Fueron mutiladas y reducidas a cenizas por la violencia y humillación masculina

Por todo el país resuena el clamor “justicia” por los feminicidios

Carlos Álvarez | La Prensa

  · viernes 7 de mayo de 2021

Hemeroteca Mario Vázquez Raña

En año nuevo Asesinada

Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Ciudad de México.- Detrás de una imagen extrovertida, un sujeto se hacía pasar como un apuesto aventurero, amante de los tatuajes, pero en realidad se trataba de un criminal

Hay una llamada que todo padre desearía no recibir nunca, y cuando la mamá de Campira la recibió fue como haber recibido una puñalada en el corazón. Ese día una parte de su mundo terminó, y también para los pequeños hijos de Campira, y para toda su familia.

Pero lo supo después de varias horas, porque Gabriel Camorlinga, su hermano, fue quien descubrió el crimen de lo que parecía ser una escena montada por la última persona que estuvo con ella.

No se saben las causas ni qué motivó a Jorge Humberto Martínez Cortés a terminar con la vida de Campira Lisandra Camorlinga, a quien había conocido a través de las redes sociales, y, como suele decirse en estos tiempos, al parecer hicieron match.

Muy poco sabían al respecto sus familiares de Campira, pues su mamá vivía en Acapulco y ella en la Ciudad de México, en la colonia Santo Domingo, en Coyoacán, junto con uno de sus hermanos.

Poco antes de que la muerte sorprendiera a la familia Camorlinga al llevarse a Campira, ella había compartido una foto a través de Facebook, donde a manera de declaración hacía pública su relación con quien se hacía llamar Joy Drago en esa red social.

Y, al cabo de poco tiempo, el 28 de diciembre de 2016, Jorge Humberto conoció a la mamá de Campira, Margarita Alanís, pues ya la relación se había mantenido alrededor de dos meses, pero tan sólo tres días después aquél sujeto asesinaría a la joven Camorlinga.

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¿De qué manera se precipitaron los acontecimientos para que Jorge Humberto decidiera asesinar a su pareja sentimental?

¿QUIÉN ERA JOY DRAGO?

De acuerdo con su biografía en cierta red social, Jorge Humberto “El Matanovias” utilizaba el nickname de Joy Drago y se definía como “un hombre viudo que vive en la Ciudad de México”.

Solía trabajar en bares de la Condesa y de la Roma, donde muy pronto entablaba relación con los amantes de la tinta, ya que él había marcado su piel con varios tatuajes y solía compartir fotos suyas en un acto egocéntrico.

Sobresalían dos tatuajes: uno (que se hizo luego de que una de sus novias terminara muerta) en el cuello, cuyo diseño es el de un corazón partido por la mitad; el otro, en el pecho, más bien una leyenda que dice: “Cada quien es dueño de su propio infierno”, frase que parece expresar cierto grado de agudeza, pero que en el fondo la utiliza alguien que cree poseer una sabiduría profunda, es decir, una frase vacua que sólo asombra a los más despistados.

Jorge Humberto conoció a Yang Kyung María Jun Borrego, de ascendencia coreana, cuando era muy jovencita.

Ella vio algo en él que le llamó la atención. Muy pronto comenzaron una relación se fueron a vivir juntos. Entonces compartieron cuatro intermitentes años, porque la relación no fructificaba, no había un proyecto ni nada que la hiciera duradera.

Además, Jorge era celoso y solía no dar un buen trato a Jun, pero a pesar de todo, aunque la relación terminaba, pronto regresaban, pero nuevamente para terminar en un ir y venir que desgastaba a Jun.

Finalmente, en 2014 intentarían llevar las cosas más allá al vivir juntos por última vez, pero en esa ocasión ya no hubo futuro, puesto que Yang terminó muerta.

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De acuerdo con lo que declaró Jorge Humberto, él había salido alrededor del mediodía y Yang se había quedado en casa, luego de una jornada de trabajo desgastante, ya que la noche previa, o la madrugada previa, la del 21 de septiembre, había llegado a casa alrededor de las 4:00 horas, pero no ya regresó al trabajo la jornada siguiente.

Luego, cuando más tarde regresó Jorge Humberto, declaró que al entrar en el departamento de la colonia Doctores, la encontró colgada, muerta, ahorcada con una bufanda anudada al cuello.

DEL MATANOVIAS

Víctimas

Jorge Humberto se tatuó en el pecho la frase “cada quien es dueño de su propio infierno”; sin embargo, el infierno en el que ahora se encuentra le ha sido asignado y no le pertenece, pues es sólo un esclavo, un preso y criminal.

Jorge llamó a sus familiares y a las autoridades, quienes pronto se dieron cita en el domicilio de Yang en la colonia Doctores, pero resultó increíble el hecho de que demasiado pronto se haya dictaminado que se trataba de un suicidio; pues las evidencias y las pruebas parecían así sugerirlo; además de la palabra de quien fuera su pareja sentimental, y, entonces, el caso fue desahogado muy rápido y se cerró sin dar mayor relevancia.

Al parecer, no cabía la posibilidad de alguna duda, salvo para los padres de Yang, los más asombrados y los últimos en enterarse, luego de que el padre de Jorge Humberto les telefoneara para avisarles: “su hija tuvo un accidente”. Aunque ellos jamás detectaron una actitud que indicara que Yang Kyung Jun podría atentar contra su propia vida.

Por otra parte, cuando vieron el cuerpo de su hija (no inmediatamente luego de que los peritos lo sacaron cubierto con una manta del departamento en la Doctores, sino posteriormente), notaron que tenía golpes, por lo cual cuestionaron a Jorge Humberto, quien afirmó que cuando trató de bajar Yang, se le escapó de los brazos y se le cayó, lo cual habría ocasionado esas marcas de golpes y moretones.

Algo que también notaron después, al parecer irrelevante, pero que parecía extraño, era que le hacían falta unos mechones de cabello, aunque hacía poco tiempo la apariencia de Yang había cambiado; y cuando antes gustaba de tener el cabello largo, con el paso de la relación con Jorge Humberto terminó por lucir un corte más bien corto, casi podría decirse tusado.

DICIEMBRE LE GUSTÓ PARA AHORCARLA

Dos años después de lo ocurrido con Yang Kyung María Jun Borrego, un nuevo incidente ocurriría en relación con el autodenominado Joy Drago en las redes sociales, quien gustaba de exhibirse en distintos lugares, pues al parecer era un viajero frecuente.

Las coincidencias eran demasiadas como para no unirlas y relacionarlas con el caso de 2014, pero éstas se lograron debido a la perspicacia de las familias de las víctimas.

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En relación con Campira, luego de que el 01 de enero de 2017 Gabriel descubriera el cuerpo semidesnudo de su hermana, este yacía recostado sobre un sofá.

Y es aquí donde las similitudes se agigantan como para no percatarse de una conducta extraña, maniaca: le había cortado el cabello y la había bañado (cabe recordar que cuando se encontró el cuerpo de Yang Kyung, éste indicaba que antes de determinar “suicidarse”, ella decidió ducharse); y, por otra parte, el homicida se había llevado sus todas sus cosas para no dejar evidencia de que él había estado allí, además había formateado el disco duro de la computadora de Campira.

El impacto fue brutal e inverosímil al mismo tiempo para Gabriel, ya que ella no habría sido capaz de atentar contra su propia vida, pues tenía dos hijos a los que amaba, era una persona alegre. Desde luego, cuando Gabriel vio la escena le pareció extraño, sobre todo porque las llaves del gas estaban abiertas, como si alguien se hubiera esmerado por montar una escena. Y más aún, que el cabello de su hermana no estuviera por ninguna parte, porque su cabello era lo que más cuidaba y lo que más le gustaba a ella.

Algunas versiones sobre el caso del fallecimiento de Campira señalan que también incluso el asesino le había cortado las muñecas. Lo cierto es que no se sabe con certeza cuánto tiempo se tomó maltratándola, mutilándola, abusando de ella; no se sabe con precisión, simplemente uno puede inferir o suponer.

Allí, en su domicilio de la colonia Santo Domingo, en Coyoacán, se presentaron tanto los bomberos como algunas patrullas, pero no dejaron ingresar a los familiares de Campira y la escena del crimen permaneció acordonada aproximadamente dos meses.

Conforme se llevaron a cabo las primeras investigaciones, todo indicaba -tal como en el caso de Yang- que se trataba de un suicidio; no obstante, los familiares de Campira exigieron una investigación rigurosa, por lo cual, luego de practicarle la necropsia, se descubrió que la causa de la muerte había sido a causa de asfixia por estrangulamiento, y no un suicidio como quisieron (o quiso una persona) hacer creer.

Además, de la cámara de vigilancia de un vecino se pudo extraer el periodo de tiempo en el cual Campira murió. De esta grabación, lo que se descubrió no fue más que la certeza de que su pareja sentimental había sido el único que la había visitado en ese lapso y el último en salir. Y la hora estimada de la muerte coincidía con la estancia de Jorge Humberto, alias Joy Drago, alias “El Matanovias”, dentro del domicilio de la occisa.

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Tras conocerse la verdad, la familia de Campira colgó un anuncio vía Facebook en una página que crearon para denunciar y dar seguimiento al caso que se llamó Justicia Para Todas, donde se pedía la colaboración para localizar al individuo que se hacía llamar Joy Drago en esa red social y se decía fanático de imágenes demoniacas.

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Por supuesto, a este sujeto o lo alertaron o se percató de que su número había fracasado y entonces la autoridad iba tras él, por lo cual huyó de la ciudad. Sin embargo, aunque no tan pronto como se hubiera querido, un par de meses después de avanzar en las investigaciones y de buscarlo sin resultado, la justicia mexicana decidió poner una ficha roja de la Interpol, para que éste fuera buscado en las naciones asociadas.

SURGE NUEVA EVIDENCIA SOBRE EL FEMINICIDA

Tan pronto como se difundió el caso, otras mujeres, víctimas del mismo sujeto, pero que lograron sobrevivir, aportaron datos relevantes para perfilar la conducta de quien había asesinado a Campira (y muy probablemente a Yang Kyung), pero que se creía -y aún incluso ahora cabría la sospecha- que acabó con otras mujeres o cuando menos las violentó.

Con base en las indagatorias, del año 2011 data el testimonio de lo que al parecer sería una primera víctima que, afortunadamente, logró sobrevivir al Matanovias, ya que, tras una relación tortuosa, y luego de recibir malos tratos y golpizas, logró escapar de él.

Cierto día, cuando Jorge Humberto no soportó el hecho de que ella ya no quería continuar con la relación, comenzó a maltratarla con golpes, al grado de fracturarle la nariz. Además, similar a la escena montada en la casa de Campira, abrió las llaves del gas y se sentó en un sofá con un encendedor en la mano. Luego, le decía a su entonces pareja que ambos morirían.

Como ella se resistía, él continuó lastimándola, hasta que en cierto momento comenzó a estrangularla, pero en un descuido ella logró sacarlo del departamento. Relata la sobreviviente que, así como en el caso de Yang y de Campira, Jorge Humberto también le había cortado el cabello.

Así pues, como los datos se acumulaban en relación con el prófugo asesino, salió a la luz que Jorge Humberto Martínez Cortés contaba con un ingreso al reclusorio, acusado por el delito de robo, por el cual fue sentenciado a cuatro años, pero que jamás cumplió, purgó o pagó; o lo que es lo mismo, pero de otro modo, salió libre bajo caución.

Pero siempre, cuando se cree que se ha escarbado lo suficiente, resulta que el fondo aún está muy lejano para ser desentrañado, por lo cual en el caso de Jorge Humberto, mientras más avanzaban los días y su fuga era la leña que avivaba el fuego de la justicia para los familiares y para todos los que claman por un alto a la violencia contra las mujeres, también salió a la luz una denuncia aún más remota, que data del año 2009, en la cual se plasma de manera fehaciente el inicio de lo que quizá ya era un asesino en ciernes.

Hubo otros testimonios de algunas de sus exnovias quienes relataron el modo en que Jorge Humberto primero las enamoraba -por decirlo de algún modo-, pero luego pasaba a un juego mental que poco a poco mermaba la autoestima de sus parejas al grado de sentirse agobiadas y menos que amar parecían estar deprimidas.

Suele decirse que este tipo de sujetos tienen un alto grado de intelecto y que, por eso, para ellos resulta más un juego en el que obtienen cierto placer con el sufrimiento, y, finalmente, luego de asesinar a sus víctimas, guardan objetos o partes de ellas como trofeos que representan sus conquistas.

TRAS 10 MESES FUE CAPTURADO

El 25 de octubre de 2017 se dio a conocer la captura del llamado “Matanovias”, quien se encontraba prófugo y se había establecido, por decirlo de algún modo, en Guatemala, en la ciudad de Livingston, donde vivía bajo un puente como si fuera un indigente.

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Cabe recordar que el asesinato por el cual era buscado, el de Campira, data del 31 de diciembre de 2016 y la ficha roja que se emitió para buscarlo en las naciones asociadas a la Interpol fue fechada el 10 de marzo.

Incluso hasta ahora se desconoce cómo se enteró de que su crimen había sido descubierto, porque se esmeró por hacerlo pasar como un suicidio, como antes había ocurrido con su novia en el año 2014, Yang, pero que en aquel entonces no hubo un peritaje preciso que desenmascarara al asesino que alteraba las escenas del crimen.

Al hacer un patrullaje, las autoridades se acercaron a este individuo, que hasta ese primer encuentro les era ajeno, pero luego, al interrogarlo descubrieron que había algo turbio con él, por lo cual, al hacer un rastreo sobre su identidad, salió que tenía una ficha roja y era buscado por la autoridad mexicana, por lo cual pronto se dio aviso para realizar la extradición, ya que de ese país fue expulsado como un criminal.

Para el jueves 26 de octubre, Jorge Humberto ya había sido puesto a disposición de un juez de control en el Reclusorio Oriente, en la Ciudad de México en cumplimiento de una orden de aprehensión.

Durante el traslado, una reportera logró hacerle un par de preguntas, las cuales evadió, al afirmar con un seco y rotundo “no sé”, es decir, no sabía por qué se le acusaba, no sabía de qué se le acusaba, no sabía nada de ninguna muerte, pero la duda sobre haberse convertido en prófugo de la justicia por no saber nada realmente lo ponía en un aprieto mayúsculo, porque al afirmar su desconocimiento, afirmaba, de algún modo, que sabía de qué se le acusaba, como cuando uno escucha el viejo dicho: “el que calla otorga”.

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Lesvy Berlín Osorio

“No me dejes colgada del teléfono”

Macabro hallazgo

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Una conexión entre personas puede ser azarosa, pero una conexión entre mujeres asesinadas es más que una coincidencia. Lo supe cuando comencé a indagar sobre el caso del asesinato de Lesvy Berlín Martínez Osorio y luego descubrí que se relacionaba con el caso de páginas precedentes, el de Campira Lisandra Camorlinga.

No recuerdo, porque mi memoria hoy me traiciona, quién me dijo en cierta ocasión que hay algún grado de relación entre personas. Hoy sé que a eso se le llama o se conoce como “seis grados de separación” que básicamente afirma que cualquier persona puede estar conectada a otra a través de una cadena de conocidos que no tenga más de cinco intermediarios (seis enlaces).

De tal suerte que hablar sobre Campira me llevó a hablar sobre Lesvy, porque son dos heridas en la vida de la sociedad que siguen abiertas en espera de sanar, desde el punto de vista de la justicia.

Una cabina telefónica ¿a mitad de ningún lado?

Resulta curioso que haya sido una cabina telefónica o una caseta telefónica cuyo uso ahora más bien podría asociarse al de un espacio para pegar pastiches. Nadie que yo conozca las emplea ya.

Allí, en el camino que conduce por el Instituto de Ingeniería se levanta la caseta y el teléfono que quizá ya no funciona, ya sin tono, mudo, un testigo de lo que ocurre en los alrededores: jóvenes que corren presurosos a sus clases, el punto de encuentro para una cita.

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Pero aquella madrugada del 03 de marzo de 2017 (cuando el asesino de Campira huía hacia el sur o se refugiaba debajo de un puente y estaba por ser fichado por la Interpol), la caseta telefónica ubicada en el llamado “Camino verde” fue sólo el último lugar donde el destino quiso que la vida de Lesvy concluyera o, mejor dicho, le fuera arrebatada. La vida es una red inefable de conexiones.

¿Es justo pensar en la autoinmolación? Cómo una persona con sueños, ilusiones y esperanzas puede acabar con sus días de una manera inexplicable. Puede suceder, pero las circunstancias atenuantes en este caso parecen indicar que lo turbio está relacionado; y más aún, algo turbio en relación con el noviazgo de Lesvy y Jorge Luis.

Elegí a propósito la redundante palabra autoinmolación por la vergüenza que causaron las primeras declaraciones de las autoridades, quienes esbozaron una imagen sombría de Lesvy, no como víctima sino casi como si ella hubiera sido la culpable. “Se mató”, dijeron, porque era joven y hacía cosas propias de algunos jóvenes, pero nada, en realidad, más allá de los límites de la cordura.

Un día antes, el 02 de mayo, se pudo ver a Lesvy, Jorge Luis, su perro y un amigo mutuo en las inmediaciones de Ciudad Universitaria. Quizá sí, quizá se tomó un par de cervezas, quizá estaba disfrutando a su modo el día, lo cual no le da el derecho a nadie a asumir que por tales motivos rigurosamente alguien delinque, no al menos sin haber investigado para sostener las declaraciones.

Pero así fue como lo difundió la PGJ capitalina a través de su cuenta de Twitter, al revelar detalles de la vida de Lesvy y presumir el suicidio como la causa de su deceso: “El día de los hechos, la pareja se reunió con varios amigos en CU, donde estuvieron alcoholizándose y drogándose”.

Cámaras captan el momento del deceso

Como quien aportó datos sobre la ausencia de Lesvy fue su pareja, las autoridades creyeron en lo que les contó. Dijo que ella no había llegado a casa -porque desde que comenzaron la relación se fueron a vivir juntos- y que no había estado con ella, todo lo cual incurría en falsa declaración, puesto que posteriormente se comprobó mediante las cámaras de vigilancia de la UNAM que, efectivamente, estuvieron juntos hasta el último momento.

Con base en la evidencia de video, se alcanzó a precisar que Jorge Luis golpeó con la cadena del perro en la cara a Lesvy momentos antes de que se cometiera el crimen; asimismo se pudo apreciar cómo él ejerce cierta tiranía sobre ella al camina delante mientras ella lo sigue y luego parece pedirle disculpas como si ella hubiera cometido una equivocación… y sin saber que la llevaba al patíbulo, hasta que llegan al sitio donde se precipitó el feminicidio.

El Sol de México

En un principio, se clasificó el caso como suicidio, luego dijeron las autoridades que como su pareja no había evitado que Lesvy se quitara la vida, entonces éste sería acusado de homicidio por omisión.

Más tarde, luego de que la familia de Lesvy, apoyada por muchas organizaciones y la comunidad universitaria, exigió que se llevara a cabo la investigación como debió ser desde un principio, para lo cual aportaron demasiados elementos que parecían esclarecer la situación.

El tiempo transcurrió y José Luis, que ya estaba en el reclusorio, pidió continuar el proceso en libertad, toda vez que el plazo para las diligencias se había agotado y el cargo por el que se le acusaba no ameritaba prisión.

Pero, afortunadamente, a tiempo la quinta sala del TSJ dictaminó que, en efecto, se trató de un feminicidio y por tal circunstancia el imputado debía continuar en prisión hasta la resolución del caso.

La PGJ CDMX ofrece disculpas

En mayo de 2019, luego de una larga espera y una batalla contra el sistema, y porque el tiempo no importa pues ya no es un obstáculo, las autoridades han tenido que enmendar sus errores.

En aquel lejano 2017, durante la administración de Miguel Ángel Mancera, se estigmatizó a Lesvy desde que encontraron su cuerpo; por tal motivo, la Procuraduría ofreció una disculpa pública a la familia de Lesvy por las violaciones en el debido proceso, acceso a la verdad y justicia.

Si las indagatorias llevadas a cabo cuando ocurrieron los hechos se hubieran realizado como feminicidio y no haber asumido que Lesvy cometió suicidio, quizá el acceso a la justicia hubiera sido expedito y su familia no hubiera peleado en tribunales la reclasificación de la carpeta de investigación a feminicidio. Sin embargo, este largo proceso aún no termina y hay que esperar a que concluya con verdadera justicia.

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DATO

Cuando las autoridades universitarias supieron, sobre la muerte de Lesvy, de inmediato notificaron a la Procuraduría capitalina, instancia que debió dar seguimiento de acuerdo con el Protocolo de investigación ministerial, policial y pericial del delito de feminicidio, pero en vez de ello incurrió acciones y omisiones que violentaron los derechos la víctima.

NUMERALIA

22 años tenía Lesvy cuando la asesinaron; le gustaba leer y quería estudiar Letras Inglesas en la FFL

XÓCHITL CARRASCO CERÓN

La mató y se quiso suicidar

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Soñaba con ser libre, anhelaba descansar y no tener que refugiarse en el cuarto de baño, desaseado y en ruinas, cada vez que él se violentaba

Hace algunos años la asesinaron. Ella estaba en la habitación con el joven, quizá, y él la persiguió por la casa hasta darle alcance para truncar su futuro, en el cual no pensaba ella, porque vivía un día a la vez.

Tal como quedó registrado en páginas de LA PRENSA, aquel miércoles 11 de junio de 2014, en una de las viejas unidades habitacionales yuxtapuesta a la UAM-X, Xóchitl Carrasco Cerón, estudiante de la licenciatura en Comunicación Social, fue víctima de feminicidio.

Poco de lo que se sabe acerca de ella llega casi imperceptible, como si no fuera ya un recuerdo sino una lejana página escrita a cuatro columnas. Lo cierto es que Xóchitl -como su nombre- era dulce y bonita y sus ojos sonreían de un modo agradable cuando la miraban y era como verla por vez primera siempre.

Había venido a la urbe desde su natal estado de Pachuca, pero su historia terminaría a manos de un asesino despiadado.

Un día conoció a quien decía llamarse Christopher a través de Facebook y con quien posteriormente mantuvo una relación de poco más de un año. El extraño parecido que tenía ese sujeto con quien padece un trastorno psicológico le causaba asombro, pero no impidió que la relación se mantuviera, a pesar de ser tormentosa, con matices de violencia, humillación, y destructiva, sobre todo.

“¡Déjalo!”, comenzó a decirse después de un tiempo y la realidad distaba mucho de su gusto: ya no quería seguir con él, pero no lo dejaba debido a los chantajes y amenazas de él acerca de que si lo dejaba se quitaría la vida.

Pero, decidida, un día afrontó lo inevitable. Eligió concluir su relación para hacer lo que ella deseara: estar sola, salir con alguien más, convivir con sus amigos, estudiar.

Fue un miércoles por la mañana cuando algunos de sus amigos se preocuparon porque Xóchitl no llegaba a la escuela y tampoco respondía las llamadas. Era algo inusual.

Decidieron dirigirse a su casa, que estaba muy cerca de la universidad. Cuando llegaron y llamaron a su ventana no obtuvieron respuesta. Lo que sí hubo fue un asombro tremendo ante la presencia de agentes de la Policía de Investigación, ministeriales, así como de los rescatistas del ERUM, quienes ya habían diagnosticado el deceso de la joven estudiante. Después, les preguntaron si conocían el cuerpo…

Así, con esa frialdad desmedida en una mañana calurosa, de golpe, casi con negligencia, el oficial soltó la pregunta y permaneció mirando en silencio, casi con hipocresía, una dureza oculta de quien ha visto tantas muertes que una más significa nada.

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Fue así como se conocieron los pormenores del aciago evento. El joven, cegado por el coraje de que supuestamente ella le pidió ya no ser novios, comenzó a discutir con ella dentro del domicilio. Se acercó con astucia, como si supuestamente la amara en realidad y, encolerizado, le empezó a clavar la hoja de una navaja que estaba en su poder.

Cuando los investigadores se presentaron en inmueble, encontraron en el suelo de la sala el cuerpo de la joven que había sido tasajeado. Y en el interior del baño, entre la pared desnuda y el retrete negro y sucio, a Antares, quien manipuló la escena del crimen, con la fe absurda de desviar la mirada de las autoridades para evitar que se le relacionara con el crimen. Empero, luego decidió suicidarse, con lo cual dejó todo al descubierto.

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Xóchitl había sido incomunicada por él, no importaba cuánto tiempo antes; le fue arrebatada su libertad y luego le infligió lesiones infamantes, por desprecio y odio, porque creyó que tenía derecho sobre su vida o porque supuso que era de su propiedad.

Tan pronto como se percató de su crimen y todavía con lucidez, el joven, cuya maldad congénita hizo marcar su propio cuerpo buscando huir, quizá creyó que saldría bien librado. Al notar que aún estaba con vida, los socorristas lo trasladaron de emergencia al Hospital de Xoco, donde los médicos le salvaron la vida para enfrentar el rigor de la ley por sus actos.

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Es triste. Yacer ante la turba confusa de los peritos, ministeriales, curiosos. Pero sobre todo es indignante. Porque cuando Antares Israel, que ése era su verdadero nombre, decidió truncar la vida de Xóchitl Carrasco Cerón aquel 11 de junio de 2014, la sociedad no se impactó. Las publicaciones periódicas acaso dieron noticia de un asesinato más en la estadística cruda de la realidad de México.

Pronto se hizo de noche. El día finalizaba y con él con la tristeza en el rostro de familiares y amigos, mientras en el Hospital de Xoco, en calidad de detenido, con aspecto desganado y mórbido, Antares le cuenta al mundo sobre su atroz crimen a través de la contraportada del Periódico que Dice lo que Otros Callan.

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