/ viernes 19 de mayo de 2023

La reina de los contrabandistas: Aída pagó el crimen cuando la policía descubrió su red hamponil

Aída Araceli Farrera fue una de las pioneras del desnudismo cinematográfico en México

Quizá fue una mañana ordinaria. Aída, ajena a los acontecimientos cotidianos, alejada del ajetreo de antes, cuando la llamaban a escena, se levantó como de costumbre, ligera y lista para encarar la rutina monótona alejada de las pantallas cinematográficas. Había inscrito su nombre en la filmografía de una manera peculiar.

De tal suerte que aquella mañana del martes 26 de febrero de 1963, cuando se le informó que la Policía Judicial Federal estaba allí en su domicilio para investigar un asunto relacionado con temas de contrabandistas, ella supo que podía actuar y parecer desconcertada, pero el desconcierto real fue tal contundente que sólo atinó a refunfuñar.

Se le notificó pronto sobre la situación y para ella quedó claro que no había lugar hacia dónde escapar. Esa mañana la policía dio un golpe inaudito al haber arrestado a la ex actriz Aída Araceli Farrera, al mismo tiempo que decomisaba un contrabando de whisky, casimires, té, seda y juguetes japoneses, todo ello valuado en casi tres cuartos de millón de pesos de aquel entonces.

De acuerdo con la mujer -que no pudo acreditar de una forma certera la procedencia de las mercancías halladas en su domicilio que, por cierto, era quizás la mayor parte del todo-, los objetos estaban registrados de manera legal y no había delito qué perseguir, no obstante la documentación no correspondía con lo hallado.

Por otra parte, uno de los indicios que creaban una duda razonable respecto a la comisión de un delito, era la relación entre Aída Araceli y Rogelio Castillo González, su esposo, quien a partir de ese cateo, fue buscado activamente por los mismos agentes de la Procuraduría General de la República, al saberse que posiblemente encabezaba una banda de contrabandistas que operó durante casi dos años en el Distrito Federal.

Aída quedó detenida en los separos de la Policía Judicial Federal, según informó el licenciado Manuel Rosales Miranda, director de Averiguaciones Previas de la Policía Judicial Federal.

El contrabando constaba de 300 cortes de casimir inglés y alpaca italiana, cuarenta cajas con té, cientos de juguetes fabricados en Japón, quince cajas de whisky escocés y varias piezas de seda.

Además de haber encontrado la mercancía distribuida en la casa de Araceli Farrera, la policía halló también parte de ésta en un garaje de la colonia Roma y en casa de uno de los integrantes de la banda.

El teniente coronel Héctor Hernández Tello, jefe de la Policía Judicial Federal, manifestó que cuatro personas más estaban detenidas en los separos de la Procuraduría de la República.

Dos peritos en materia aduanal consideraron que el contrabando tenía un valor aproximado de 700,000 pesos.

La banda de contrabandistas desintegrada el lunes 25 de febrero de 1963 por la Policía Judicial Federal operó en la metrópoli durante casi dos años.

Trascendió que Rogelio Castillo, esposo de Aída Araceli, además de figurar como el principal responsable de la defraudación fiscal, también tenía nexos con Fidel Corvera Ríos, el maestro de educación física, zacatecano, recluido entonces en el viejo Lecumberri por el asalto en 1958 a una camioneta del Departamento del Distrito Federal.

Fue debido a una denuncia presentada hacía tiempo ante la Policía Judicial Federal inició la investigación, aunque no se pudo corroborar el dato sobre quién había levantado tal denuncia ni precisamente cuándo.

El grupo de agentes comisionados para decomisar el contrabando y capturar a los responsables llegó el domingo 24 de febrero de 1963 a la casa número 201 de la calle 8, colonia Vértiz Narvarte, y se preparó para la captura de Castillo y su bella esposa. Llamó a la puerta un jefe de grupo. Aída Araceli abrió, ataviada todavía en una bata de casa.

En principio se negó a ceder el paso a los policías, pero accedió finalmente, pues no tenía alternativa. Fue en un segundo patio, oculto por varias tablas, donde se encontraron los juguetes y el whisky.

Cuando los agentes le notificaron a la ex actriz que estaba bajo arresto, Aída, una de las pioneras del desnudismo cinematográfico en México, protestó violentamente.

-¡Esto es un atraco, un verdadero asalto! ¡Se aprovechan de mí porque soy mujer, pero ya verán cuando la Asociación de Actores sepa de esto! -dijo iracunda la bella mujer...

Entonces, fue conducida a la Procuraduría General de la República, pese a sus protestas.

Como guion de película

Dijeron los agentes policiacos que no encontraron a Rogelio Castillo, pues según se corrió el rumor de que se había ocultado en una casa de la colonia Mixcoac, pero no fue el caso, ya que no había rastro de él cuando se llevaron a cabo las diligencias para dar con su paradero en dicho sitio.

Durante las primeras declaraciones de la autoridad, no se dieron a conocer los nombres de los cuatro detenidos en relación con el contrabando, pero al parecer dos de ellos eran integrantes de la familia de Aída Araceli Farrera.

El lunes 25 de febrero, una excuñada de la exactriz acudió a los separos de la Policía Judicial Federal para llevarle alimento y frazadas. Dijo que “no sabía” la razón por la cual Aída estaba presa.

Se anunció que posiblemente el miércoles 27 los detenidos serían consignados ante el juez primero de distrito en materia penal.

La primera película en la que Aída Araceli llevó el rol estelar tuvo un nombre que ahora es simbólico: "Juventud Desenfrenada". En el tiempo del incidente, Aída aún no cumplía aún los 23 años y sería procesada por defraudación fiscal.

La rubia actriz filmó ocho películas, fue reina de los extras de cine y tuvo el honor -¿honor?- de iniciar en México el "desnudismo" cinematográfico.

Se había casado hacía unos tres años con Gustavo Díaz de León, recluido al poco tiempo en la Cárcel Preventiva. Tras un breve matrimonio, se divorciaron y Aída Farrera -algunas fuentes indican que nació en Jalapa, Veracruz; otras que en Oaxaca- volvió a contraer matrimonio.

En la segunda ocasión, el afortunado fue Rogelio Castilla, sujeto a quien se vincula con Fidel Corvera Ríos en actividades delictivas.

Y dos años antes del crimen, es decir, alrededor de 1961, Aída se retiró del cine. Como dato curioso, su casa de la colonia Vértiz Narvarte, en donde fue capturada, estaba muy cerca de la casa de un alto funcionario gubernamental: el procurador General de la República, Óscar Treviño Ríos.

Consignados

Al día siguiente de darse la noticia de su detención, se informó que pálida, despeinada y con escaso maquillaje, pero sin olvidar que una bella sonrisa convence hasta a la policía, Aída Araceli compareció ante los periodistas y habló de contrabandos, desnudismo, cine y moral.

En su celda, Aída contestó hábilmente todas las preguntas, pero para ello tuvo que recurrir a sus dotes artísticas. Fundamentalmente, la exdesnudista dijo que los 300 cortes de casimir inglés que la policía encontró en su casa, los había adquirido en un remate de la Secretaría de Hacienda.

-Esos cortes los tenía desde el año pasado. Son parte de un lote que tenía en aduanas, legalmente -dijo la bella mujer-. La compra debió ser en junio o julio de 1962...

-¿Cuánto pagó por ellos?

-Un millón de pesos.

-¡Un millón por 300 cortes! -gritó un policía.

-No, un millón por tres mil cortes -contestó la rubia, dulcemente.

Y la lluvia de preguntas por parte de los reporteros continuaba:

-¿De dónde sacó usted un millón de pesos?

-Bueno, es que los pagué en abonitos fáciles. Me dieron un plazo de tres meses.

Aída Araceli Farrera explicó que los 3,000 cortes los había vendido a varias casas comerciales y que cuando la policía allanó su domicilio sólo quedaban 300. Además, aseguró tener documentación de Hacienda.

Durante toda la entrevista, Aída mantuvo una asombrosa serenidad. Contestó fácilmente y sonrió, siempre sonrió. Pero la versión que la Procuraduría de la República dio del caso no fue nada tranquilizadora para Aída Araceli Farrera Carrasco. Además de la exactriz, la Policía Judicial Federal detuvo a Abuchalan Farah, Luis Alfonso Valdez Flores, alias “El Cojo”, Edgar Farrera Carrasco -un arquitecto, hermano de Aída- y Ponciano Aguilar Rivera.

Enrique García, Jesús Mata Arce, Antolín Ruiz Arce y otros dos sujetos también fueron capturados, pero la Procuraduría los dejó en libertad sin dar explicaciones.

La investigación se habría iniciado el 22 de febrero de 1963, cuando la Secretaría de Hacienda denunció ante la Procuraduría de la República que en el tráiler, placas 23214, se había introducido un cuantioso cargamento de mercancía extranjera al país, sin el pago de los impuestos debidos.

La Procuraduría comisionó a seis agentes del Ministerio Público federal y a numeroso grupo de agentes federales, al mando de Rosendo Morales Juárez.

Hacienda había consignado una sola pista: el nombre de Juan Gómez. Se dijo que él manejaba el tráiler, pero luego se logró constatar que el nombre era falso. Los agentes, sin embargo, lograron la captura de Luis Alfonso Valdez Flores, quien en su domicilio de Castilla 157, departamento 5, colonia Álamos, recibió parte del cargamento de contrabando y, posteriormente, se lo entregó el chofer del tráiler, Ponciano Aguilar Rivera.

La madeja se empezó a desenredar con la captura de estas dos personas.

El tráiler entregó 40 cajas de té en casa de Valdez Flores, 300 cortes de casimir inglés en el departamento de Aída Araceli; varias cajas de juguetes en una bodega ubicada en Candelaria 117 y una gran cantidad de whisky Chivas Regal en casa de Nahim Abuchalan.

El dueño de toda la mercancía, la verdadera mente maestra que orquestaba los golpes del contrabando se llamaba Rogelio Castillo, el mismo quien era identificado como esposa de Aída Araceli, sin embargo, con el avance de las averiguaciones se determinó que no había relación matrimonial entre ellos, sino que en realidad sólo eran amantes.

La singularidad de esta historia fue que Castillo dejó que otros, en este caso la ex actriz, recibieran la culpa y el castigo por sus fechorías, siendo que él, hasta el miércoles 27 de febrero de 1963, estaba considerado prófugo de la justicia.

Aguilar Rivera dijo que cuando manejaba su tráiler en la carretera México-Laredo, una camioneta lo interceptó

-El dueño se bajó y me ofreció dinero por traer al Distrito Federal algunas mercancías. Yo acepté -manifestó.

Naim mintió al decir que había comprado las cajas de whisky en 1,500 pesos cada una, pero sin saber que eran de contrabando. Confesó que desde hacía 25 años conocía a Castillo, pero negó dedicarse al contrabando.

Luis Alfonso Valdez Flores, empleado del millonario Castillo, dijo que su única responsabilidad consistía en haber guardado en su casa las cajas de té, propiedad del contrabandista prófugo.

-Pero no soy contrabandista, soy un pobre hombre -expresó el detenido.

El arquitecto Héctor Farrera Carrasco dijo que su única relación con Castillo había sido la construcción de una oficina para éste, y que su hermana Aída vendía cortes al por mayor, entre otros, al establecimiento comercial Casimires y Telas, S. A., de avenida Madero.

-Al menos eso me dijo -manifestó el nervioso profesional.

Luego señaló que nunca había sabido que esas telas eran de contrabando, pues su hermana las había comprado en Hacienda. Castillo y un banco habían patrocinado a la exactriz en la compra de casimires por un millón de pesos.

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Aída dijo que los había comprado en Hacienda, pero la policía dijo que mentía. Lo que en realidad sucedía es que emplearon un truco tan viejo como el contrabando mismo: compraron efectivamente un lote de casimires en Hacienda, probablemente 50 o 100 cortes. Luego, con la documentación alterada, ampararon miles de cortes y creyeron engañar a la Procuraduría de la República.

Se descubre la farsa de contrabando y traición

Rogelio Castillo González era “un delincuente”, según informes de un agente federal, quien añadió que el criminal tenía antecedentes penales por fraude y falsificación. Pero con todo eso, incluso era dueño del restaurante Brown Derby, lujoso establecimiento ubicado en Paseo de la Reforma; era inversionista y contrabandista a gran escala. Hacía tiempo que sostenía relaciones amorosas con Aída Araceli Farrera Carrasco, quien al parecer tenía una hijita, aunque todo eran en realidad suposiciones...

Tanto la exactriz como el resto de los detenidos fueron fichados y enviados ante el juez federal Enrique Canudas Flores, del juzgado primero de distrito en materia penal. Como no queriendo, dijo la señora que “haría revelaciones sensacionales” al llegar a la cárcel de Lecumberri...

Alfonso Valdez Flores, apodado “El Cojo", reveló el enlace entre Aída y el bajo mundo, así como los escondrijos utilizados por el “racket”. Los datos aportados por los inculpados incluso pudieron haber sido utilizados como guion de un filme cinematográfico de aquella época que tendría por título: “La Reina de los Contrabandistas”, y cuyo personaje central sería Aída Araceli.

El proceso que se inició en el juzgado federal presentó a una Aída Araceli con distinta personalidad. Se le señaló como abnegada e hija ejemplar. No obstante, desde otro ángulo del proceso, se le exhibió como integrante y enlace de “racket” del contrabando, una mujer calculadora y experta en el “negocio”.

Desde muy temprano el día de la comparecencia, la sala del Juzgado Tercero de Distrito en Materia Penal se vio invadida por decenas de curiosos que trataban de presenciar las diligencias en torno a la acusación de contrabando contra Aída y cuatro personas más.

El secretario del juzgado procedió a leer las anteriores declaraciones de los coacusados. La primera fue la de Valdez Flores, quien manifestó que en tres ocasiones estuvo en la casa de Aída Araceli con el objeto de transportar mercancía, casimires concretamente. "Todo esto lo hacía por órdenes de Rogelio Castillo", expresó el detenido.

Agregó que los casimires eran trasladados a la casa comercial del propio sujeto, denominada Casimires y Telas, S. A., ubicada en la calle Madero número 60.

Valdez, apodado "El Cojo", hizo un amplio relato respecto a la conexión de Aída con conocidos hampones. Posteriormente, el inculpado relató que en la casa de la actriz había un escondrijo "como en las películas".

"El Cojo" explicó que en un subterráneo se guardaba la mercancía, pero dicho lugar estaba "disfrazado" para que no fuera localizado fácilmente. Tenía encima un linóleo y juegos infantiles.

-La primera vez que fui, no imaginé que allí se guardara la mercancía -agregó el declarante-. La segunda ocasión pedí a los sirvientes que quitaran todas las cosas de la puerta de entrada, pues como estoy inválido se me dificultaba penetrar a dicho sitio -añadió Valdez.

Su enlace con el hampa

De las diligencias practicadas ayer, los coacusados señalaron que Araceli tenía tratos comerciales con gente del bajo mundo. Rogelio Castillo González, quien al parecer era el jefe de la banda y quien se considera prófugo, llevaba estrecha amistad con Aída.

También se señaló el hecho de que el fiador de su casa, Olegario Álvarez, ha tenido varias dificultades con la justicia y ha sido enjuiciado por el delito de contrabando.

Ponciano Avelar, otro de los detenidos, comprometió seriamente a Aída Araceli, pues dio una serie de datos respecto a la forma de actuar del gang. Relató que el día 18 de febrero último se encontraba en Nuevo Laredo, preparándose para salir hacia esta capital, cuando se le acercó un sujeto cuyas señas coinciden con las del prófugo Rogelio Castillo.

Dijo Avelar que el mencionado individuo le ofreció 800 pesos para que trajera unas cajas. Ambos llegaron a un trato y al día siguiente se efectuó una nueva entrevista, siendo entonces cuando Avelar recibió el dinero convenido y 35 cajas de té, así como un bulto de casimires. Dicha mercancía debía entregarla en la casa número 157, interior 5, de la calle Castilla, en la colonia Álamos.

También le encomendaron que entregara unos paquetes de cigarros a un sujeto que trabajaba en un hotel. Fue este hecho el que inició la investigación que culminó con la aprehensión de la banda.

El defensor de Aída solicitó la libertad bajo fianza para Edgar Farrera Carrasco, hermano de la actriz, a principios de marzo de 1963, no obstante, el funcionario decidiría a ese respecto días después.

Formalmente presa

Finalmente, Aída fue declarada formalmente presa. Aunque el arquitecto y otros detenidos alcanzaron libertad bajo fianza. También quedó formalmente preso Alfonso Valdez.

Posteriormente, también la señora Farrera recuperó la libertad, aunque pasó varias semanas tras las rejas. Posiblemente fue pagada la suma que Rogelio Castillo defraudó a la Secretaría de Hacienda y los cargos fueron retirados. Aunque nunca se profundizó en el caso, donde quizás hubo corrupción por parte de algunos funcionarios que, al final –eso sí, fueron defraudados por Rogelio y las consecuencias fueron la desarticulación de la banda y todo nexo y negocio, es decir, sin huellas que seguir.

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Quizá fue una mañana ordinaria. Aída, ajena a los acontecimientos cotidianos, alejada del ajetreo de antes, cuando la llamaban a escena, se levantó como de costumbre, ligera y lista para encarar la rutina monótona alejada de las pantallas cinematográficas. Había inscrito su nombre en la filmografía de una manera peculiar.

De tal suerte que aquella mañana del martes 26 de febrero de 1963, cuando se le informó que la Policía Judicial Federal estaba allí en su domicilio para investigar un asunto relacionado con temas de contrabandistas, ella supo que podía actuar y parecer desconcertada, pero el desconcierto real fue tal contundente que sólo atinó a refunfuñar.

Se le notificó pronto sobre la situación y para ella quedó claro que no había lugar hacia dónde escapar. Esa mañana la policía dio un golpe inaudito al haber arrestado a la ex actriz Aída Araceli Farrera, al mismo tiempo que decomisaba un contrabando de whisky, casimires, té, seda y juguetes japoneses, todo ello valuado en casi tres cuartos de millón de pesos de aquel entonces.

De acuerdo con la mujer -que no pudo acreditar de una forma certera la procedencia de las mercancías halladas en su domicilio que, por cierto, era quizás la mayor parte del todo-, los objetos estaban registrados de manera legal y no había delito qué perseguir, no obstante la documentación no correspondía con lo hallado.

Por otra parte, uno de los indicios que creaban una duda razonable respecto a la comisión de un delito, era la relación entre Aída Araceli y Rogelio Castillo González, su esposo, quien a partir de ese cateo, fue buscado activamente por los mismos agentes de la Procuraduría General de la República, al saberse que posiblemente encabezaba una banda de contrabandistas que operó durante casi dos años en el Distrito Federal.

Aída quedó detenida en los separos de la Policía Judicial Federal, según informó el licenciado Manuel Rosales Miranda, director de Averiguaciones Previas de la Policía Judicial Federal.

El contrabando constaba de 300 cortes de casimir inglés y alpaca italiana, cuarenta cajas con té, cientos de juguetes fabricados en Japón, quince cajas de whisky escocés y varias piezas de seda.

Además de haber encontrado la mercancía distribuida en la casa de Araceli Farrera, la policía halló también parte de ésta en un garaje de la colonia Roma y en casa de uno de los integrantes de la banda.

El teniente coronel Héctor Hernández Tello, jefe de la Policía Judicial Federal, manifestó que cuatro personas más estaban detenidas en los separos de la Procuraduría de la República.

Dos peritos en materia aduanal consideraron que el contrabando tenía un valor aproximado de 700,000 pesos.

La banda de contrabandistas desintegrada el lunes 25 de febrero de 1963 por la Policía Judicial Federal operó en la metrópoli durante casi dos años.

Trascendió que Rogelio Castillo, esposo de Aída Araceli, además de figurar como el principal responsable de la defraudación fiscal, también tenía nexos con Fidel Corvera Ríos, el maestro de educación física, zacatecano, recluido entonces en el viejo Lecumberri por el asalto en 1958 a una camioneta del Departamento del Distrito Federal.

Fue debido a una denuncia presentada hacía tiempo ante la Policía Judicial Federal inició la investigación, aunque no se pudo corroborar el dato sobre quién había levantado tal denuncia ni precisamente cuándo.

El grupo de agentes comisionados para decomisar el contrabando y capturar a los responsables llegó el domingo 24 de febrero de 1963 a la casa número 201 de la calle 8, colonia Vértiz Narvarte, y se preparó para la captura de Castillo y su bella esposa. Llamó a la puerta un jefe de grupo. Aída Araceli abrió, ataviada todavía en una bata de casa.

En principio se negó a ceder el paso a los policías, pero accedió finalmente, pues no tenía alternativa. Fue en un segundo patio, oculto por varias tablas, donde se encontraron los juguetes y el whisky.

Cuando los agentes le notificaron a la ex actriz que estaba bajo arresto, Aída, una de las pioneras del desnudismo cinematográfico en México, protestó violentamente.

-¡Esto es un atraco, un verdadero asalto! ¡Se aprovechan de mí porque soy mujer, pero ya verán cuando la Asociación de Actores sepa de esto! -dijo iracunda la bella mujer...

Entonces, fue conducida a la Procuraduría General de la República, pese a sus protestas.

Como guion de película

Dijeron los agentes policiacos que no encontraron a Rogelio Castillo, pues según se corrió el rumor de que se había ocultado en una casa de la colonia Mixcoac, pero no fue el caso, ya que no había rastro de él cuando se llevaron a cabo las diligencias para dar con su paradero en dicho sitio.

Durante las primeras declaraciones de la autoridad, no se dieron a conocer los nombres de los cuatro detenidos en relación con el contrabando, pero al parecer dos de ellos eran integrantes de la familia de Aída Araceli Farrera.

El lunes 25 de febrero, una excuñada de la exactriz acudió a los separos de la Policía Judicial Federal para llevarle alimento y frazadas. Dijo que “no sabía” la razón por la cual Aída estaba presa.

Se anunció que posiblemente el miércoles 27 los detenidos serían consignados ante el juez primero de distrito en materia penal.

La primera película en la que Aída Araceli llevó el rol estelar tuvo un nombre que ahora es simbólico: "Juventud Desenfrenada". En el tiempo del incidente, Aída aún no cumplía aún los 23 años y sería procesada por defraudación fiscal.

La rubia actriz filmó ocho películas, fue reina de los extras de cine y tuvo el honor -¿honor?- de iniciar en México el "desnudismo" cinematográfico.

Se había casado hacía unos tres años con Gustavo Díaz de León, recluido al poco tiempo en la Cárcel Preventiva. Tras un breve matrimonio, se divorciaron y Aída Farrera -algunas fuentes indican que nació en Jalapa, Veracruz; otras que en Oaxaca- volvió a contraer matrimonio.

En la segunda ocasión, el afortunado fue Rogelio Castilla, sujeto a quien se vincula con Fidel Corvera Ríos en actividades delictivas.

Y dos años antes del crimen, es decir, alrededor de 1961, Aída se retiró del cine. Como dato curioso, su casa de la colonia Vértiz Narvarte, en donde fue capturada, estaba muy cerca de la casa de un alto funcionario gubernamental: el procurador General de la República, Óscar Treviño Ríos.

Consignados

Al día siguiente de darse la noticia de su detención, se informó que pálida, despeinada y con escaso maquillaje, pero sin olvidar que una bella sonrisa convence hasta a la policía, Aída Araceli compareció ante los periodistas y habló de contrabandos, desnudismo, cine y moral.

En su celda, Aída contestó hábilmente todas las preguntas, pero para ello tuvo que recurrir a sus dotes artísticas. Fundamentalmente, la exdesnudista dijo que los 300 cortes de casimir inglés que la policía encontró en su casa, los había adquirido en un remate de la Secretaría de Hacienda.

-Esos cortes los tenía desde el año pasado. Son parte de un lote que tenía en aduanas, legalmente -dijo la bella mujer-. La compra debió ser en junio o julio de 1962...

-¿Cuánto pagó por ellos?

-Un millón de pesos.

-¡Un millón por 300 cortes! -gritó un policía.

-No, un millón por tres mil cortes -contestó la rubia, dulcemente.

Y la lluvia de preguntas por parte de los reporteros continuaba:

-¿De dónde sacó usted un millón de pesos?

-Bueno, es que los pagué en abonitos fáciles. Me dieron un plazo de tres meses.

Aída Araceli Farrera explicó que los 3,000 cortes los había vendido a varias casas comerciales y que cuando la policía allanó su domicilio sólo quedaban 300. Además, aseguró tener documentación de Hacienda.

Durante toda la entrevista, Aída mantuvo una asombrosa serenidad. Contestó fácilmente y sonrió, siempre sonrió. Pero la versión que la Procuraduría de la República dio del caso no fue nada tranquilizadora para Aída Araceli Farrera Carrasco. Además de la exactriz, la Policía Judicial Federal detuvo a Abuchalan Farah, Luis Alfonso Valdez Flores, alias “El Cojo”, Edgar Farrera Carrasco -un arquitecto, hermano de Aída- y Ponciano Aguilar Rivera.

Enrique García, Jesús Mata Arce, Antolín Ruiz Arce y otros dos sujetos también fueron capturados, pero la Procuraduría los dejó en libertad sin dar explicaciones.

La investigación se habría iniciado el 22 de febrero de 1963, cuando la Secretaría de Hacienda denunció ante la Procuraduría de la República que en el tráiler, placas 23214, se había introducido un cuantioso cargamento de mercancía extranjera al país, sin el pago de los impuestos debidos.

La Procuraduría comisionó a seis agentes del Ministerio Público federal y a numeroso grupo de agentes federales, al mando de Rosendo Morales Juárez.

Hacienda había consignado una sola pista: el nombre de Juan Gómez. Se dijo que él manejaba el tráiler, pero luego se logró constatar que el nombre era falso. Los agentes, sin embargo, lograron la captura de Luis Alfonso Valdez Flores, quien en su domicilio de Castilla 157, departamento 5, colonia Álamos, recibió parte del cargamento de contrabando y, posteriormente, se lo entregó el chofer del tráiler, Ponciano Aguilar Rivera.

La madeja se empezó a desenredar con la captura de estas dos personas.

El tráiler entregó 40 cajas de té en casa de Valdez Flores, 300 cortes de casimir inglés en el departamento de Aída Araceli; varias cajas de juguetes en una bodega ubicada en Candelaria 117 y una gran cantidad de whisky Chivas Regal en casa de Nahim Abuchalan.

El dueño de toda la mercancía, la verdadera mente maestra que orquestaba los golpes del contrabando se llamaba Rogelio Castillo, el mismo quien era identificado como esposa de Aída Araceli, sin embargo, con el avance de las averiguaciones se determinó que no había relación matrimonial entre ellos, sino que en realidad sólo eran amantes.

La singularidad de esta historia fue que Castillo dejó que otros, en este caso la ex actriz, recibieran la culpa y el castigo por sus fechorías, siendo que él, hasta el miércoles 27 de febrero de 1963, estaba considerado prófugo de la justicia.

Aguilar Rivera dijo que cuando manejaba su tráiler en la carretera México-Laredo, una camioneta lo interceptó

-El dueño se bajó y me ofreció dinero por traer al Distrito Federal algunas mercancías. Yo acepté -manifestó.

Naim mintió al decir que había comprado las cajas de whisky en 1,500 pesos cada una, pero sin saber que eran de contrabando. Confesó que desde hacía 25 años conocía a Castillo, pero negó dedicarse al contrabando.

Luis Alfonso Valdez Flores, empleado del millonario Castillo, dijo que su única responsabilidad consistía en haber guardado en su casa las cajas de té, propiedad del contrabandista prófugo.

-Pero no soy contrabandista, soy un pobre hombre -expresó el detenido.

El arquitecto Héctor Farrera Carrasco dijo que su única relación con Castillo había sido la construcción de una oficina para éste, y que su hermana Aída vendía cortes al por mayor, entre otros, al establecimiento comercial Casimires y Telas, S. A., de avenida Madero.

-Al menos eso me dijo -manifestó el nervioso profesional.

Luego señaló que nunca había sabido que esas telas eran de contrabando, pues su hermana las había comprado en Hacienda. Castillo y un banco habían patrocinado a la exactriz en la compra de casimires por un millón de pesos.

Si quieres recibir las noticias en tu Whatsapp, envía la palabra ALTA

Aída dijo que los había comprado en Hacienda, pero la policía dijo que mentía. Lo que en realidad sucedía es que emplearon un truco tan viejo como el contrabando mismo: compraron efectivamente un lote de casimires en Hacienda, probablemente 50 o 100 cortes. Luego, con la documentación alterada, ampararon miles de cortes y creyeron engañar a la Procuraduría de la República.

Se descubre la farsa de contrabando y traición

Rogelio Castillo González era “un delincuente”, según informes de un agente federal, quien añadió que el criminal tenía antecedentes penales por fraude y falsificación. Pero con todo eso, incluso era dueño del restaurante Brown Derby, lujoso establecimiento ubicado en Paseo de la Reforma; era inversionista y contrabandista a gran escala. Hacía tiempo que sostenía relaciones amorosas con Aída Araceli Farrera Carrasco, quien al parecer tenía una hijita, aunque todo eran en realidad suposiciones...

Tanto la exactriz como el resto de los detenidos fueron fichados y enviados ante el juez federal Enrique Canudas Flores, del juzgado primero de distrito en materia penal. Como no queriendo, dijo la señora que “haría revelaciones sensacionales” al llegar a la cárcel de Lecumberri...

Alfonso Valdez Flores, apodado “El Cojo", reveló el enlace entre Aída y el bajo mundo, así como los escondrijos utilizados por el “racket”. Los datos aportados por los inculpados incluso pudieron haber sido utilizados como guion de un filme cinematográfico de aquella época que tendría por título: “La Reina de los Contrabandistas”, y cuyo personaje central sería Aída Araceli.

El proceso que se inició en el juzgado federal presentó a una Aída Araceli con distinta personalidad. Se le señaló como abnegada e hija ejemplar. No obstante, desde otro ángulo del proceso, se le exhibió como integrante y enlace de “racket” del contrabando, una mujer calculadora y experta en el “negocio”.

Desde muy temprano el día de la comparecencia, la sala del Juzgado Tercero de Distrito en Materia Penal se vio invadida por decenas de curiosos que trataban de presenciar las diligencias en torno a la acusación de contrabando contra Aída y cuatro personas más.

El secretario del juzgado procedió a leer las anteriores declaraciones de los coacusados. La primera fue la de Valdez Flores, quien manifestó que en tres ocasiones estuvo en la casa de Aída Araceli con el objeto de transportar mercancía, casimires concretamente. "Todo esto lo hacía por órdenes de Rogelio Castillo", expresó el detenido.

Agregó que los casimires eran trasladados a la casa comercial del propio sujeto, denominada Casimires y Telas, S. A., ubicada en la calle Madero número 60.

Valdez, apodado "El Cojo", hizo un amplio relato respecto a la conexión de Aída con conocidos hampones. Posteriormente, el inculpado relató que en la casa de la actriz había un escondrijo "como en las películas".

"El Cojo" explicó que en un subterráneo se guardaba la mercancía, pero dicho lugar estaba "disfrazado" para que no fuera localizado fácilmente. Tenía encima un linóleo y juegos infantiles.

-La primera vez que fui, no imaginé que allí se guardara la mercancía -agregó el declarante-. La segunda ocasión pedí a los sirvientes que quitaran todas las cosas de la puerta de entrada, pues como estoy inválido se me dificultaba penetrar a dicho sitio -añadió Valdez.

Su enlace con el hampa

De las diligencias practicadas ayer, los coacusados señalaron que Araceli tenía tratos comerciales con gente del bajo mundo. Rogelio Castillo González, quien al parecer era el jefe de la banda y quien se considera prófugo, llevaba estrecha amistad con Aída.

También se señaló el hecho de que el fiador de su casa, Olegario Álvarez, ha tenido varias dificultades con la justicia y ha sido enjuiciado por el delito de contrabando.

Ponciano Avelar, otro de los detenidos, comprometió seriamente a Aída Araceli, pues dio una serie de datos respecto a la forma de actuar del gang. Relató que el día 18 de febrero último se encontraba en Nuevo Laredo, preparándose para salir hacia esta capital, cuando se le acercó un sujeto cuyas señas coinciden con las del prófugo Rogelio Castillo.

Dijo Avelar que el mencionado individuo le ofreció 800 pesos para que trajera unas cajas. Ambos llegaron a un trato y al día siguiente se efectuó una nueva entrevista, siendo entonces cuando Avelar recibió el dinero convenido y 35 cajas de té, así como un bulto de casimires. Dicha mercancía debía entregarla en la casa número 157, interior 5, de la calle Castilla, en la colonia Álamos.

También le encomendaron que entregara unos paquetes de cigarros a un sujeto que trabajaba en un hotel. Fue este hecho el que inició la investigación que culminó con la aprehensión de la banda.

El defensor de Aída solicitó la libertad bajo fianza para Edgar Farrera Carrasco, hermano de la actriz, a principios de marzo de 1963, no obstante, el funcionario decidiría a ese respecto días después.

Formalmente presa

Finalmente, Aída fue declarada formalmente presa. Aunque el arquitecto y otros detenidos alcanzaron libertad bajo fianza. También quedó formalmente preso Alfonso Valdez.

Posteriormente, también la señora Farrera recuperó la libertad, aunque pasó varias semanas tras las rejas. Posiblemente fue pagada la suma que Rogelio Castillo defraudó a la Secretaría de Hacienda y los cargos fueron retirados. Aunque nunca se profundizó en el caso, donde quizás hubo corrupción por parte de algunos funcionarios que, al final –eso sí, fueron defraudados por Rogelio y las consecuencias fueron la desarticulación de la banda y todo nexo y negocio, es decir, sin huellas que seguir.

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