Los hechos que a continuación se relatan empezaron a perfilarse como el caso policiaco más importante de 1962, de acuerdo con el reportero de LA PRENSA. Se trató del asesinato de una mujer y su esposo, sobreviviente, pero a quien paralizaron de un tiro en la cabeza, hechos ocurridos en un comercio de La Merced. Ambos eran polacos.
Así lo explicó en su oportunidad Jorge Herrera Valenzuela, quien cubría la fuente policiaca en aquellos años. Además, añadió que cuando fue llamada la policía a la fábrica y distribuidora de ropa La Central (Anillo de Circunvalación 315-E) éste fue el cuadro: Natan Jacobo Oberfeld Margel yacía sobre el piso, junto a un mostrador, y más adentro, en el cuarto de baño, su esposa, Rebeca Kauffman de Oberfeld, yacía muerta a tiros.
Sobre el piso, a lo largo de la tienda, había rastros hemáticos. Los zapatos de la señora estaban uno distante del otro; junto al zapato izquierdo aparecían sus lentes de aumento; dos casquillos calibre .32 y una de las ojivas fueron localizadas en el mismo establecimiento. Pero no había arma alguna en el sitio.
Natan Jacobo -originario de Polonia- pudo relatar a los reporteros y a las autoridades que el viernes 19 de enero de 1962, a las 2:35 horas, un joven de 22 años de edad, aproximadamente, haciéndose pasar como cliente, los atacó. Primero disparó sobre él y después lo hizo contra “Regina”, como él llamaba a su esposa; aseguraba que el raterillo asesino hizo dos viajes para robar ropa y que pretendía obligarlo a firmar unos cheques en blanco.
Detectives como Rafael Rocha Cordero, Manuel Baena Camargo, Luis Manuel Rodríguez López y Miguel Durán Mejía se negaban a creer que todo el relato de Natan fuese verdadero.
Un agente de la policía judicial dijo que Natan, de 56 años, tenía alojado un proyectil en la cabeza, pero que su vida no corría peligro. Y las autoridades decían que en los inicios de la investigación, el presunto asesino y ladrón pudo haber gozado de la confianza de los esposos atacados, quizá tuvieron algún problema y el tercer personaje quiso cobrarse en forma artera.
También se sabía que cinco días antes, Natan nombró beneficiaria (heredera) de sus cuentas bancarias a su esposa Rebeca, quien en 1957 se había afiliado al Centro Deportivo Israelita, de Lomas de Sotelo, según la credencial 3907.
Así, la policía realizó una razzia general en la Candelaria de los Patos, en La Merced, y examinaba los archivos del Servicio Secreto, tomando como base la declaración del polaco herido.
En el Hospital Rubén Leñero se dijo que Natan tenía un orificio de bala en el cuello e interesó la bóveda palatina. El proyectil no abandonó el cráneo. (Entonces, ¿por qué dijo el policía judicial que la vida de Natan no corría peligro?)
Ante el licenciado Arturo Pérez Mancera, Natan pudo decir que aquel viernes, como a las 20:30 horas, estaba con su esposa “Regina” -según documentos diversos ella se llamó Rebeca- y se disponían a cerrar la tienda. En esos momentos, dijo:
-Entró un niño, más bien un joven, alto, delgado, moreno, cabello negro, dijo que iba a ver unos pantalones y unos calcetines...
El polaco estaba cerca de la caja registradora. “Regina” se encontraba detrás de la caja. (A pesar de su gravedad, Natan no había perdido el conocimiento, aunque se quejaba de la paralización y fuertes dolores en una parte del cuerpo).
-Cuántas veces disparó el muchacho, no lo sé –dijo el polaco herido-. Me quedé inmóvil, sin poder hacer algo por Regina, vi que la arrastró y luego la cargó, pero volvió a llevarla a rastras hasta el baño. Yo quise saber cómo se encontraba, pero no pude moverme más. Vi que sacó el dinero que Regina tenía en su bolsa. Era lo de las ventas de días anteriores. Después, a mí me sacó mis chequeras, también tomó las llaves de la puerta y me quitó mi reloj de tres mil pesos; yo traía 70 dólares y 1,000 pesos.
El joven dijo que iba a regresar. Retornó y sacó un montón de camisas en unas cajas, hizo varios paquetes.... Tardó como media hora en hacer los viajes. Quiso obligarme a firmar unos cheques, pero yo no pude hacerlo por la parálisis. Me dio las buenas noches, dijo que se iba a dormir y no volvería...
Familiares del polaco obtuvieron una responsiva médica para que éste fuese atendido en un sanatorio de San Angel Inn. Preocupaba la bala alojada en la cabeza. La ausencia del matrimonio causó extrañeza en su hogar (Ámsterdam 117, colonia Hipódromo Condesa) y Dora Oberfeld Kauffman, hija de los comerciantes, llamó a su amigo Abraham Lozaevich y fueron a La Central; notaron que la cortina no tenía candados en el exterior y había luz dentro del negocio.
Los tripulantes de la patrulla 179 fueron alertados y se denunció el caso ante el licenciado Heriberto Prado Reséndiz, quien posteriormente ascendería a juez penal. En 1962 era agente del Ministerio Público en la Primera Delegación.
La Central se ubicaba en Anillo de Circunvalación, entre Guatemala y Alarcón. La tienda fue establecida en 1959 en el barrio de La Merced; en el aparador se apreció un impacto de bala. El cristal estaba estrellado, la bala rozó un perchero donde se exhibía un suéter de lana y, precisamente, en la manga izquierda de la prenda estaba el plomo.
De acuerdo con las suposiciones policiacas, Rebeca intentó salir en busca de auxilio cuando su esposo fue herido y la polaca recibió un tiro en sedal, en la espalda y el plomo fue a parar al suéter.
Después, según el relato de Natan, el asesino disparó contra “Regina” y acertó en la región occipital derecha, sin causar orificio de salida del proyectil. Tampoco se apreció tatuaje de pólvora o quemadura.
La caja registradora estaba abierta, pero no faltaba dinero. Las chequeras de Natan y otros documentos estaban esparcidos por el suelo, cerca de la caja citada.
Al parecer, faltaba gran cantidad de camisas y algunos suéteres de lana. El comandante Manuel Baena Camargo comentó que los hampones nunca lesionaban a sus víctimas y posteriormente las llevaban hasta un lavabo para prestarles ayuda, además el que mataba o hería nunca regresaba por más botín.
En aquel tiempo era comandante de la Policía Judicial el capitán Jesús Miyazawa Álvarez, exescolta del Presidente Miguel Alemán Valdés. Precisamente, Miyazawa dijo que Natan pudo haber matado a su mujer y, posteriormente, habría hecho el intento por suicidarse... aunque por el momento no se explicase la desaparición del arma homicida. Los agentes Juan Aranda y Cuauhtémoc Miranda Avendaño, junto con el jefe de grupo Rubén Sesma Mendoza, interrogaron a cinco empleados de la tienda La Central.
Natan -se dedujo- había omitido el cálculo del dinero que según él tenía “Regina” en su bolso, cantidad recaudada en días pasados. Y ningún agente creía la versión de que el supuesto asesino hubiese exigido que Natan le firmara cheques.
¿Sobrevivió?
El dueño de La Central aseguró, al salvarse de una muerte casi segura, que su esposa “sobrevivió” como 30 minutos en tanto que el Servicio Médico Forense afirmó que no hubo supervivencia, pues el deceso fue instantáneo.
Además, los comerciantes, vecinos de La Central, dijeron que a la hora en que según Natan ocurrieron los hechos, también ellos tenían abiertos sus establecimientos, incluso había clientela y ninguno escuchó detonaciones ni ruidos extraños, tampoco vieron salir a sospechosos, cargados con camisas y suéteres.
También se contradijo el tendero al decir que el ladrón y asesino “se había llevado las llaves del negocio”, que fueron encontradas por la policía sobre el mostrador y a un lado de la caja registradora.
Asimismo, comentó Natan que el joven “iba a comprar un pantalón y calcetines” -primera versión- luego diría que “el muchacho pidió pañuelos”...
En otra explicación, aseguró el lesionado que “no tuvo tiempo de dialogar con el agresor”, porque disparó con celeridad y, finalmente, indicó Natan que “los disparos sonaron durante un forcejeo por el arma”. Y como siempre sucedía, se comprobó posteriormente que en el local no hubo saqueo, ni de dinero ni de ropa. La policía comprobó más tarde que Natan hubiese podido hablar por teléfono a su domicilio y no lo hizo, permaneció doce horas “sin saber qué hacer”.
Realmente estaba paralizado del lado derecho del cuerpo, pero no tanto como para no llegar hasta el aparato de comunicación. Lo mismo habría podido arrastrarse hasta la cortina de acero, para golpearla con un pie y llamar de esa manera la atención de algún comerciante o transeúnte, pero no intentó hacerlo, a pesar de que “sabía” que Rebeca estaba sin vida.
Los agentes seguían preguntándose por qué habría regresado un matón, para que le firmaran unos cheques y, al no lograrlo, se fuera sin rematar a quien seguramente lo identificaría de ser posible. La puerta central de la cortina de acero estaba cerrada “de golpe”, nunca se usaron llaves.
Y mientras el misterioso caso del matrimonio polaco violentado daba de qué hablar en aquella época, agentes del Servicio Secreto detuvieron para su investigación a cinco empleados del establecimiento, entre ellos, a José Luis de la Mata Hernández, quien tenía dos meses de trabajar en el negocio, y dijo ignorar si el matrimonio polaco tenía dificultades con alguna persona. Por su parte, Abel Puebla Peña señaló que sus patrones no tenían enemigos.
Por cierto, el reloj de Rebeca estaba detenido a las 21:58 horas, como si hubiese recibido un golpe la maquinaria... lo que habría indicado que la agresión no fue a las 20:30 horas, sino mucho más tarde, cuando se suponía que el matrimonio descansaba en su domicilio de la calle Ámsterdam, colonia Hipódromo Condesa. Esa disparidad en los horarios tampoco convencía a la policía.
También se comprobó que la señora Rebeca no estaba en la tienda a las 20:30 horas, pues su hija Dora trató de comunicarse con ella y Natan le dijo que “había salido”. Otras dos llamadas telefónicas de Dora, la misma noche, no fueron contestadas en el teléfono 22-06-54, de La Central.
¿Por qué no suponer que hubo una discusión entre los cónyuges, precisamente por la ausencia de Rebeca, en momentos en que según Natan tuvo lugar el ataque mortal?
El Servicio Médico Forense dijo que Rebeca presentaba una herida de bala en la nuca, habiendo salido el proyectil en la misma región, la trayectoria fue de derecha a izquierda y sensiblemente transversal. La segunda lesión se localizó entre el parietal y el occipital derechos; la bala llegó a la masa encefálica.
Además, apreciaron los forenses varias contusiones en la región glútea derecha, en la rodilla izquierda y la pierna del mismo lado; también se encontró fractura de la base del cráneo, a consecuencia del recorrido de una bala.
¿Qué significaba esto? Para la policía, implicaba alguna maniobra aparte de los balazos y se reforzó la primera versión: no hubo sobrevivencia, Rebeca falleció instantáneamente luego de recibir las contusiones y ser atacada a tiros.
¿Quién la golpeó? ¿Acaso el mismo asesino? ¿Por qué la habría llevado hasta un lavabo? ¿Por qué no dejó huellas dactilares el homicida, si al transportar a la señora debió mancharse de sangre las manos?
Muchas preguntas y pocas respuestas, entre ellas la torpe de que “una bala la había herido en sedal, en la espalda y el plomo se detuvo en la manga de un suéter en exhibición”. Los dos balazos fueron hechos directos a la cabeza, ninguno lesionó algún hemitórax de la mujer...
Todavía hubo otro detalle significativo: si el asesino quería dinero, aunque fuese en cheques, ¿iba a dejar un anillo con brillantes, un reloj fino y una esclava de oro, que portaba Rebeca? Los objetos estaban en su sitio, nadie trató de apoderarse de ellos, a pesar de que eran verdaderas y costosas joyas.
Claro que no todas las objeciones policiacas eran válidas. Se supo 72 horas después que la señora se llamó Regina Rebeca y Natan tenía toda la razón al llamarla Regina, lo que en un principio “había desconcertado” a los investigadores novatos. También hubo un desconcierto general por las versiones que daba el polaco herido.
El doctor Miguel Gilbón Maitrett, director del Servicio Médico Forense dijo que “no necesariamente la señora Regina Rebeca Kauffman de Oberfeld falleció de manera instantánea, pues había personas que, tras ser heridas en la cabeza por una bala, pudieron caminar, hablar y realizar otras maniobras que en el caso de La Merced se consideraban imposibles”...
Pudo haber ocurrido que la señora Kauffman fue lesionada, cuando se encontraba en la puerta de su establecimiento, caminó hasta el cuarto de baño para tratar de encontrar algo que impidiera su muerte.
Y el doctor Gilbón apuntó la posibilidad, de acuerdo con experiencias forenses, de que la señora Oberfeld hubiera actuado inconscientemente, pero siempre con el propósito de alcanzar alguna cosa para librarse del deceso, porque la herida que presentaba, aunque mortal de necesidad, “no pudo haber causado la muerte instantánea”.
El informante sabía que Natan declaró que su esposa gritó y lloró durante media hora, cuando se hallaba en el cuarto de baño, versión que fortalecía la suposición de la supervivencia, negada por otros forenses.
Al indicarle al doctor Gilbón que había manchas de sangre en el lavabo y parte baja de la taza del baño, dijo que era prueba de que Regina pudo moverse durante algunos minutos.
Respecto a la lesión de Natan Jacobo, quien sufrió una herida de bala en la cabeza, pero sin peligro de muerte, Gilbón Maitrett comentó que el proyectil, al tocar el plexus cervical causó una paralización parcial del cuerpo, lado derecho, pero no imposibilitó al comerciante para movilizarse.
Natan estuvo en condiciones de moverse e incluso de incorporarse hasta el lugar donde estaba el teléfono.
Por si fuera poca la confusión, resultó que era de calibre .38 y no .32, el arma homicida, además de que se trataba de un revólver y éstos no expulsan los casquillos... pero los que se encontraron eran de calibre .32.
Una pequeña nota (viernes 26 de enero de 1962) anunciaba que de un momento a otro el polaco Natan Jacobo Oberfeld Margel podía quedar bajo vigilancia policiaca o quedar en calidad de detenido en el Sanatorio San Ángel, por “negarse a declarar la verdad de los hechos”...
Y es que cuando el Servicio Secreto y la Policía Judicial parecían haber encontrado indicios confirmados, el polaco declaraba otra cosa y frustraba todo.
De hecho, lo único real era el caso de homicidio y lesiones, aparte de que no habían sido robadas las joyas de Regina Rebeca, cuyo reloj, detenido dizque por un golpe a las 21:58 horas, funcionó en cuanto un perito le dio cuerda. Se había detenido por falta de impulso y no por descompostura.
Crimen sin solución
El caso es que terminó enero de 1962, sin que surgieran pistas para detener al presunto homicida y heridor de los comerciantes Oberfeld y el caso quedó abierto en espera de que las autoridades lograran dar con los responsables o declarar a Natan como el verdadero homicida. Todo un enigma policiaco.
Y para añadir más misterio al caso, luego de transcurrido un mes, el 27 de febrero de aquel año, LA PRENSA informó que el polaco Natan Jaime Oberfeld había fallecido en su domicilio Ámsterdam 188-7, colonia Hipódromo, a consecuencia de un paro al miocardio.
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Jamás, en ese lapso, se logró dar con los responsables del crimen, ni tampoco se logró una confesión de culpabilidad por parte del esposo sobreviviente; y aunque agentes del Servicio Secreto lo interrogaron estrechamente, siempre dijo que un sujeto con toda la pinta de hampón los había balaceado.
Intrigó al mismo tiempo que el maleante regresó hasta en tres ocasiones para apoderarse de dinero y prendas de vestir.
Los investigadores no quedaron conformes con esa versión. Y hasta el día de su muerte suponían que el señor Oberfeld no había dicho la verdad; inclusive, un investigador privado dijo: “Ese señor sabe más de lo que dice. Tal vez hasta conoce al agresor”.
Tras su muerte, todo mundo coincidió en que el asesinato de Rebeca Kauffman tal vez nunca sería aclarado. Primero, porque si Natan mintió, a la tumba se llevó el secreto. Segundo, ¿quién reconocería al asesino en caso de que, en efecto, se tratara de un maleante?
-Parece que habrá que archivar el expediente. No creo que se vuelva a saber más del homicidio -dijo ayer a LA PRENSA un funcionario público
El doctor Jorge Álvarez Loyo, quien atendía al lesionado, expresó que éste murió por un infarto al miocardio y que las heridas que le provocaron dos balas, no le ocasionaron la muerte.
Salomón Dryjansky, sobrino del polaco fallecido después de severas semanas en agonía, se apresuró a solicitar la dispensa de la autopsia del cadáver, cosa que fue concedida por las autoridades de la Procuraduría del DF.
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