/ viernes 18 de agosto de 2023

En la puerta de su casa, así fue acribillado el periodista Fernando Sánchez Bretón

La policía, como siempre “buscó”, a los presuntos responsables y, al no encontrarlos, simple y sencillamente localizó “chivos expiatorios”

Fernando conducía su Buick azul cielo rumbo a su hogar ya muy entrada la noche. Su hijita, Pilar, seguramente ya estaría dormida y sólo lo esperaba despierta su esposa Amparo...

Mientras abría el portón en Londres 234, un coche de alquiler se acercó, junto con otro de color marrón y del primero surgió una rociada de balas, cuatro de las cuales alcanzaron al periodista. El agredido fue trasladado a la Cruz Roja, donde se le practicaron las primeras curaciones.

El protagonista de este sangriento relato policiaco se trató de Fernando Sánchez Bretón, quien fue propietario de una revista de información y propaganda política.

PRENSA GRÁFICA informó en primera plana el 11 de noviembre de 1948: “ABATIDO A TIROS POR JORGE PASQUEL”, ya que en su declaración oficial, Fernando Sánchez Bretón afirmó que había venido publicando en la sección “La Semana Ilustrada”, algunas informaciones contra Jorge Pasquel y que, por ello, estaba seguro que la agresión fue ordenada y dirigida por el político e industrial, a quien acusó de ser autor intelectual del atentado. Jorge Pasquel era socio de la Agencia Aduanal “Pasquel Hermanos”, en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Relató el herido que había recibido numerosas amenazas para que no siguiera atacando al señor Pasquel, así como ofrecimientos de dinero con el mismo objeto, pero que él no quiso tomar en cuenta ni las “advertencias” ni las ofertas de efectivo. Y que el miércoles 10 de noviembre de 1948, una voz le dijo por teléfono:

Si no quiere dinero y pretende hacerse el valiente, ¡hoy mismo lo mataré!

¿Cómo fue el ataque contra el periodista Fernando Sánchez Bretón?

Fue cerca de las dos de la mañana cuando llegó a su domicilio, en la colonia Juárez, el jueves 11. Fernando vio que se detenían dos automóviles, un Cadillac color marrón y un Ford de alquiler, desde donde le hicieron los disparos. El dueño de la revista sufrió cuatro heridas: una en un brazo, otra en cada pierna y otra más en la espalda. Tras las curaciones iniciales en la Cruz Roja, fue trasladado al Sanatorio México, en Tíber 21, donde quedó encamado por su gravedad.

La cuarta herida se apreciaba con orificio de entrada por la espalda; el proyectil quedó incrustado en un sitio que hacía muy riesgosa la intervención quirúrgica, pues estaba muy cerca de la columna vertebral.

El principal ataque contra Jorge Pasquel apareció en el número 51 de “La Revista Ilustrada”, con fecha 23 de octubre de 1948, en páginas interiores se recordaba la muerte de José Vaca Ávalos, celador de la Aduana de Nuevo Laredo, abatido a manos de Pasquel, quien alegó “legítima defensa”.

Aquella ocasión dijo que “era absolutamente ajeno al atentado contra Sánchez Bretón”. Y una versión policiaca seguía la pista de unos amoríos, sospechándose que se trataba de un asunto completamente ajeno a la política y era una cuestión netamente pasional.

Manejos gangsteriles de un grupo de hampones y tahúres

A pesar de las reservas guardadas por la policía, se logró saber que el meollo del asunto estaba en los manejos gangsteriles de un grupo de hampones y tahúres, entre los cuales navegaba con bandera de corso el propio Fernando Sánchez Bretón.

Amparo Delgadillo, atractiva compañera sentimental de Fernando, no hizo declaraciones inicialmente y se mantuvo al lado de su marido, quien el día 12 estaba reportado como “grave”.

La policía, como siempre “buscó”, a los presuntos responsables y, al no encontrarlos, simple y sencillamente localizó “chivos expiatorios” que, por sus antecedentes, no podían defenderse en forma convincente.

Sería su palabra -traicionada una y mil veces- contra los acusadores policiacos... Fue cuando Roberto, “El Güero” Batilla y varios “cómplices” fueron encarcelados por agentes de la Jefatura de Policía (nido de injusticias e impunidad desde que nació), quienes, molestos porque “no confesaban”, los llevaron por la carretera México-Toluca y les aplicaron la “ley fuga”, pero en forma tan torpe que sólo hirieron a Batilla.

Como se les desangraba y ya no se atrevieron a matarlo, tuvieron que entregarlo en el Hospital Juárez, donde el detenido exigió una investigación a fondo sobre el teniente coronel Manuel Mayoral, quien había coordinado la maniobra desde el principio.

Seguramente el autor intelectual, y tal vez los materiales, del atentado contra Sánchez Bretón, “contrataron” los servicios policiacos para “dar por concluida” la investigación, con la consignación de los “presuntos responsables, confesos”.

Roberto Batilla López dijo que al prepararlos para la “ley fuga”, iban en otro coche Humberto Quiñones, “El Guanábano” -un delincuente y “soplón”-, Claudio Ruiz Valdés y Florencio Almaraz Montes. Un agente llamado Manuel Morales, alias “El Macho Prieto”, le dijo que debía firmar su confesión, “escuché disparos y creí que habían matado a los demás, entonces le di un trancazo al subteniente que me vigilaba y después rompí un vidrio del coche; luego salté al llano para echar a correr todo lo que podía hacia el cerro. No tardé en escuchar otros disparos, conté hasta doce y me sentí herido. Creo que fue el teniente coronel Manuel Mayoral, quien acertó. Un agente de apellido Trigueros quería rematarme, pero se lo impidieron diciéndole que era preferible que yo confesara el atentado contra Fernando. Me mantuvieron sin curar durante 16 horas, mientras El Macho Prieto me torturaba pegándome en el estómago, rostro y partes nobles”.

Y resultó que fue la Dirección Federal de Seguridad la que “se hizo cargo de la investigación” desde el principio y sólo utilizaba los separos de la Jefatura de Policía y la Sexta Delegación (el edificio es ahora un museo policiaco) para torturar a los “chivos expiatorios”.

Pero... ¿por qué se eligió a Roberto Batilla López para consignarlo tras su “confesión” por el atentado a tiros que mantenía en grave estado a Fernando Sánchez Bretón?

Porque en Estados Unidos había participado en varios asaltos y dado muerte a un sheriff y a un policía, así que lo esperaba la silla eléctrica. Todos estos datos los proporcionó, obviamente, la Dirección Federal de Seguridad, cuando el escándalo por la tortura e intento de “ley fuga” no pudo más que amedrentar a los abusivos policías.

Los procesos de Batilla en territorio norteamericano eran por asalto en despoblado a una camioneta bancaria; asalto a mano armada a un banco; asesinato de un policía uniformado y asesinato de un sheriff. Este crimen fue cuando Batilla intentó cruzar la frontera por el Río Bravo; el sheriff alcanzó a herir al mexicano, quien tuvo mejor puntería.

Tres hermanos de Batilla vivían como indocumentados en Estados Unidos, eran honrados y vivían dedicados al trabajo; eran dos hombres y una mujer.

Una vez en México, a donde llegó huyendo en 1945, Batilla se dedicó al contrabando de cigarrillos “carita” y organizaba jugadas en diferentes sitios; además sirvió como guardaespaldas a Jorge Negrete y Pedro Armendáriz, así como a Luis Avila Binder, pariente de los Avila Camacho.

Con tales contactos, Roberto Batilla tuvo lo necesario para cambiar de vida. Pero el lado oscuro de la existencia lo fascinó siempre y en la cantina del Hotel Regis -destruido por los sismos de 1985- hirió a tiros a un teniente del Ejército.

Fue consignado Roberto Batilla y salió bajo fianza. Después armó otra balacera en el interior del “Tap Room” del mismo hotel; finalmente hirió a balazos al ex boxeador Joe Conde y también fue procesado.

¿Quién le iba a creer que no había participado en el atentado a tiros contra Sánchez Bretón? Probablemente ni su familia... pero era inocente y así lo proclamó.

Por cierto, el licenciado Moreno Tagle, uno de los mejores penalistas en México, inició la defensa de los “chivos expiatorios”...

Sánchez Bretón muere días después

El miércoles 24 de noviembre de 1948, por la noche, Fernando Sánchez Bretón murió sin dejar de acusar a Jorge Pasquel... aunque la policía probablemente jamás reunió pruebas contundentes, por su incapacidad o intereses económicos.

Antes, el arzobispo Juan Pablo Terreiro acudió a confesar y dar la comunión al moribundo. Agonizante, ante las puertas mismas de la muerte, Fernando Sánchez negó que el asunto haya sido un lío de faldas o de juego. Pero sin duda, Amparo Delgadillo Arana fue una víctima más de la pifia policaca en este espinoso asunto. Fue detenida y fichada.

Después de ser estrujada moralmente, tratando de incriminarla como cómplice en el atentado de su esposo, la señora Delgadillo quedó en libertad... sólo para llorar el derrumbe de su vida sentimental y amorosa; declaró que sólo esperaba justicia divina, porque la humana había probado su ineptitud para proceder por encima de prejuicios e influencias.

Y LA PRENSA GRÁFICA publicó “la verdad en la vida, los amores y la muerte del periodista Fernando Sánchez Bretón”...

¿Quién fue Fernando Sánchez Bretón?

Se dijo que Fernando nació en Orizaba, Veracruz, hacía 35 años, hijo de un hogar de clase media. Cuando aún no cumplía 7 años, murió su progenitor, dejando a la familia en el desamparo económico. Su madre, enfermera, decidió venir con los muchachos al Distrito Federal.

Fernando había asistido en Orizaba a dos escuelas de primeras letras. En México, Fernando fue inscrito por su madre en el Colegio Williams, de Mixcoac, y allí cursó toda su primaria. Al salir comenzó a trabajar porque se necesitaba su aporte económico. El muchacho consiguió empleo como repartidor en la pastelería “El Molino” y en el desempeño de su trabajo lo conoció Butch, famoso negro americano, dueño del restaurante Manhattan, que estaba en la calle 5 de Mayo. A Butch le llamó la atención el muchachillo y lo invitó a trabajar con él como checador.

Fernando se convirtió en el despachador de meseros en el Manhattan. Todos los políticos de nota se reunían en el restaurante de Butch. Y Fernando aprendió a conocer la pobre pasta humana de que están hechos. Una hermana de Fernando se había casado con el médico Luis Mancilla, que estaba de campamento en Nayarit, en una de las minas de la Asarco.

Entonces, el cuñado le consiguió empleo a Fernando como rayador en la mina donde trabajaba. El doctor le transformó el carácter. Aprendió en sus viajes que en todos los hoteles había carteles para informar de los reglamentos y hacía falta publicidad. Comenzó a conseguirla y ganó buen dinero. Pronto advirtió que había otra clase de publicidad que dejaba más dinero: la política. Sabía que los políticos gastan fortunas en fabricarse loas, en “ver su hermosa imagen en los periódicos”. Por un anuncio pagan miles de pesos. Por un capricho, decenas de miles de pesos.

Entonces fundó una revista en la época cardenista: “Vanguardia Obrera” y recorría incansablemente toda la República, con la cámara fotográfica en la mano, “pescando” gobernadores, presidentes municipales, regidores, empresarios y líderes...

Fernando le ayudaban los políticos dándole cartas de recomendación para otros políticos. Le empezaron a llamar “licenciado” -antes, todo el que sabía expresarse “debía ser licenciado”- y parecía el prototipo de los periodistas ya extinguidos, los que no cobraban sólo por transcribir boletines oficiales.

El “licenciado” Sánchez Bretón tenía gran información política, estaba bien relacionado y como editor, redactor, vendedor y repartidor de “Vanguardia Obrera”, se dio a conocer. Tenía tanta habilidad para distribuir la revista estratégicamente, como para vender sus carísimas planas.

Difícilmente podía dejar de verse un ejemplar en la oficina de todo personaje importante y en uno que otro puesto de periódicos. Sin embargo, el advenimiento del gobierno avilacamachista hizo cambiar las cosas.

Durante ese periodo la calidad de la gente sufrió cierta modificación hacia arriba. “Vanguardia Obrera” declinó y sus apariciones fueron espaciándose. Sánchez Bretón aparecía con frecuencia por la Farmacia Regis, sitio de reunión de políticos y artistas, hospedados en el Hotel Regis. Con muchos llevaba amistad, sobre todo con muchas...

Incluso el nombre de Mary Montaño comenzó a mezclarse con el atentado al director de “La Semana Ilustrada”, sin embargo, la guapa artista demostró sólo ser sólo una amiga del periodista y salió bien librada del asunto.

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Siempre elegante en la ciudad, Fernando gustaba vestir con atildamiento moderno; trajes de último estilo, zapatos de dos colores, lentes oscuros. Y trabajó finalmente como vendedor de anuncios de las revistas “Así”, “Revista de América” y “Nosotros”.

Durante la campaña electoral de la cual salió Presidente Miguel Alemán Valdés, vendió publicidad para “Nosotros”, publicación a la que llegó con aureola de íntimo amigo del coronel Carlos I. Serrano.

En esa época lanzó su revista política. Una nota originada en Estados Unidos señaló a Carlos I. Serrano como contrabandista de opio y, aunque luego hizo la aclaración de que todo era falso, Fernando Sánchez Bretón hizo “gran defensa” en su revista y la emprendió contra los Pasquel de una manera sistemática.

La noticia sobre la muerte de José Vaca Avalos tuvo una actualidad de la que se publicitaba de tal manera a Carlos I. Serrano que éste tuvo que pedir que “ya no lo defendiera su compadre”... Se decía que Sánchez Bretón falsificaba cartas de recomendación para sacar, “por la buena”, planas de publicidad pagada.

También tuvo muchos amoríos efímeros porque escribía crónicas de cine y teatro; hacía notas de la vida nocturna de México (en la que destacaba Tongolele, en el Waikikí), pero, se afirma, nunca tuvo problemas ni de drogadicción, tampoco de narcotráfico.

Dejan en libertad a los "chivos expiatorios"

Los cuatro pistoleros, Roberto Batilla López, Florencio Almaraz Montes, Claudio Ruiz Valdés y Humberto Quiñonez Tavares, “El Guanábano”, obtuvieron su libertad tras permanecer cinco años tras las rejas de Lecumberri.

Muchas irregularidades se cometieron en el curso de las investigaciones policiacas en este caso y la muerte de Fernando Sánchez Bretón quedó en el misterio... excepto para quien pagó por el crimen y los que abrieron fuego desde un Cadillac marrón y un Ford de alquiler, en la madrugada del jueves 11 de noviembre de 1948...

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Fernando conducía su Buick azul cielo rumbo a su hogar ya muy entrada la noche. Su hijita, Pilar, seguramente ya estaría dormida y sólo lo esperaba despierta su esposa Amparo...

Mientras abría el portón en Londres 234, un coche de alquiler se acercó, junto con otro de color marrón y del primero surgió una rociada de balas, cuatro de las cuales alcanzaron al periodista. El agredido fue trasladado a la Cruz Roja, donde se le practicaron las primeras curaciones.

El protagonista de este sangriento relato policiaco se trató de Fernando Sánchez Bretón, quien fue propietario de una revista de información y propaganda política.

PRENSA GRÁFICA informó en primera plana el 11 de noviembre de 1948: “ABATIDO A TIROS POR JORGE PASQUEL”, ya que en su declaración oficial, Fernando Sánchez Bretón afirmó que había venido publicando en la sección “La Semana Ilustrada”, algunas informaciones contra Jorge Pasquel y que, por ello, estaba seguro que la agresión fue ordenada y dirigida por el político e industrial, a quien acusó de ser autor intelectual del atentado. Jorge Pasquel era socio de la Agencia Aduanal “Pasquel Hermanos”, en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Relató el herido que había recibido numerosas amenazas para que no siguiera atacando al señor Pasquel, así como ofrecimientos de dinero con el mismo objeto, pero que él no quiso tomar en cuenta ni las “advertencias” ni las ofertas de efectivo. Y que el miércoles 10 de noviembre de 1948, una voz le dijo por teléfono:

Si no quiere dinero y pretende hacerse el valiente, ¡hoy mismo lo mataré!

¿Cómo fue el ataque contra el periodista Fernando Sánchez Bretón?

Fue cerca de las dos de la mañana cuando llegó a su domicilio, en la colonia Juárez, el jueves 11. Fernando vio que se detenían dos automóviles, un Cadillac color marrón y un Ford de alquiler, desde donde le hicieron los disparos. El dueño de la revista sufrió cuatro heridas: una en un brazo, otra en cada pierna y otra más en la espalda. Tras las curaciones iniciales en la Cruz Roja, fue trasladado al Sanatorio México, en Tíber 21, donde quedó encamado por su gravedad.

La cuarta herida se apreciaba con orificio de entrada por la espalda; el proyectil quedó incrustado en un sitio que hacía muy riesgosa la intervención quirúrgica, pues estaba muy cerca de la columna vertebral.

El principal ataque contra Jorge Pasquel apareció en el número 51 de “La Revista Ilustrada”, con fecha 23 de octubre de 1948, en páginas interiores se recordaba la muerte de José Vaca Ávalos, celador de la Aduana de Nuevo Laredo, abatido a manos de Pasquel, quien alegó “legítima defensa”.

Aquella ocasión dijo que “era absolutamente ajeno al atentado contra Sánchez Bretón”. Y una versión policiaca seguía la pista de unos amoríos, sospechándose que se trataba de un asunto completamente ajeno a la política y era una cuestión netamente pasional.

Manejos gangsteriles de un grupo de hampones y tahúres

A pesar de las reservas guardadas por la policía, se logró saber que el meollo del asunto estaba en los manejos gangsteriles de un grupo de hampones y tahúres, entre los cuales navegaba con bandera de corso el propio Fernando Sánchez Bretón.

Amparo Delgadillo, atractiva compañera sentimental de Fernando, no hizo declaraciones inicialmente y se mantuvo al lado de su marido, quien el día 12 estaba reportado como “grave”.

La policía, como siempre “buscó”, a los presuntos responsables y, al no encontrarlos, simple y sencillamente localizó “chivos expiatorios” que, por sus antecedentes, no podían defenderse en forma convincente.

Sería su palabra -traicionada una y mil veces- contra los acusadores policiacos... Fue cuando Roberto, “El Güero” Batilla y varios “cómplices” fueron encarcelados por agentes de la Jefatura de Policía (nido de injusticias e impunidad desde que nació), quienes, molestos porque “no confesaban”, los llevaron por la carretera México-Toluca y les aplicaron la “ley fuga”, pero en forma tan torpe que sólo hirieron a Batilla.

Como se les desangraba y ya no se atrevieron a matarlo, tuvieron que entregarlo en el Hospital Juárez, donde el detenido exigió una investigación a fondo sobre el teniente coronel Manuel Mayoral, quien había coordinado la maniobra desde el principio.

Seguramente el autor intelectual, y tal vez los materiales, del atentado contra Sánchez Bretón, “contrataron” los servicios policiacos para “dar por concluida” la investigación, con la consignación de los “presuntos responsables, confesos”.

Roberto Batilla López dijo que al prepararlos para la “ley fuga”, iban en otro coche Humberto Quiñones, “El Guanábano” -un delincuente y “soplón”-, Claudio Ruiz Valdés y Florencio Almaraz Montes. Un agente llamado Manuel Morales, alias “El Macho Prieto”, le dijo que debía firmar su confesión, “escuché disparos y creí que habían matado a los demás, entonces le di un trancazo al subteniente que me vigilaba y después rompí un vidrio del coche; luego salté al llano para echar a correr todo lo que podía hacia el cerro. No tardé en escuchar otros disparos, conté hasta doce y me sentí herido. Creo que fue el teniente coronel Manuel Mayoral, quien acertó. Un agente de apellido Trigueros quería rematarme, pero se lo impidieron diciéndole que era preferible que yo confesara el atentado contra Fernando. Me mantuvieron sin curar durante 16 horas, mientras El Macho Prieto me torturaba pegándome en el estómago, rostro y partes nobles”.

Y resultó que fue la Dirección Federal de Seguridad la que “se hizo cargo de la investigación” desde el principio y sólo utilizaba los separos de la Jefatura de Policía y la Sexta Delegación (el edificio es ahora un museo policiaco) para torturar a los “chivos expiatorios”.

Pero... ¿por qué se eligió a Roberto Batilla López para consignarlo tras su “confesión” por el atentado a tiros que mantenía en grave estado a Fernando Sánchez Bretón?

Porque en Estados Unidos había participado en varios asaltos y dado muerte a un sheriff y a un policía, así que lo esperaba la silla eléctrica. Todos estos datos los proporcionó, obviamente, la Dirección Federal de Seguridad, cuando el escándalo por la tortura e intento de “ley fuga” no pudo más que amedrentar a los abusivos policías.

Los procesos de Batilla en territorio norteamericano eran por asalto en despoblado a una camioneta bancaria; asalto a mano armada a un banco; asesinato de un policía uniformado y asesinato de un sheriff. Este crimen fue cuando Batilla intentó cruzar la frontera por el Río Bravo; el sheriff alcanzó a herir al mexicano, quien tuvo mejor puntería.

Tres hermanos de Batilla vivían como indocumentados en Estados Unidos, eran honrados y vivían dedicados al trabajo; eran dos hombres y una mujer.

Una vez en México, a donde llegó huyendo en 1945, Batilla se dedicó al contrabando de cigarrillos “carita” y organizaba jugadas en diferentes sitios; además sirvió como guardaespaldas a Jorge Negrete y Pedro Armendáriz, así como a Luis Avila Binder, pariente de los Avila Camacho.

Con tales contactos, Roberto Batilla tuvo lo necesario para cambiar de vida. Pero el lado oscuro de la existencia lo fascinó siempre y en la cantina del Hotel Regis -destruido por los sismos de 1985- hirió a tiros a un teniente del Ejército.

Fue consignado Roberto Batilla y salió bajo fianza. Después armó otra balacera en el interior del “Tap Room” del mismo hotel; finalmente hirió a balazos al ex boxeador Joe Conde y también fue procesado.

¿Quién le iba a creer que no había participado en el atentado a tiros contra Sánchez Bretón? Probablemente ni su familia... pero era inocente y así lo proclamó.

Por cierto, el licenciado Moreno Tagle, uno de los mejores penalistas en México, inició la defensa de los “chivos expiatorios”...

Sánchez Bretón muere días después

El miércoles 24 de noviembre de 1948, por la noche, Fernando Sánchez Bretón murió sin dejar de acusar a Jorge Pasquel... aunque la policía probablemente jamás reunió pruebas contundentes, por su incapacidad o intereses económicos.

Antes, el arzobispo Juan Pablo Terreiro acudió a confesar y dar la comunión al moribundo. Agonizante, ante las puertas mismas de la muerte, Fernando Sánchez negó que el asunto haya sido un lío de faldas o de juego. Pero sin duda, Amparo Delgadillo Arana fue una víctima más de la pifia policaca en este espinoso asunto. Fue detenida y fichada.

Después de ser estrujada moralmente, tratando de incriminarla como cómplice en el atentado de su esposo, la señora Delgadillo quedó en libertad... sólo para llorar el derrumbe de su vida sentimental y amorosa; declaró que sólo esperaba justicia divina, porque la humana había probado su ineptitud para proceder por encima de prejuicios e influencias.

Y LA PRENSA GRÁFICA publicó “la verdad en la vida, los amores y la muerte del periodista Fernando Sánchez Bretón”...

¿Quién fue Fernando Sánchez Bretón?

Se dijo que Fernando nació en Orizaba, Veracruz, hacía 35 años, hijo de un hogar de clase media. Cuando aún no cumplía 7 años, murió su progenitor, dejando a la familia en el desamparo económico. Su madre, enfermera, decidió venir con los muchachos al Distrito Federal.

Fernando había asistido en Orizaba a dos escuelas de primeras letras. En México, Fernando fue inscrito por su madre en el Colegio Williams, de Mixcoac, y allí cursó toda su primaria. Al salir comenzó a trabajar porque se necesitaba su aporte económico. El muchacho consiguió empleo como repartidor en la pastelería “El Molino” y en el desempeño de su trabajo lo conoció Butch, famoso negro americano, dueño del restaurante Manhattan, que estaba en la calle 5 de Mayo. A Butch le llamó la atención el muchachillo y lo invitó a trabajar con él como checador.

Fernando se convirtió en el despachador de meseros en el Manhattan. Todos los políticos de nota se reunían en el restaurante de Butch. Y Fernando aprendió a conocer la pobre pasta humana de que están hechos. Una hermana de Fernando se había casado con el médico Luis Mancilla, que estaba de campamento en Nayarit, en una de las minas de la Asarco.

Entonces, el cuñado le consiguió empleo a Fernando como rayador en la mina donde trabajaba. El doctor le transformó el carácter. Aprendió en sus viajes que en todos los hoteles había carteles para informar de los reglamentos y hacía falta publicidad. Comenzó a conseguirla y ganó buen dinero. Pronto advirtió que había otra clase de publicidad que dejaba más dinero: la política. Sabía que los políticos gastan fortunas en fabricarse loas, en “ver su hermosa imagen en los periódicos”. Por un anuncio pagan miles de pesos. Por un capricho, decenas de miles de pesos.

Entonces fundó una revista en la época cardenista: “Vanguardia Obrera” y recorría incansablemente toda la República, con la cámara fotográfica en la mano, “pescando” gobernadores, presidentes municipales, regidores, empresarios y líderes...

Fernando le ayudaban los políticos dándole cartas de recomendación para otros políticos. Le empezaron a llamar “licenciado” -antes, todo el que sabía expresarse “debía ser licenciado”- y parecía el prototipo de los periodistas ya extinguidos, los que no cobraban sólo por transcribir boletines oficiales.

El “licenciado” Sánchez Bretón tenía gran información política, estaba bien relacionado y como editor, redactor, vendedor y repartidor de “Vanguardia Obrera”, se dio a conocer. Tenía tanta habilidad para distribuir la revista estratégicamente, como para vender sus carísimas planas.

Difícilmente podía dejar de verse un ejemplar en la oficina de todo personaje importante y en uno que otro puesto de periódicos. Sin embargo, el advenimiento del gobierno avilacamachista hizo cambiar las cosas.

Durante ese periodo la calidad de la gente sufrió cierta modificación hacia arriba. “Vanguardia Obrera” declinó y sus apariciones fueron espaciándose. Sánchez Bretón aparecía con frecuencia por la Farmacia Regis, sitio de reunión de políticos y artistas, hospedados en el Hotel Regis. Con muchos llevaba amistad, sobre todo con muchas...

Incluso el nombre de Mary Montaño comenzó a mezclarse con el atentado al director de “La Semana Ilustrada”, sin embargo, la guapa artista demostró sólo ser sólo una amiga del periodista y salió bien librada del asunto.

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Siempre elegante en la ciudad, Fernando gustaba vestir con atildamiento moderno; trajes de último estilo, zapatos de dos colores, lentes oscuros. Y trabajó finalmente como vendedor de anuncios de las revistas “Así”, “Revista de América” y “Nosotros”.

Durante la campaña electoral de la cual salió Presidente Miguel Alemán Valdés, vendió publicidad para “Nosotros”, publicación a la que llegó con aureola de íntimo amigo del coronel Carlos I. Serrano.

En esa época lanzó su revista política. Una nota originada en Estados Unidos señaló a Carlos I. Serrano como contrabandista de opio y, aunque luego hizo la aclaración de que todo era falso, Fernando Sánchez Bretón hizo “gran defensa” en su revista y la emprendió contra los Pasquel de una manera sistemática.

La noticia sobre la muerte de José Vaca Avalos tuvo una actualidad de la que se publicitaba de tal manera a Carlos I. Serrano que éste tuvo que pedir que “ya no lo defendiera su compadre”... Se decía que Sánchez Bretón falsificaba cartas de recomendación para sacar, “por la buena”, planas de publicidad pagada.

También tuvo muchos amoríos efímeros porque escribía crónicas de cine y teatro; hacía notas de la vida nocturna de México (en la que destacaba Tongolele, en el Waikikí), pero, se afirma, nunca tuvo problemas ni de drogadicción, tampoco de narcotráfico.

Dejan en libertad a los "chivos expiatorios"

Los cuatro pistoleros, Roberto Batilla López, Florencio Almaraz Montes, Claudio Ruiz Valdés y Humberto Quiñonez Tavares, “El Guanábano”, obtuvieron su libertad tras permanecer cinco años tras las rejas de Lecumberri.

Muchas irregularidades se cometieron en el curso de las investigaciones policiacas en este caso y la muerte de Fernando Sánchez Bretón quedó en el misterio... excepto para quien pagó por el crimen y los que abrieron fuego desde un Cadillac marrón y un Ford de alquiler, en la madrugada del jueves 11 de noviembre de 1948...

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