En los años sesenta, Ana Luisa Peluffo brillaba como toda una estrella del cine de la época de oro y también sobresalía su presencia en el teatro y la televisión. Su imagen era apreciada en todos los medios donde se publicitaba su belleza, se podría decir que estaba más cerca del éxito rotundo y se le auguraba un futuro prometedor y duradero.
Sin embargo, aquella fue una época de vuelcos en su vida, mientras más parecía haber hallado la grandeza, el destino parecía oponerse a su bienaventuranza y más cuando un día sin mayores complicaciones, surgió una noticia que la hizo pasar del mundo de la farándula y el glamour a la nota policial.
En aquel entonces LA PRENSA publicó: “Todo un velo de misterio cubrió el deceso del periodista y exnovillero Rafael Romero Sánchez, quien perdió la vida en el interior de la residencia de la actriz Ana Luisa Peluffo, en Cuernavaca. Este hecho tuvo lugar el domingo 27 de junio de 1965”.
La versión oficial, que brindó la policía de aquella ciudad, planteó como el motivo del fallecimiento del reportero la posibilidad de que se hubiera cometido un crimen.
Jorge Herrera, enviado especial de El Periódico que Dice lo que Otros Callan, redactó que el periodista fue asesinado en la residencia de la estrella de cine a consecuencia de severos golpes que habría recibido tanto en la cabeza como en el estómago, según lo estableció en su nota con base en lo que informaron los médicos legistas al concluir la necropsia de ley.
Sin embargo, Jorge Luis Navarro, gerente del periódico donde trabajaba Rafael Romero Sánchez, afirmó que éste habría muerto a consecuencia de un trágico accidente, pero que de ninguna manera hubiera ocurrido lo que afirmaban los médicos legistas sobre los golpes.
El caso no parecía complejo al principio; no obstante, comenzó a generar sospechas por algunas razones peculiares, una de ellas fue que algunas personas interesadas en ocultar los hechos habían solicitado la dispensa de la autopsia, argumentando que Rafael había perecido ahogado “en la alberca de la fastuosa residencia de Ana Luisa Peluffo”, agregó un investigador.
La pregunta que se planteó de inmediato obviamente giró en torno a esa “dispensa”. ¿Qué motivo o razón justificarían la inevitable necropsia de ley? ¿Y por qué alguien querría evitarla?
El Servicio Secreto del entonces Distrito Federal solicitó oficialmente la colaboración de la Policía Judicial del Distrito, a efecto de realizar varias aprehensiones para esclarecer los hechos.
Se supo que en la residencia de la Avenida Palmira estuvieron el domingo 27 Ana Luisa, sus padres, así como un grupo de norteamericanos y los periodistas David Ruiz Cabañas, Jorge Luis Navarro y Cuauhtémoc Muñoz, además del infortunado diarista.
Rafael estaba casado con Gloria Ávila Richard, hija del extinto general Maximino Ávila Camacho. Estaban separados desde hacía varios meses, según informó la policía.
El periodista, cuyo verdadero nombre era Arturo Cal Sánchez, contaba con 29 años al morir. Inició su carrera a la edad de 18 años, después de haber probado suerte como novillero. Era hijo de don Eduardo Cal Camiño y María Sánchez Mier de Cal.
LA PRENSA, al entrevistar a varios agentes secretos comisionados en la investigación, fue informada de las maniobras que se realizaron la misma noche del domingo para que la muerte de Romero Sánchez fuera clasificada como accidental.
Ana Luisa negó la golpiza al exnovio
David Ruiz Cabañas, compañero de labores de Rafael en una publicación dominical, declaró que alrededor de las 3 de la tarde del domingo 27 de junio llegaron él, Rafael, Jorge Luis Navarro y Cuauhtémoc Muñoz a la residencia de Ana Luisa Peluffo.
Explicó Ruiz Cabañas que la visita a la estrella de cine fue netamente en plan comercial, pues no tenían intenciones de algo en particular y en el medio se conocían. Manifestó que la mayor parte del tiempo en la residencia de la queretana la pasaron en el jardín. Estuvieron conversando con Ana Luisa, con su padre, Manuel Tránsito Peluffo, y con la señora Ana María Paz de Peluffo -madre de la artista-, así como con otros de los invitados.
Trataron de ocultar los hechos
Cabañas declaró también que en un momento dado se dio cuenta de que Rafael se apartaba del grupo e iba hacia uno de los extremos de la residencia, precisamente hacia el sitio donde estaba la alberca.
Nadie le dio importancia a tal suceso, pero dijo Cabañas que él vio cuando Romero Sánchez se arrojaba al agua.
Después manifestó que en virtud de que no volvieron a ver a Romero Sánchez empezaron a buscarlo, dirigiéndose hacia la alberca, sitio de donde lo rescataron, aplicándole respiración artificial y que, para ello, también llamaron al doctor Francisco Vázquez, quien les indicó que deberían llevarlo a la Cruz Roja.
En ese lapso, de acuerdo con la declaración de Cabañas, se abría un abanico de incógnitas que en lugar de resolver el asunto, daba la pauta para reforzar la hipótesis del crimen.
Los detectives plantearon sus inquietudes. Si Cabañas lo había visto arrojarse al agua, por qué no acudió en su ayuda y por qué pasó determinado tiempo para que empezaran a “buscarlo” sin que se hubieran dirigido directamente al lugar donde se le había visto por última vez, o al menos donde lo había visto Cabañas, quien, por otra parte, no dio aviso a los demás para que lo buscaran en el sitio correcto.
Cuando los médicos de esa institución examinaron a Romero Sánchez, hicieron notar que cualquier esfuerzo era inútil porque el hombre había expirado.
La policía local informó que quienes estaban en la residencia de Ana Luisa Peluffo trataron de ocultar los hechos y de evitar que se conociera la verdad. Lo cual también representó un complejo enigma para los detectives, puesto que se habrían tenido que poner de acuerdo al menos unas diez o quince personas, quienes además negaban todo cuanto se les planteaba, es decir y en pocas palabras, nadie había visto nada y quienes conocían la verdad, contaban una historia a modo que en muchas partes no concordaba.
Al jefe del Servicio Secreto, Francisco Galindo, le informaron los médicos legistas que Rafael Romero había fallecido a consecuencia de varios golpes que recibió en el cuerpo y que descartaban la posibilidad de una asfixia por sumersión, ya que era notoria la ausencia de agua en los pulmones.
Entre las lesiones que fueron observadas se contaban: una fractura en la región parietal, además de una herida de seis centímetros de profundidad en la misma región; estallamiento del hígado y de otras vísceras.
Esas lesiones, en concepto de los médicos legistas, fueron causadas con un objeto semejante a una varilla corrugada, o bien, se las ocasionaron propinándole patadas.
Pese al hermetismo de la policía morelense, se logró conocer una de las versiones que tenía sobre los hechos ocurridos en la residencia de Ana Luisa Peluffo.
Conocido por la policía el carácter un tanto irritable de Romero Sánchez, sobre todo cuando se había tomado unas copas, pensaban los investigadores que posiblemente tuvo un altercado con uno o varios de los asistentes a la reunión.
Rafael pudo haberse enfrentado a uno o más de aquellos invitados, luego se habría suscitado un pleito del cual habría perdido el combate y, al quedar inconsciente, o tal vez muerto, lo arrojaron a la alberca con la idea de que pareciera que se hubiese ahogado de manera accidental.
La misma estrella del cine y sus padres consideraron una infamia de parte de la policía de Cuernavaca, el afirmar que Rafael Romero Sánchez hubiera sido golpeado hasta morir cuando estuvo de visita en casa de la artista.
LA PRENSA entrevistó a la familia Peluffo en su domicilio de esta capital, y fue el señor Manuel Tránsito Peluffo quien se encargó de hablar sobre lo ocurrido la tarde de aquel infortunado domingo.
Hizo el siguiente relato:
La tarde del domingo se encontraba él con su esposa Ana María Paz de Peluffo, su hija Ana Luisa y otras personas.
Después llegaron hasta la residencia Rafael Romero Sánchez, Jorge Luis Navarro, Cuauhtémoc Muñoz y un señor de apellido Ancona. La visita era con el único objeto de saludar a Ana Luisa, ya que era madrina de la publicación donde laboraban los antes citados.
Luego notó que Romero Sánchez ya había tomado algunas copas.
Después de una hora de estar conversando, Romero Sánchez se apartó del grupo y fue hasta el cuarto de huéspedes; entró al cuarto de baño y de ahí tomó un traje para nadar.
Durante unos minutos nadó y se reincorporó al grupo, comentando que el agua estaba muy calientita.
El señor Peluffo dijo que vio cuando Rafael volvía a arrojarse al agua y en esa ocasión lo hacía en la parte honda de la alberca. El grupo prosiguió en su plática, pero él, Manuel Tránsito, al voltear hacia la alberca, vio que Rafael apenas si sacaba la cabeza y que parecía no poder nadar. Alcanzó a llegar hasta la mitad de la alberca y ahí volvió a sumergirse.
Me quité la camisa, el pantalón y los zapatos -dijo nuestro entrevistado- y me tiré al agua para ayudar a Rafael. Lo encontré sobre el piso, en la parte más profunda, y lo arrastré unos metros, pero me faltó el aire y tuve que salir sin rescatarlo.
Luego añadió:
Cuando salí a la superficie grité para que otros me ayudaran. Fue entonces cuando el señor Jorge Luis Navarro se quitó su saco y se tiró al agua; fue Navarro el que, finalmente, logró sacar a Rafael.
Acto seguido, prosiguió Peluffo, entre varios empezaron aplicarle los primeros auxilios.
Mientras tanto, Ana Luisa llamaba desesperada a los bomberos y a la Cruz Roja.
Para esto ya había intervenido un doctor particular y le aplicaron una inyección.
Finalmente fue trasladado a la Cruz Roja.
Navarro acompañó a los ambulantes y regresó a la residencia hasta las 22:00 horas, indicando que Rafael había fallecido.
Dijo que le habían comunicado que murió a consecuencia de una congestión alcohólica.
El señor Peluffo afirmó que no hubo ninguna riña en la residencia y que Rafael seguramente sufrió un accidente al estar nadando, por el estado en que se encontraba.
Por su parte, Jorge Luis Navarro afirmó que ellos aplicaron los auxilios necesarios a Rafael Romero, sin tener conocimientos médicos, por lo cual pudieron causarle las lesiones de que se habló al realizarle la necropsia.
Navarro aseguró que un médico legista le explicó que cuando un individuo se lanza al agua y además de conmocionarse se golpea, el agua no se le va a los pulmones, sino al estómago, y de ahí que se afirmó que Rafael no falleció de asfixia por sumersión, basados los médicos en el hecho de no haber encontrado agua en los pulmones del periodista.
El único problema que presentaba aquella hipótesis era que para ser cierta, debió haber entrado al agua conmocionado, dado que de otro modo resultaría inconcebible pensar que se hubiera golpeado de manera tan severa en una alberca cacera como para quedar inconciente, desmayarse y morir.
Otra versión apuntaba a que el periodista se ahogó
"Sólo la justicia divina castigará a quien me quitó a mi hijo", decía el padre de Rafael.
Rafael Romero se ahogó accidentalmente, aseguraba y repetía el señor Navarro, cuya afirmación tenía el aval de otro testigo de los hechos, el de Cuauhtémoc Muñoz, también periodista.
Luego, Jorge Luis Navarro conoció la versión dada por la policía de Morelos, en el sentido de que al realizar la autopsia en el cuerpo de Rafael se le localizó un desgarre en los intestinos, amén de escoriaciones en todo el cuerpo.
Extrañado, dijo al respecto:
Yo, personalmente, y varios de los presentes, sometimos el cuerpo de Rafael a una presión continua en nuestro afán de extraerle el agua que había ingerido.
Sin embargo, dadas las influencias interpuestas por muchos personajes, así como la veloz huida de quienes estuvieron en la residencia de Ana Luisa Peluffo y el desorden que había en el jardín de esa casa, fueron circunstancias en que la policía morelense fundó sus sospechas de que el periodista Rafael Romero no murió accidentalmente.
Por otra parte, tal como afirmaban varios testigos respecto a los primeros auxilios, si bien aplicaron respiración de boca a boca y reanimación cardiopulmonar porque pensaban que se había ahogado, era evidente que desconocían cómo hacerlo, además de que si no había entrado agua en su sistema, ¿cómo no se deban cuenta de que no le salía agua al brindarle los auxilios?
Asimismo, declaró el licenciado Benjamín Gaxiola Cota, que los bomberos y el personal de la Cruz Roja fueron llamados hora y media después de que Romero Sánchez había caído a la alberca.
Se afirmó que dirían la verdad
Esa misma noche empezó la movilización para que el suceso no trascendiera a la opinión pública y para que la muerte del periodista y exnovillero fuera considerada como accidental.
Varias personas insistieron en que se dispensara la autopsia, afirmó Gaxiola Cota, quien era uno de los agentes del Ministerio Público comisionados para realizar la averiguación.
Mientras el doctor Gilbón Maitret examinaba el cuerpo de Romero Sánchez, practicando una segunda necropsia, Gaxiola Cota fue interrogado por los reporteros.
Declaró el funcionario morelense que el asunto era muy delicado. Al inquirírsele por qué no se interrogó a los que se encontraban en la residencia, incluyendo a la familia Peluffo, Gaxiola tuvo esta respuesta:
“Después de que murió el periodista, fue un arrancadero de coches. Aquello parecía un rally como si dieran el banderazo de salida. Nadie se quedó, ni los Peluffo. En el jardín había muchas mesas, sillas, botellas y vasos. La mayor parte de las sillas y mesas estaban derribadas y en completo desorden; muchos vasos estaban rotos y había botellas regadas por todo el jardín”.
Respecto a la intervención de los bomberos y del médico de la Cruz Roja, solicitados por Ana Luisa Peluffo, después de que se habían hecho intentos para salvar a Romero Sánchez, Gaxiola Cota declaró:
El llamado a la Cruz Roja fue aproximadamente a las nueve de la noche, poco antes se solicitó el servicio de los bomberos. Los hechos habían ocurrido a las 19:30 horas; tardaron mucho tiempo en hacer esos llamados.
Papá Peluffo aseguraba que fue accidente. Escenificando dramáticamente, el padre de Ana Luisa Peluffo explicaba que la muerte de Rafael Romero Sánchez se debió a un accidente, ya que el periodista se metió a nadar en estado de ebriedad.
Graves torpezas en pesquisas
“Yo no puedo asegurar nada. Sólo la justicia divina castigará a quien me quitó a mi hijo; la justicia humana se amolda por el que tiene dinero. Yo no lo tengo, ni tengo”. Don Eduardo añadió que después de enterarse de todo, consideró que difícilmente se esclarecería el caso.
“Pero no voy -dijo- a lanzar cargos, ni mucho menos voy a poner investigadores, porque no dispongo de dinero para hacerlo”.
El viernes 2 de julio de 1965, el licenciado José Banjamín Gaxiola Cota informó a El Diario de las Mayorías que había sido cesado de su cargo como agente del Ministerio Público adscrito a la Jefatura de Policía en Cuernavaca, debido a las declaraciones que hizo sobre lo que él consideraba la verdad, en relación con la muerte del periodista Rafael Romero Sánchez.
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Gaxiola Cota dijo a los reporteros que sostenía, que no se trataba de un accidente sino de un crimen lo ocurrido el domingo 27de junio de ese año en la residencia de Ana Luisa Peluffo.
Con esto, el caso tomó un sesgo especial. También en Cuernavaca se supo que el doctor Ignacio Petriz Ortiz, jefe de los servicios médicos legales, recibiría el cese fulminante porque dictaminó -después de practicar la primera necropsia- que Romero Sánchez fue asesinado a golpes y no ahogado.
Ana Luisa Peluffo y su familia reiteraban el 2 de julio en la Procuraduría de Justicia que la muerte del periodista fue producto de un accidente. Durante una hora, la artista dio explicaciones sobre lo sucedido y reiteró que lamentaba mucho la muerte de Rafael Romero Sánchez, a quien era la segunda ocasión que veía en toda la vida.
Quedó precisado que fue el doctor Francisco Magdaleno Vega quien atendió a Romero Sánchez. Ana Luisa afirmó que personalmente fue a la residencia del médico, a 150 metros de la famosa casa de los cuatro, donde el misterio se apoderó de la verdad en este caso trágico ocurrido en 1965.
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