/ viernes 19 de agosto de 2022

La tamalera de la Portales: Mató y descuartizó a su esposo, su cabeza la guardó en un bote

María Trinidad Ramírez Poblano confesó haber asesinado, desmembrado y encostalado a su marido Pablo Díaz Ramírez, ya que estaba cansada de que éste maltrataba a los hijos de ella

Durante dos días, María Trinidad se mantuvo en vilo, pensando qué hacer. Las manos no le temblaban y sentía que había hecho lo correcto por el bien de sus hijos. Sin embargo, recordaba por instantes fugaces el atroz crimen. Y, pese a que había intentado deshacerse del cuerpo del delito, aún le faltaba la cabeza. Pensó que podría mantenerla o esperar un momento propicio de botarla por otro lado en la gran ciudad. Y aunque ya sin vida su esposo, la cabeza parecía emitir un sonido, como un quejido, un lamento o un susurro.

El lunes 19 de julio de 1971, todo concluyó para María Trinidad y dejó de pensar. Estaba cansada. Cansada de los días previos, de la extenuante labor de asesinar a un hombre y desmembrarlo. Y, no obstante, continuar con la rutina que repetía día con día desde hacía por lo menos tres años. Diariamente preparaba, según contaron algunos registros, alrededor de 200 tamales y luego salía muy temprano para venderlos y sacar algo de dinero para mantener a los tres más pequeños de sus cinco hijos.

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Descuartizó a su marido y lo encostaló

LA PRENSA publicó el martes 20 de julio de 1971 la sensacional nota acerca de un hecho sin precedente: “Una mujer asesinó a su marido, lo descuartizó, hirvió la cabeza en un bote para tamales y ocultó el resto del cadáver bajo cama durante 24 horas para, después, arrojarlo encostalado en un lote baldío”.

La noticia marcó un hito en los archivos policiacos por varias cuestiones. Uno que el criminal fue una mujer, María Trinidad Ramírez Poblano de 45 años, quien confesó haber dado muerte a Pablo Díaz Ramírez, de 53, la noche del sábado 17 de julio de 1971, ya que, según confesó, maltrataba a sus hijos.

Otro motivo por lo cual el caso trascendió muy pronto, fue que la policía planteó la posibilidad de que la mujer hubiera contado con la complicidad de su yerno, Mario Reséndiz Pacheco, y de su hijo Pedro Martínez Ramírez, para cometer el crimen y después descuartizar el cadáver, ya que la labor era de difícil ejecución y, dadas las características de la mujer, se antojaba una tarea si no imposible, sí demasiado compleja, sobre todo por el tiempo en que confesó en que la llevó a cabo.

Un motivo más de excepcional asombro fue que el asesinato ocurrió en la vecindad de la calle de Pirineos número 15, colonia Portales, mientras los hijos pequeños de la mujer dormían en la misma habitación.

Los instrumentos utilizados por los victimarios -según se informó en las primeras declaraciones de los oficiales, pues se pensó que habían sido varios los homicidas- fueron: un bate, un lazo de ixtle, un hacha, una segueta y un cuchillo de carnicero. Los restos de Pablo Díaz Ramírez, quien de acuerdo con registros fue peluquero en el Departamento del Distrito Federal, se descubrieron a las 11:00 horas del 19 de julio de 1971, a un costado de la casa 508, Sur 71-a, colonia Justo Sierra.

Y el último motivo por el que el caso impactó y trascendió, fue que tan sólo seis horas después del hallazgo, el Servicio Secreto aclaró el caso y capturó a tres presuntos responsables. Aunque María Trinidad afirmó que ella sola hizo todo; sin embargo, la policía afirmó que contaba con pruebas contra los dos hombres.

Lo golpeó cuando dormía

María Trinidad, al ser interrogada por los detectives, confesó que asestó tres batazos en la cabeza de su esposo cuando dormía en una de las dos camas de su hogar. Pese a que la mujer negó haber estrangulado a su marido, la policía aseguró que así lo hizo, porque la cabeza tenía signos claros de asfixia. La presunta homicida dijo que una vez que Pablo Díaz estaba frío y ya no respiraba, procedió a cortarle las piernas.

-¿Qué instrumento utilizó para mutilarlo? -preguntó el reportero de LA PRENSA.

-El hacha -contestó la mujer.

También expresó María Trinidad que cercenó la cabeza de su esposo a hachazos. Los investigadores tuvieron la seguridad de que María Trinidad trató de exculpar a su hijo y a su yerno, ya que los restos presentaron huellas de haber sido cortados con una segueta.

El hijo de la inculpada, durante mucho tiempo trabajó en una carnicería; no obstante, al momento del crimen, se dedicaba por completo al trabajo de la carpintería. Una vez que María Trinidad -según la hipótesis de la policía-, auxiliada por unos guantes, cortó las piernas, metió el cadáver en un costal de ixtle.

Sin embargo, se dio cuenta que no cabía completo y, por ello, procedió a cercenarle la cabeza. Una vez que terminó de separar la testa e intentar meter los restos en el costal, notó que de todas maneras no cabía todo. Fue por tal motivo que María Trinidad y sus posibles cómplices decidieron guardarla en un bote de tamales con capacidad de 20 litros.

El tronco con las extremidades quedaron en el costal, que fue cosido con un lazo. Después de eso, tomó el bote con la cabeza y lo metió debajo de la cama, donde esperaría mientras pensaba qué hacer con el resto del cadáver. El costal permaneció en el lecho de la mujer toda la noche del sábado y hasta el domingo en la madrugada fue cuando decidió esparcir los restos en la colonia Justo Sierra, al sur de la ciudad.

Se sostuvo por varios días que fueron varios los homicidas, aunque María Trinidad siempre dijo que solamente fue ella. Sin embargo, en tanto se desahogaban las diligencias en la investigación, se afirmó que los criminales mantuvieron la cabeza en el rincón de un cuarto, que le servía de trabajo, para que los niños no lo vieran. Toda huella de sangre del piso fue limpiada con esmero por la mujer y las cosas del occiso fueron escondidas detrás del lecho matrimonial.

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Sádica tortura

La madrugada del domingo para el lunes 19 de julio de 1971, los presuntos responsables sacaron el costal de debajo de la cama y salieron cobijados aún por la negrura del cielo hasta la calle. Iban arrastrando el pesado costal que se resistía a liberarlos de su presencia. Se dice que pactaron con un chofer para que los llevara a su destino, donde se desharían del occiso. Tomaron la avenida Plutarco Elías Calles y después viraron hacia el oriente por Emiliano Zapata y luego de un lapso llegaron a San Andrés Tetepilco.

En el Depósito del Servicio de Transportes Eléctricos del Distrito Federal, los tres individuos buscaron un lugar en el que arrojar el cadáver mutilado y descuartizado. El costal con la inscripción del producto que antes contenía maíz y frijol quedó tirado enfrente de la casa marcada con el número 508 de Sur 71-a, colonia Justo Sierra.

Después de realizar esa tarea, los tres responsables regresaron a su domicilio de Portales y durmieron un rato, para reanudar sus labores como si nada hubiera pasado. Más tarde, María Trinidad fue detenida por los agentes del Servicio Secreto mientras se encontraba con sus hijos escuchando una radionovela.

Estaba sumamente tranquila cuando los agentes le pidieron que los acompañara a la jefatura de Policía y Tránsito. Y también preguntó por qué la buscaban. “No sabía quiénes éramos ni qué hacíamos”, dijo el detective Gonzalo Balderas. Al ser interrogada por los reporteros, María Trinidad expresó que esa noche, Pablo Díaz le pegó a dos de sus hijos, a Mario y Guillermo.

-¿Por qué los golpeó? -inquirieron los reporteros.

-Porque saltaban sobre la ropa limpia. Les quedaron los golpes pintados -aseguró.

-¿Por qué pensó usted en matarlo?

-Fue de momento. Le guardaba mucho coraje -contestó.

-¿Quién le aconsejó encostalarlo?

-Yo lo pensé. Quería desaparecerlo.

-¿Dónde escondió los objetos con los que lo mató y mutiló?

-El bate lo escondí bajo la cama de mi hijo. Los demás, nada más los lavé.

-¿No siente lo que sucedió?

-Sí, estoy arrepentida.

-¿Sus hijos supieron del crimen?

-Ninguno de ellos, ni siquiera mi hija María Elena.

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También se le preguntó si pudo seguir sus tareas diarias y respondió que sí; que inclusive el domingo volvió a vender tamales cuando aún no arrojaban los restos en la vía pública. Los vecinos indicaron a la policía que en la noche del asesinato no escucharon ningún ruido extraño, pese a que en un cuarto contiguo viven varios trabajadores.

A las 11 horas del 19 de julio de 1971, el costal en que estaban los restos del peluquero fue localizado por Esperanza Hernández Mejía, dueña de la casa 508 de Sur 71-a. Esperanza, en un principio, creyó que dentro del costal había un cargamento de pollos muertos, puesto que existe una granja cercana a su hogar. Por ello, ordenó a su sirvienta Paola Martínez Fuentes que lanzara el bulto a un sitio lejano, pero cuando la doméstica se acercó, se percató que era un cadáver.

Elena Montes de Oca de García, nuera de Esperanza, solicitó la intervención de la policía.

Llegaron los uniformados Juan Oliva Hernández y Miguel Romero Galvis. El primero de los guardianes descosió el saco y apareció un pie con calcetín color azul de hilo. Minutos después llegaron al lugar del hallazgo el general Raúl Mendiolea Zerecero, subdirector de la policía, el mayor J. Jesús García Jiménez, el comandante Ángel Godinez Guillén y varios agentes, entre ellos, Gonzalo Balderas Castelar, Juan Ayala Ángeles y J. José Cabrera Morales, quienes realizaron una brillante investigación en seis horas. También acudió el agente del Ministerio Público de la delegación de Iztapalapa, Carlos Durán Zamorano, con su secretario Ivez G. Lelevier.

La investigación

Con los funcionarios señalados, llegaron peritos criminalistas, quienes procedieron a tomar impresiones de las huellas dactilares del cadáver.

Tras identificar al occiso, porque tenía antecedentes penales en la Dirección General de Policía y Tránsito, los detectives iniciaron sus pesquisas con bases firmes. Los agentes supieron que Pablo Díaz Ramírez también se hacía llamar Pablo Díaz Rincón, Pablo Díaz Gallegos y Rafael Díaz Ramírez.

Además, en la ficha signalética de Pablo aparecía como su domicilio la calle de República número 1, colonia Portales. Al llegar a ese lugar, los investigadores supieron que Pablo y su esposa tenían seis meses de no vivir allí. Pablo tenía tres años de haber contraído nupcias con María Trinidad. Era su segunda esposa y con ella no procreó hijos. Se mudaron a vivir en la calle de Pirineos.

Hasta ese segundo hogar fueron conducidos los agentes por sus pesquisas. Allí encontraron a la mujer y luego de interrogarla, terminó por confesar el crimen. Debido a que para la policía resultaba imposible que ella sola hubiera perpetrado el asesinato, continuó la investigación y localizó a Mario Reséndiz Pacheco en la colonia Santa Isabel, Iztapalapa, y al excarnicero Pedro Martínez Ramírez.

Estaba amenazado de muerte

La brillante y rápida investigación del Servicio Secreto arrojó también como resultado que el yerno de María Trinidad, Mario Reséndiz, había amenazado de muerte al peluquero. Mario Reséndiz en una ocasión expresó que él había asesinado a un hombre en el municipio de Chalco, Estado de México, y que lo había decapitado. "Esa misma suerte vas a correr tú", dijo a Pablo Díaz Ramírez.

El difunto, según declararon sus vecinos, era una persona tranquila y apacible que nunca tuvo problemas con nadie y no gustaba de tomar licor. La propietaria de la vecindad donde ocurrió el crimen manifestó que Pablo tenía problemas de vez en cuando con su esposa, debido a que los hijos de ésta eran muy traviesos y por ello los golpeaba.

Acerca de María Trinidad -que era originaria de Tequixquiac, Estado de México-, los vecinos indicaron que tampoco gustaba de platicar con ellos. La vivienda en la que fue perpetrado el asesinato constaba de tres cuartos, uno de ellos -el primero- estaba habilitado como recámara, allí había dos camas de tipo individual; el segundo servía de cocina y comedor y, el tercero, más pequeño, era bodega.

En ella dormían los menores Reina de 10 años, Guillermo de 6, Mario de 11, Isabel de 15 y Pedro Martínez Ramírez. Del caso conocieron también las autoridades de la duodécima delegación, que realizaron una inspección ocular en la vivienda.

María Trinidad fue conducida nuevamente a la Dirección General de Policía luego de señalar el sitio en que escondió la cabeza de su esposo. Los otros dos detenidos también estuvieron en poder del Servicio Secreto, donde dieron a conocer sus declaraciones y, posteriormente, serían remitidos a la Procuraduría del Distrito para que se les consignara al juez penal.

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Descuartizado en vida

María Trinidad Ramírez Poblano descuartizó a hachazos a su marido cuando este estaba aún con vida, informó el médico legista, Enrique Márquez Barajas.

La secuela de los hechos ocurridos la noche del sábado 17 de julio de 1971 en la vivienda de Pirineos 15-B, colonia Portales, de acuerdo con las revelaciones de la autopsia es la siguiente:

La presunta autoviuda descargó cuatro golpes con instrumento contundente sobre la cabeza de su marido Pablo Díaz Ramírez de 53 años.

Cuando el hombre que fue peluquero del Departamento del Distrito Federal estaba inconsciente, en estado de coma, la mujer le amputó las piernas con el hacha. Luego, con el mismo instrumento procedió a desprender le la cabeza. La tercera y cuarta vértebras cervicales estaban machacadas, dijo el médico Márquez Barajas.

Sin embargo, el médico apuntó que no sé descartaba la posibilidad de que los huesos hubieran sido cortados con segueta, como lo presumía el Servicio Secreto. El galeno expresó también que el desprendimiento de las extremidades inferiores y de la cabeza fue realizado por la recién autoviuda cuando su marido estaba vivo. “Solo así se explica -continuó- la poca sangre en los restos mortales y en el lugar en que estos fueron encontrados".

Resultado de la autopsia

La autopsia fue hecha por los médicos Enrique Márquez Barajas y Óscar Lozano González en el Servicio Médico Forense del Distrito Federal. Los médicos, al rendir su dictamen, expresaron que Pablo Díaz Ramírez murió a consecuencia de un conjunto de lesiones. Al solicitar que se explicara lo anterior, manifestaron.

Pablo presentaba cuatro heridas contusas en la cabeza, tres de ellas en la región superior y la cuarta en la región geniana derecha, es decir, del lado derecho de la nariz.

Los golpes que recibió el peluquero le ocasionaron fractura radiada de la bóveda y base craneana así como desgarre de cerebro y cerebelo. Estás lesiones privaron del conocimiento a Pablo y ello fue aprovechado por María Trinidad, quien posiblemente creyó que su esposo estaba muerto para descuartizarlo.

Los médicos opinan que las extremidades inferiores fueron las primeras en ser amputadas, puesto que de otro modo no se hubiera desangrado; si cortaba primero la cabeza, el corazón dejaba de latir y se hubiera detenido la sangre.

Pablo Díaz Ramírez, quien tenía antecedentes penales, se desangró por las venas de las arterias de las piernas. Durante la autopsia fue encontrada muy poca sangre; mientras que en el estómago, los galenos encontraron residuos alimenticios.

Habría otro dictamen

Finalmente, los médicos legistas informaron que sobre el instrumento que se utilizó para mutilar el cuerpo, la homicida ocupó probablemente el hacha. Aunque no descartaban la posibilidad de que se hubiera utilizado un instrumento dentado, debido a las huellas que se encontraron en algunos huesos. Sería preciso esperar las conclusiones finales de los médicos legistas, las cuales serían definitivas. Pero, de resultar cierto, se comprobaría que María Trinidad con toda seguridad habría contado con la ayuda de cómplices.

La policía, y sobre todo el Servicio Secreto, tenían la certeza de que dichos individuos si no participaron junto con María Trinidad en el desmembramiento, por lo menos sí lo habrían hecho en el traslado del cuerpo trozado.

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Encubría a un cómplice

“La noche del sábado 17 de julio de 1971, Pablo y yo nos pusimos a hacer los tamales para la venta del domingo. De pronto, mis hijos comenzaron a jugar en la cama sobre la ropa limpia. Él les pegó y me dio mucho coraje", dijo la detenida.

Explicó que constantemente les pegaba a los niños con un cinturón o con lo que tuviera a la mano. A las 20:30 horas del sábado, Pablo fue a comprar pan y cuando regresó le dijo que como le molestaba que corrigiera a sus hijos, se iban a separar.

María Trinidad continuó en la elaboración de los tamales y entre las 21:00 y 22:30 horas, sus hijos se fueron a acostar. Pablo veía la televisión en calzoncillos, camiseta y camisa. Ella recordó los golpes a los niños y le dio mucho coraje. Entonces, tomó el bate, le asestó el primer golpe y comenzó a quejarse. Lo golpeó otra vez y como notó como que se ahogaba, continuó.

Se le preguntó si lo golpeó con intenciones de matarlo. Contestó que desde un principio pensó en asesinarlo. Luego relató cómo lo descuartizó con el hacha y lo metió en un costal de ixtle que tenía cerca de unos botes de basura.

Indicó que al ver que la cabeza no cabía, pensó que era mejor ocultarla para que Pablo no fuera identificado. Pero no contaba con que la policía lo identificaría con las huellas dactilares, puesto que fue detenido en 1937 por lesiones; en 1943 por lesiones y estupro y, finalmente, fichado en 1968 cuando ingresó a trabajar en el Departamento del Distrito Federal.

Protección social intervino

El crimen fue cometido con la luz de la pantalla de televisión. Relató cómo oculto el cadáver bajo la cama, primero vestido y luego mutilado y encostalado. El domingo vendió solo cien tamales.

El trayecto que siguió María Trinidad para arrojar los restos de su esposo en la colonia Justo Sierra, la madrugada del lunes fue de Pirineos a la calle de Miravalle, hacia el sur, luego hacia oriente por Emiliano Zapata.

Regresó a su casa, desayunó y continuó sus labores. El lunes fue detenida cuando escuchaba la radionovela "Los Huérfanos" y hasta las 20:30 horas confesó ser la homicida. Los tres pequeños hijos que vivían con María Trinidad fueron enviados a una casa de protección social en Azcapotzalco, puesto que el resto de sus hermanos estaban casados y vivían separados de su madre.

María Trinidad mintió

María Trinidad Ramírez Poblano, la mujer que asesinó y descuartizó a su marido, ha mantenido en sus declaraciones que fue ella la única que cometió el crimen, por lo cual se creía que trataba de proteger a alguien que, probablemente, le ayudó a mutilar el cadáver, así lo afirmaron los doctores Rafael Moreno González y a Ramón Fernández Pérez, director de los Servicios Periciales y jefe del Laboratorio de Criminalística de la Procuraduría del Distrito.

La afirmación de los expertos estuvo fundamentada en el hecho de que Pablo Díaz Ramírez fue descuartizado cuando aún vivía y las mutilaciones fueron hechas casi simultáneamente. El hecho de que las heridas que presentaba el cadáver de Pablo Díaz fueron producidas premortem y con diversos instrumentos, en opinión de los peritos, representaba la participación de por lo menos otra persona.

Sin embargo, María Trinidad declaró en muchas ocasiones que ella sola realizó el trabajo y negó haber utilizado una sierra para cortar los huesos de su esposo. El peritaje rendido por los criminalistas del laboratorio de la Procuraduría coincidió con el revelado por los médicos legistas del Servicio Médico Forense, como lo publicó LA PRENSA en su edición del 20 de julio de 1971.

Los peritos dijeron que en los cortes observados en el cuerpo del expeluquero del Departamento del Distrito Federal, se apreció que fueron utilizados un cuchillo, un hacha y posiblemente una segueta.

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Cortes simultáneo

El doctor Fernández Pérez informó que si la mujer descuartizó sola a su marido, hubiera alcanzado a mutilarlo de una pierna cuando estaba vivo y el resto de esa macabra labor hubiera sido hecha ya cuando Pablo estaba muerto.

El galeno explicó que cuando se amputa una pierna, sólo bastan unos pocos minutos para que la víctima perezca desangrada y, en el presente caso, todas las mutilaciones fueron hechas cuando el peluquero vivía.

Se supo que el descuartizamiento fue efectuado cuando Pablo vivía, porque en los músculos de las piernas y en el cuello había infiltraciones sanguíneas, que no se presentan cuando la persona ha muerto.

LA PRENSA informó oportunamente sobre el resultado de la autopsia, la cual reveló que Pablo fue descuartizado cuando estaba en estado comatoso, debido a cuatro golpes contusos en la cabeza. La cronología que el doctor Fernández Pérez dio a conocer sobre la sucesión del caso también coincidió con la de los médicos legistas.

Afirmó el galeno que Pablo fue golpeado en la cabeza; luego le amputaron las piernas y finalmente la cabeza. María Trinidad declaró el 20 de julio de 1971 que ella sola descuartizó al peluquero y que en la maniobra utilizó cerca de dos horas, cosa que resultaba improbable, según los médicos.

La mujer miente

La base de la que partían los peritos para afirmar que era imposible que en dos horas hubiera sido descuartizada la víctima, estribaba precisamente en que sólo en minutos podía morir desangrada una persona cuando le cercenan la vena femoral de cualquiera de las piernas.

Por ello, se tenía la seguridad de que María Trinidad mentía y, por ello, provocó que existieran una serie de puntos oscuros en el caso que deberían ser resueltos por la policía, a pesar de que se contaba ya con su confesión y todos los instrumentos y la evidencia la señalaba a ella únicamente.

Por ejemplo, dijo que después de que mató a su esposo lo escondió bajo la cama. No obstante, veinte horas más tarde, afirmó que lo mutiló. De haber sido cierto lo anterior, el cadáver no hubiera contado con las infiltraciones sanguíneas a que se aludió.

Se tuvo también la seguridad de que una pierna fue cercenada a hachazos y la otra con un cuchillo y una segueta, pues en los bordes de una pierna existieron las huellas de un instrumento dentado y, en la otra, de un objeto corto contundente como el hacha. Debido a que los cortes fueron hechos simultáneamente, la policía debería investigar quién o quiénes, además de la mujer, participaron en el descuartizamiento del cuerpo de Pablo, el peluquero.

Formal prisión

El crimen fue descubierto la mañana del lunes 19 de julio de 1971, cuando una dama localizó el costal en donde estaban los restos de Pablo Díaz Ramírez, que había sido abandonado frente a su domicilio en la colonia Justo Sierra.

En menos de seis horas y tras una magnífica investigación, los agentes Gonzalo Balderas, Juan Ayala Ángeles y José Cabrera, bajo la dirección del mayor J. Jesús García Jiménez y el experimentado comandante Ángel Godinez Guillén lograron dar solución a este caso. María Trinidad fue detenida en su domicilio de Pirineos 15-b, colonia Portales. Al ser detenida, no estaba nerviosa. Cuando se le informó que su esposo había muerto, no hubo ninguna reacción en ella. Esa fue la clave para que los detectives sospecharan que era la autora del crimen.

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El esposo no trabajaba y era mujeriego

La inculpada de 45 años dijo con anterioridad que su amasio, con el que se unió hacía tras años, se decía peluquero, pero nunca trabajó como tal. Él mismo la obligó a vender tamales y mientras ella se ocupaba en esos menesteres, Pablo so pretexto de que le dolía la cabeza o estaba indispuesto, se quedaba en casa acostado.

Empero, apenas regresaba de la calle con el producto de su trabajo -120 pesos-, de inmediato Pablo se los quitaba y le devolvía 15 pesos para el sustento de las criaturas -que no le alcanzaba- y él se quedaba con el resto. Se iba a la calle a ver las luchas, según decía, contó la autoviuda. Agregó que aunque no se pudo comprobar, suponía que su marido cortejaba a otras mujeres y que su esposa anterior lo buscaba.

El día de los hechos -dijo la presunta responsable-, se encontraba en su domicilio de Pirineos 15-b, en Portales. Y porque Reina, Guillermo y Mario brincoteaban en la cama, Pablo se encolerizó y, lleno de furia, los maltrató soezmente y los golpeó tan fuerte que los niños se fueron a dormir sin cenar.

Al dirigirse a ella con palabras malsonantes le dijo: "Si no quieres que les pegue a tus hijos, vete con ellos". Declaró, asimismo, que Pablo le comentó que en tres ocasiones estuvo detenido por tráfico de marihuana, pero luego se le puso en libertad.

Lesiones y estupro

En los archivos policiacos de la otrora Jefatura de Policía, se localizaron varios expedientes de Pablo. El primero data del 25 de julio de 1937. Se le detuvo por sospechoso; no se especifica el delito y se cambió el nombre al de Pablo Díaz Gallegos.

En 1938, otro antecedente por el delito de lesiones y estupro. De nuevo cambió su nombre al de Pablo Díaz Rincón. El 5 de noviembre del mismo año, intentó ingresar como policía, pero fue rechazado. Y, por último, en la Procuraduría de Justicia del Distrito había otro antecedente penal por el delito de lesiones y estupro, con el expediente 5952 del año 1938.

Formal prisión a la descuartizadora

Con lágrimas en los ojos, fatigados por el insomnio, la expendedora de tamales María Trinidad Ramírez Poblano escuchó el 30 de julio de 1971, a las 14:00 horas, el auto de formal prisión que le dictó el juez Eduardo Neri Acevedo.

La secretaria del juzgado, abogada Amanda Alfaro Alamilla, y su auxiliar, Guadalupe Romero Rocha, se encargaron de notificar a la inculpada la resolución judicial. El juez abrió juicio ordinario contra Trinidad, por los delitos de homicidio, violación a la Ley General sobre Inhumación y profanación de cadáver.

De acuerdo con las nuevas reformas a los códigos Penal y de Procedimientos, en un término de tres meses debería ser dictada la sentencia que podría ser de 20 a 40 años. La tamalera fue acusada por la muerte de su marido, el peluquero Pablo Díaz Ramírez, a quien victimó de tres batazos -según declaró- luego de tremenda golpiza que propinó a sus menores hijos.

Posteriormente, por temor a que fuese hallado el cadáver, para deshacerse de él, le cortó la cabeza y le cercenó los miembros inferiores. Hechos ocurridos el 17 de julio frente al número 508 de Sur 71-a.

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En defensa de mis hijos, dijo

Apenas notificada de la formal prisión, María Trinidad dijo a los periodistas que estaba arrepentida, que no era su intención destazar el cuerpo del hoy occiso y que todo lo hizo por defender a sus hijos ya que Pablo los odiaba porque no eran suyos.

Litigantes conocedores de este caso, comentaron que la acusada podría alegar trastorno mental transitorio porque en realidad su impresión fue tan grande cuando vio que el finado golpeaba a los vástagos, que se ofuscó a tal grado que sólo pensó en vengarse, matándolo.

Empero, otros abogados consideraron que sería muy difícil probar que la presunta responsable hubiera cometido el delito en estas condiciones. "Si esto fuera comprobado, sería absuelta".

Las oficiales judiciales Cristina e Irene Villarreal Espinosa, así como Alicia Ravelo, informaron que el defensor de oficio, Ángel Lima Morales, se abocaría a la defensa de María Trinidad.

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Durante dos días, María Trinidad se mantuvo en vilo, pensando qué hacer. Las manos no le temblaban y sentía que había hecho lo correcto por el bien de sus hijos. Sin embargo, recordaba por instantes fugaces el atroz crimen. Y, pese a que había intentado deshacerse del cuerpo del delito, aún le faltaba la cabeza. Pensó que podría mantenerla o esperar un momento propicio de botarla por otro lado en la gran ciudad. Y aunque ya sin vida su esposo, la cabeza parecía emitir un sonido, como un quejido, un lamento o un susurro.

El lunes 19 de julio de 1971, todo concluyó para María Trinidad y dejó de pensar. Estaba cansada. Cansada de los días previos, de la extenuante labor de asesinar a un hombre y desmembrarlo. Y, no obstante, continuar con la rutina que repetía día con día desde hacía por lo menos tres años. Diariamente preparaba, según contaron algunos registros, alrededor de 200 tamales y luego salía muy temprano para venderlos y sacar algo de dinero para mantener a los tres más pequeños de sus cinco hijos.

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Descuartizó a su marido y lo encostaló

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Lo golpeó cuando dormía

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-¿Qué instrumento utilizó para mutilarlo? -preguntó el reportero de LA PRENSA.

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También expresó María Trinidad que cercenó la cabeza de su esposo a hachazos. Los investigadores tuvieron la seguridad de que María Trinidad trató de exculpar a su hijo y a su yerno, ya que los restos presentaron huellas de haber sido cortados con una segueta.

El hijo de la inculpada, durante mucho tiempo trabajó en una carnicería; no obstante, al momento del crimen, se dedicaba por completo al trabajo de la carpintería. Una vez que María Trinidad -según la hipótesis de la policía-, auxiliada por unos guantes, cortó las piernas, metió el cadáver en un costal de ixtle.

Sin embargo, se dio cuenta que no cabía completo y, por ello, procedió a cercenarle la cabeza. Una vez que terminó de separar la testa e intentar meter los restos en el costal, notó que de todas maneras no cabía todo. Fue por tal motivo que María Trinidad y sus posibles cómplices decidieron guardarla en un bote de tamales con capacidad de 20 litros.

El tronco con las extremidades quedaron en el costal, que fue cosido con un lazo. Después de eso, tomó el bote con la cabeza y lo metió debajo de la cama, donde esperaría mientras pensaba qué hacer con el resto del cadáver. El costal permaneció en el lecho de la mujer toda la noche del sábado y hasta el domingo en la madrugada fue cuando decidió esparcir los restos en la colonia Justo Sierra, al sur de la ciudad.

Se sostuvo por varios días que fueron varios los homicidas, aunque María Trinidad siempre dijo que solamente fue ella. Sin embargo, en tanto se desahogaban las diligencias en la investigación, se afirmó que los criminales mantuvieron la cabeza en el rincón de un cuarto, que le servía de trabajo, para que los niños no lo vieran. Toda huella de sangre del piso fue limpiada con esmero por la mujer y las cosas del occiso fueron escondidas detrás del lecho matrimonial.

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Sádica tortura

La madrugada del domingo para el lunes 19 de julio de 1971, los presuntos responsables sacaron el costal de debajo de la cama y salieron cobijados aún por la negrura del cielo hasta la calle. Iban arrastrando el pesado costal que se resistía a liberarlos de su presencia. Se dice que pactaron con un chofer para que los llevara a su destino, donde se desharían del occiso. Tomaron la avenida Plutarco Elías Calles y después viraron hacia el oriente por Emiliano Zapata y luego de un lapso llegaron a San Andrés Tetepilco.

En el Depósito del Servicio de Transportes Eléctricos del Distrito Federal, los tres individuos buscaron un lugar en el que arrojar el cadáver mutilado y descuartizado. El costal con la inscripción del producto que antes contenía maíz y frijol quedó tirado enfrente de la casa marcada con el número 508 de Sur 71-a, colonia Justo Sierra.

Después de realizar esa tarea, los tres responsables regresaron a su domicilio de Portales y durmieron un rato, para reanudar sus labores como si nada hubiera pasado. Más tarde, María Trinidad fue detenida por los agentes del Servicio Secreto mientras se encontraba con sus hijos escuchando una radionovela.

Estaba sumamente tranquila cuando los agentes le pidieron que los acompañara a la jefatura de Policía y Tránsito. Y también preguntó por qué la buscaban. “No sabía quiénes éramos ni qué hacíamos”, dijo el detective Gonzalo Balderas. Al ser interrogada por los reporteros, María Trinidad expresó que esa noche, Pablo Díaz le pegó a dos de sus hijos, a Mario y Guillermo.

-¿Por qué los golpeó? -inquirieron los reporteros.

-Porque saltaban sobre la ropa limpia. Les quedaron los golpes pintados -aseguró.

-¿Por qué pensó usted en matarlo?

-Fue de momento. Le guardaba mucho coraje -contestó.

-¿Quién le aconsejó encostalarlo?

-Yo lo pensé. Quería desaparecerlo.

-¿Dónde escondió los objetos con los que lo mató y mutiló?

-El bate lo escondí bajo la cama de mi hijo. Los demás, nada más los lavé.

-¿No siente lo que sucedió?

-Sí, estoy arrepentida.

-¿Sus hijos supieron del crimen?

-Ninguno de ellos, ni siquiera mi hija María Elena.

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También se le preguntó si pudo seguir sus tareas diarias y respondió que sí; que inclusive el domingo volvió a vender tamales cuando aún no arrojaban los restos en la vía pública. Los vecinos indicaron a la policía que en la noche del asesinato no escucharon ningún ruido extraño, pese a que en un cuarto contiguo viven varios trabajadores.

A las 11 horas del 19 de julio de 1971, el costal en que estaban los restos del peluquero fue localizado por Esperanza Hernández Mejía, dueña de la casa 508 de Sur 71-a. Esperanza, en un principio, creyó que dentro del costal había un cargamento de pollos muertos, puesto que existe una granja cercana a su hogar. Por ello, ordenó a su sirvienta Paola Martínez Fuentes que lanzara el bulto a un sitio lejano, pero cuando la doméstica se acercó, se percató que era un cadáver.

Elena Montes de Oca de García, nuera de Esperanza, solicitó la intervención de la policía.

Llegaron los uniformados Juan Oliva Hernández y Miguel Romero Galvis. El primero de los guardianes descosió el saco y apareció un pie con calcetín color azul de hilo. Minutos después llegaron al lugar del hallazgo el general Raúl Mendiolea Zerecero, subdirector de la policía, el mayor J. Jesús García Jiménez, el comandante Ángel Godinez Guillén y varios agentes, entre ellos, Gonzalo Balderas Castelar, Juan Ayala Ángeles y J. José Cabrera Morales, quienes realizaron una brillante investigación en seis horas. También acudió el agente del Ministerio Público de la delegación de Iztapalapa, Carlos Durán Zamorano, con su secretario Ivez G. Lelevier.

La investigación

Con los funcionarios señalados, llegaron peritos criminalistas, quienes procedieron a tomar impresiones de las huellas dactilares del cadáver.

Tras identificar al occiso, porque tenía antecedentes penales en la Dirección General de Policía y Tránsito, los detectives iniciaron sus pesquisas con bases firmes. Los agentes supieron que Pablo Díaz Ramírez también se hacía llamar Pablo Díaz Rincón, Pablo Díaz Gallegos y Rafael Díaz Ramírez.

Además, en la ficha signalética de Pablo aparecía como su domicilio la calle de República número 1, colonia Portales. Al llegar a ese lugar, los investigadores supieron que Pablo y su esposa tenían seis meses de no vivir allí. Pablo tenía tres años de haber contraído nupcias con María Trinidad. Era su segunda esposa y con ella no procreó hijos. Se mudaron a vivir en la calle de Pirineos.

Hasta ese segundo hogar fueron conducidos los agentes por sus pesquisas. Allí encontraron a la mujer y luego de interrogarla, terminó por confesar el crimen. Debido a que para la policía resultaba imposible que ella sola hubiera perpetrado el asesinato, continuó la investigación y localizó a Mario Reséndiz Pacheco en la colonia Santa Isabel, Iztapalapa, y al excarnicero Pedro Martínez Ramírez.

Estaba amenazado de muerte

La brillante y rápida investigación del Servicio Secreto arrojó también como resultado que el yerno de María Trinidad, Mario Reséndiz, había amenazado de muerte al peluquero. Mario Reséndiz en una ocasión expresó que él había asesinado a un hombre en el municipio de Chalco, Estado de México, y que lo había decapitado. "Esa misma suerte vas a correr tú", dijo a Pablo Díaz Ramírez.

El difunto, según declararon sus vecinos, era una persona tranquila y apacible que nunca tuvo problemas con nadie y no gustaba de tomar licor. La propietaria de la vecindad donde ocurrió el crimen manifestó que Pablo tenía problemas de vez en cuando con su esposa, debido a que los hijos de ésta eran muy traviesos y por ello los golpeaba.

Acerca de María Trinidad -que era originaria de Tequixquiac, Estado de México-, los vecinos indicaron que tampoco gustaba de platicar con ellos. La vivienda en la que fue perpetrado el asesinato constaba de tres cuartos, uno de ellos -el primero- estaba habilitado como recámara, allí había dos camas de tipo individual; el segundo servía de cocina y comedor y, el tercero, más pequeño, era bodega.

En ella dormían los menores Reina de 10 años, Guillermo de 6, Mario de 11, Isabel de 15 y Pedro Martínez Ramírez. Del caso conocieron también las autoridades de la duodécima delegación, que realizaron una inspección ocular en la vivienda.

María Trinidad fue conducida nuevamente a la Dirección General de Policía luego de señalar el sitio en que escondió la cabeza de su esposo. Los otros dos detenidos también estuvieron en poder del Servicio Secreto, donde dieron a conocer sus declaraciones y, posteriormente, serían remitidos a la Procuraduría del Distrito para que se les consignara al juez penal.

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Descuartizado en vida

María Trinidad Ramírez Poblano descuartizó a hachazos a su marido cuando este estaba aún con vida, informó el médico legista, Enrique Márquez Barajas.

La secuela de los hechos ocurridos la noche del sábado 17 de julio de 1971 en la vivienda de Pirineos 15-B, colonia Portales, de acuerdo con las revelaciones de la autopsia es la siguiente:

La presunta autoviuda descargó cuatro golpes con instrumento contundente sobre la cabeza de su marido Pablo Díaz Ramírez de 53 años.

Cuando el hombre que fue peluquero del Departamento del Distrito Federal estaba inconsciente, en estado de coma, la mujer le amputó las piernas con el hacha. Luego, con el mismo instrumento procedió a desprender le la cabeza. La tercera y cuarta vértebras cervicales estaban machacadas, dijo el médico Márquez Barajas.

Sin embargo, el médico apuntó que no sé descartaba la posibilidad de que los huesos hubieran sido cortados con segueta, como lo presumía el Servicio Secreto. El galeno expresó también que el desprendimiento de las extremidades inferiores y de la cabeza fue realizado por la recién autoviuda cuando su marido estaba vivo. “Solo así se explica -continuó- la poca sangre en los restos mortales y en el lugar en que estos fueron encontrados".

Resultado de la autopsia

La autopsia fue hecha por los médicos Enrique Márquez Barajas y Óscar Lozano González en el Servicio Médico Forense del Distrito Federal. Los médicos, al rendir su dictamen, expresaron que Pablo Díaz Ramírez murió a consecuencia de un conjunto de lesiones. Al solicitar que se explicara lo anterior, manifestaron.

Pablo presentaba cuatro heridas contusas en la cabeza, tres de ellas en la región superior y la cuarta en la región geniana derecha, es decir, del lado derecho de la nariz.

Los golpes que recibió el peluquero le ocasionaron fractura radiada de la bóveda y base craneana así como desgarre de cerebro y cerebelo. Estás lesiones privaron del conocimiento a Pablo y ello fue aprovechado por María Trinidad, quien posiblemente creyó que su esposo estaba muerto para descuartizarlo.

Los médicos opinan que las extremidades inferiores fueron las primeras en ser amputadas, puesto que de otro modo no se hubiera desangrado; si cortaba primero la cabeza, el corazón dejaba de latir y se hubiera detenido la sangre.

Pablo Díaz Ramírez, quien tenía antecedentes penales, se desangró por las venas de las arterias de las piernas. Durante la autopsia fue encontrada muy poca sangre; mientras que en el estómago, los galenos encontraron residuos alimenticios.

Habría otro dictamen

Finalmente, los médicos legistas informaron que sobre el instrumento que se utilizó para mutilar el cuerpo, la homicida ocupó probablemente el hacha. Aunque no descartaban la posibilidad de que se hubiera utilizado un instrumento dentado, debido a las huellas que se encontraron en algunos huesos. Sería preciso esperar las conclusiones finales de los médicos legistas, las cuales serían definitivas. Pero, de resultar cierto, se comprobaría que María Trinidad con toda seguridad habría contado con la ayuda de cómplices.

La policía, y sobre todo el Servicio Secreto, tenían la certeza de que dichos individuos si no participaron junto con María Trinidad en el desmembramiento, por lo menos sí lo habrían hecho en el traslado del cuerpo trozado.

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Encubría a un cómplice

“La noche del sábado 17 de julio de 1971, Pablo y yo nos pusimos a hacer los tamales para la venta del domingo. De pronto, mis hijos comenzaron a jugar en la cama sobre la ropa limpia. Él les pegó y me dio mucho coraje", dijo la detenida.

Explicó que constantemente les pegaba a los niños con un cinturón o con lo que tuviera a la mano. A las 20:30 horas del sábado, Pablo fue a comprar pan y cuando regresó le dijo que como le molestaba que corrigiera a sus hijos, se iban a separar.

María Trinidad continuó en la elaboración de los tamales y entre las 21:00 y 22:30 horas, sus hijos se fueron a acostar. Pablo veía la televisión en calzoncillos, camiseta y camisa. Ella recordó los golpes a los niños y le dio mucho coraje. Entonces, tomó el bate, le asestó el primer golpe y comenzó a quejarse. Lo golpeó otra vez y como notó como que se ahogaba, continuó.

Se le preguntó si lo golpeó con intenciones de matarlo. Contestó que desde un principio pensó en asesinarlo. Luego relató cómo lo descuartizó con el hacha y lo metió en un costal de ixtle que tenía cerca de unos botes de basura.

Indicó que al ver que la cabeza no cabía, pensó que era mejor ocultarla para que Pablo no fuera identificado. Pero no contaba con que la policía lo identificaría con las huellas dactilares, puesto que fue detenido en 1937 por lesiones; en 1943 por lesiones y estupro y, finalmente, fichado en 1968 cuando ingresó a trabajar en el Departamento del Distrito Federal.

Protección social intervino

El crimen fue cometido con la luz de la pantalla de televisión. Relató cómo oculto el cadáver bajo la cama, primero vestido y luego mutilado y encostalado. El domingo vendió solo cien tamales.

El trayecto que siguió María Trinidad para arrojar los restos de su esposo en la colonia Justo Sierra, la madrugada del lunes fue de Pirineos a la calle de Miravalle, hacia el sur, luego hacia oriente por Emiliano Zapata.

Regresó a su casa, desayunó y continuó sus labores. El lunes fue detenida cuando escuchaba la radionovela "Los Huérfanos" y hasta las 20:30 horas confesó ser la homicida. Los tres pequeños hijos que vivían con María Trinidad fueron enviados a una casa de protección social en Azcapotzalco, puesto que el resto de sus hermanos estaban casados y vivían separados de su madre.

María Trinidad mintió

María Trinidad Ramírez Poblano, la mujer que asesinó y descuartizó a su marido, ha mantenido en sus declaraciones que fue ella la única que cometió el crimen, por lo cual se creía que trataba de proteger a alguien que, probablemente, le ayudó a mutilar el cadáver, así lo afirmaron los doctores Rafael Moreno González y a Ramón Fernández Pérez, director de los Servicios Periciales y jefe del Laboratorio de Criminalística de la Procuraduría del Distrito.

La afirmación de los expertos estuvo fundamentada en el hecho de que Pablo Díaz Ramírez fue descuartizado cuando aún vivía y las mutilaciones fueron hechas casi simultáneamente. El hecho de que las heridas que presentaba el cadáver de Pablo Díaz fueron producidas premortem y con diversos instrumentos, en opinión de los peritos, representaba la participación de por lo menos otra persona.

Sin embargo, María Trinidad declaró en muchas ocasiones que ella sola realizó el trabajo y negó haber utilizado una sierra para cortar los huesos de su esposo. El peritaje rendido por los criminalistas del laboratorio de la Procuraduría coincidió con el revelado por los médicos legistas del Servicio Médico Forense, como lo publicó LA PRENSA en su edición del 20 de julio de 1971.

Los peritos dijeron que en los cortes observados en el cuerpo del expeluquero del Departamento del Distrito Federal, se apreció que fueron utilizados un cuchillo, un hacha y posiblemente una segueta.

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Cortes simultáneo

El doctor Fernández Pérez informó que si la mujer descuartizó sola a su marido, hubiera alcanzado a mutilarlo de una pierna cuando estaba vivo y el resto de esa macabra labor hubiera sido hecha ya cuando Pablo estaba muerto.

El galeno explicó que cuando se amputa una pierna, sólo bastan unos pocos minutos para que la víctima perezca desangrada y, en el presente caso, todas las mutilaciones fueron hechas cuando el peluquero vivía.

Se supo que el descuartizamiento fue efectuado cuando Pablo vivía, porque en los músculos de las piernas y en el cuello había infiltraciones sanguíneas, que no se presentan cuando la persona ha muerto.

LA PRENSA informó oportunamente sobre el resultado de la autopsia, la cual reveló que Pablo fue descuartizado cuando estaba en estado comatoso, debido a cuatro golpes contusos en la cabeza. La cronología que el doctor Fernández Pérez dio a conocer sobre la sucesión del caso también coincidió con la de los médicos legistas.

Afirmó el galeno que Pablo fue golpeado en la cabeza; luego le amputaron las piernas y finalmente la cabeza. María Trinidad declaró el 20 de julio de 1971 que ella sola descuartizó al peluquero y que en la maniobra utilizó cerca de dos horas, cosa que resultaba improbable, según los médicos.

La mujer miente

La base de la que partían los peritos para afirmar que era imposible que en dos horas hubiera sido descuartizada la víctima, estribaba precisamente en que sólo en minutos podía morir desangrada una persona cuando le cercenan la vena femoral de cualquiera de las piernas.

Por ello, se tenía la seguridad de que María Trinidad mentía y, por ello, provocó que existieran una serie de puntos oscuros en el caso que deberían ser resueltos por la policía, a pesar de que se contaba ya con su confesión y todos los instrumentos y la evidencia la señalaba a ella únicamente.

Por ejemplo, dijo que después de que mató a su esposo lo escondió bajo la cama. No obstante, veinte horas más tarde, afirmó que lo mutiló. De haber sido cierto lo anterior, el cadáver no hubiera contado con las infiltraciones sanguíneas a que se aludió.

Se tuvo también la seguridad de que una pierna fue cercenada a hachazos y la otra con un cuchillo y una segueta, pues en los bordes de una pierna existieron las huellas de un instrumento dentado y, en la otra, de un objeto corto contundente como el hacha. Debido a que los cortes fueron hechos simultáneamente, la policía debería investigar quién o quiénes, además de la mujer, participaron en el descuartizamiento del cuerpo de Pablo, el peluquero.

Formal prisión

El crimen fue descubierto la mañana del lunes 19 de julio de 1971, cuando una dama localizó el costal en donde estaban los restos de Pablo Díaz Ramírez, que había sido abandonado frente a su domicilio en la colonia Justo Sierra.

En menos de seis horas y tras una magnífica investigación, los agentes Gonzalo Balderas, Juan Ayala Ángeles y José Cabrera, bajo la dirección del mayor J. Jesús García Jiménez y el experimentado comandante Ángel Godinez Guillén lograron dar solución a este caso. María Trinidad fue detenida en su domicilio de Pirineos 15-b, colonia Portales. Al ser detenida, no estaba nerviosa. Cuando se le informó que su esposo había muerto, no hubo ninguna reacción en ella. Esa fue la clave para que los detectives sospecharan que era la autora del crimen.

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El esposo no trabajaba y era mujeriego

La inculpada de 45 años dijo con anterioridad que su amasio, con el que se unió hacía tras años, se decía peluquero, pero nunca trabajó como tal. Él mismo la obligó a vender tamales y mientras ella se ocupaba en esos menesteres, Pablo so pretexto de que le dolía la cabeza o estaba indispuesto, se quedaba en casa acostado.

Empero, apenas regresaba de la calle con el producto de su trabajo -120 pesos-, de inmediato Pablo se los quitaba y le devolvía 15 pesos para el sustento de las criaturas -que no le alcanzaba- y él se quedaba con el resto. Se iba a la calle a ver las luchas, según decía, contó la autoviuda. Agregó que aunque no se pudo comprobar, suponía que su marido cortejaba a otras mujeres y que su esposa anterior lo buscaba.

El día de los hechos -dijo la presunta responsable-, se encontraba en su domicilio de Pirineos 15-b, en Portales. Y porque Reina, Guillermo y Mario brincoteaban en la cama, Pablo se encolerizó y, lleno de furia, los maltrató soezmente y los golpeó tan fuerte que los niños se fueron a dormir sin cenar.

Al dirigirse a ella con palabras malsonantes le dijo: "Si no quieres que les pegue a tus hijos, vete con ellos". Declaró, asimismo, que Pablo le comentó que en tres ocasiones estuvo detenido por tráfico de marihuana, pero luego se le puso en libertad.

Lesiones y estupro

En los archivos policiacos de la otrora Jefatura de Policía, se localizaron varios expedientes de Pablo. El primero data del 25 de julio de 1937. Se le detuvo por sospechoso; no se especifica el delito y se cambió el nombre al de Pablo Díaz Gallegos.

En 1938, otro antecedente por el delito de lesiones y estupro. De nuevo cambió su nombre al de Pablo Díaz Rincón. El 5 de noviembre del mismo año, intentó ingresar como policía, pero fue rechazado. Y, por último, en la Procuraduría de Justicia del Distrito había otro antecedente penal por el delito de lesiones y estupro, con el expediente 5952 del año 1938.

Formal prisión a la descuartizadora

Con lágrimas en los ojos, fatigados por el insomnio, la expendedora de tamales María Trinidad Ramírez Poblano escuchó el 30 de julio de 1971, a las 14:00 horas, el auto de formal prisión que le dictó el juez Eduardo Neri Acevedo.

La secretaria del juzgado, abogada Amanda Alfaro Alamilla, y su auxiliar, Guadalupe Romero Rocha, se encargaron de notificar a la inculpada la resolución judicial. El juez abrió juicio ordinario contra Trinidad, por los delitos de homicidio, violación a la Ley General sobre Inhumación y profanación de cadáver.

De acuerdo con las nuevas reformas a los códigos Penal y de Procedimientos, en un término de tres meses debería ser dictada la sentencia que podría ser de 20 a 40 años. La tamalera fue acusada por la muerte de su marido, el peluquero Pablo Díaz Ramírez, a quien victimó de tres batazos -según declaró- luego de tremenda golpiza que propinó a sus menores hijos.

Posteriormente, por temor a que fuese hallado el cadáver, para deshacerse de él, le cortó la cabeza y le cercenó los miembros inferiores. Hechos ocurridos el 17 de julio frente al número 508 de Sur 71-a.

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En defensa de mis hijos, dijo

Apenas notificada de la formal prisión, María Trinidad dijo a los periodistas que estaba arrepentida, que no era su intención destazar el cuerpo del hoy occiso y que todo lo hizo por defender a sus hijos ya que Pablo los odiaba porque no eran suyos.

Litigantes conocedores de este caso, comentaron que la acusada podría alegar trastorno mental transitorio porque en realidad su impresión fue tan grande cuando vio que el finado golpeaba a los vástagos, que se ofuscó a tal grado que sólo pensó en vengarse, matándolo.

Empero, otros abogados consideraron que sería muy difícil probar que la presunta responsable hubiera cometido el delito en estas condiciones. "Si esto fuera comprobado, sería absuelta".

Las oficiales judiciales Cristina e Irene Villarreal Espinosa, así como Alicia Ravelo, informaron que el defensor de oficio, Ángel Lima Morales, se abocaría a la defensa de María Trinidad.

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