógrafos imprimieron sus placas. Los camarógrafos de televisión hicieron funcionar sus aparatos y la figura de Samar Hadad recibió los centelleos de los flashes sobre él.

Entonces, el acusado gritó, mientras las lágrimas asomaban a sus ojos:

-¡Soy inocente! Me han enlodado. ¡Pido justicia!

-¿Por qué huyó? -interrogó un reportero.

-No quería que una hermana mía, que radica aquí, me viera en el estado en que me encontraba debido al pleito.

-¿Reconoce haber agredido al agente Merino?

-No. No le pegué, aunque sí recuerdo que cuando me atacaron entre varios, tiré golpes con la pistola.

-¿Estaba usted armado?

Recibe las noticias más importantes a través de nuestro canal de Whatsapp

-No. Un individuo alto y rubio tenía la pistola. Yo le di un golpe y lo despojé del arma, que entonces empuñé. Fue cuando llegué hasta mi automóvil y varios sujetos me agredieron. Recibí muchos golpes cuando estaba tirado en el suelo.

Los defensores del exluchador apelaron en contra del auto de formal prisión y aportarían supuestas pruebas que harían posible la libertad de su cliente. Pero el fiscal Grajales pidió 20 años de cárcel para el asesino del detective Merino.

Y el testigo principal del asesinato del investigador se presentó el viernes 24 de enero de 1964 al juzgado. El mesero Néstor Gómez López iba protegido por la policía, después de recibir amenazas de muerte por teléfono, mientras que Samar Hadad estallaba violentamente al considerar perdida su causa, y hasta prescindió de los servicios de sus defensores por considerar que éstos “no eran suficientemente aptos para defenderlo”.

El mesero testigo denunció ante el juez las amenazas de que fue objeto por los parientes del homicida la noche previa a la diligencia. El testigo pasó la noche en la guardia de agentes de la Policía Judicial para evitar un posible atentado, y protegido por dos detectives se presentó a declarar.

Ratificó que la riña general en el restaurante Gitanerías había terminado cuando Mario Samar Hadad sacó de la cajuela de su auto una pistola y atacó al detective cuando éste se identificó como agente.

-Al primer pistoletazo se desvaneció Mario Merino y soltó la placa con que se identificó. Mario Samar volvió a asestar otro golpe al agente cuando éste estaba casi sin sentido -declaró el mesero.

Por su parte, el expugilista Ernesto Figueroa dijo en su cara a Samar Hadad que éste asesinó de dos pistoletazos al detective. Y el fiscal dijo que no temía a las amenazas ni estaba tentado por las “jugosas” ofertas, por lo que haría lo conveniente para que se hiciera justicia.

Explicó que el asesinato del policía no encuadraba siquiera en el homicidio en riña (de cuatro a 12 años de prisión), sino que estaba tipificado en la parte relativa al homicidio simple intencional (de 8 a 20 años de prisión). Pero el acusado prometió salir de prisión muy pronto. Sin embargo, pasó mucho tiempo en la Cárcel Preventiva de la Ciudad pagando por su crimen.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem