Patricia Hearst fue secuestrada, y para sobrevivir se unió a la guerrilla

En 1974, militantes del Ejército Simbionés raptaron a Patricia Hearts; nadie imaginó en lo que se convertiría

Carlos Álvarez / La Prensa

  · viernes 22 de noviembre de 2024

Fotos Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa

William Randolph Hearst, multimillonario norteamericano, vino a México con su familia en la época del Presidente Manuel Ávila Camacho y disfrutó de enorme seguridad, al igual que su familia.

No podía imaginar entonces que su nieta, Patricia Hearst, iba a ser plagiada en 1974 y que se convertiría en guerrillera y asaltabancos, luego sería procesada, liberada y se transformaría en ama de casa al casarse con un detective.

El 6 de febrero de 1974, en las páginas de LA PRENSA se informó sobre un caso que trascendió las esferas sociales. Con información de France-Presse, la nota decía:

Secuestran a la nieta del magnate de la prensa yanqui

BERKELEY, California, febrero 5.- Dos afroamericanos raptaron hoy a la nieta del magnate de la prensa norteamericana, Patricia Campbell Hearst, y se la llevaron medio desnuda en un automóvil después de un altercado con el novio de la joven de 20 años.
Steven Andraw Weed, de 26 años, novio de la nieta de Randolph Hearst, relató que hacia las 21.00 horas locales, una mujer llamó a la puerta del apartamento donde se encontraba con su novia, y pidió que se le dejara entrar porque tenía una avería en su automóvil.

Fue entonces cuando dos afroamericanos irrumpieron en el apartamento y tras haberlo golpeado se abalanzaron sobre la joven y se la llevaron medio desnuda hacia un automóvil.

Otros testigos declararon que los secuestradores dispararon unos cuantos tiros antes de darse a la fuga, aunque, al parecer, no hubo lesionados.

El padre da la víctima, Randolph Apperson Hearst, director del diario "San Francisco Examiner", se hallaba en Washington cuando se produjo el secuestro y salió de inmediato hacia Berkeley, que se encuentra en los suburbios de San Francisco.

Se recuerda que la vida de Randolph Hearst inspiró Orson Welles la famosa película Citizen Kane.

Dos días después del secuestro, la policía del condado comenzó a temer por la vida de la chica, debido a que tras ese periodo crucial de 48 horas, aún no se había pedido ningún tipo de rescate, a pesar de que su padre prometió a los secuestradores que no recurriría a la justicia si liberaban inmediatamente a su hija.

El silencio de los secuestradores ponía la situación tensa, sin embargo, la policía al parecer había descubierto algunos indicios que podrían haber orientado el rumbo de la investigación, según reveló un portavoz oficial.

Los investigadores localizaron al propietario del automóvil que utilizaron los dos afroamericanos, un tal Peter Benenson (31 años), preparador en un laboratorio, que fue asaltado por los secuestradores frente a su domicilio y atado en el asiento posterior del automóvil durante el rapto.

Después del secuestro, Benenson fue abandonado en su automóvil cuando los delincuentes cambiaron de vehículo, a poca distancia del departamento de la joven Hearst.

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La policía descartó la eventual complicidad de Benenson con los secuestradores, a pesar de algunos aspectos confusos en su testimonio.

Cuando la policía encontró el vehículo abandonado, Benenson había conseguido liberarse y se dirigió caminando hacia la casa de un familiar, ubicada en las proximidades de ese lugar.

Al parecer, el propietario del automóvil se presentó a la policía varias horas más tarde. Los investigadores también prosiguieron el análisis de las huellas digitales de los secuestradores halladas en el departamento de la joven Hearst y volvieron a escuchar el relato de algunos testigos, entre ellos su novio, que presenció el secuestro.

Los investigadores consideraron significativo que los secuestradores aún no hubieran pedido ningún rescate, a pesar de la conocida fortuna de la familia Hearst, propietaria de la mayor cadena de periódicos de Estados Unidos.

Patricia Hearst, tercera de cinco hijas del periodista millonario Randolph Hearst, católica, estudiante, había sido raptada por un grupo de delincuentes que tenía en jaque a la policía de San Francisco y Los Ángeles, un grupo que se escudaba tras banderas de redención social.

El 12 de febrero de 1974, los militantes del Ejército de Liberación Simbionés enviaron una carta al padre de la atractiva estudiante universitaria -plagiada en Berkely, California, diez días antes- donde le exigían víveres para los pobres. Y fue el abuelo Hearst quien negoció, junto con su hijo -papá de Patty-, con los supuestos raptores.

La carta -según la FP- precisaba que los víveres, por un monto de 70 dólares por persona, deberían ser repartidos entre aquellos que dependían de la caridad pública en California, los viejos y los que habían sido puestos en libertad por la justicia, bajo la vigilancia del Estado.

El texto fue enviado a la estación de radio local, donde ya se había recibido una primera comunicación el jueves 7 de febrero de 1974.

“Si nuestras exigencias son rechazadas, concluiremos que no existen bases posibles de negociación y en consecuencia no podremos garantizar el estado de salud de nuestra prisionera”, decía el mensaje.

Se exigía, además, que una banda magnetofónica que registró un diálogo entre Patricia y uno de sus secuestradores, fuera difundida por radio y que el emblema del ELS (una cobra de siete cabezas) junto con el texto de la carta enviada a Randolph fuesen publicados por la prensa.

“Mamá y papá, creo que podrán darse cuenta que no estoy aterrorizada. Esta gente ha sido muy honesta conmigo, y sé que están dispuestos a morir por sus ideales. Deseo verme liberada, pero ello sólo ocurrirá cuando ustedes obedezcan sus instrucciones, rápidamente. Ellos no me juzgan por crímenes de los cuales no soy responsable, sino porque formo parte de la clase explotadora”.

El mismo registro contenía la voz de uno de los simbioneses afroamericanos, quien declaró que estaba dispuesto a ejecutar a Patty Hearst para salvar del hambre y la explotación a millares de hombres y mujeres de todas las razas.

La France Presse agregó, al día siguiente, que Randolph Hearst decía que las exigencias de los secuestradores de su nieta Patricia, raptada hacía nueve días, eran imposibles de satisfacer y se comprometió a realizar una contraoferta en 48 horas.

Hearst decía que la provisión de víveres a todos los indigentes, los viejos y los exconvictos de California, a razón de 70 dólares por persona, costaría más de 400 millones de dólares.

“Patty -le dijo por radio-, estamos felices de saber que estás bien, tu voz nos pareció un poco fatigada o tal vez te dieron calmantes. Parecías estar normal y estoy seguro de que quienes te detienen dicen la verdad. Quiero hacerte saber que estamos asustados porque las exigencias son imposibles de satisfacer. En las próximas 24 o 48 horas, haré lo mejor posible para realizar una contraoferta aceptable”.

En Los Ángeles y San Francisco se recibieron numerosos llamados telefónicos de personas que dependían de la asistencia social. Muchos indigentes dijeron que no deseaban recibir asistencia obtenida como consecuencia de amenazas de muerte a una joven de 19 años.

Otro día, el caso del secuestro de Patricia Hearst adquirió nuevo aspecto con la intervención de seis agrupaciones activistas que se proponían como negociadoras.

Los grupos eran el Movimiento Indio Americano, la Conferencia de Profesores Negros, El Nairobi College, de Palo Alto, California; la Unión de Prisioneros, la Organización Nacional por los Derechos de los Indigentes y la Iglesia Glide.

Centenas de personas enviaron dinero a la familia Hearst para ayudarla y centenas económicamente débiles prometieron, por teléfono, contribuir con lo que pudieran para obtener la libertad de la joven cautiva.

El ministro de Justicia de Estados Unidos, William Saxbe, declaró que no pensaba que la familia Hearst debía obedecer las órdenes de los simbioneses.

El 21 de febrero los secuestradores de Patty Hearst exigieron más millones de dólares en alimentos como condición para liberar a la heredera del imperio editorial. Si no cumplían los Hearst, los simbioneses tenían proyectado retenerla hasta lograr la libertad de dos guerrilleros entonces presos en la Penitenciaría de San Quintín.

Los dos sujetos estaban cautivos como responsables del asesinato del superintendente de escuelas de la ciudad de Oakland, doctor Marcus Foster. El señor Hearst había ofrecido dos millones de dólares en víveres por la liberación de su hija, pero los simbioneses dijeron que “no era suficiente”.

La repartición de víveres produjo incidentes, cuando un camión de reparto no pudo abrirse paso entre la multitud y fueron arrojadas latas de sopas, carnes, leche deshidratada y otros alimentos.

La FP publicó el 25 de febrero de 1974 que el secuestro de Patty permitió revelar ante el mundo la miseria de los pobres y oprimidos en Estados Unidos. En un documento simbionés se informó que la familia Hearst llegó a América del Norte en 1680, proveniente de Escocia y fue una de las primeras en robar tierras a los indios de Carolina del Norte y luego en Missouri.

La expropiación de minas de plomo y plata en Missouri, que eran propiedad de los indios, dio a los Hearst los medios y el poder de adquirir tierras indias en el sudoeste, y participar en la guerra de conquista norteamericano-mexicana.

La familia utilizó su poder en la prensa y la información para fomentar la guerra hispano-norteamericana.

A principios de siglo, las publicaciones de Hearst favorecieron los movimientos profascistas en Estados Unidos, apoyaron luego a Hitler y al partido nazi de Alemania.

Los diarios y estaciones de radio de la cadena Hearst apoyaron continuamente la guerra de Vietnam y el bombardeo de Camboya.

Pero entonces el caso dio un giro inesperado, ya que poco después comenzaron a aparecer ciertos mensajes en que Tanía -el nombre de guerra adoptado por Patty- enviaba a su padre los peores calificativos. Entre otras lindezas lo llamaba “cerdo".

El Ejército Simbionés llegó a poner un letrero gigantesco a las puertas del Ayuntamiento de San Francisco, con caracteres de medio metro cada uno, diciendo "Tania Vive". Mayor reto ya no era posible. Parecía que el ejército cumplía sus postulados de justicia distributiva. Pero no era así, pues unos días después, el supuesto ejército cometió el asalto a un banco y las cámaras de seguridad retrataban a Tania con una ametralladora bajo el brazo.

Luego se supuso que no había tal secuestro y que la joven estaba más o menos de acuerdo con los plagiarios y debido a ello cometía ciertos delitos a mano armada.

A mediados de mayo de 1974, Patty Hearst y dos miembros del Ejército Simbionés fueron inculpados en ausencia por la violación de la legislación sobre armas, posesión y utilización de arma automática en Los Ángeles, California.

Los tres consiguieron escapar. Ellos estaban considerados como presuntos asesinos del doctor Marcus Foster en los suburbios de San Francisco.

Fue después de esa fuga del trío, cuando la policía identificó a Patty Hearst y lanzó gigantesca cacería que pronto dio frutos.

El 17 de mayo dos cuerpos de mujer, una blanca y una afroamericana, cuya identidad no fue establecida, fueron hallados por la policía al penetrar en una casa incendiada en Los Ángeles tras un tiroteo con presuntos miembros del Ejército Simbionés. Según rumores, Patricia Hearst sería una de las víctimas.

Otros rumores indicaron que cinco militantes simbioneses fueron muertos dentro de la casa a consecuencia del tiroteo con la policía o quemados en el incendio que le destruyó. El tiroteo de cerca de una hora mantuvo a la policía muy ocupada. Una mujer que salió de la casa en llamas, fue aprehendida.

El tiroteo fue televisado parcialmente en directo; se pudo ver a los bomberos intentando extinguir las llamas provocadas por las balas del FBI y otros agentes policiales.

No pudo confirmarse de momento si Patricia Hearst estaba entre las víctimas. Uno de los occisos fue identificado como Donald Defreeze y otro de los cadáveres fue reconocido como el de Camila Hall.

El 18 de mayo se dijo que Patricia no estaba entre los cinco difuntos simbioneses, pero que sí figuraba “Cinque” -Donald- jefe de la organización terrorista.

El famoso forense Thomas Noguchi confirmó que Patricia no estaba entre los occisos. También murieron, aparte de Defreeze, Nancy Ling Perry, de 26 años; Patricia Solyzsil, de 24 y William Wolfe, de 22, los tres blancos.

Se dijo que el fuego de armas automáticas venía en forma desafiante de las ventanas de una pequeña estructura aún después de que la había llenado la policía de gas lacrimógeno. La batalla duró más de dos horas y la residencia fue consumida por las llamas.

Fugitiva, peligrosa y armada

El 19 de mayo de 1974 se informó del hallazgo de un sexto cadáver, entre los escombros. El paradero de Patricia seguía siendo un misterio. Se indicó que los desaparecidos poseían máscaras antigases, lo que les había permitido proseguir el furioso tiroteo a pesar de las bombas lacrimógenas que les lanzaron y del calor y humo de su fortaleza temporal presa de las llamas.

A partir del combate se consideró a Patricia Hearst como “fugitiva peligrosa y armada”, incluso se dieron órdenes de tirar a matarla si hacía fuego contra algún policía. Una información no confirmada decía que una joven blanca y dos negros intentaron rentar una casa y como la dueña se negó, la tasajearon con armas blancas. Para entonces la millonaria norteamericana era conocida como “Tania, la Guerillera”.

Randolph Hearst pidió a su nieta Patricia que se entregara a la policía antes que fuera demasiado tarde. Y el padre de Patty, hijo del fundador del imperio periodístico norteamericano y propietario del diario “San Francisco Examiner”, seguía estimando que su hija, plagiada a principios de febrero de 1974 “no era responsable de sus actos”. El 3 de abril, Patricia, por radio, renegó de su pasado y de su familia para unirse por su propia voluntad al Ejército Simbionés.

El 22 de mayo se dijo que Patricia Hearst afirmó que se convirtió a los ideales de los simbioneses porque su familia no cumplió los requisitos necesarios para liberarla, pero que “no había tomado parte en su propio secuestro”.

Tom Mattews, rehén de los guerrilleros -entre ellos Patricia- que se dieron a la fuga tras cometer un hurto frustrado, dijo que la millonaria iba armada con un cuchillo, llevaba una peluca, un jersey, vestía pantalón y calzaba botas. Ella tenía 20 años de edad y era heredera de la fortuna Hearst. Sobre la chica pesaba un total de 19 cargos.

Y así transcurrieron al menos 19 meses, lapso durante el cual hubo informaciones sensacionales: Patty había sido vista de compras en San Francisco, acompañada de Camila Hall. Hubo fotografías de ese caso. Pero junto a ese dato, aproximadamente cierto, hubo también los miles de informes inexactos, creados por esa imaginación popular que se apropiaba de inmediato de los sucesos misteriosos y los recreaba en su fantasía. Todo conducía a un resultado nulo para clarificar el caso, ya sea rescatándola o capturándola.

Entretanto Anne, la hermana menor de Patty, fue encarcelada por delitos contra la salud. Eso es, posesión de mariguana. Randolph Hearst y su esposa fueron a sacar de la prisión a su hija, viendo en ello el principio de otra tragedia parecida a la de Patty.


El 22 de septiembre del 1975, un telefonema llegó al domicilio de los Hearst: una chica muy parecida a Patty Hearst había sido detenida en la cárcel de San Mateo, California. El dato fue tomado con desgano, pero sin fallar la fe en que esto habría de ocurrir.

Efectivamente era Patricia Hearst, quien en apariencia no mostraba arrepentimiento de su aventura de casi dos años entre los guerrilleros. Incluso en las fotos se le veía alegre, haciendo el signo de la victoria con los dedos y con un dejo de desprecio para sus progenitores.

Todo era ficticio, parte del plan para poder huir del Ejército Simbionés que la había aprisionado durante 19 meses y “la obligaron a convivir con ellos, siempre amenazada de muerte”.

Dos días después de la captura, el 24 de septiembre de 1975, Patty se sintió segura entre los policías y dijo que ella fue víctima inocente de los guerrilleros.

El juez Oliver Carter designó de inmediato a tres siquiatras famosos para que examinaran el estado mental de Patricia Hearst, mientras los abogados defensores alegaban que su defendida fue objeto de torturas y de un “lavado de cerebro”.

El detector de mentiras también le concedió la razón a Patricia Hearst cuando ésta, frente a su juez y dos de los psiquiatras, afirmó que para formar parte del Ejército Simbionés de Liberación fue objeto de “terrible compulsión”.

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Según informó el diario “San Francisco Examiner”, la bella muchacha fue obligada mediante la amenaza de armas, a tomar parte en el asalto contra un banco el 15 de abril de 1974 en San Francisco, California.

En aquella oportunidad, la cámara de televisión dejó documentada la imagen de Patricia armada de una ametralladora, formando parte de los asaltantes. El diario de Hearst sostenía que, durante el asalto, la joven se encontró permanentemente encañonada por uno de los miembros del Ejército Simbionés bajo amenaza de ser abatida al instante si hacía el menor gesto que denunciara su situación de prisionera.

Y su situación podría complicarse si se probaba su participación en un segundo asalto bancario que causó la muerte de una mujer el 21 de abril de 1974. Billetes que figuraron en el botín de ese atraco cometido en Carmichael, suburbio de Sacramento, fueron encontrados en el departamento de San Francisco, donde residía Patricia.

Los agresores del banco de Carmichael, cuatro enmascarados, mataron “sin razón” a una cliente, antes de desaparecer con 15,000 dólares.

Autocalificada como guerrillera militante del ESL cuando fue detenida, a mediados de septiembre de 1975, Patricia Hearst sostenía con timidez que era una persona “desocupada”.

El 28 de enero de 1976, la joven heredera de una de las fortunas más cuantiosas de Estados Unidos se presentó con las manos esposadas y una cadena alrededor del cuerpo, ante el juez Oliver Carty.

Sonriente, vestida con un conjunto marrón y blusa de fina tela estampada, Patricia se dispuso a asistir al proceso que se le inculpaba por robo a mano armada a un banco de San Francisco.

El rostro delgado y pálido de Patty observaba el procedimiento sabiendo que de aquellas personas dependerían sus entonces próximos 25 años, ya que si el jurado la declaraba culpable, la heredera del imperio editorial Hearst desaparecería detrás de las rejas de una cárcel californiana.

Finalmente, la millonaria liberada, ofreció una fiesta para celebrar y de lo último que se supo de ella fue que había decidido portarse bien por el resto de su vida, en compañía de un agente policiaco que supo enamorarla paulatinamente. Ellos se casaron en una ceremonia más o menos privada y hasta 1988 la pareja seguía unida, según se informó, muy lejos ya de los recuerdos del violento Ejército Simbionés de Liberación.

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