A sus 15 años de edad, Ira von Fürstenberg parecía tener el mundo a sus pies. Lo poseía todo, o casi todo... Hija de príncipes, la bella italiana nunca imaginó que su vida se convertiría en un huracán, cuando comenzó a pretenderla el príncipe, corredor y distribuidor de autos Alfonso Maximiliano de Hohenlohe.
Su noviazgo fue breve. Se casaron y la boda fue multipublicada en diarios y revistas de gran parte del mundo. Parecían ser muy felices, excepto al considerarse las edades: él era mayor como por 20 años.
La joven procreó dos hijos con Alfonso Maximiliano y, cuando se suponía que el matrimonio se estabilizaría con facilidad, comenzaron, según Ira, los abusos económicos del noble y comerciante.
Entonces, la bella italiana sintió que ya no se hallaba “en puerto seguro”...
Se dijo que de la gran cantidad de dólares que la señora tenía a su disposición en un banco suizo, sólo quedaron unos cuantos billetes que no pudo recoger Alfonso Maximiliano, y el cónyuge sólo explicaba que “había invertido el dinero en varios negocios que redituarían más que en la banca suiza”.
Nunca se comprobaron las “exitosas inversiones” y, en cambio, el príncipe se apoderó de valiosas alhajas de su esposa (se habían casado por “bienes separados”),porque “necesitaba avalar algunos compromisos”.
Nombrada también Virginia Ira “Fuerstenberg” -así se escribió su apellido en varios periódicos de la época (1960)- la princesa soportó las humillaciones durante varios años, hasta que se presentó en su vida otro “galán”, igual de maduro que el primero, pero dispuesto a gastar lo que fuera necesario, con tal de que “su amada se liberara del presunto explotador”...
La princesa perdió el piso y se dejó ver en todas partes con su nuevo acompañante... aunque no estaba divorciada de Alfonso Maximiliano de Hohenlohe.
Como siempre sucede en esa clase de matrimonios en que el amor da paso a las conveniencias particulares, Alfonso comenzó a chantajear a la italiana: juraba y volvía a jurar que “le quitaría a los niños”...
Virginia Ira von Fürstenberg llegó a México con sus pequeños Christoph Victorio y Hubertus Rodolfo Hohenlohe Fürstenberg. Se hospedó en un hotel donde varias habitaciones fueron pagadas por el playboy brasileño Francisco “Baby” Pignatari, que de “baby” sólo tenía el sobrenombre, pues era tan maduro como su “rival en amores”.
Por si fuera poco, las suites de Ira y Pignatari tenían puertas de intercomunicación, según investigó Alfonso Maximiliano, quien contrató los servicios de un exhomicida mexicano, exintegrante de la Dirección Federal de Seguridad -de donde fue expulsado-, Jorge Levín de León.
Era obvio que Ira y Pignatari eran más que amigos, pero pretendieron engañar a las autoridades mexicanas haciéndose pasar como “empleadora y administrador”. Al final, la mujer se quedó sin los hijos y el presunto “abusivo” en asuntos de economía hogareña fue calificado como “inocente cónyuge” por un tribunal religioso español, que le concedió la custodia de los menores debido a que Ira “llevaba una vida ignominiosa y de sevicia”.
Se le acusaba de un comportamiento deshonroso, ofensivo, que implicaba una crueldad excesiva. Entonces, sobrevino el escándalo...
El reportero Salvador Arreguín consignó que el sábado 9 de julio de 1960, a las 9:30 horas, el príncipe Alfonso Maximiliano Hohenlohe Iturbe de Langenburg y su esposa, la hermosa Ira von Fürstenberg, fueron protagonistas de un sonado escándalo que tuvo como escenario el Aeropuerto Central, minutos antes de que un avión de Iberia partiera con 80 pasajeros a bordo rumbo a Madrid, España, en el vuelo 972.
Los nobles esposos radicaban desde hacía tiempo en la Ciudad de México y figuraban entre lo más granado de nuestra “aristocracia” y se hicieron famosos desde su matrimonio en Venecia.
Últimamente -indicaba Arreguín en julio de 1960- “el principesco matrimonio había venido a menos y los Honhenlohe estaban divorciándose”.
El príncipe se presentó temprano para llevarse a sus hijos, cuando llegó la hermosa Virginia von Fürstenberg con una orden de arraigo para los dos menores.
Fue detenido con todo un "arsenal"
La princesa, serenamente, pero con energía, reclamó en voz alta a su esposo el hecho de querer llevarse a sus hijos a Europa sin su consentimiento. A lo que el príncipe, en extremo exaltado, increpó a su mujer indicándole que no tenía ningún derecho sobre sus vástagos.
La discusión se agrió e intervino la policía del Aeropuerto Central y, de acuerdo con la orden que portaban los agentes de la Procuraduría, procedió a detener al príncipe y a sus hijos.
Todavía, en atención al príncipe, los empleados de Iberia retrasaron unos minutos la salida de la nave, en espera que el asunto se arreglara. Pero el lío no terminó.
Un grupo de distinguidas damas y algunos de sus acompañantes que estuvieron a despedir a Maximiliano hicieron causa común con el noble viajero y quisieron convencer a los agentes policiacos para que dejaran salir al príncipe en su proyectado viaje a España, lo que enfureció a la princesa Ira y a sus amistades.
Hubo telefonemas de urgencia a diversas personas influyentes y de un momento a otro llegaron al aeropuerto dos automóviles y de ellos descendieron con premura abogados y personajes que intentaron intervenir a favor de Maximiliano. Para evitar que éste se escapara se le introdujo en la comandancia de policía de la terminal aérea y se cerraron todas las puertas.
Media hora duró el escándalo en los corrillos de la planta superior del aeropuerto. Por una parte, los acompañantes del príncipe alegaban que se trataba de un golpe judicial a todas luces preparado por amigos y familiares de Virginia Ira.
Por otra parte, los abogados y damas que estaban de parte de la princesa, sonreían con satisfacción, porque habían evitado que Alfonso Maximiliano se llevara a sus hijos.
El escándalo culminó cuando hizo su arribo al aeropuerto el juez noveno civil, Antonio Petraca, quien hizo saber que había dictado un juicio de arraigo de los niños Hohenlohe, mientras se ventilaba el divorcio que se seguía en contra de Maximiliano en el mencionado juzgado.
Dos patrullas policiacas impidieron que los abogados defensores llegaran a las manos. Mientras tanto, los niños Hohenlohe lloraban al no comprender cabalmente el escándalo y movimiento policiaco.
Al concluir la aclaración en el aeropuerto, partió el convoy policiaco al que se integraron los Cadillacs de los personajes que intentaron apoyar al príncipe.
El domingo 10 de julio de 1960, el príncipe Alfonso Maximiliano Hohenlohe Iturbe de Langerburg, se presentó en la Procuraduría de Justicia del Distrito y dijo que tenía “absoluto derecho de llevarse a sus primogénitos adonde lo deseara”. Y señaló su temor de que Ira se los llevase con rumbo desconocido, pues “podía abandonar el país por encontrarse en calidad de turista”.
La cárcel
El 7 de agosto de 1960, en represalia por el escándalo del aeropuerto, acusado del delito de adulterio, el trotamundos brasileño Francisco Pignatari y cuatro de los pistoleros a sus órdenes (entre ellos un norteamericano) fueron detenidos por una nube de agentes de la Policía Judicial.
La escandalosa captura tuvo lugar en el Hotel Cristóbal Colón, después de que el príncipe de Hohenlohe acusó al “Baby” y a la bella Ira von Fürstenberg.
El conquistador brasileño fue a dar a los separos de la Sexta Delegación de Policía (famoso edificio de la Ciudad de México que aún existe y que fuera convertido por un tiempo en museo policiaco) y la noticia tomó caracteres mundiales.
A temprana hora, los corresponsales de agencias informativas no perdieron detalle del suceso. Se decía que el acusador pretendía a los niños, porque se apoderaría tarde o temprano de la herencia que estaba destinada para ellos. Y que para lograr su finalidad no había titubeado en exhibir su condición de marido engañado.
Inclusive, había instalado una agencia publicitaria para que todo el mundo supiera de los pasos seguidos por Virginia... 20 años menor que él. Y era obvio que José T. Santillán se había puesto de acuerdo con el príncipe para enviar a “su nube de agentes”, acuartelada oportunamente en las oficinas de la Cuarta Comandancia.
Esos policías decomisaron “un arsenal” en las habitaciones alquiladas por Pignatari, mediante los servicios de su guardaespaldas norteamericano, Norman Pacey.
Francisco Pignatari decía gozar de inmunidad diplomática y mostró el pasaporte 9505, expedido por el gobierno de Brasil. En el documento se mencionaba particularmente que el poseedor “vino a México en misión especial y en representación de la Confederación de Industrias del Estado de Sao Paulo”. El brasileño tenía 43 años de edad y era originario de Nápoles. Era un tipo que tenía pánico a la vejez y se había hecho varias intervenciones quirúrgicas en el rostro. Su fortuna era cuantiosa y él tenía un carácter violento...
Por su parte, Virginia, de 20 años de edad en 1960, comentó en el hotel donde se hospedaba, que a sus 15 años se encontraba en un convento de Inglaterra, cuando entonces una prima suya se casó y ella estuvo presente en la boda. Ahí conoció a Hohenlohe, quien presumía de 1,500 años de tradición familiar.
El caso es que en esa ocasión iniciaron su idilio y poco después se casaron en Venecia. En el Principado de Lichtenstein nació su primer hijo... “y el resto de la historia lo saben ustedes, venimos a México, donde en 1954 Alfonso ganó una carrera de automóviles compactos”, decía Ira von Fürstenberg a LA PRENSA, sin ocultar un semblante triste, pero a la vez una enérgica actitud.
-¿Es cierto que el tiene mucho dinero? -se le preguntó.
-Nunca vi esa fortuna -contestó.
-¿Cuál fue la causa de las divergencias surgidas entre ambos?
-Hubo muchas. Pero lo que más molestó es que cuando nació mi segundo hijo, mientras yo estaba postrada en cama, él se fue a divertir a Estados Unidos.
El abogado Víctor Velázquez terció para señalar que Maximiliano nunca se preocupó por su hogar.
-La señora Ira se portó como toda una ama de casa, al grado de que ella iba a las carnicerías y a las tiendas para adquirir los comestibles. Todo lo que se gastaba era dinero de ella.
Y el defensor mostró un documento donde se asienta que los familiares de Ira depositaron 97,036 dólares en el Credit Suisse, donde ella misma no podía retirar más que los intereses que ganaba esa cantidad.
Pero el corredor de autos se las arregló para sacar todo ese dinero que en moneda nacional sobrepasaba el millón de pesos. Lo que “quiere decir que el príncipe no gastó dinero ni para el sostenimiento de su hogar. Todo era de ella”...
Cuando los príncipes llegaron a México, Alfonso Maximiliano de Hohenlohe ni siquiera se preocupó por ponerle casa a su esposa, sino que fueron a vivir al hotel Montecarlo, donde los gastos iban por cuenta de Virginia.
Hizo saber el licenciado Vázquez que el príncipe era hijo de una mujer de origen mexicano, Piedad Iturbe, cuyos padres fueron ricos pulqueros entre 1915-1920. Y Hohenlohe se naturalizó mexicano en 1952.
-¿Qué puede decirnos sobre la acusación de adulterio que se ha hecho en su contra? -proseguía la entrevista a Ira en el hotel donde se hospedaba en esta ciudad.
-Nunca creí que lo hiciera. Francamente estoy decepcionada. El fue quien inició el escándalo. No tuvo la hombría para arreglar nuestro caso sin que la gente se diera cuenta. Ustedes se habrán percatado que nunca he contestado a todos los anuncios pagados que en varios periódicos se han publicado en mi contra. Dice que es noble y allí tiene la prueba de que no se ha comportado como tal.
-¿Aún siente cariño por él?
-No. Fui muy tonta al casarme con él.
En esos momentos llegaron sus niños, Christoph y Hubertus.
-Jamás permitiré que me los arrebaten. Mi esposo quiere tenerlos, pero busca otra finalidad.
-Una última pregunta, señora. ¿Qué tipo de relaciones guarda con el millonario Francisco Pignatari?
-Ninguna otra más que amistad. El conoce a mi familia desde hace unos cinco años y cuando me ha visto en problemas siempre ha salido al frente para resolverlos.
-Pero es que Hohenlohe los acusó a ustedes...
-Que presente pruebas.
-¿Qué hará usted si se dicta la sentencia de divorcio?
-No sé, pero me iré de México. Ojalá pronto acabe el lío en que estoy envuelta...
Quería quedarse con el dinero de Ira
Por su parte, el príncipe Hohenlohe Iturbe, al refutar ante el reportero Jorge Herrera Valenzuela las declaraciones de Ira Virginia Fürstenberg, dijo:
-No me importa su dinero ni ella. Lo que quiero es tener a mis hijos para educarlos cristiana y moralmente.
Manifestó el príncipe que desde el 17 de marzo de 1960, fecha en que lo abandonó Ira, él le guardaba absoluto respeto y dijo que “tenía confianza en que al final de todo la justicia le asista a quién proceda con lealtad y sin mentiras”.
-Ella ha dicho que usted no tiene fortuna alguna.
-Es falso. Tengo mis propios negocios y mi trabajo. Soy independiente, económicamente. Traje el primer Volkswagen a México y soy el presidente de la distribuidora de esos automóviles; también de los automóviles alemanes.
-No quiero su dinero ni a mis hijos por ese fin que ella apunta. Los quiero para darles una educación siguiendo una tradición familiar.
Enfatizó que su esposa se fue sin existir motivo. Dijo que iba a Europa porque su padre estaba enfermo, “sin embargo, viajó públicamente con Francisco Pignatari y mis hijos, luego se hospedaron juntos en México hasta que se comprobó el adulterio”. Dijo que no es borracho y que estaba afiliado al Club de la Llave de Oro, al que estaban asociados los más conocidos industriales mexicanos.
En cuanto a Pignatari, dijo que le conoció en una fiesta en Italia. “Mi esposa dice que yo tengo negocios con él. Yo no soy tratante de blancas, yo comercio con automóviles”...
“Cuando Ira y Francisco se conocieron, tuve problemas con ella y le dije: te doy tres semanas para que decidas con quién vivirás. Y se fue con él”... -También dijo la princesa que sus ascendientes por vía materna fueron industriales pulqueros, tenían haciendas azucareras y ganaderas-, le remarcó el reportero.
-Mi abuelo, Alberto Iturbe, fue embajador de México en Londres, París, Berlín y Moscú. Fue ministro plenipotenciario de México y no cobró jamás, porque tenía su propia fortuna que le sirvió muchos años-, dijo Maximiliano.
Francisco Pignatari recobró su libertad el lunes 8 de agosto de 1960. Pero los cuatro guardaespaldas fueron consignados a Lecumberri por delitos leves que les permitirían salir en poco tiempo.
Eran los policías Rubén Rojas, Luis Amezcua, José Flores y Norman Placey. El ex presidiario Jorge Levín no se separaba del príncipe. El último refugio del noble Alfonso Maximiliano se derrumbó el miércoles 10 de agosto de 1960, al tenerse noticias de que los padres de la hermosa Virginia Fürstenberg le daban todo su apoyo a ella.
Así quedaba deshecho el argumento de Hohenlohe, de que los príncipes Tassilo Fürstenberg y Clara Angeli de Fürstenberg se oponían al divorcio y desaprobaban que la atractiva Ira fuese amiga del millonario brasileño Francisco Pignatari. Entonces Tassilo y su esposa hicieron saber a su hija que contaba con la ayuda de ellos, quienes calificaron a Hohenlohe como un hombre desleal.
A las 12:15 horas del día citado la pareja de nobles depositó un mensaje en la ciudad Cortina de Ampezzo, y horas más tarde lo tuvo en sus manos la joven de 20 años de edad. En la misiva le indicaban que estaban arreglando sus visas para trasladarse a esta capital y ayudarla en el problema que vivía.
Texto del telegrama: “Unidos a ti con nuestra ayuda plena y comprensión. Amor infinito. Disgustadísimos con Alfonso. Como siempre desleal. Preparamos nuestras visas. Llegaremos lo más pronto posible. Muchos besos papá y mamá”.
Víctor Velázquez comentaba que el Código Civil indica que cuando los hijos son menores de 7 años deben ser custodiados por la madre y Hohenlohe ya no podría acusar a su esposa de adulterio, porque la vez que lo hizo, nada pudo demostrar.
(Los judiciales intentaron sorprender en la misma habitación y en paños menores a la pareja, pero la torpeza del “operativo” lo impidió).
El lunes 28 de noviembre de 1960 y ante el juez de Primera Instancia de San Ángel, los príncipes Ira von Fürstenberg y Alfonso Maximiliano Hohenlohe Iturbe firmaron el convenio de divorcio por mutuo consentimiento.
En este drama estaban los hijos de los príncipes de por medio, y al parecer, representaban una fortuna para Alfonso Maximiliano.
La joven europea fue acompañada por sus abogados patrocinadores, Víctor Velázquez y Enrique Andrade Palacios, así como por el tutor de la misma, Javier Sanmartín Torres. Octavio Padilla representó a Hohenlohe.
Al pedir el juez Javier Ordoñez que acreditaran su solvencia económica, Ira mostró documentos de una institución bancaria en Zurich, Suiza, estipulando la cantidad de millones de dólares que poseía. El príncipe sólo pudo decir que era gerente de una empresa automotriz. La señora extendió la mano en señal de despedida y Alfonso se la besó con respeto.
La noble princesa perdería a sus hijos para siempre
Los nobles fueron separados legalmente un mes después y la joven Ira se dedicó a Francisco Pignatari... mientras perdía a sus hijos quizá para siempre.
En 1961 la pareja hizo todo lo posible por recuperar a los niños, pero Hohenlohe impidió la “felicidad” de Ira Virginia Fürstenberg. Francisco Pignatari y su esposa (se casaron en Reno, Nevada, el 12 de enero de 1961) retornaron de Europa con la tristeza reflejada en el semblante de la hermosa joven.
Y en 1962 le fue dictada la “separación conyugal perpetua” de los príncipes por el Tribunal Eclesiástico del Obispado de Madrid-Alcalá, que la consideró culpable de adulterio y de “llevar una vida ignominiosa y de sevicia”.
Como por casualidad llegó la noticia a México y fue propagada por el expresidiario y homicida Jorge Levín de León. En la copia del documento original podían apreciarse las firmas del tribunal que encabezó el doctor Moisés García Torres, canónigo de la Santa Iglesia Catedral Basílica de Madrid, España. La sentencia fue conocida en nuestro país el 12 de enero de 1962, pero fue emitida el 10 de julio de 1961.
Y se informaba que Ira sólo podía apelar el fallo (se concedía la custodia de los niños a su padre) cuando “se purgara de la rebeldía”. La sentencia debía ser ejecutada “empleando para ello, si fuese necesario, cuantos medios legítimos ejecutivos y aun coercitivos fuesen más oportunos y eficaces, salvo todo derecho de apelación (en el caso de que la esposa se purgara de la rebeldía) y cualesquiera otros que fuesen del caso en conformidad con los sagrados cánones”...
El licenciado Augusto de Otaduy Álvarez dijo que el tribunal mencionado no tenía autorización para emitir fallo alguno en contra de Ira von Fürstenberg, puesto que “el único que podía hacerlo era el Arzobispado de la Ciudad de México, pues de acuerdo con el derecho canónico todo juicio relativo a desavenencias conyugales debía tener lugar en el domicilio de la esposa. Virginia radicaba en México “cuando sucedieron los hechos que motivaron la acusación”.
Esto no era del todo cierto, ya que la princesa fue acusada de viajar con Pignatari -sin autorización del marido- por diferentes sitios europeos y fue hasta México en que se intentó sorprenderlos en adulterio en el hotel en que se hospedaban. El millonario brasileño, Francisco Pignatari y la bella Ira Fürstenberg se divorciaron en Las Vegas en enero de 1964. No tuvieron hijos.
Después de su divorcio con el millonario brasileño Francisco Pignatari, Ira von Fuerstenberg, con 24 años de edad en 1964, volvió a casa de su madre en Venecia y, durante los siguientes tres años, vivió una frenética vida social en compañía de actores, príncipes y toda suerte de millonarios. A sus hijos sólo los veía en verano.
Poco tiempo después se enamoró del marqués Francois d’Auland, “El Rey del Champagne”. En 1965 la nombraron Lady Europa en la ciudad italiana Cortina D’Ampezzo y el 21 de agosto de ese año fue considerada ganadora en representación del principado de Liechtenstein.
Ira decidió convertirse en actriz y en 1967 la contrató el productor italiano Dino de Laurentiis y rodó su primera película “Matchless”. En sus 10 años de carrera hizo 28 filmes, aunque los críticos alabaron más su belleza que sus dotes histriónicas. En aquella época tuvo un romance con el conde Paolo Marinotti.
Todo el mundo pensaba que vivían un cuento de hadas hasta que estalló un gran escándalo: el conde le reclamó un diamante prestado de 150,000 euros de la época. Ella argumentó que se lo había regalado (caso parecido al del famoso collar que Jorge Negrete le dio a María Félix) y Marinotti se llevó de la casa de la princesa, en Saint Moritz, cuadros muy valiosos.
El juicio fue uno de los más sonados de la época. La prensa empezó a llamarla “la princesa de los mil amores”, ya que tras romper con Marinotti, se enamoró de Roberto Federici. Tampoco fue feliz...
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Poco a poco, las relaciones con sus hijos y su primer marido fueron mejorando y, en los años 80, su rostro empezó a ser muy conocido en España por ser una asidua de las fiestas que organizaba Alfonso Maximiliano de Hohenlohe, creador del elitista Marbella Club y donde se daba cita la crema y nata internacional del momento.
Si Ira había tenido entonces romances con hombres mayores que ella, una vez cumplidos los 50 empezó a codearse con hombres más jóvenes, como el banquero Cesare Canavesio, 20 años menor, pero tampoco esas relaciones llegaron a darle la estabilidad afectiva. Con fama y dinero, a mediados de los 90 decidió invertir su dinero como diseñadora de joyas y objetos de arte.
Y fue justamente en la presentación de una colección de sus joyas, en el verano de 2006, cuando se enteró que su hijo Christoph (Kiko), que había viajado a Tailandia para seguir una draconiana dieta de adelgazamiento, estaba detenido en una cárcel tailandesa por falsificar su visado de turista.
A los pocos días, la princesa recibió la noticia de que su primogénito había fallecido por una septicemia complicada con su diabetes. Aquel dolor se sumó al de la muerte, tres años antes, de su exmarido Alfonso Maximiliano de Hohenlohe.
Y de su otro hijo, Hubertus Von Hohenlohe, se supo que está dedicado al esquí olímpico, representante de México en Juegos Olímpicos de Invierno, por cierto. También se ha desempeñado como cantante de pop y fotógrafo.
En los últimos tiempos, Ira redujo al máximo su vida social. Atrás quedaron los escabrosos episodios conyugales. Abandonó los escaparates luminosos que aliviaron en forma efímera su soledad, aquella que llega aun cuando se está entre multitudes y los más grandes honores.
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