La historia comienza donde termina su vida. Estuvo llena de vilezas, pero al final la muerte la igualó a quien ella había adelantado al otro mundo, aunque esas fueran puras habladurías. Así comienza esta historia, la de María Guadalupe Buendía Torres, con su triste muerte; triste en el sentido de cómo se dio: recluida en prisión, afectada por el mortal virus SARS-CoV-2, cuyo desenlace ocurrió el 24 de mayo de 2020 en un hospital privado de la ciudad de Toluca, donde también se encontraba internado y en estado delicado su hijo, Hugo Adelaido Herrera Buendía.
Su estancia en prisión se debió a los hechos ocurridos hacía casi veinte años, pero que aunque el tiempo hubiese difuminado la ignominia, su muerte traería al presente los hechos, la matanza, la sangre, los muertos, el terrible “Chimalhuacanazo”, donde murieron muchas personas, otras tantas resultaron lesionadas y la vida para los chimalhuacanenses nunca más sería igual.
En aquella época aún dorada de la política mexiquense, ella era la presencia obligada en todo banquete; pero tras lo ocurrido, se le redujo a carne de presidio. De tal suerte, María Eulalia Guadalupe Buendía Torres, La Loba, vio el final de su trayectoria espectacular y saturada de violencia impune palidecer ante la negativa de sus antiguos protectores, quienes se apresuraron a deslindarse de ella.
Se decía que La Loba quitaba alcaldes, diputados, regidores y otros funcionarios, y, de preferencia, colocaba a familiares suyos, aunque le gustaba “poner” a sus compadres, con lo cual se daba manga ancha al nepotismo.
Fue la época en la que “Lobos”, “Buitres”, “Hienas” y “Dinosaurios” priistas convivían y hacían del Estado de México una tierra de nadie, donde se ejercía la ley del más fuerte, como en la prehistoria; en esa época donde María Eulalia enlutó decenas de hogares, invadió y vendió terrenos, traficó los servicios públicos y se hizo de flotillas de bicitaxis. Nadie era capaz de acusarla ni ponerle un dedo encima, pero aquel 18 de agosto se puso por primera vez y de manera formal en tela de juicio las actividades que desde hacía 25 años ya conocían dirigentes principales del PRI en el Estado de México. Y si no las conocían… ¿de qué manera gobernaban? Pues les pasaba frente a los ojos toda la corrupción, las vilezas, entre otras ignominias, y no hacían nada por plantear una solución duradera o verosímil.
En aquel entonces, aquellos mismos priistas que se valían de las estrategias de Buendía Torres, tras la matanza se mostraron avergonzados de la mujer a quien tanto debían; pero lo más probable es que quizá hasta se hubieran arrepentido del “monstruo caciquil” que habían “inventado”.
No bien se conoció la noticia a través de las páginas de El Periódico que Dice lo que Otros Callan, el pueblo -y más precisamente los habitantes de Chimalhuacán esperaban con incertidumbre y temor que no ocurriera otro “Chimalhuacanazo” y que se conociera toda la verdad detrás de los hechos y los verdaderos culpables recibieran todo el peso de la ley, como lo habían prometido las autoridades.
Porque pasadas algunas horas, circulaban las versiones de testigos que habían visto solamente diez muertos, mientras otros hablaban de quince difuntos; al principio se dijo que sólo habían fallecido cuatro individuos.
La historia de Guadalupe Buendía había sido un tobogán. Su infancia y juventud transcurrieron en la precariedad y con trabajo había cursado la primaria sin concluir más estudios de nivel básico. Pero la fortuna la encauzaría hacia el priismo de caciques, en el cual ella comenzó a destacarse hasta llegar a lo más alto y “tener” su residencia en el mismísimo palacio municipal sin ser ella la alcaldesa.
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Cayeron muertos varios líderes
Se sabe que La Loba fue la lideresa y dirigente “verdadera” por muchos años del municipio de Chimalhuacán, además encabezaba la Organización de Pueblos y Colonias (OPC), grupo antagonista de Antorcha Campesina (AC), ambas organizaciones de raigambre priista.
Sus principales funciones consistían en la invasión de terrenos, la promoción de candidatos priistas para diferentes cargos, así como el “acarreo” en jornadas electorales. La matanza del 18 de agosto del 2000 tuvo su origen cuando Antorcha Campesina -que en ese entonces dirigía Jesús Tolentino Román- logró colocar a sus candidatos en las listas para las diputaciones, quitándole de ese modo el lugar preminente que La Loba tenía reservado para su gente, por lo cual convocó a sus seguidores para iniciar una serie de movilizaciones que culminaron en el sangriento enfrentamiento.
Cabe destacar que en el Estado de México había que controlar a miles de mexicanos que querían establecerse en la Ciudad de México, ya que buscaban una oportunidad que les negaba en su tierra la falta de empleo.
Al principio, el “Regente de Hierro”, Ernesto Peralta Uruchurtu, frenó un tanto las invasiones de terreno Federal, pero la avalancha humana se aproximaba y fue necesario hacerle “un lugarcito”. El jefe del departamento del Distrito Federal (DDF) renunció después de varios sexenios, mientras la señora María Eulalia Guadalupe Buendía Torres “La Loba” comenzaba felizmente lo que nunca imaginó que sería luego una vida turbulenta.
Finalmente, su carrera política y gansteril se fue opacando y apagando poco a poco, pues el miedo es un sedante, pero cuando acaba su efecto todo aquello que había permanecido inmóvil comienza a acomodarse de otro modo, y para ella no hubo más rumbo que el de la prisión. De tal suerte, ya su esposo estaba preso y sin derecho a libertad bajo fianza, ya que lo habían detenido en posesión de un arma blanca que presuntamente portaba en los bolsillos, en tanto que ella esperaría una sentencia; asimismo, algunos de sus hijos también estaban en graves problemas por la política.
Como sucede siempre cuando la mano dura está ausente en las administraciones, en unas cuantas décadas la semidespoblada Ciudad de México fue cercada por gente pobre que comenzó a levantar construcciones por aquí y por allá sin más derecho que el de su necesidad urgente de proteger a los suyos.
Pronto hasta los cerros lograron llenarse de construcciones en medio del terrible sufrimiento de los vecinos, quienes carecían de agua potable, energía eléctrica, drenaje y otras de las comunidades de las grandes urbes. Había que organizarse para pelear por esos servicios y la señora Buendía, harta de las injusticias que veía, se convirtió sin querer en una de las lideresas más conocidas del territorio nacional.
Quizá en un principio nunca fue su intención lastimar a sus víctimas, como los lobos no piensan que harán daño, pero se alimentan de los corderos Quizá sólo quería ayudar a quienes como ella luchaban por un pedazo de terreno cerca de la Ciudad de México.
De pronto, quizá por azar , se vio a la cabeza de cientos de personas que confiaban en ella y finalmente cayó en las redes del priismo: “Te doy apoyo a cambio de votos y mítines”.
El poder mareó a la señora hasta hacerla perder sus escrúpulos y se percató con rapidez que podía hacer lo que los gánsteres de Chicago en los años de la prohibición: podía extorsionar, apoderarse de terrenos federales, venderlos una o dos veces y exigir cantidades de dinero por conseguir agua potable.
Alguien le asignó el apodo de La Loba y el terror se apoderó de amplia región del Estado de México. La policía comenzó a vigilarla, pero no para investigar sus actos ilícitos, sino que estaba al cuidado de las agresiones que le podía traer su oscura actividad.
Por lo menos, cuatro policías municipales, vestidos de civil, eran comisionados para custodiar desde lejos a “la señora”, con la consigna de no permitir que algún desconocido se aproximara a María Eulalia Guadalupe Buendía Torres.
Nadie podía molestarla, aunque sí se recibían las quejas, para tener siempre un arma política contra la creación priista que algún día iba a resultar muy incómoda para las autoridades del momento. Las actas se acumularon mientras la gente se desanimaba al notar que ningún castigo llegaba para corregir la creciente impunidad de La Loba y sus protegidos.
De pronto, en uno de tantos enfrentamientos, soslayados por las autoridades policiacas del Estado de México, murió el hijo de otra lideresa de Chimalhuacán, Margarita Freiser, y La Loba fue enviada a prisión para simular “las investigaciones del caso”.
Fue cuando la señora Buendía se dio el lujo de amenazar de muerte a uno de los reporteros gráficos de LA PRENSA, a quién le dijo que ya lo conocía y que “la cárcel jamás sería obstáculo para una venganza”.
Se dice que el entonces gobernador Emilio Chuayffet pretendía dejarla un buen tiempo en la cárcel, pero apareció otro político, César Camacho Quiroz, para liberarla sin demasiados trámites.
Nuevamente se dedicó la señora a lo suyo: vender el agua potable que el gobierno le entregaba gratis, mantener su flotilla de bicitaxis cobrar los terrenos que vendía recuperar los lotes que los pobres no podían pagar oportunamente, sostener a su esposo como tesorero de Chimalhuacán, siempre con apoyo del pasillo secreto que comunicaba una de sus casas con el palacio municipal.
Años antes había contraído un compromiso de compadrazgo con Jesús Tolentino Román Bojórquez y se suponía que el pacto político no podía ser roto, pero todo comenzó a descomponerse en las filas priistas de Chimalhuacán y la gente se percató de que se desataría la violencia.
Era un secreto a voces que el día de la toma de posesión de Jesús Tolentino Román Bojórquez se derramaría sangre y las autoridades del Estado de México ordenaron que la policía se mantuviera a respetuosa distancia y que no interviniera “hasta recibir una orden superior”, la que llegó demasiado tarde para nueve asistentes al acto político, según la cifra que oficialmente se dio como saldo trágico de la celada.
Días días después, varios hogares habían quedado enlutados por la ambición económica y política de los “representantes populares priistas”.
Se supo que por el pasillo secreto de la residencia de “La Loba” entraron muchos jóvenes y adultos sin escrúpulos para apoderarse de la azotea del palacio municipal de Chimalhuacán para defender el área de los “usurpadores”.
Las preguntas entonces y aún ahora fueron varias: ¿quién pudo planear la emboscada en que corrían peligro de muerte muchos niños y mujeres? ¿Quién mandó a combate a decenas de mujeres armadas con piedras y garrotes? ¿A quién convenía que el señor Tolentino no tomara posesión de su cargo? ¿Por qué no llegó la orden de que interviniera la policía desde el principio del tiroteo mortal? ¿Por qué se dejó que 500 integrantes de Fuerza de Apoyo Reacción llegarantarde cuando estaban cerca o en Chimalhuacán?
¿Por qué no se rindió pronto un peritaje de balística? ¿Quizás porque algunas armas de fuego serían inevitablemente identificadas como las armas homicidas? ¿Tal vez porque fueron armasproporcionadas por desleales policías?
“Chimalhuacanazo”, injusticia y crueldad
El 18 de agosto del 2000, para tratar de impedir la toma de posesión en el palacio municipal de Chimalhuacán para el nuevo gobierno, simpatizantes de “La Loba” que se oponían, a mediodía se dirigieron a la sede con armas de fuego, cohetones, garrotazos y bombas Molotov. Durante todo el día se desarrolló un enfrentamiento encarnizado y por la noche se hablaba de un saldo de nueve muertos, 74 lesionados (algunos de ellos muy graves) y 250 detenidos.
La organización Antorcha Campesina dijo que la emboscada fue planeada por María Eulalia Guadalupe Buendía Torres, “reina y señora de la localidad”. El combate fue entre la Organización de Pueblos y Colonias (OPC) y Antorcha Campesina, cuyo secretario general, Aquiles Córdova Mora, acusó directamente al secretario de gobierno del Estado de México, Manuel Cadena González -ahijado de Fidel Velázquez Sánchez, viejísimo líder de la CTM- y al procurador Gerardo Sánchez y Sánchez de “manipular la información”.
La policía judicial cateó varios domicilios de la controvertida mujer, pero ya había escapado con rumbo desconocido. Manuel Cadena destacó que si bien el conflicto es de injerencia estrictamente municipal, el gobierno del Estado de México intervino para salvaguardar el orden público y restablecer la tranquilidad.
En Chimalhuacán, se dijo que la fuerte tensión se empezó a vivir varios días previos al 18 de agosto, luego de que “La Loba” amenazó al presidente municipal electo -su compadre Tolentino- con que no iba a permitir que asumiera sus funciones, debido a que no había cumplido con la promesa que le hizo durante su campaña proselitista, en el sentido de darle posiciones dentro del ayuntamiento a ella y a varios de sus agremiados.
El fotógrafo Luis Alberto Barrera Monroy comentó que gente armada con piedras y garrotes impedía el paso a los reporteros, así como a seis artistas de la cámara. Porsteriormente, todos fueron invitados a una conferencia de prensa a cargo de una mujer. De pronto comenzó una lluvia de piedras y de cohetones que fueron dirigidos a la gente; las bombas Molotov comenzaron a encender automóviles, algunos carros fueron volcados y comenzaron los balazos y, entonces, la muchedumbre corrió por todos lados. A tres cuadras de la iglesia estaban tres camiones de granaderos, que sólo intervinieron al llegar refuerzos numerosos.
Bomberos y socorristas dijeron que desde hacía mucho tiempo no se daba una tragedia similar en Chimalhuacán. Era muy difícil calcular la trayectoria de los proyectiles y hubo como 60 heridos de bala mínimo, seguramente hubo lesionados por explosiónes y quemados por las bombas Molotov.
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Grave fue la versión que dio Juana Martínez, quién dijo que se encontraba con Marco Antonio Sosa cuando Guadalupe Buendía le apuntó a la cabeza y disparó, dándole muerte instantánea y desatando el tiroteo trágico en Chimalhuacán. Por su parte, el edil Tolentino comentó que existen problemas con la Tesorería de Chimalhuacán, confiada al esposo de “La Loba”.
El presidente electo, Vicente Fox Quesada, destacó que era muy lamentable lo que sucedió en Chimalhuacán y que esperaba que se castigara a los culpables, que se aplicará la ley y que no hubiera pretexto alguno, aun cuando se argumentara que se trataba de asuntos de democracia.
David Melgoza Osorio, director de Gobernación del Estado de México, y Manuel Cadena Morales, secretario general de Gobierno, fueron denunciados como presuntos responsables de no haber ordenado la actuación oportuna de la policía.
Dulce María Sauri Riancho, presidenta del Cen del PRI, dijo que el partido no quiere ver nunca más este tipo de cobardes manifestaciones de violencia y que el PRI asume su responsabilidad histórica por haber tolerado a dirigentes y agrupaciones en el seno del partidomismo, dirigentes y agrupaciones cuya conducta condenable lastima y destruye, pero a quienes les decía “nunca más”.
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