Joel David Kaplan: Cómo fue la fuga en helicóptero de una cárcel mexicana

Diez segundos bastaron para que “El rey de la melaza” escapara en un helicóptero de la prisión de Santa Martha Acatitla, el 18 de agosto de 1971

Alfredo Sosa | La Prensa

  · viernes 9 de septiembre de 2022

Fotos Archivo, Biblioteca, Hemeroteca y Fototeca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa

Joel David Kaplan fue conocido como “El rey de la melaza” porque heredó un emporio azucarero y varios miles de millones de dólares. Por su trabajo el estadounidense conoció casi todo el continente americano y fue socio de innumerables empresarios, pero también se dice, de varios mafiosos.

Uno de ellos fue Louis Melchior Vidal Jr., un hombre de negocios neoyorquino, a quien trató poco, pero marcó la vida de Kaplan de forma definitiva.

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Fue con la misteriosa muerte de Vidal Jr., como el destino le tenía preparado a Kaplan una serie de infortunios y años de pesadumbre.

El 11 de noviembre de 1961, Louis Melchior Vidal vivió sus últimas horas durante un viaje de negocios en la incipiente ciudad de México. Esa día fue asesinado de forma despiadada, sus verdugos lo sometieron a suplicio y al final le metieron varias balas en el cuerpo. Después, lo semienterraron por los rumbos de la carretera México-Cuernavaca, donde una jauría de perros que se deba un festín con su cadáver, delató sus restos bajo la tierra.

El crimen conmocionó a los habitantes de la capital y representó un verdadero reto para las corporaciones policiacas, cuyas investigaciones revelaron los nombres de Harry Coppelson, Evsel Petrunshansky, Luis de Garay Jaimes y Joel David Kaplan, todos socios en vida de Louis Melchior Vidal Jr.

Teresa Carrasquillo, esposa de Melchior Vidal, se encargó de reconocer el cadáver de su marido en la morgue, al ser interrogada por la policía, la viuda acusó directamente a Joel David Kaplan y sus socios de dar muerte a su esposo. Cuando los agentes policiacos la cuestionaron sobre los motivos para matarlo, ella afirmó que lo asesinaron porque conocía una fórmula para aprovechar mieles incristalizadas que mejoraba en tiempo y costos la producción de melaza.

La versión de que Vidal Jr. no quiso revelarles la extraordinaria fórmula -la que les dejaría millones de dólares de ganancias, por ello Kaplan y sus socios planearon darle muerte-, fue la que adoptó con más fuerza la policía, sin embargo, mucho se especuló sobre el móvil del crimen. Incluso las autoridades manejaron en aquel entonces otras hipótesis: contrabando de armas, tráfico de drogas y hasta una supuesta venganza pasional, lo único cierto fue que las corporaciones policiacas emprendieron una cacería por todo el país para capturar a Kaplan y sus supuestos cómplices.

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Se refuerza la hipótesis de la policía

Pero dice el dicho que “No hagas cosas buenas que parezcan malas” y es que tras la muerte de Vidal Jr. Joel D. Kaplan escapó del país, ese hecho hizo que la policía reforzara más su hipótesis, sobre que él era sino el asesino directo, tal vez uno de los autores materiales del crimen.

Kaplan tenía muchos amigos en ámbitos poderosos por su trabajo comercial, por ello no le fue complicado mandar a falsificar un pasaporte y huyó de México, con esto no había dudas para la policía, él estaba muy relacionado con el asesinato del señor Vidal Jr.

Las autoridades desplegaron todas sus fuerzas no solo en la ciudad de México, sino también en todo el país, se emitió una ficha con la foto, señas y datos generales de Joel D. Kaplan, para poder atraparlo. Se pidió la ayuda de la Interpol, porque lo más seguro era que el prófugo se encontrara en el extranjero, probablemente en un país de Centroamérica donde tenía muchos amigos, o tal vez en los Estados Unidos. El caso es que en ese momento Kaplan, Harry Coppelson, Luis de Garay Jaimes y Evsel Petrunshansky eran los hombres más buscados por la policía mexicana.

"Echaron el guante" a Kaplan en España

“¡Extra, Extra, capturaron al “rey de la melaza”, gritaban los voceadores con los ejemplares de La Prensa en mano, la tarde del 28 de marzo de 1962, donde se informó sobre la captura de Joel D. Kaplan. El empresario, acusado de dar muerte a Louis Melchior Vidal Jr. fue atrapado en Madrid, España, donde se forjó un escondite que solo le duró cuatro meses. La Policía Internacional española lo detuvo mientras leía el periódico en un clásico bar de tapas (bar de barrio, popular).

Kaplan fue entregado a la Interpol, la cual lo puso de inmediato en un avión de la compañía Iberia, cuyo aterrizaje se dio en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a las 20:45 horas del 29 de marzo, donde lo esperaban los comandantes Eduardo Ojeda y Antonio Cordero, jefes de la Policía Secreta del entonces Distrito Federal.

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Huyó por miedo

Con su detención comenzó el verdadero martirio para Kaplan. De inicio, los agentes policiacos lo interrogaron durante siete horas seguidas, acerca del asesinato contra el señor Louis Melchior Vidal Jr., pero el empresario negó en todo momento haber participado en el crimen. Incluso, señaló que en cuanto supo de la muerte de su socio, viajó a la ciudad de Nueva York para asistir al funeral, donde dio en persona el pésame a Teresa Carrasquillo, la viuda.

Ante los detectives Ojeda y Cordero, Kaplan contó que se fugó del país por miedo a ser inculpado, pero que nada tenía que ver con el asesinato de su socio. Antes, estuvo hospedado dos días en el Hotel Diplomático, donde dio por nombre el de Albert Richard Yates, dijo ser originario de Birmingham, Inglaterra y tener 30 años. Y, en efecto, con esos mismos datos falsificó un pasaporte con el cual salió de México con rumbo a los Estados Unidos.

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Harry Coppelson lo mató

Al verse sofocado por los interrogatorios de la policía, Kaplan declaró que el artífice del crimen había sido su socio Harry Coppelson, quien muchas veces se hacía llamar Earl Schoot, además de acusarlo de traficar armas y drogas.

El estadounidense contó a los detectives que a Vidal Jr. lo conoció a finales del año 1959, cuando se asociaron en un negocio de melazas, pero que el verdadero giro al cual se dedicaba el occiso, era la fabricación de pinturas. Respecto de Luis de Garay Jaimes, mencionó que en 1960 viajó de Nueva York a la ciudad de México para cerrar un negocio, en el cual estuvo involucrado el señor Jaimes.

Pero los agentes policiacos quisieron sacarle la sopa a Kaplan y lo presionaron una y otra vez, sobre el tipo de negocios en los que estaba metido, entonces el comandante Ojeda le espetó:

-Confiese de una buena vez, Kaplan, esos negocios como usted los llama están relacionados con las drogas. ¡Díganos ya la verdad! ¿De dónde la trafican? ¿Cuál es su destino y por qué medios la transportan?

Kaplan lo negó todo, sin embargo admitió que Coppelson, Vidal Jr. y Petrunshansky estaban metidos en negocios turbios y él se vio involucrado sin querer, pues lo habían engañado con tal de que le entrara con su dinero. Los comandantes le pidieron que explicara con detalle cuáles eran esos “negocios turbios”, sin embargo Kaplan se rehusó señalando que no sabía con certeza de qué se trataba, pero de por medio hubo muchos millones de dólares.

El juicio

“El rey de la melaza” fue llevado a proceso, a pesar de no estar confeso y de que la policía no tenía pruebas contundentes en su contra. Mientras tanto, continuaba en la búsqueda de Harry Coppelson y Evsel Petrunshansky.

No obstante, para fortuna de la policía e infortunio de Kaplan, hubo un testigo que fue vital, se trató del mismo Luis de Garay Jaimes, sujeto que fue aprendido tan solo una semana después del asesinato de Vidal Jr., y quien cuando fue interrogado, declaró que todo lo había planeado y ejecutado Joel D. Kaplan.

Así que los agentes policiacos no tardaron en mencionarle la versión de Jaimes al “rey de la melaza”, la cual afirmó que, la tarde del 11 de noviembre del 61, Kaplan, Coppelson y Petrunshansky fueron a recoger al aeropuerto a Vidal Jr., pues lo habían convencido de arribar a México para proponerle un jugoso negocio, luego lo llevaron en el Buick de Coppelson al Hotel Continental Hilton, donde le habían reservado una habitación.

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Cuando Louis M. Vidal Jr. se alojó y dejó su equipaje en la habitación, sus socios lo estaban esperando en el lobby, para después salir a tomar unos tragos. Pero Vidal Jr. no sabía lo que le esperaba, pues Kaplan y sus cómplices lo llevaron a la carretera México-Cuernavaca y, a la altura del kilómetro 10, lo bajaron del auto y lo molieron a golpes, mientras le exigían que les entregara la fórmula para las melazas, pero también, para obligarlo a entrarle a un negocio donde traficarían armas de los Estados Unidos a Nicaragua.

Vidal Jr. se negó rotundamente y lo pagó muy caro, pues lo golpearon hasta que perdió el sentido y por último, dijo Jaimes a los detectives del Servicio Secreto, Kaplan le metió bala fría en el cuerpo, no una, sino varias veces. Ya muerto, lo echaron de nuevo en la cajuela del Buick y 11 kilómetros más adelante, lo enterraron.

Ante tal versión, Kaplan exigió un careo con Luis de Garay Jaimes, recurso muy común por aquellos años en los juicios, sin embargo, cuando su abogado Víctor Velásquez lo solicitó al juez, le fue extrañamente negado.

Por los medios legales Kaplan y su abogado defensor ya no pudieron hacer nada, el juez lo condenó a 30 de prisión, acusado de homicidio calificado con todas las agravantes en perjuicio del señor Louis Melchior Vidal Jr., mientras Harry Coppelson y Evsel Petrunshansky seguían prófugos.

Pidió ayuda a su familia, pero...

La decepción de Kaplan y su esposa, Irma Vázquez Calderón, fue muy grande, debido a la pena adjudicada al estadounidense. No obstante, su abogado Víctor Velásquez les dijo que no se desanimaran, que meterían un recurso de amparo ya que no había pruebas contundentes en su contra, pues la versión del señor Jaimes no era suficiente para refundirlo en la cárcel.

Por otro lado, Irma suplicó a su esposo que pidiera apoyo a su familia en los Estados Unidos, tal vez ellos por medio de su dinero pudieran sacarlo de la prisión, entonces Kaplan solicitó a su abogado que hablara con un tío suyo, radicado también en Nueva York, para que él intentara sacarlo.

El licenciado Velásquez hizo lo que pidió Kaplan, contactó a su tío, quien tenía buenos contactos en la DEA y le comentó cómo estaba la situación, sin embargo, al parecer al familiar de Joel no le interesaba ayudarlo, sino todo lo contrario, porque se negó y hasta le dijo al abogado que “si algo malo había hecho su sobrino, era justo que lo pagara tras las rejas”.

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Así pasaron varios años y el abogado de Kaplan lo único que conseguía era que lo cambiaran de prisión, pero nada sobre su libertad. El estadounidense estuvo en la cárcel de Coyoacán, Lecumberri y al final en la de Santa Martha Acatitla, donde intentó fugarse varias veces, pero sus mejores planes se estrellaban contra obstáculos imprevistos.

Trató de fugarse varias veces

El primer intento de Joel D. Kaplan para fugarse fue cuando intentó disfrazarse de celador. Para ello pagó una buena cantidad de dinero a algunos custodios para que le facilitaran los uniformes y la ruta que lo conduciría a la libertad. Sin embargo, al final sus cómplices lo traicionaron y el plan se vino abajo.

La segunda vez, el plan fue un poco más elaborado. Kaplan pensó escaparse metido en un contenedor de madera de las que elaboraban los reclusos en sus talleres. El estadounidense pidió a uno de los carpinteros que los fabricaba, que hiciera un hueco especial en una de las cajas donde su cuerpo pudiera entrar, una vez fuera, solo tendría que salir del hueco y escapar.

No obstante, este plan también falló, pues algún enemigo del empresario se enteró de esto y lo delató con las autoridades del penal.

Vick Stadler tuvo una gran idea

Kaplan y su mujer parecían muy resignados a que pasaría toda su vida en prisión, no obstante, un buen día, el contrabandista de drogas llamado Vic Stadler, se enteró de la situación de su compatriota Joel D. Kaplan y buscó la manera de ayudarlo.

Stadler era un mafioso con poder, amigo de guerrilleros en toda América Latina y de policías y funcionarios corruptos en la ciudad de México. Gracias a ello, transportaba su mercancía a placer y sin problemas, la cual lo forró de dólares.

Luego de entrevistarse con la esposa de Kaplan y su abogado, a Stadler se le ocurrió una brillante idea y la compartió con ellos: “Vamos a liberar a nuestro estimado amigo de la cárcel y lo haremos mediante una aeronave”.

Para concretar la idea de Stadler, se necesitaba mucho dinero y Kaplan y él lo tenían, así que el recluso fue informado del plan y no tardó en proporcionar el dinero necesario. Así que se compró la aeronave y se contrató al piloto Roger Heshner, un ex veterano militar que participó en la guerra de Vietnam.

También alquilaron un avión para que una vez en libertad, Kaplan lo abordara y entrara en los Estados Unidos. Hay que mencionar, que una cláusula en el fideicomiso de su fortuna, estipulaba que no podría recibir ni un solo centavo si su regreso a su país no se daba de forma legal.

Así que sincronizaron muy bien el plan y solo faltaba que llegara el día para ejecutarlo.

Bastaron 10 segundos para que se fugara

La fecha se cumplió, sucedió la tarde del 18 de agosto de 1971, cuando los reclusos se encontraban en el salón de proyecciones viendo una película. Para entonces, Kaplan había decidido llevarse consigo a su amigo Carlos Antonio Contreras Castro, un venezolano que había sido sentenciado por robo.

Eran las 18: 35 horas, caía una ligera llovizna y una tensa bruma cubría la tarde, cuando el ruido de la aeronave anunció a Kaplan que era momento de escaparse. El helicóptero aterrizó en uno de los patios de la penitenciaría de Santa Martha Acatitla, los dos reos corrieron hacia él, abordaron la nave y en tan solo 10 segundos se fugaron de la prisión, ante la mirada atónita de los guardias, que no tuvieron tiempo de activar la alarma ni de realizar un solo disparo.

Pocos minutos después, por los rumbos de Actopan, Hidalgo, en una pista clandestina, la aeronave descendió con Kaplan y Castro, donde una avioneta ya esperaba al estadounidense para refugiarse en los Estados Unidos.

Por su parte, Carlos Antonio Castro Contreras abordó un Cadillac que se dispuso para él, que lo condujo a la comunidad de La Pesca, en Tamaulipas, donde otra avioneta lo llevó a Guatemala y de ahí, se pasó probablemente a Venezuela. El caso es que jamás pudieron dar con su paradero ni se supo más de él.

No habría manera de ponerle tras las rejas una vez más

Por esos años, estimadas y estimados lectores, la evasión de la cárcel no representaba un delito, no estaba estipulado en el Código Penal, mucho menos en el Civil ni en la Constitución Política, así que no podían acusar a Kaplan de tal cosa.

De ese modo, Kaplan obtuvo su libertad, entró de forma legal en los Estados Unidos y pudo disponer de su fortuna sin ningún impedimento.

Lo único que se perdió, fue el helicóptero, que tuvieron que abandonar en una comunidad llamada El Tecolote, por los rumbos de Matamoros, Tamaulipas, donde la Policía del Servicio Secreto lo encontró y lo trajo a la ciudad de México, para inspeccionarlo y así poder dar con el paradero de Joel David Kaplan, mejor conocido como “El rey de la melaza”, a quien nunca más pudieron echarle el guante.

Unas cuantas horas después de la fuga del empresario estadounidense, fue detenido todo el personal de la penitenciaría, pero toda la responsabilidad de la fuga de Kaplan cayó sobre Andrés Dueñas Sosa, y Juan Tovía Martínez, jefe y subjefe de vigilancia del penal de Santa Martha Acatitla, quienes fueron señalados de facilitar el escape de los dos reos.

Sin embargo, días después, el personal de la penitenciaría fue puesto en libertad y liberados de las acusaciones.

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Por otra parte, Irma Vázquez Calderón y Maribel de Castro, esposas de Kaplan y de Castro Contreras, respectivamente, también fueron detenidas por la policía del Servicio Secreto, pero puestas en libertad unas horas después, por falta de pruebas en su contra.

La espectacular fuga de Kaplan causó gran revuelo entre la sociedad mexicana, pues nunca antes se había visto algo similar, el cual pareció más bien un acto emergido de una película de gánsteres y detectives, que de la realidad.

Tal osadía pasó a la historia como La Fuga del Siglo, una historia verdadera, aunque parezca más de la ficción, protagonizada por personajes turbulentos, misteriosos y contradictorios.

Joel David Kaplan residió en su país natal, Estados Unidos con su mujer, tuvieron una hija y, antes de morir, dictó su osadía a los escritores Eliot Asinof, Warren Hinckle y William Turner, quienes tuvieron a bien darla a conocer en un libro llamado: Kaplan, fuga en 10 segundos.

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