/ sábado 26 de octubre de 2019

La Llorona: A sangre fría terminó con la vida de sus gemelas

Cometió el filicidio como una perversa venganza contra su exesposo y padres de las inocentes pequeñas

Los eventos se precipitaron paulatinamente, primero los gritos o la indiferencia y luego la violencia y la enfermedad. Las familias viven como en un cuento moderno, donde las elipsis y las disyuntivas a veces no aparecen de manera literal sino subrepticiamente.

También hay silencios y ausencia, y el amor que comienza como una flama pronto se va extinguiendo. ¿De dónde surge el odio si antes hubo la firme intención de separarse hasta que la muerte lo dictara?

Tampoco la locura lo explica todo, aunque hay quienes dicen que el amor es una enfermedad y también bajo sus efectos cualquier persona sería capaz de los peores crímenes.

Pero si no era amor ni locura sino todo lo contrario, es perfectamente comprensible que un espíritu inestable como el de una madre iracunda, enferma de enfermedad real, medicada, en cuyo pecho había germinado el rencor hacia el hombre, un odio violento e impersonal -se odiaba y al hacerlo rechazaba cualquier tipo de cariño hacia alguien más-, terminara atentando contra la vida de su progenie.

Foto: Archivo La Prensa

Y es que así ocurre con frecuencia, aunque las historias pasen desapercibidas. Pero la de María del Rosario Arrieta, que aconteció el miércoles 15 de febrero de 2010, sí quedó plasmada en la memoria de los lectores de El Periódico que Dice lo que Otros Callan.

Aquel trágico día, en donde se desencadenó la serie de eventos que causaron que dos pequeñas inocentes perdieran la vida o, mejor dicho, que la vida les fuera arrebatada. ¡y por su propia madre!, fue cuando nació la historia de la Moderna Llorona, como fue llamada.

Aunque ella tomaba medicamentos para controlar su epilepsia*, no se puede hablar de un abuso de éstos al grado de haberse convertido en adicta, sin embargo, se sabe que aunado a los problemas maritales y la depresión, el abuso en el consumo de alcohol pudo desatar, enceguecida por la bebida, la barbaridad atroz del filicida.

UNA VERSIÓN DE LAS CAUSAS

Algo que se estableció desde el primer momento, luego de que se lograra la captura de la Moderna Llorona, fue que hubo dos motivos fundamentalmente por los cuales esta mujer perpetró el crimen.

El primero de ellos y quizá el de mayor peso, concerniente con la ruptura matrimonial. Desde hacía cinco años se había separado de su marido, luego de haber procreado a tres niñas y compartido momentos dichosos.

El segundo de ellos se estableció como una discusión que sostuvo con la hija mayor, quien ya estaba cansada de la conducta de su madre, así como del ambiente que se vivía en esa casa. Días previos sostuvieron un altercado, tras la cual, de acuerdo con el reporte oficial, ella decidió marcharse a vivir con su padre. Esta decisión afectó profundamente a María del Rosario y aumentó su recelo contra la hija, pero sobre todo contra el padre y exesposo.

Otras versiones que circularon afirmaban que fue la misma María del Rosario quien corrió de la casa a la hija y ésta, en efecto, se refugió en casa del papá.

Ésta es la que sería la versión que se difundió en mayor medida y la que ha perdurado, es decir, que los motivos fueron dos, el rencor hacia su expareja y el conflicto que sostuvo con su hija mayor, lo cual derivó en que toda esa ira fuera canalizada hacia las pequeñas gemelas.

Foto: Archivo La Prensa

María del Rosario Arrieta Peláez, 39 años. Coeficiente intelectual por encima del promedio, dadas sus circunstancias y el nivel básico de estudios que cursó. Presunta responsable de haber privado de la vida a sus dos hijas gemelas, ahogándolas en un tambo como refirió en su declaración.

En ningún momento apeló a la locura como pretexto para evadir su responsabilidad. Tampoco se debió a motivos económicos o de alguna índole concerniente con alguna enfermedad. No tenía mayores problemas en la vida más que los comunes que suelen presentarse conforme uno vive y la realidad lo golpea.

Foto: Archivo La Prensa

Por lo tanto, podría pensarse que lo hizo a sangre fría, que esa fue la razón, ¿pero cómo se puede matar a sangre fría y luego sentir remordimiento? Fue por venganza.

Su propósito respondía al odio que había engendrado contra su excónyuge y su anhelo era infringirle el mayor daño y dolor, a quien después de 22 años de matrimonio dejó. O la dejaron. O se dejaron.

Al parecer ella tenía un carácter bilioso y con frecuencia estallaba con violencia y agresividad, por dudas, celos o porque sí. Las peleas en el núcleo familiar al principio pasaban desapercibidas; no obstante, conforme los años pasaron y las angustias crecieron, éstas se convirtieron en una constante, y pronto pasaron de lo verbal a lo físico. Finalmente, sobrevino la ruptura, una a la que ella no estaba dispuesta a ceder.

Foto: Archivo La Prensa


FUE POR VENGANZA, DIJO MARÍA

Una semana antes de que se suscitaran los hechos mortales tuvo una discusión con su hija de 20 años, debido a que días antes había encontrado a su madre con otro hombre en su casa -supuestamente en el lecho-, por lo cual la joven le reclamó. La disputa se tornó violenta cuando la mayor de sus hijas le dijo que por su culpa habían perdido a su padre. Entonces, María del Rosario estalló en cólera y decidió correr a Daniela.

Daniela no tomó muchas cosas, porque lo que deseaba era salir de allí. No pensó tampoco en sus pequeñas hermanas, simplemente salió del domicilio ubicado en el Bloque A, edificio 12, departamento 201, colonia Fuentes Brotantes, en Tlalpan, con una pequeña maleta para irse a vivir con su padre, Abraham Castro Garduño.

Foto: Archivo La Prensa

Tan pronto como salió la joven, María del Rosario se dirigió a la habitación de su hija; y desasosegada e iracunda no pensó más que en acabar con las cosas que había allí. Todo le remitía al pasado, a lo que ya no era y, peor aún, a lo que nunca más sería de nuevo. Era una herida abierta y el dolor hacía emanar el odio. La odiaba por cuestionarla, la odiaba por irse, la odiaba por traicionarla al refugiarse con su padre, el hombre a quien odiaba más que a nadie.

De tal modo quedó registrado en el papel donde dejó algunos mensajes que decían: “Te odio Daniela, te odio Abraham, te odio Anani (su suegra). Haber (sic) si dios te abre las puertas y te salva el alma”.

Foto: Archivo La Prensa

Después de liberar la rabia destruyendo las cosas de su hija, se apoderó de ella una breve paz. Sus demonios interiores se calmaron hasta el lunes 15 de febrero de 2010, cuando asesinó a las gemelas.

La noche previa todavía en aparente normalidad jugó con las pequeñas, hasta que cayó la noche y fue hora de dormir. Después las acostó, las arropó y, como en un cuento infame, les dijo que soñaran con los angelitos.

El lunes 15 por la tarde, presa de la ansiedad, María del Rosario se preparó un cóctel a base en medicamentos para la epilepsia, según lo refirió en su declaración, acompañado por algunas cervezas y otras bebidas alcohólicas.

En un momento determinado llamó a las niñas y las condujo al baño, donde había un tambo. Aunque afirmó que ella las asesinó, no se sabe con precisión cómo hizo para someterlas y luego sumergirlas en el agua para ahogarlas.

Luego, cuando ya estaban sin vida, las sacó, las cargó de vuelta a sus aposentos y las recostó sobre el lecho y, después de cubrirlas, se retiró. No fue sino hasta el 16 de febrero cuando se percató de su fechoría.

De inmediato llamó a su exesposo, a quien le dijo “la vas a aguantar (la noticia)... (te dije que) te ibas a arrepentir por quedarte con tu hija mayor”. De acuerdo con el fiscal desconcentrado en Tlalpan, Hiram Almeida Estrada, la filicida actuó con premeditación, alevosía, ventaja y traición en agravio de las dos menores de edad.

Tras la llamada, se dirigió a la cocina, tomó un cuchillo y se cortó el cuello, las muñecas y las piernas, pero por azares del destino, ninguna herida fue mortal.


LAS HALLAN EN LA RECÁMARA

Los cadáveres de las gemelitas fueron descubiertos en su recámara, acostadas y tapadas con las cobijas; al destaparlas se observó espuma en sus cavidades bucales y nasales.

En tanto, la presunta responsable presentaba una herida punzocortante en el cuello, lesión de la que refirió habérsela provocado ella misma, por lo que fue internada en el Hospital Balbuena, en calidad de detenida.

Al conocer lo ocurrido, la hija mayor de la inculpada se presentó ante el Ministerio Público donde reveló todo lo concerniente con los eventos ocurridos la semana anterior cuando prácticamente la relación con su madre había terminado en los peores términos.

Foto: Archivo La Prensa

Recordó que enseguida le reclamó esta situación, por lo cual su progenitora decidió correrla de la casa; al día siguiente, al encontrarse únicamente con las gemelas, las victimó ahogándolas en un tambo de 50 litros lleno de agua que tenía en el baño.

Una vez cometidos los crímenes, la indiciada llamó a su expareja y padre de las niñas para informarle que se “iba a arrepentir por quedarse con la hija mayor”, al cuestionarla le reveló que había asesinado a las gemelitas.

“YO NO HICE NADA MALO”

Días después, Hiram Almeida Estrada, fiscal desconcentrado en Tlalpan, anunció la consignación de María del Rosario en el penal de Santa Martha Acatitla, por el delito de homicidio calificado.

Al término de su exposición, el funcionario presentó a los medios de comunicación a la Moderna Llorona, quien se mostró a disgusto por la presencia de los reflectores. Se le cuestionó sobre el motivo por el cual había asesinado a sus hijas, pero ella se limitó a contestar: “¿Eres periodista? No te voy a decir nada, sólo hablaré con el Ministerio Público y con mi abogado, con ustedes no”.

Foto: Archivo La Prensa

También se le pidió que diera su versión de los hechos, pero nuevamente se negó; e incluso cuando se le inquirió acerca de la posible venganza, ella dijo: “yo no he hecho nada malo, no maté a mis hijas”. ¿Se murieron solas?, le espetó un reportero, y ella contestó: “¿se murieron solas? ¿Es que es bobo? Dejen de estar preguntando que no voy a decir nada”.

Los eventos se precipitaron paulatinamente, primero los gritos o la indiferencia y luego la violencia y la enfermedad. Las familias viven como en un cuento moderno, donde las elipsis y las disyuntivas a veces no aparecen de manera literal sino subrepticiamente.

También hay silencios y ausencia, y el amor que comienza como una flama pronto se va extinguiendo. ¿De dónde surge el odio si antes hubo la firme intención de separarse hasta que la muerte lo dictara?

Tampoco la locura lo explica todo, aunque hay quienes dicen que el amor es una enfermedad y también bajo sus efectos cualquier persona sería capaz de los peores crímenes.

Pero si no era amor ni locura sino todo lo contrario, es perfectamente comprensible que un espíritu inestable como el de una madre iracunda, enferma de enfermedad real, medicada, en cuyo pecho había germinado el rencor hacia el hombre, un odio violento e impersonal -se odiaba y al hacerlo rechazaba cualquier tipo de cariño hacia alguien más-, terminara atentando contra la vida de su progenie.

Foto: Archivo La Prensa

Y es que así ocurre con frecuencia, aunque las historias pasen desapercibidas. Pero la de María del Rosario Arrieta, que aconteció el miércoles 15 de febrero de 2010, sí quedó plasmada en la memoria de los lectores de El Periódico que Dice lo que Otros Callan.

Aquel trágico día, en donde se desencadenó la serie de eventos que causaron que dos pequeñas inocentes perdieran la vida o, mejor dicho, que la vida les fuera arrebatada. ¡y por su propia madre!, fue cuando nació la historia de la Moderna Llorona, como fue llamada.

Aunque ella tomaba medicamentos para controlar su epilepsia*, no se puede hablar de un abuso de éstos al grado de haberse convertido en adicta, sin embargo, se sabe que aunado a los problemas maritales y la depresión, el abuso en el consumo de alcohol pudo desatar, enceguecida por la bebida, la barbaridad atroz del filicida.

UNA VERSIÓN DE LAS CAUSAS

Algo que se estableció desde el primer momento, luego de que se lograra la captura de la Moderna Llorona, fue que hubo dos motivos fundamentalmente por los cuales esta mujer perpetró el crimen.

El primero de ellos y quizá el de mayor peso, concerniente con la ruptura matrimonial. Desde hacía cinco años se había separado de su marido, luego de haber procreado a tres niñas y compartido momentos dichosos.

El segundo de ellos se estableció como una discusión que sostuvo con la hija mayor, quien ya estaba cansada de la conducta de su madre, así como del ambiente que se vivía en esa casa. Días previos sostuvieron un altercado, tras la cual, de acuerdo con el reporte oficial, ella decidió marcharse a vivir con su padre. Esta decisión afectó profundamente a María del Rosario y aumentó su recelo contra la hija, pero sobre todo contra el padre y exesposo.

Otras versiones que circularon afirmaban que fue la misma María del Rosario quien corrió de la casa a la hija y ésta, en efecto, se refugió en casa del papá.

Ésta es la que sería la versión que se difundió en mayor medida y la que ha perdurado, es decir, que los motivos fueron dos, el rencor hacia su expareja y el conflicto que sostuvo con su hija mayor, lo cual derivó en que toda esa ira fuera canalizada hacia las pequeñas gemelas.

Foto: Archivo La Prensa

María del Rosario Arrieta Peláez, 39 años. Coeficiente intelectual por encima del promedio, dadas sus circunstancias y el nivel básico de estudios que cursó. Presunta responsable de haber privado de la vida a sus dos hijas gemelas, ahogándolas en un tambo como refirió en su declaración.

En ningún momento apeló a la locura como pretexto para evadir su responsabilidad. Tampoco se debió a motivos económicos o de alguna índole concerniente con alguna enfermedad. No tenía mayores problemas en la vida más que los comunes que suelen presentarse conforme uno vive y la realidad lo golpea.

Foto: Archivo La Prensa

Por lo tanto, podría pensarse que lo hizo a sangre fría, que esa fue la razón, ¿pero cómo se puede matar a sangre fría y luego sentir remordimiento? Fue por venganza.

Su propósito respondía al odio que había engendrado contra su excónyuge y su anhelo era infringirle el mayor daño y dolor, a quien después de 22 años de matrimonio dejó. O la dejaron. O se dejaron.

Al parecer ella tenía un carácter bilioso y con frecuencia estallaba con violencia y agresividad, por dudas, celos o porque sí. Las peleas en el núcleo familiar al principio pasaban desapercibidas; no obstante, conforme los años pasaron y las angustias crecieron, éstas se convirtieron en una constante, y pronto pasaron de lo verbal a lo físico. Finalmente, sobrevino la ruptura, una a la que ella no estaba dispuesta a ceder.

Foto: Archivo La Prensa


FUE POR VENGANZA, DIJO MARÍA

Una semana antes de que se suscitaran los hechos mortales tuvo una discusión con su hija de 20 años, debido a que días antes había encontrado a su madre con otro hombre en su casa -supuestamente en el lecho-, por lo cual la joven le reclamó. La disputa se tornó violenta cuando la mayor de sus hijas le dijo que por su culpa habían perdido a su padre. Entonces, María del Rosario estalló en cólera y decidió correr a Daniela.

Daniela no tomó muchas cosas, porque lo que deseaba era salir de allí. No pensó tampoco en sus pequeñas hermanas, simplemente salió del domicilio ubicado en el Bloque A, edificio 12, departamento 201, colonia Fuentes Brotantes, en Tlalpan, con una pequeña maleta para irse a vivir con su padre, Abraham Castro Garduño.

Foto: Archivo La Prensa

Tan pronto como salió la joven, María del Rosario se dirigió a la habitación de su hija; y desasosegada e iracunda no pensó más que en acabar con las cosas que había allí. Todo le remitía al pasado, a lo que ya no era y, peor aún, a lo que nunca más sería de nuevo. Era una herida abierta y el dolor hacía emanar el odio. La odiaba por cuestionarla, la odiaba por irse, la odiaba por traicionarla al refugiarse con su padre, el hombre a quien odiaba más que a nadie.

De tal modo quedó registrado en el papel donde dejó algunos mensajes que decían: “Te odio Daniela, te odio Abraham, te odio Anani (su suegra). Haber (sic) si dios te abre las puertas y te salva el alma”.

Foto: Archivo La Prensa

Después de liberar la rabia destruyendo las cosas de su hija, se apoderó de ella una breve paz. Sus demonios interiores se calmaron hasta el lunes 15 de febrero de 2010, cuando asesinó a las gemelas.

La noche previa todavía en aparente normalidad jugó con las pequeñas, hasta que cayó la noche y fue hora de dormir. Después las acostó, las arropó y, como en un cuento infame, les dijo que soñaran con los angelitos.

El lunes 15 por la tarde, presa de la ansiedad, María del Rosario se preparó un cóctel a base en medicamentos para la epilepsia, según lo refirió en su declaración, acompañado por algunas cervezas y otras bebidas alcohólicas.

En un momento determinado llamó a las niñas y las condujo al baño, donde había un tambo. Aunque afirmó que ella las asesinó, no se sabe con precisión cómo hizo para someterlas y luego sumergirlas en el agua para ahogarlas.

Luego, cuando ya estaban sin vida, las sacó, las cargó de vuelta a sus aposentos y las recostó sobre el lecho y, después de cubrirlas, se retiró. No fue sino hasta el 16 de febrero cuando se percató de su fechoría.

De inmediato llamó a su exesposo, a quien le dijo “la vas a aguantar (la noticia)... (te dije que) te ibas a arrepentir por quedarte con tu hija mayor”. De acuerdo con el fiscal desconcentrado en Tlalpan, Hiram Almeida Estrada, la filicida actuó con premeditación, alevosía, ventaja y traición en agravio de las dos menores de edad.

Tras la llamada, se dirigió a la cocina, tomó un cuchillo y se cortó el cuello, las muñecas y las piernas, pero por azares del destino, ninguna herida fue mortal.


LAS HALLAN EN LA RECÁMARA

Los cadáveres de las gemelitas fueron descubiertos en su recámara, acostadas y tapadas con las cobijas; al destaparlas se observó espuma en sus cavidades bucales y nasales.

En tanto, la presunta responsable presentaba una herida punzocortante en el cuello, lesión de la que refirió habérsela provocado ella misma, por lo que fue internada en el Hospital Balbuena, en calidad de detenida.

Al conocer lo ocurrido, la hija mayor de la inculpada se presentó ante el Ministerio Público donde reveló todo lo concerniente con los eventos ocurridos la semana anterior cuando prácticamente la relación con su madre había terminado en los peores términos.

Foto: Archivo La Prensa

Recordó que enseguida le reclamó esta situación, por lo cual su progenitora decidió correrla de la casa; al día siguiente, al encontrarse únicamente con las gemelas, las victimó ahogándolas en un tambo de 50 litros lleno de agua que tenía en el baño.

Una vez cometidos los crímenes, la indiciada llamó a su expareja y padre de las niñas para informarle que se “iba a arrepentir por quedarse con la hija mayor”, al cuestionarla le reveló que había asesinado a las gemelitas.

“YO NO HICE NADA MALO”

Días después, Hiram Almeida Estrada, fiscal desconcentrado en Tlalpan, anunció la consignación de María del Rosario en el penal de Santa Martha Acatitla, por el delito de homicidio calificado.

Al término de su exposición, el funcionario presentó a los medios de comunicación a la Moderna Llorona, quien se mostró a disgusto por la presencia de los reflectores. Se le cuestionó sobre el motivo por el cual había asesinado a sus hijas, pero ella se limitó a contestar: “¿Eres periodista? No te voy a decir nada, sólo hablaré con el Ministerio Público y con mi abogado, con ustedes no”.

Foto: Archivo La Prensa

También se le pidió que diera su versión de los hechos, pero nuevamente se negó; e incluso cuando se le inquirió acerca de la posible venganza, ella dijo: “yo no he hecho nada malo, no maté a mis hijas”. ¿Se murieron solas?, le espetó un reportero, y ella contestó: “¿se murieron solas? ¿Es que es bobo? Dejen de estar preguntando que no voy a decir nada”.

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