/ viernes 20 de septiembre de 2024

La fiera de Chapultepec: violento sujeto dio muerte a su amante y a su hijastra

El bestial Hilario Espino sembró de cadáveres la elegante residencia de la familia Sánchez Yarza, en un espantoso arranque de auténtica paranoia en 1953

La historia criminal de Hilario se remonta hacia antes del homicidio en Lomas de Chapultepec. Este último fue, acaso, la culminación de una vida que comenzó sin perturbaciones, pero que, debido a un amor infernal, terminó convirtiéndolo en toda una fiera asesina.

Fue el viernes 24 de abril de 1953, cuando LA PRENSA informó sobre un “DOBLE CRIMEN”, del que se señaló, en primera instancia, a un supuesto José Rodrigo, jardinero que se había dado a la fuga tras haber ultimado a sangre fría a plomazos a su pareja Margarita García y a la hija de ésta, Teresa Tello García, de 14 años, en la casa 485 de la Av. Prado Sur, Lomas de Chapultepec.

Hilario salió de aquella casa, manchado de sangre, con la adrenalina al tope, la mente absorta, preguntándose si todo había acabado por fin. Llevaba años esperando la culminación, el desenlace de su agitada vida, y no sólo no llegaba, sino que mientras tomaba conciencia de sí mismo, notaba que se había transformado en un ser repugnante. Y tal vez ya lo era, desde aquella ocasión, cuando acabó con un rival de amores.

“Es brujería”, llegó a pensar y a creer, porque de otro modo no se explicaba cómo pasó de ser un humilde campesino en su pueblo a un prófugo que llegó a la ciudad para de nuevo ser un prófugo. Y todo para qué. ¿Por una mujer? O acaso matar era su verdadera naturaleza. Maldijo su destino.

El homicidio de Guillermo Tello

La mujer continuó su vida como si nada hubiera ocurrido. “Dicen que se fue con otra mujer”, murmuraban en el pueblo cuando notaron la ausencia de don Guillermo. Ella se disculpaba diciendo que hubiera preferido que se dejaran, si de todos modos “la tenía abandonada”, pues salía con frecuencia a otros estados para atender ciertos compromisos, según dijo que le decía su marido.

El homicidio de Guillermo Tello ocurrió dos o tres años antes del doble en Lomas. Recordaba que fue el último domingo del mes. Y pese a lo que afirmaba, se despertó verdadero revuelo en el vecindario que, en su totalidad, culpó de la tragedia a la mujer, porque era más que sabido que sostenía relaciones amorosas con Hilario Tello, quienes a pesar de las circunstancias solo mantenían distancia, porque se conocían y habían llegado a hacer trabajos juntos.

Era bien sabido que Guillermo tenía un carácter demasiado prudente y a pesar de que sabía sobre “esas relaciones” desde mucho tiempo antes, intervino sutilmente para que cesaran, y aunque le pidió a Hilario que dejara de ir a su casa, aquel continuó frecuentando a su esposa.

Y aquella noche del último domingo, cuando regresó a la casa y sorprendió a Hilario con Margarita, trató de arrojar al amante, quien pistola en mano salió corriendo, pero aquél lo persiguió empuñando un machete con la determinación de matarlo, por lo cual el intruso le disparó un balazo, dándole muerte.

Tras el crimen, los amantes se quedaron pensando qué debían hacer, cuál el mejor partido que tomar. Entonces, ella resolvió salir en busca de un médico, pero cuando regresó ya su esposo estaba muerto e Hilario había huido, so pretexto de también haber salido en busca de un médico. En la casita dormían sus hijos, a quienes después les dijo que su papá salió de viaje y que no volvería en un buen tiempo, aunque después les contó la verdad, si le prometían no contárselo a nadie.

Luego de los funestos eventos, Margarita fue interrogada por la policía para saber qué había ocurrido, si había visto quién era el matador de su esposo y si conocía los motivos. Ella dio una versión.

Comenzó relatando que llevaba algunos años de casada con Guillermo Tello, hombre que se dedicaba al comercio de fruta y con el que tuvo dos hijos, un niño y una niña. Unos tres años antes había conocido a otro hombre con el que hacía negocios regularmente y que pensaban formar una sociedad para hacer entrega frutas y legumbres.

Lo que no dijo fue que "el socio" tendió sus redes para que ese negocio se extendiera abarcándola a ella, pues finalmente Margarita sucumbió a la seducción de Hilario y terminó sosteniendo relaciones amorosas con él, un sujeto de “mucha labia” quien además le daba regalitos.

Escucha aquí el podcast ⬇️

Un enredo de tres

Esa situación no pudo durar mucho tiempo, porque según dijo Margarita en su momento que ella misma le hizo la tremenda revelación al marido, pidiéndole perdón. Guillermo le creyó y al confrontar al “socio”, éste prometió, bajo palabra de honor, que ya no molestaría a la mujer.

La relación de trabajo entre los hombres continuó, pero en secreto el “socio”, no obstante la palabra empeñada, siguió insistiendo insistía cerca de la mujer para que aquellas relaciones continuaran.

A causa de esto fueron continuos disgustos no sólo en la casa sino entre socios, lo cual convirtió el terreno en una zona de infierno. Entonces, Guillermo liquidó la sociedad y al convino con el socio que lo mejor sería repartir los bienes que consistían en unas siembras de jitomate y otros productos.

El marido traicionado se alejó del hogar durante algunos días, tiempo en que cual según Margarita decidió abandonar al socio para quedarse con su marido, pero cuando el marido regresó, creyendo la palabra de su mujer, todo terminó mal, pues fue cuando los sorprendió.

Aquella noche del domingo, llegó a la casa donde vivía Margarita para sellar su reconciliación. Ella preparó la cena y estuvieron un rato, los hasta entonces esposos todavía, con sus hijos. Luego, Guillermo salió por sus cosas para regresar a vivir con su familia, aunque habían acordado que sería al día siguiente. Pero Guillermo no podía esperar más, por lo que después de las veintidós horas regresó con lo más indispensable.

Ella dijo que pensó en entregarse al descanso, pero dejó la puerta de su vivienda entreabierta porque sentía calor. Sin embargo, esta circunstancia la aprovechó Hilario Tello para entrar e insistir en sus demandas.

Luego, la escena cobró gran colorido, cuando Guillermo, haciendo uso de la llave del zaguán, regresó a la casa y se encontró con los amantes.

Parca fue en los detalles Margarita. Apenas dijo que su esposo reprochó al “socio” aquel proceder y le exigió que saliera prontamente de la vivienda haciendo ademán de inferir un golpe con un machete que alcanzó a sujetar. Hasta este punto, Margarita dijo más o menos la verdad.

Pero luego mintió, porque lo que en verdad sucedió fue que el esposo avanzó amenazante hacia el socio, que se echó a correr, siendo perseguido por el marido hasta que le dio alcance, ante lo cual el socio sacó su arma y disparó contra Guillermo, quien se dejó caer sin poder pronunciar palabra.

Pero al final Margarita dijo que ella se vio obligada a disparar contra su marido luego de que el “socio” saliera huyendo. Porque Guillermo dirigió su ira contra ella, cuando no había pasado nada entre los amantes, porque ella ya pensaba reconciliarse con su esposo.

Pero como el otro se fue dirigió su ira contra ella debido a los celos, aunque ella le decía que no tenía nada que ver con el socio. Y todavía más, Margarita dijo que “la tenía abandonada”, asegurando que Guillermo salía por sus negocios constantemente, y regresaba quince días, un mes o más tiempo después.

Y como Guillermo había quedado con el machete en su mano. Y Margarita tenía el arma en sus manos, la policía creyó la versión más simple. Hilario huyó y no volvieron a saber de él en el pueblo, pero mantuvo contacto con Margarita.

Pasaron los años, y como estos asuntos suelen olvidarse pronto en los pueblos, dejando paso a las historias y los chismes, sólo quedó cierto resquemor contra Margarita, a quien no perdonaron, por lo que pronto esta se fue rumbo a la ciudad, donde ya la esperaba Hilario para continuar lo que habían dejado pendiente y confirmar de una vez que no eran amores fingidos.

El viernes 24 de abril de 1953, LA PRENSA dio a conocer un evento inédito, no por ser algo que no pasaba a cada rato, sino porque la zona donde ocurrió parecía estar inmersa en otra cadencia, alejada del bullicio y los vicios, un lugar exclusivo.

En sus páginas policiacas, escribió el reportero: “Émulo del tristemente célebre Luis Romero Carrasco, José Rodrigo sembró de cadáveres la elegante residencia de la familia Sánchez Yarza, en las Lomas de Chapultepec en espantoso arranque de auténtica paranoia”.

Encuentran sin vida a madre e hija

La casa donde se cometió el doble crimen que, según el redactor del diario de las mayorías, haría “historia en los anales de la delincuencia”, se ubicaba en el número 485 de Prado Sur, colonia Lomas Chapultepec. In situ, fotógrafo y reportero de LA PRENSA encontraron los cadáveres de las mujeres que en vida respondían a los nombres de Teresa Tello García y Margarita García, a quienes presuntamente habría asesinado brutalmente el amante de Margarita, el jardinero de la casa, a quien en ese momento se conocía o se le llamaba José Rodrigo, nombre falso con el que pasó desapercibido todos esos años luego del primer crimen que cometió.

Mientras tanto, en la casa de los Sánchez Yarza, Adelina Vargas Montes, quien trabajaba como personal de servicio, dijo que los dueños del inmueble se encontraban en Europa festejando los quince años de su hijita Esperanza.

Al ser entrevistada por el reportero de LA PRENSA, comentó que el 22 de abril, como a las 12 del mediodía, se encontraba acomodando alguna ropa con Margarita, cuando llegó de imprevisto José sin que se presentara ningún altercado entre ellos, a pesar de que continuamente reñían por los celos que le causaba “al nauseabundo sujeto” el hecho de que los hijos del primer matrimonio de la Margarita la visitaran.

Dijo Adelina que parecía como que los pleitos ya los trajeran desde “denantes”, pero que regularmente se reconciliaban de manera dulzona porque José se disculpaba y le daba algún presente, por lo que las cosas no llegaban a mayores.

Pero –y parecía recordar el espantoso crimen del jardinero-, continuó diciendo que llegó y llamó a Margarita y Margarita, a su vez, llamó a su hija Teresa, y entonces juntas se dirigieron a la cocina.

Repentinamente, dijo Adelina que escuchó tres balazos y con el temor de que algo pudiera suceder, huyó hacia la sala, donde alcanzó a orí algunos disparos más; y como se encontraba en shock, debido a su afán de pedir socorro, permaneció por un instante oculta entre los muebles.

Aparte de los emisarios del diario de las mayorías, también estuvieron presentes en el lugar de los hechos algunos reporteros de otros diarios capitalinos, quienes junto con el comandante de agentes de la Policía Judicial, Aguilar Santa Olalla, y varios hombres bajo sus órdenes del servicio de identificación, así como el agente del Ministerio Público y el médico encargado de certificar las lesiones que presentaran las víctimas de la fiera que fungía en la como jardinero, fueron testigos del macabro escenario sangriento donde habían permanecido los cadáveres.

Primeramente, se encontraron con el cuerpo de la niña Teresa Tello García, a la que le identificaron una herida que le penetró en el corazón y le salió en el omóplato derecho. Uno de los médicos dijo que “la occisa tuvo una muerte de angustia y de terror”, en el instante ulterior que sucedió a su agonía.

Después el grupo de agentes y reporteros se dirigió a la cocina y, junto al refrigerador, se toparon con el otro cadáver, el de Margarita García, a quien se le apreciaron impactos de bala en la parte posterior, uno de ellos en la cabeza y el otro en el cuerpo, con lo que quedó demostrado que el sádico sujeto la persiguió implacablemente, hasta que la dejó muerta.

Esto fue lo que sucedió en Prado Sur 485

Como era costumbre, el personal que laboraba en casa se levantó aquel trágico día a las siete de la mañana. José Rodrigo, el jardinero, se dirigió a atender sus obligaciones, pero más tarde, después del desayuno, alrededor de las nueve, se fue al mercado, y una hora más tarde regresó para dejar en la cocina lo que había comprado.

Pasó a la azotehuela, donde se encontró con la mujer con intercambió algunas palabras; y de allí pasó a su habitación sin que se presentara ninguna dificultad, pero de pronto ocurrió algo inusitado entre ellos, y él sacó una pistola calibre 38 con la que amenazó a Margarita, quien al ver lo que sucedía, corrió al interior de su cuarto, encontrándose con su hija Teresa, producto del primer matrimonio e hijastra del homicida.

Al ver a su padrastro, pistola en mano, la chiquilla se interpuso entre él y su madre. Esto no impidió que la bestia continuara con su cometido, por lo cual disparó y la niña recibió el primero de los disparos del jardinero justo en el centro del corazón, quedando en la posición en la que la encontraron las autoridades.

El chacal, enardecido por su primer triunfo mortal, siguió disparando contra la mujer hasta que consiguió matarla después de muchos cartuchos, cuatro de los cuales se incrustaron en la pared de la cocina.

Concluida su hazaña, salió de la casa “tranquilamente” por la puerta principal de la residencia, emprendiendo la huida en frenética carrera en cuanto se vio en la calle.

Margarita Pérez, hermana de la dueña de la casa, dijo que nunca imaginó que el jardinero fuera capaz de cometer tan atroz crimen, y que se encontraba enteramente sorprendida, puesto que sus familiares la habían dejado a cargo de la casa, mientras ellos se iban de viaje.

La Policía del Distrito tomó cartas en el asunto, asegurando que tarde o temprano el culpable caería en sus manos y, en este caso, estaban muy confiados de que no demorarían más de un par de días en capturarlo.

Y en efecto, así ocurrió, puesto que el sábado 25 de abril de 1953 se informó a través de las páginas del periódico que dice lo que otros callan que la policía había capturado al doble asesino de mujeres, a quienes “mató para ocultar otro crimen”, según anotó el reportero en su crónica de los hechos.

Se trataba de un sujeto demasiado peligroso que antes ya había matado a otra persona, se trataba del esposo de la víctima.

Hilario Espino Espino, el verdadero asesino

Hilario Espino Espino era el nombre verdadero del autor de los tres homicidios -se hacía pasar como José Rodrigo-, pues sobre él pesaba la muerte de otro miembro de esa familia, crimen anterior al que había cometido en las Lomas de Chapultepec, donde victimó salvajemente a su amante Margarita García y su hijastra Teresa Tello.

En Ciudad Hidalgo, Michoacán, Hilario había dado muerte a Guillermo Tello, esposo y padre de sus víctimas, pero unos años más tarde, por fin era capturado por agentes del Servicio Secreto, a las órdenes y bajo la dirección del subjefe José López Hernández. Hilario se había escondido en una mina de arena abandonada, por el rumbo de Tacubaya.

Hilario Espino Espino era un individuo delgado, con tipo de hombre inofensivo y de voz apagada, apuntó el reportero.

Sonreía con frecuencia mientras habla con los periodistas para referirles todo cuanto aconteció en la casa de Prado Sur, en las Lomas de Chapultepec, y para darles algunos antecedentes que lo mostraban tal cual era, hombre sin entrañas, capaz de todo para salirse con la suya y un consumado tirador que podía, si así lo quería, hacer un buen blanco a veinticinco o treinta metros, de distancia.

-Conocí a Margarita hace como ocho años -dijo entre dientes el sujeto-, y desde entonces comenzamos a engañar a su marido Guillermo Tello. Vivíamos todos en Ciudad Hidalgo y como es natural no faltó quien fuera con el chisme a Guillermo, pero no fue sino hasta diciembre de 1951 cuando nos cayó de plano con las manos en masa cuando estábamos platicando una noche toda llena de desesperación.

Al verme sorprendido -siguió diciendo la fiera-, yo eché a correr para evitar que me fuera a matar, pero me alcanzó y entonces me aventó tres o cuatro golpes con un machete, aunque sin darme ninguno.

Seguí corriendo y ya me había alejado de él, cuando decidí sacar mi pistola y le aventé un balazo que le dio en la mera cabeza y allí se quedó bien muerto.

Me vine luego a México para que no me metieran a la cárcel y me metí a trabajar con un hombre que vende ropa y que vive por Ixtacalco, carteándome frecuentemente con Margarita, hasta que llegamos al acuerdo de que ella se viniera conmigo con todo y los hijos.

Les pedí perdón a Antonio y a Teresa, por lo que había hecho con su papá y ellos me perdonaron y prometieron que no me denunciarían.

Margarita, que era muy celosa, continuamente me estaba armando pleitos porque decía que yo andaba con las viejas, pero como eso no es cierto, yo me peleaba con ella y luego nos volvíamos a contentar.

El jueves en la mañana salí por la masa hasta el mercado, pero antes de salir me fajé la pistola, pues siempre andaba armado por aquello de que tenía miedo de encontrar a alguno de los familiares de Guillermo y no quería que me fueran a madrugar y me mataran antes de darme tiempo a defenderme.

"Nos tenían embrujados"

Regresé del mercado y Margarita me fue a abrir la puerta, recriminándome luego dizque porque venía de ver a una vieja. Yo me enojé mucho y le dije que ya no me estuviera molestando, que yo no tenía ninguna vieja, y que si la tenía a ella para nada le importaba. Ella se puso furiosa y me dijo que iba a hablar por teléfono con la policía para acusarme por lo que había hecho con su marido, pero antes de que cumpliera con su amenaza, saqué la pistola y disparé toda la carga sobre ella y sobre Teresa, pues la niña se atravesó entre la mamá y yo como para defenderla.

Luego que las vi muertas, me fui por el jardín, salté sobre la cerca que da a un terreno baldío y de ahí me fui para donde estaba, cuando la policía me agarró.

Explicó el asesino que no se fue de México por la falta de dinero, pues que salió de la casa del crimen sin un centavo en la bolsa y volviendo a sus amoríos con Margarita, dijo:

-Yo tengo la seguridad de que a Margarita y a mí nos tenían "embrujados" para que no nos pudiéramos separar nunca, pues muchas veces quise dejarla para siempre, pero luego volvía a su lado y lo mismo ella me decía, que se quería ir de mi lado, pero no me soltaba ni a sol ni a sombra.

También quería que fuéramos los dos a que nos hicieran una “limpia", pero el tiempo se fue pasando y no llegamos a ir, hasta que la ira me cegó al saber que Margarita me quería poner preso por lo del marido y le descargué toda la pistola, llevándome de paso a la hija, pero no me acuerdo si fueron cuatro o cinco los disparos, pues mi pistola no tenía todo el cilindro lleno. Las cosas ya no tienen remedio y ahora no habrá más que pagar el asunto y ya.

Así fue detenido Hilario

En el cuarto que los protagonistas de la tragedia ocupaban dentro de la lujosa mansión de las Lomas de Chapultepec, el subjefe del Servicio Secreto descubrió una carta dirigida a Hilario Espino Espino, pero a un domicilio en las calles de Isabel la Católica y, de inmediato, se estableció un servicio a cargo de los agentes Manuel Baena y Miguel Huerta con la intención de ver si en algún momento se presentaba el triple homicida.

Unas horas más tarde, llegó al domicilio en cuestión que era la casa de un mecánico de nombre Isaías Hernández, un chiquillo portador de un recado enviado por Hilario, en el que pedía a su amigo Isaías que lo fuera a ver a determinada cueva en unas minas de arena cercanas a Tacubaya.

El mecánico atendió desde luego el recado de su amigo, pero al salir para dirigirse al lugar de la cita fue detenido por los agentes del Servicio Secreto y llevado a presencia del subjefe López Hernández y, sin oponer resistencia de ninguna naturaleza -pues dijo que no sabía lo que su amigo hubiera hecho-, expuso cuanto sabía.

López Hernández y sus dos subalternos se fueron hasta la cueva que servía de refugio a Hilario y no obstante que exponían su vida, pues el tipo era considerado de alta peligrosidad, máxime si se tenía en consideración que estaba armado, los policías entraron en el cubil de la fiera y consumaron la aprehensión.

No fue necesario interrogar mucho al desalmado sujeto, pues éste en forma que se pudiera decir “espontánea”, se confesó de plano y agregó el otro crimen, sin que nadie mencionara el asunto del homicidio que había cometido en la persona de Guillermo Tello.

Fue puesto en manos del agente del Ministerio Público, el cual lo envió ante su juez, quedando interno en Penitenciaría del Distrito Federal.

También sería detenido el hijo de Margarita y hermano de Teresa, para que respondiera por el delito de encubrimiento, ya que, erigiéndose en juez, perdonó a su padrastro el que hubiera inmolado al autor de sus días sin dar cuenta a las autoridades de ese crimen que fue el prólogo del que sacudió a los habitantes de la colonia de las Lomas de Chapultepec.

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"Si puediera, volvería a matarlas", dijo la fiera

El jueves 30 de abril de 1953 alrededor de las 10 horas y ante el juez 80 de la Tercera Corte Penal, licenciado Luis G. Saloma Jr., rindió su declaración preparatoria Hilario Espino Espino, quien asesinó de la menor Teresa Tello García y de la madre de ésta, Margarita García viuda de Tello, la mañana del jueves 23 del mismo mes, en la residencia número 485 de las calles de Prado Sur, Lomas de Chapultepec.

El tenebroso doble homicida prestaba sus servicios como jardinero, en tanto que sus víctimas figuraban como domésticas.

Hilario ratificó todas y cada una de sus declaraciones anteriores, relacionadas con el hecho de haber disparado su arma contra madre e hija, en vista de que ambas lo amenazaron con denunciarlo a la policía por el crimen que había cometido tiempo antes en el Estado de Michoacán, en la persona de Guillermo Tello Galicia, padre de Teresa y esposo de Margarita.

El victimario expresó que tenía ya cuatro meses de ser amenazado por las occisas, de tal manera que la mañana del jueves 23, después de agria discusión con Margarita, resolvió sacrificarla, lo mismo que a la hija de dicha mujer, pues estaba enterada de todo cuanto ocurrió, por habérselo platicado la autora de sus días.

Hilario Espino Espino, al comparecer ante el juez, con la mayor tranquilidad del mundo inició su narración desde el día en que mató a Guillermo Tello Galicia, terminando con su doble homicidio.

El jardinero, al ser entrevistado por los reporteros, dijo: “Si tuviera yo la oportunidad de volver disparar contra Margarita y su hija, de buena gana lo haría, pues figúrense ustedes que durante cuatro largos meses me estuvieron atormentando con denunciarme a la policía por el crimen de Guillermo”.

Posteriormente, dijo Espino que no se encontraba arrepentido de la muerte de su primera víctima; es decir, del homicidio de Guillermo Tello, pues en dos ocasiones aquel quiso matarlo, por haber descubierto sus relaciones amorosas con Margarita.

Miró fríamente a los que se encontraban en la sala y sonrío como si evocara sus crímenes. Finalmente, dijo que esperaba salir pronto de prisión, porque se había quitado un peso de encima y deseaba continuar.

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La historia criminal de Hilario se remonta hacia antes del homicidio en Lomas de Chapultepec. Este último fue, acaso, la culminación de una vida que comenzó sin perturbaciones, pero que, debido a un amor infernal, terminó convirtiéndolo en toda una fiera asesina.

Fue el viernes 24 de abril de 1953, cuando LA PRENSA informó sobre un “DOBLE CRIMEN”, del que se señaló, en primera instancia, a un supuesto José Rodrigo, jardinero que se había dado a la fuga tras haber ultimado a sangre fría a plomazos a su pareja Margarita García y a la hija de ésta, Teresa Tello García, de 14 años, en la casa 485 de la Av. Prado Sur, Lomas de Chapultepec.

Hilario salió de aquella casa, manchado de sangre, con la adrenalina al tope, la mente absorta, preguntándose si todo había acabado por fin. Llevaba años esperando la culminación, el desenlace de su agitada vida, y no sólo no llegaba, sino que mientras tomaba conciencia de sí mismo, notaba que se había transformado en un ser repugnante. Y tal vez ya lo era, desde aquella ocasión, cuando acabó con un rival de amores.

“Es brujería”, llegó a pensar y a creer, porque de otro modo no se explicaba cómo pasó de ser un humilde campesino en su pueblo a un prófugo que llegó a la ciudad para de nuevo ser un prófugo. Y todo para qué. ¿Por una mujer? O acaso matar era su verdadera naturaleza. Maldijo su destino.

El homicidio de Guillermo Tello

La mujer continuó su vida como si nada hubiera ocurrido. “Dicen que se fue con otra mujer”, murmuraban en el pueblo cuando notaron la ausencia de don Guillermo. Ella se disculpaba diciendo que hubiera preferido que se dejaran, si de todos modos “la tenía abandonada”, pues salía con frecuencia a otros estados para atender ciertos compromisos, según dijo que le decía su marido.

El homicidio de Guillermo Tello ocurrió dos o tres años antes del doble en Lomas. Recordaba que fue el último domingo del mes. Y pese a lo que afirmaba, se despertó verdadero revuelo en el vecindario que, en su totalidad, culpó de la tragedia a la mujer, porque era más que sabido que sostenía relaciones amorosas con Hilario Tello, quienes a pesar de las circunstancias solo mantenían distancia, porque se conocían y habían llegado a hacer trabajos juntos.

Era bien sabido que Guillermo tenía un carácter demasiado prudente y a pesar de que sabía sobre “esas relaciones” desde mucho tiempo antes, intervino sutilmente para que cesaran, y aunque le pidió a Hilario que dejara de ir a su casa, aquel continuó frecuentando a su esposa.

Y aquella noche del último domingo, cuando regresó a la casa y sorprendió a Hilario con Margarita, trató de arrojar al amante, quien pistola en mano salió corriendo, pero aquél lo persiguió empuñando un machete con la determinación de matarlo, por lo cual el intruso le disparó un balazo, dándole muerte.

Tras el crimen, los amantes se quedaron pensando qué debían hacer, cuál el mejor partido que tomar. Entonces, ella resolvió salir en busca de un médico, pero cuando regresó ya su esposo estaba muerto e Hilario había huido, so pretexto de también haber salido en busca de un médico. En la casita dormían sus hijos, a quienes después les dijo que su papá salió de viaje y que no volvería en un buen tiempo, aunque después les contó la verdad, si le prometían no contárselo a nadie.

Luego de los funestos eventos, Margarita fue interrogada por la policía para saber qué había ocurrido, si había visto quién era el matador de su esposo y si conocía los motivos. Ella dio una versión.

Comenzó relatando que llevaba algunos años de casada con Guillermo Tello, hombre que se dedicaba al comercio de fruta y con el que tuvo dos hijos, un niño y una niña. Unos tres años antes había conocido a otro hombre con el que hacía negocios regularmente y que pensaban formar una sociedad para hacer entrega frutas y legumbres.

Lo que no dijo fue que "el socio" tendió sus redes para que ese negocio se extendiera abarcándola a ella, pues finalmente Margarita sucumbió a la seducción de Hilario y terminó sosteniendo relaciones amorosas con él, un sujeto de “mucha labia” quien además le daba regalitos.

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Un enredo de tres

Esa situación no pudo durar mucho tiempo, porque según dijo Margarita en su momento que ella misma le hizo la tremenda revelación al marido, pidiéndole perdón. Guillermo le creyó y al confrontar al “socio”, éste prometió, bajo palabra de honor, que ya no molestaría a la mujer.

La relación de trabajo entre los hombres continuó, pero en secreto el “socio”, no obstante la palabra empeñada, siguió insistiendo insistía cerca de la mujer para que aquellas relaciones continuaran.

A causa de esto fueron continuos disgustos no sólo en la casa sino entre socios, lo cual convirtió el terreno en una zona de infierno. Entonces, Guillermo liquidó la sociedad y al convino con el socio que lo mejor sería repartir los bienes que consistían en unas siembras de jitomate y otros productos.

El marido traicionado se alejó del hogar durante algunos días, tiempo en que cual según Margarita decidió abandonar al socio para quedarse con su marido, pero cuando el marido regresó, creyendo la palabra de su mujer, todo terminó mal, pues fue cuando los sorprendió.

Aquella noche del domingo, llegó a la casa donde vivía Margarita para sellar su reconciliación. Ella preparó la cena y estuvieron un rato, los hasta entonces esposos todavía, con sus hijos. Luego, Guillermo salió por sus cosas para regresar a vivir con su familia, aunque habían acordado que sería al día siguiente. Pero Guillermo no podía esperar más, por lo que después de las veintidós horas regresó con lo más indispensable.

Ella dijo que pensó en entregarse al descanso, pero dejó la puerta de su vivienda entreabierta porque sentía calor. Sin embargo, esta circunstancia la aprovechó Hilario Tello para entrar e insistir en sus demandas.

Luego, la escena cobró gran colorido, cuando Guillermo, haciendo uso de la llave del zaguán, regresó a la casa y se encontró con los amantes.

Parca fue en los detalles Margarita. Apenas dijo que su esposo reprochó al “socio” aquel proceder y le exigió que saliera prontamente de la vivienda haciendo ademán de inferir un golpe con un machete que alcanzó a sujetar. Hasta este punto, Margarita dijo más o menos la verdad.

Pero luego mintió, porque lo que en verdad sucedió fue que el esposo avanzó amenazante hacia el socio, que se echó a correr, siendo perseguido por el marido hasta que le dio alcance, ante lo cual el socio sacó su arma y disparó contra Guillermo, quien se dejó caer sin poder pronunciar palabra.

Pero al final Margarita dijo que ella se vio obligada a disparar contra su marido luego de que el “socio” saliera huyendo. Porque Guillermo dirigió su ira contra ella, cuando no había pasado nada entre los amantes, porque ella ya pensaba reconciliarse con su esposo.

Pero como el otro se fue dirigió su ira contra ella debido a los celos, aunque ella le decía que no tenía nada que ver con el socio. Y todavía más, Margarita dijo que “la tenía abandonada”, asegurando que Guillermo salía por sus negocios constantemente, y regresaba quince días, un mes o más tiempo después.

Y como Guillermo había quedado con el machete en su mano. Y Margarita tenía el arma en sus manos, la policía creyó la versión más simple. Hilario huyó y no volvieron a saber de él en el pueblo, pero mantuvo contacto con Margarita.

Pasaron los años, y como estos asuntos suelen olvidarse pronto en los pueblos, dejando paso a las historias y los chismes, sólo quedó cierto resquemor contra Margarita, a quien no perdonaron, por lo que pronto esta se fue rumbo a la ciudad, donde ya la esperaba Hilario para continuar lo que habían dejado pendiente y confirmar de una vez que no eran amores fingidos.

El viernes 24 de abril de 1953, LA PRENSA dio a conocer un evento inédito, no por ser algo que no pasaba a cada rato, sino porque la zona donde ocurrió parecía estar inmersa en otra cadencia, alejada del bullicio y los vicios, un lugar exclusivo.

En sus páginas policiacas, escribió el reportero: “Émulo del tristemente célebre Luis Romero Carrasco, José Rodrigo sembró de cadáveres la elegante residencia de la familia Sánchez Yarza, en las Lomas de Chapultepec en espantoso arranque de auténtica paranoia”.

Encuentran sin vida a madre e hija

La casa donde se cometió el doble crimen que, según el redactor del diario de las mayorías, haría “historia en los anales de la delincuencia”, se ubicaba en el número 485 de Prado Sur, colonia Lomas Chapultepec. In situ, fotógrafo y reportero de LA PRENSA encontraron los cadáveres de las mujeres que en vida respondían a los nombres de Teresa Tello García y Margarita García, a quienes presuntamente habría asesinado brutalmente el amante de Margarita, el jardinero de la casa, a quien en ese momento se conocía o se le llamaba José Rodrigo, nombre falso con el que pasó desapercibido todos esos años luego del primer crimen que cometió.

Mientras tanto, en la casa de los Sánchez Yarza, Adelina Vargas Montes, quien trabajaba como personal de servicio, dijo que los dueños del inmueble se encontraban en Europa festejando los quince años de su hijita Esperanza.

Al ser entrevistada por el reportero de LA PRENSA, comentó que el 22 de abril, como a las 12 del mediodía, se encontraba acomodando alguna ropa con Margarita, cuando llegó de imprevisto José sin que se presentara ningún altercado entre ellos, a pesar de que continuamente reñían por los celos que le causaba “al nauseabundo sujeto” el hecho de que los hijos del primer matrimonio de la Margarita la visitaran.

Dijo Adelina que parecía como que los pleitos ya los trajeran desde “denantes”, pero que regularmente se reconciliaban de manera dulzona porque José se disculpaba y le daba algún presente, por lo que las cosas no llegaban a mayores.

Pero –y parecía recordar el espantoso crimen del jardinero-, continuó diciendo que llegó y llamó a Margarita y Margarita, a su vez, llamó a su hija Teresa, y entonces juntas se dirigieron a la cocina.

Repentinamente, dijo Adelina que escuchó tres balazos y con el temor de que algo pudiera suceder, huyó hacia la sala, donde alcanzó a orí algunos disparos más; y como se encontraba en shock, debido a su afán de pedir socorro, permaneció por un instante oculta entre los muebles.

Aparte de los emisarios del diario de las mayorías, también estuvieron presentes en el lugar de los hechos algunos reporteros de otros diarios capitalinos, quienes junto con el comandante de agentes de la Policía Judicial, Aguilar Santa Olalla, y varios hombres bajo sus órdenes del servicio de identificación, así como el agente del Ministerio Público y el médico encargado de certificar las lesiones que presentaran las víctimas de la fiera que fungía en la como jardinero, fueron testigos del macabro escenario sangriento donde habían permanecido los cadáveres.

Primeramente, se encontraron con el cuerpo de la niña Teresa Tello García, a la que le identificaron una herida que le penetró en el corazón y le salió en el omóplato derecho. Uno de los médicos dijo que “la occisa tuvo una muerte de angustia y de terror”, en el instante ulterior que sucedió a su agonía.

Después el grupo de agentes y reporteros se dirigió a la cocina y, junto al refrigerador, se toparon con el otro cadáver, el de Margarita García, a quien se le apreciaron impactos de bala en la parte posterior, uno de ellos en la cabeza y el otro en el cuerpo, con lo que quedó demostrado que el sádico sujeto la persiguió implacablemente, hasta que la dejó muerta.

Esto fue lo que sucedió en Prado Sur 485

Como era costumbre, el personal que laboraba en casa se levantó aquel trágico día a las siete de la mañana. José Rodrigo, el jardinero, se dirigió a atender sus obligaciones, pero más tarde, después del desayuno, alrededor de las nueve, se fue al mercado, y una hora más tarde regresó para dejar en la cocina lo que había comprado.

Pasó a la azotehuela, donde se encontró con la mujer con intercambió algunas palabras; y de allí pasó a su habitación sin que se presentara ninguna dificultad, pero de pronto ocurrió algo inusitado entre ellos, y él sacó una pistola calibre 38 con la que amenazó a Margarita, quien al ver lo que sucedía, corrió al interior de su cuarto, encontrándose con su hija Teresa, producto del primer matrimonio e hijastra del homicida.

Al ver a su padrastro, pistola en mano, la chiquilla se interpuso entre él y su madre. Esto no impidió que la bestia continuara con su cometido, por lo cual disparó y la niña recibió el primero de los disparos del jardinero justo en el centro del corazón, quedando en la posición en la que la encontraron las autoridades.

El chacal, enardecido por su primer triunfo mortal, siguió disparando contra la mujer hasta que consiguió matarla después de muchos cartuchos, cuatro de los cuales se incrustaron en la pared de la cocina.

Concluida su hazaña, salió de la casa “tranquilamente” por la puerta principal de la residencia, emprendiendo la huida en frenética carrera en cuanto se vio en la calle.

Margarita Pérez, hermana de la dueña de la casa, dijo que nunca imaginó que el jardinero fuera capaz de cometer tan atroz crimen, y que se encontraba enteramente sorprendida, puesto que sus familiares la habían dejado a cargo de la casa, mientras ellos se iban de viaje.

La Policía del Distrito tomó cartas en el asunto, asegurando que tarde o temprano el culpable caería en sus manos y, en este caso, estaban muy confiados de que no demorarían más de un par de días en capturarlo.

Y en efecto, así ocurrió, puesto que el sábado 25 de abril de 1953 se informó a través de las páginas del periódico que dice lo que otros callan que la policía había capturado al doble asesino de mujeres, a quienes “mató para ocultar otro crimen”, según anotó el reportero en su crónica de los hechos.

Se trataba de un sujeto demasiado peligroso que antes ya había matado a otra persona, se trataba del esposo de la víctima.

Hilario Espino Espino, el verdadero asesino

Hilario Espino Espino era el nombre verdadero del autor de los tres homicidios -se hacía pasar como José Rodrigo-, pues sobre él pesaba la muerte de otro miembro de esa familia, crimen anterior al que había cometido en las Lomas de Chapultepec, donde victimó salvajemente a su amante Margarita García y su hijastra Teresa Tello.

En Ciudad Hidalgo, Michoacán, Hilario había dado muerte a Guillermo Tello, esposo y padre de sus víctimas, pero unos años más tarde, por fin era capturado por agentes del Servicio Secreto, a las órdenes y bajo la dirección del subjefe José López Hernández. Hilario se había escondido en una mina de arena abandonada, por el rumbo de Tacubaya.

Hilario Espino Espino era un individuo delgado, con tipo de hombre inofensivo y de voz apagada, apuntó el reportero.

Sonreía con frecuencia mientras habla con los periodistas para referirles todo cuanto aconteció en la casa de Prado Sur, en las Lomas de Chapultepec, y para darles algunos antecedentes que lo mostraban tal cual era, hombre sin entrañas, capaz de todo para salirse con la suya y un consumado tirador que podía, si así lo quería, hacer un buen blanco a veinticinco o treinta metros, de distancia.

-Conocí a Margarita hace como ocho años -dijo entre dientes el sujeto-, y desde entonces comenzamos a engañar a su marido Guillermo Tello. Vivíamos todos en Ciudad Hidalgo y como es natural no faltó quien fuera con el chisme a Guillermo, pero no fue sino hasta diciembre de 1951 cuando nos cayó de plano con las manos en masa cuando estábamos platicando una noche toda llena de desesperación.

Al verme sorprendido -siguió diciendo la fiera-, yo eché a correr para evitar que me fuera a matar, pero me alcanzó y entonces me aventó tres o cuatro golpes con un machete, aunque sin darme ninguno.

Seguí corriendo y ya me había alejado de él, cuando decidí sacar mi pistola y le aventé un balazo que le dio en la mera cabeza y allí se quedó bien muerto.

Me vine luego a México para que no me metieran a la cárcel y me metí a trabajar con un hombre que vende ropa y que vive por Ixtacalco, carteándome frecuentemente con Margarita, hasta que llegamos al acuerdo de que ella se viniera conmigo con todo y los hijos.

Les pedí perdón a Antonio y a Teresa, por lo que había hecho con su papá y ellos me perdonaron y prometieron que no me denunciarían.

Margarita, que era muy celosa, continuamente me estaba armando pleitos porque decía que yo andaba con las viejas, pero como eso no es cierto, yo me peleaba con ella y luego nos volvíamos a contentar.

El jueves en la mañana salí por la masa hasta el mercado, pero antes de salir me fajé la pistola, pues siempre andaba armado por aquello de que tenía miedo de encontrar a alguno de los familiares de Guillermo y no quería que me fueran a madrugar y me mataran antes de darme tiempo a defenderme.

"Nos tenían embrujados"

Regresé del mercado y Margarita me fue a abrir la puerta, recriminándome luego dizque porque venía de ver a una vieja. Yo me enojé mucho y le dije que ya no me estuviera molestando, que yo no tenía ninguna vieja, y que si la tenía a ella para nada le importaba. Ella se puso furiosa y me dijo que iba a hablar por teléfono con la policía para acusarme por lo que había hecho con su marido, pero antes de que cumpliera con su amenaza, saqué la pistola y disparé toda la carga sobre ella y sobre Teresa, pues la niña se atravesó entre la mamá y yo como para defenderla.

Luego que las vi muertas, me fui por el jardín, salté sobre la cerca que da a un terreno baldío y de ahí me fui para donde estaba, cuando la policía me agarró.

Explicó el asesino que no se fue de México por la falta de dinero, pues que salió de la casa del crimen sin un centavo en la bolsa y volviendo a sus amoríos con Margarita, dijo:

-Yo tengo la seguridad de que a Margarita y a mí nos tenían "embrujados" para que no nos pudiéramos separar nunca, pues muchas veces quise dejarla para siempre, pero luego volvía a su lado y lo mismo ella me decía, que se quería ir de mi lado, pero no me soltaba ni a sol ni a sombra.

También quería que fuéramos los dos a que nos hicieran una “limpia", pero el tiempo se fue pasando y no llegamos a ir, hasta que la ira me cegó al saber que Margarita me quería poner preso por lo del marido y le descargué toda la pistola, llevándome de paso a la hija, pero no me acuerdo si fueron cuatro o cinco los disparos, pues mi pistola no tenía todo el cilindro lleno. Las cosas ya no tienen remedio y ahora no habrá más que pagar el asunto y ya.

Así fue detenido Hilario

En el cuarto que los protagonistas de la tragedia ocupaban dentro de la lujosa mansión de las Lomas de Chapultepec, el subjefe del Servicio Secreto descubrió una carta dirigida a Hilario Espino Espino, pero a un domicilio en las calles de Isabel la Católica y, de inmediato, se estableció un servicio a cargo de los agentes Manuel Baena y Miguel Huerta con la intención de ver si en algún momento se presentaba el triple homicida.

Unas horas más tarde, llegó al domicilio en cuestión que era la casa de un mecánico de nombre Isaías Hernández, un chiquillo portador de un recado enviado por Hilario, en el que pedía a su amigo Isaías que lo fuera a ver a determinada cueva en unas minas de arena cercanas a Tacubaya.

El mecánico atendió desde luego el recado de su amigo, pero al salir para dirigirse al lugar de la cita fue detenido por los agentes del Servicio Secreto y llevado a presencia del subjefe López Hernández y, sin oponer resistencia de ninguna naturaleza -pues dijo que no sabía lo que su amigo hubiera hecho-, expuso cuanto sabía.

López Hernández y sus dos subalternos se fueron hasta la cueva que servía de refugio a Hilario y no obstante que exponían su vida, pues el tipo era considerado de alta peligrosidad, máxime si se tenía en consideración que estaba armado, los policías entraron en el cubil de la fiera y consumaron la aprehensión.

No fue necesario interrogar mucho al desalmado sujeto, pues éste en forma que se pudiera decir “espontánea”, se confesó de plano y agregó el otro crimen, sin que nadie mencionara el asunto del homicidio que había cometido en la persona de Guillermo Tello.

Fue puesto en manos del agente del Ministerio Público, el cual lo envió ante su juez, quedando interno en Penitenciaría del Distrito Federal.

También sería detenido el hijo de Margarita y hermano de Teresa, para que respondiera por el delito de encubrimiento, ya que, erigiéndose en juez, perdonó a su padrastro el que hubiera inmolado al autor de sus días sin dar cuenta a las autoridades de ese crimen que fue el prólogo del que sacudió a los habitantes de la colonia de las Lomas de Chapultepec.

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"Si puediera, volvería a matarlas", dijo la fiera

El jueves 30 de abril de 1953 alrededor de las 10 horas y ante el juez 80 de la Tercera Corte Penal, licenciado Luis G. Saloma Jr., rindió su declaración preparatoria Hilario Espino Espino, quien asesinó de la menor Teresa Tello García y de la madre de ésta, Margarita García viuda de Tello, la mañana del jueves 23 del mismo mes, en la residencia número 485 de las calles de Prado Sur, Lomas de Chapultepec.

El tenebroso doble homicida prestaba sus servicios como jardinero, en tanto que sus víctimas figuraban como domésticas.

Hilario ratificó todas y cada una de sus declaraciones anteriores, relacionadas con el hecho de haber disparado su arma contra madre e hija, en vista de que ambas lo amenazaron con denunciarlo a la policía por el crimen que había cometido tiempo antes en el Estado de Michoacán, en la persona de Guillermo Tello Galicia, padre de Teresa y esposo de Margarita.

El victimario expresó que tenía ya cuatro meses de ser amenazado por las occisas, de tal manera que la mañana del jueves 23, después de agria discusión con Margarita, resolvió sacrificarla, lo mismo que a la hija de dicha mujer, pues estaba enterada de todo cuanto ocurrió, por habérselo platicado la autora de sus días.

Hilario Espino Espino, al comparecer ante el juez, con la mayor tranquilidad del mundo inició su narración desde el día en que mató a Guillermo Tello Galicia, terminando con su doble homicidio.

El jardinero, al ser entrevistado por los reporteros, dijo: “Si tuviera yo la oportunidad de volver disparar contra Margarita y su hija, de buena gana lo haría, pues figúrense ustedes que durante cuatro largos meses me estuvieron atormentando con denunciarme a la policía por el crimen de Guillermo”.

Posteriormente, dijo Espino que no se encontraba arrepentido de la muerte de su primera víctima; es decir, del homicidio de Guillermo Tello, pues en dos ocasiones aquel quiso matarlo, por haber descubierto sus relaciones amorosas con Margarita.

Miró fríamente a los que se encontraban en la sala y sonrío como si evocara sus crímenes. Finalmente, dijo que esperaba salir pronto de prisión, porque se había quitado un peso de encima y deseaba continuar.

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