Imaginarse la escena en la que una mujer camina y parece algo normal. Lleva una carriola para bebés y mira de soslayo hacia los costados sin imaginar que alguien la observa, casi siempre ella ha sido la que acecha.
Adelante avanza un hombre. Empuja un diablito con lo que parecen ser bolsas repletas, cuyo contenido se desconoce. Algo en ellos llama la atención y enciende las alarmas.
Quienes los observan, aguardan el momento preciso para actuar, quieren saber un poco más, mirarlos como si algo fuese a delatar un delito, uno al menos que los vigilantes ya conocen, pero quieren confirmar si aguardan sólo un poco más.
Por fin, una voz da la orden y se lleva a cabo la detención de estas dos personas: Juan Carlos y Patricia, dijeron llamarse. No hicieron esfuerzo por aparentar asombro ni temor, de algún modo ya lo sabían y quizás esperaban ese momento en el que alguien les pusiera el alto.
La captura -hacen el recuento los agentes- fue posible debido a una investigación iniciada hacía tiempo por el reporte de desaparición de tres mujeres, entre los meses de abril y septiembre, en el municipio de Ecatepec, precisamente en esa zona tan castigada por el crimen y, en específico, por los feminicidios.
El fiscal del general del Estado de México, Alejandro Gómez Sánchez, explicó después la detención de los sospechosos: “De las investigaciones, hemos podido establecer que las tres mujeres con reporte de desaparición habrían tenido, en algún momento, algún tipo de relación con esta pareja, ello nos llevó a la ubicación de un domicilio en donde se puso la vigilancia correspondiente en la colonia Jardines de Morelos, en el municipio de Ecatepec”.
Así comenzó la caída de la pareja
Todo ocurrió el jueves 4 de octubre del 2018 sobre la calle Pie de la Cuesta. El operativo se puso en marcha, observaron, aguardaron; vieron salir a Juan Carlos y a Patricia del domicilio, ella con la carriola y él con el diablito.
Después, los agentes los abordaron para cuestionarlos sobre las tres mujeres desaparecidas y luego de intercambiar algunas palabras, se realizó la rigurosa inspección.
Fue entonces cuando tras la revisión de la carriola, se dio uno de los hallazgos más sorprendentes, pues no era un bebé lo que llevaban sobre ésta, ni siquiera un perro como suelen hacer algunas personas, se trataba de restos humanos, presuntamente de una mujer de entre 18 y 20 años, así como el tórax de otra persona.
Sin el menor reparo, los sospechosos dijeron que habían depositado más restos humanos en un lote baldío cercano al lugar, sitio al que se trasladaron elementos de la Fiscalía mexiquense, donde finalmente los localizaron.
Derivado de la detención y con base en los datos aportados por los detenidos, se tuvieron indicios de que, en por lo menos dos inmuebles más, también habría restos, por lo que se llevaron a cabo las diligencias correspondientes en dichos sitios.
Ultrajaron, asesinaron y descuartizaron a al menos 20 mujeres
Una vez ante el Ministerio Público, Juan Carlos, ya asistido por su defensor, reconoció de forma cruda y sin remordimiento su participación, de manera certera, en por lo menos 10 feminicidios.
Específicamente, el caso de una mujer a quien habían reportado como desaparecida junto con su bebé, en Jardines de Morelos. Es ahí donde tenían su domicilio los implicados.
Al final se supo que la mujer fue asesinada, en tanto que, de acuerdo con lo que la pareja declaró ante el MP, la bebé, que tenía apenas dos meses, fue vendida.
La pequeñita fue localizada en el domicilio de la familia que pagó por ella, y recuperada. El fiscal mexiquense aclaró que quienes pretendieron comprar a la bebé fueron detenidos y llevados para su interrogatorio.
El 7 de octubre, un juez de Control del penal de Chiconautla confirmó que la detención de los asesinos era legal. Los medios ya les habían asignado un nombre: "Los Monstruos de Ecatepec", a quienes se les pudo ligar con al menos una veintena de feminicidios. A las víctimas las descuartizaron y sus restos los enterraron en varios predios, o bien, ocultaron en cubetas con cemento.
En la audiencia inicial y ante el juez de Control de ese penal, Juan Carlos admitió haber asesinado a 20 mujeres. Asimismo, afirmó que cometió los crímenes junto con su esposa y señaló que, tras matarlas, vendía sus huesos.
El magistrado Eduardo Jiménez no tuvo que meditar, no había duda, por lo tanto determinó prisión preventiva para Juan Carlos y Patricia.
Por otra parte, una pieza en el rompecabezas de este caso, que apenas iniciaba con la captura de los desquiciados, fueron los exámenes psiquiátricos presentados, los cuales revelaron que Juan Carlos presentaba un trastorno mental psicótico y de personalidad.
En tanto que Patricia presentaba un retraso mental de nacimiento y un delirio inducido adquirido que no le permitía distinguir entre el bien y el mal.
Tiraba pedazos de carne por las calles, otros los guardaba en el refri y los huesos los vendía
Tétricas y sórdidas fueron las confesiones que Juan Carlos realizó a las autoridades sobre la forma bestial en que asesinó a sus víctimas, a quienes descuartizó y deshuesó con un cuchillo filetero.
Parecía no sentir culpa, quizá cierto orgullo por sus actos deleznables. Se conducía con mesura ante los agentes mientras lo interrogaban y contaba todo. Parecía querer justificar sus asesinatos con una buena historia, con una excusa; quería exponer que lo que hizo estaba bien, que era algo común…:
Los pedazos pequeños de carne, como los que se compran en una carnicería para guisar, los iba tirando en coladeras, en basureros, a la orilla de las avenidas y en predios abandonados
Relató Juan Carlos desde su silla, con las manos en vaivén, esposadas
Los detalles de sus matanzas aparecían en el hilo de lo que parecía la conversación de un demente consigo mismo. Dijo que también pedazos de carne de las piernas de sus víctimas los guardaba en su refrigerador para que no se echaran a perder. Los huesos que descarnaba, se los vendía a un sujeto al que llamaban “El Bons”.
También de su relato iba cortando pequeños filetes de historia y con cada intervención aparecía una pieza más en la clave para resolver el gran por qué, ese ¿por qué asesinaba?, ¿por qué mujeres?, ¿por qué cortarles la cabeza?, ¿por qué guardar los corazones en alcohol?, según indicaron algunas versiones.
En su memoria aparecían frescos los recuerdos de las matanzas. Una vez que asesinaba a las mujeres, las cargaba junto con su esposa Patricia al cuarto de baño; y ahí, poco a poco las iba descuartizando con un cuchillo filetero.
“No me arrepiento -dijo-, y es más, sentía un enorme placer y satisfacción cuando mataba y descuartizaba a las mujeres que cayeron en mis manos, porque a todas las odiaba y de esto mi madre era la única culpable”.
Juan Carlos culpó a su propia madre
El desequilibrado sujeto fue llevado hasta ese estado de demencia por una serie de problemas psicológicos que vivió y que sufrió cuando era niño, según sus comentarios, por culpa de su propia madre.
Había un antecedente que marcó su vida y por ello su motivación fue la de causar daño, el daño que él sintió en su infancia.
De acuerdo con los policías ministeriales, "El Monstruo" dejó entrever que vivía con un trauma que vivió de niño, provocado por su madre. Narró al médico legista que cuando tenía 10 años, su mamá lo dejaba encargado con otra mujer mientras “se iba” a trabajar de noche en el oficio más antiguo.
Esa mujer “me hacía hacerle cosas que a mí como niño me desagradaban bastante”, dijo, y añadió además que su madre era violenta con su padre.
“Mi mamá quería navajearlo, picarlo, acuchillarlo y yo viendo todo. Y ¿cómo defender a mi papá, si no podía?”, dijo.
Ese fue el motivo por el que se convirtió en "El Monstruo" sanguinario asesino, porque dentro de él incubó un resentimiento que fue el causante del odio contra las mujeres y, por ello, el goce de asesinarlas.
“Sólo era por momentos que surgía en mí el deseo de matar mujeres y cuando esto sucedía, me daba a la tarea, junto con mi esposa, de buscar a mi próxima víctima que tenía que ser una madre soltera, dejada o divorciada como sucedió con la mía. Cuando contactábamos a nuestras próximas víctimas, ya fuera por el Facebook o por el trato personal que se daba por la venta de ropa en pacas o por otros artículos, mi esposa hacía amistad con ellas y les daba mucha confianza, hasta que las convencía de que nos visitara en la casa”.
Por la confianza que les dio a sus víctimas y la sorpresa con que siempre actuó, las mujeres a las que asesinó nunca tuvieron tiempo de gritar o de pedir ayuda, pues antes de que sucediera esto, les cortaba la cabeza.
Las mataba porque odio a todas las mujeres
sentenció de manera cínica a elementos de la Policía Ministerial. Sin dar crédito a las declaraciones, los ministeriales escuchaban, observaban, prestaban atención a lo que decía el sádico personaje.
Sin el más mínimo arrepentimiento, dijo que recordaba perfectamente cómo asesinó a por lo menos 10 mujeres, aunque aceptó que en realidad había matado y descuartizado a más de 20.
Sentado tranquilamente en una silla y sin signos de congoja, arrepentimiento o vergüenza, el desequilibrado dijo que nunca escogió a sus víctimas, que todas llegaron por coincidencia y que “agarraba parejo”; además, todas eran conocidas.
Los primeros asesinatos los realizó en solitario, pero los más atroces fueron en complicidad con su esposa Patricia, quien en un principio se negó rotundamente a participar, pero luego como resultado de las constantes golpizas que le propinaba, no tuvo más remedio que apoyarlo, guardar silencio y, finalmente, transformarse en el mismo monstruo con el que se había juntado, de tal suerte que llegó a participar directamente en los asesinatos.
Así atraían a sus víctimas
Su estrategia consistía en atraer a las mujeres con falsas promesas, con engaños, por eso afirmaba que todas las mujeres que asesinó llegaron solas a él. En cierta medida conocía a algunas y otras buscaban a su esposa para que les vendiera cualquier tipo producto, ya que eran lo que se conoce como chachareros que vendían desde ropa en pacas, perfumes, elotes, esquites y hasta teléfonos celulares.
Como era una pareja con hijos (Monstruos con hijos, valga la expresión, literalmente), de esas que parecían chambeadoras, generaban cierta confianza en sus víctimas, luego la relación con ellas se estrechaba y luego Patricia las invitaba a su casa; entonces, cuando JC determinaba que era el momento oportuno, las asesinaba, regularmente a puñaladas.
Las investigaciones también revelaron que la pareja entablaba amistad con las chicas asesinadas, es decir, se tomaban el tiempo necesario para lograr su objetivo. Patricia las manipulaba al grado de hacerlas creer que ella y su familia las necesitaban, una vez con la confianza obtenida, ambos monstruos planeaban la salvaje carnicería; él conservaba los corazones de las chicas en frascos con alcohol, como tributo a la Santa Muerte.
Con bajo coeficiente intelectual y graves problemas para adaptarse a la sociedad fue calificada Patricia, quien en el pasado ejerció la prostitución y, en el 2018, ya como pareja de Juan Carlos, había matado a por lo menos una decena de mujeres.
En el penal de Chiconautla, a Patricia se le aplicó un examen de inteligencia, del cual resultó con un coeficiente intelectual por debajo del promedio. Y en entrevista con un psicólogo del penal, Patricia reveló que años antes ejerció la prostitución y por azares del destino conoció a su novio en un bar de Jardines de Morelos y, según las investigaciones, ella fue quien fungía como la “surtidora” de mujeres.
Durante el interrogatorio, declaró que ella atraía a las víctimas de cierto perfil físico y de una edad de 25 años, les ofrecía ropa o bisutería, las llevaba a su casa y si a Juan Carlos le gustaban, las asaltaba para luego degollarlas y posteriormente tener relaciones sexuales con los cuerpos sin vida.
Minutos después, descuartizaba los cuerpos, colocaba los órganos en frascos con aparente formol, indicando que algunas extremidades se encontraban en un refrigerador y otros tejidos como la carne le servían como alimento para perros.
La grasa corporal y la piel las colocaba en macetas como abono para plantas. Anteriormente había arrojado restos humanos en bolsas de basura en distintas ubicaciones. También se supo que vendía los restos óseos a santeros de la región.
Juan Carlos, “El Terror Verde” o “El Monstruo de Ecatepec” también asesinó a golpes y por estrangulamiento a por lo menos cinco mujeres más en la CDMX y en el municipio de Tultitlán, tres de las cuales -dijo- eran prostitutas.
A dos de ellas las ultimó en un hotel de la zona rosa y a otra en el hotel Tepeyac, en Gustavo A. Madero; y también asesinó a “La Jicaleta” en la calle de Jesús Carranza en el barrio de Tepito.
Una historia de horror que causa escalofrío tan sólo de imaginar la crueldad despiadada, como ninguna otra en la historia criminal de México, también por el tiempo que duró en activo perpetrando sus crímenes; dicen que al menos diez años, pero él se acuerda que fueron más, aunque dijo que ha olvidado los rostros y nombres de aquellas víctimas.
Violencia sin freno en Edomex
Diez años quizás sólo en el municipio de Ecatepec, Estado de México, en donde al lado su amasia Patricia llevaban a cabo las matanzas mientras todo el sistema de seguridad pública permanecía en jaque.
Engaño, manipulación, amenazas, esas fueron las formas con las cuales lograban atraer a sus víctimas para que cayeran en la trampa. Ya en su domicilio, Juan Y Pati llevaban a cabo el rito, prácticamente igual en cada ocasión: amenazándolas para que no gritaran, luego violándolas y, al final, degollándolas, descuartizándolas y esparciendo sus restos en las calles o como alimento para ellos o sus perros.
Además de haber matado -según su propia versión- a las 20 mujeres y vender los huesos y osamentas, los feminicidas de Ecatepec también comieron los restos de algunas de éstas, pues de acuerdo con las que afirmaciones del sujeto identificado cómo Juan Carlos, confesó que luego de hacerlas cachitos, su mujer Patricia cocinaba los restos de sus víctimas y utilizaban las partes suaves, como las piernas y brazos; y si la carne les gustaba, la guisaban en pozole.
Al respecto, "El Monstruo" dijo:
Estaban deliciosos, sobre todo cuando las mujeres habían tomado alcohol y se habían puesto borrachas. Su carne estaba muy deliciosa
Juan Carlos declaró ante el Ministerio Público que siempre estuvo en contacto con familiares de sus víctimas y que muchos le pedían información de las desaparecidas; incluso que en una ocasión, cuando iba a tirar los restos humanos de una menor que había matado y que llevaba entre basura y costales en un diablito, la mamá de la jovencita le dijo: “Juan Carlos ¿y ahora a quién vas a tirar?” Lo que sólo le dio risa, pues efectivamente, ahí llevaba los restos de la pariente de esa mujer que todos buscaban, incluso la policía.
Matón a sueldo en Tepito
“Vivo en unión libre desde hace diez años con el señor Juan Carlos “N”, es decir en el 2008 -dijo Patricia-, al cual conocí en el bar denominado La Cueva, como era cliente frecuente del bar, cada ocho días llegaba al bar con sus amigos, y cada que iban parecía que festejaban algo y traían mucho dinero, decían que trabajaba con el señor Charlo en Tepito en la Ciudad de México, y pedían chicas. Después me invitó a salir, siendo una semana la que estuvimos saliendo. Juan Carlos me platicó que mataban gente y que había trabajo por ratos; que había veces que le daban uno ahorita y luego pasaba mucho tiempo para que le dieran otro.
”Nos fuimos a vivir juntos a una vecindad que está atrás del bar, ubicado en la colonia Jardines de Morelos. Ahí estuvimos como dos años; esto fue en el 2010, después nos fuimos a rentar a una cuadra donde la señora Malena nos prestaba un cuartito. No recuerdo el domicilio, pero es la calle del tianguis. Ahí vivimos en un cuartito como unos dos meses, y nos regresamos a la vecindad donde duramos aproximadamente un año, en donde rentamos en una accesoria que ahora sé que es un taller mecánico, en donde vivía Miguel, quien trabajó también en la policía.
”El Soto” a quien le decían “El Comandante”, “El Flaco”, y mi esposo, se juntaba con ellos y se iba a trabajar con ellos. En la vecindad de la señora Norma y Gerardo; después mi esposo puso un letrero para conseguir muchachas para trabajar en nuestro domicilio; letrero que pegaba en la central de abasto de Ecatepec.
”Yo sabía que la finalidad del letrero era para que las muchachas que fueran y las que le gustaban, las contrataba según, pero las jalaba para violarlas, porque mi esposo quería más sexo, a pesar de tenerme ahí, él quería tener sexo con más mujeres de fuera, así es como llegó al domicilio Fabiola “N”; era una chica de 22 años de edad, de la que sabía que era casada y tenía un hijo, sólo recuerdo que fue en el año 2012, aproximadamente a las 10 de la mañana y tocó a la casa, y mi esposo Juan Carlos le dijo que quería contratar a alguien para que me ayudara a los quehaceres de la casa.
Fabiola se percató de que la casa no tenía muebles, pero como me vio que estaba embarazada aceptó, así que se quedó y mi esposo Juan Carlos le dijo que la ropa sucia estaba en el baño y cuando Fabiola entró al baño y se dio la vuelta dándole la espalda a Juan Carlos, éste la tomó por la espalda y le dijo que era un robo que no hiciera nada, que nada más hiciera lo que le dijera y se iba a ir, y me dijo que me saliera de la casa con mi menor hijo y que me esperara afuera.
”Me quedé esperando afuera, pasó como media hora y Juan Carlos abrió la puerta de la casa para asomarse y me dijo que ya podíamos pasar. Al entrar, vi en el baño que estaba la muchacha Fabiola tirada en el piso llena de sangre, viendo que tenía una herida en el cuello muy grande, y me espanté y le dije que lo iba a denunciar, pero me dijo que no fuera pendeja que nos iban a encerrar a los dos, y yo le creí, y como Juan Carlos le cortó un cacho de carne de la pierna derecha fileteándola, sacando cuatro bisteces y yo hice carne asada y comimos de ahí mi esposo Juan Carlos y yo, metiendo el resto del cuerpo de Fabiola en un bote de cartón y en la noche la fuimos a tirar a un terreno baldío de la calle Lázaro Cárdenas sobre las vías, en la colonia Jardines de Morelos, en un diablito”.
Patricia continuó su narración escalofriante:
“En una ocasión, me quede sin gas y me prestó un anafre, y pasados los ocho días, le subí el anafre, estando Luz del Carmen “N”, quien era hija del señor Jorge y la señora Araceli, y le pregunté que si estaban sus papás, y me dijo que no, que estaba sola, y le dejé el anafre, después subí de nuevo para pedirle prestado su teléfono para que le hablara a mi suegra Judith, para que me prestara dinero, y me prestó su celular y me bajé a mi casa.
El terror de Ecatepec
”Mi suegra me dijo que sí y que me mandaba el dinero en la tarde con mi cuñado Alejandro, como viven cerca en la colonia las Américas, bajando Luz del Carmen “N” para ver que estábamos haciendo, por lo que entra a la casa sentándose en el sillón, y mi esposo Juan Carlos le empezó a decir, que estaba muy bonita, y se le acercó y la comenzó a amenazar diciéndole que hiciera todo lo que le dijera, que sólo iba a robar su casa y que la iba a dejar en el baño, amarrándole los pies con una venda; le decía que nos íbamos a ir, y la aventó al colchón, diciéndome que las manos no se las iba a amarrar porque así podía con ella, pidiéndome que empezara a besarla y a tocarla sexualmente, pero yo no quise.
”Como yo me enojé con mi esposo Juan Carlos, me salí de la casa con mi hijo, a juntar basura y me tardé porque yo no quería regresar a ver a mi esposo. Cuando regresé a la casa me quedé afuera para separar la basura, y cuando entré a la casa vi en el baño a Luz del Carmen en el baño degollada, y estaba partida a la mitad y le dije que estaba sucio el baño, y me dijo que el baño estaba chiquito, y me pude dar cuenta que Luz del Carmen traía lastimadas las manos, traía cortadas como que se quiso defender.
“Cuando regresó el señor Jorge, me preguntó por Luz del Carmen, que si no la había visto y le dije que no, de hecho el señor Jorge entró a la casa pero no pudo ver el cuerpo de Luz del Carmen porque mi esposo Juan Carlos la tapó con el cartón que juntamos de la basura, su papá se puso a monear y como estaba muy pasado, ya estaba alucinando y se subió a su casa, y en la tarde como a las 16:00 horas de igual forma, Juan Carlos la fileteó y sacó un kilo de bisteces de los muslos de Luz del Carmen, e hice carne asada que acompañamos con una salsa que compré en la tienda de Doña Lupita que está enfrente de la vecindad; también compré costales de azúcar o harina, y cuando regresé, los brazos ya las tenía cortados en dos partes.
”También le quitó las piernas cortando en dos partes; también le quitó la cabeza, dejando nada más el torso y la rabadilla de Luz del Carmen, y ya con los costales que llevaba, le ayudé a meterlas en ellos, y la fuimos a tirar; primero los costales chicos y al día siguiente tiramos el otro costal, en el baldío de la calle Lázaro, de la misma colonia Jardines de Morelos, recuerdo que eso fue en el mes de abril del 2001.
”Después nos fuimos a vivir a la casa de Malena, en la calle del tianguis de la que no recuerdo su nombre, pero de la misma colonia, en donde vivimos cuatro meses, pero como estaba la dueña, la señora Malena, no se podía a hacer nada, ya que siempre estaba pendiente. Después nos regresamos a la vecindad de Norma en calle Monte Altair, durando un año. Eso fue en el 2013, porque Juan Carlos no estaba a gusto, porque no podía jalar a las muchachas para violarlas y matarlas, pero la señora Norma ya estaba en la casa más al pendiente”.
El monstruo de Ecatepec estuvo cerca de la investigación
"El Terror Verde", "El Monstruo de Ecatepec", "El Carnicero de Ecatepec", o simplemente Juan Carlos, permaneció atento y tranquilo mientras se desarrolló la investigación y los interrogatorios. No había ningún lugar a dónde ir y tampoco había más remedio para lo hecho. Parecía no afectarle en lo más mínimo la detención, la reclusión, los asesinatos, la carnicería.
Acaso mostró algo de preocupación por sus hijos luego de que los capturaron, pero sobre los actos realizados, parecía inmutable. Y eso porque según afirmó conocía a familiares de sus víctimas e, inclusive, narró que estuvo entre los curiosos cuando fueron descubiertos restos humanos de las mujeres que él mismo asesinó, descuartizó y fue a tirar a predios de Jardines de Morelos.
En una ocasión, una mujer de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México llegó a la vecindad donde vivía, donde investigaba la desaparición de las mujeres que él había descuartizado.
“Ese día, policías investigaban la desaparición de Samantha. Se presentó también la fiscal, entrevistó a ciertos vecinos, me llamó a mí; me hizo preguntas sobre Samantha, sobre qué sabía yo, di la información sobre una camioneta negra, yo les dije que vi que la frecuentaba una persona de una camioneta negra, nada más eso comenté y lo firmé. También lo firmó mi esposa, la fiscal cuando nos fue a ver, solo entrevistó a los vecinos, temía que subiera a mi casa, porque ahí tenía yo a Samantha; esto fue como a la semana de que ella desapareció, aún tenía yo restos de ella, si subía y veía a Samantha tenía que matar también a la fiscal, esto, el 25 de abril 2018, fue que maté a Samantha”, narró el feminicida.
Y, luego, como quien se confiesa y espera la salvación, agregó: “a todas les apliqué una llave que aprendí en la milicia; trabajé en la milicia menos de nueve meses, estaba adscrito en el segundo batallón de guardias de cuerpos presidenciales. El cuchillo que utilicé para matar a las mujeres, lo mandé a hacer con un herrero, es un cuchillo como los que se usan en la milicia”, especificó “El Monstruo de Ecatepec”.
Uno a uno, Juan Carlos fue narrando sus crímenes y entretejiendo destellos de su pasado: “[…] ella ingresa a mi domicilio, sube hasta mi vivienda en el tercer piso y ahí la amago inmediatamente con una llave y la llevé al sillón. Yo no voy a permitir que una mujer me grite, así como la asesiné, me fui del lugar. Cabe agregar que he matado aproximadamente a cinco femeninas más de las que ya he mencionado, pero no recuerdo a grandes rasgos nombres, personas y lugares. Yo quería llegar a 100 chicas o más, pero las que maté es una madre, son muy pocas. Quiero que quede asentado primero, que se me conozca como 'El Terror Verde', ya que así me pusieron en la milicia y, segundo, no tengo remordimiento alguno, lo hice y lo volvería hacer otra vez”.