La historia de Andrés Filomeno Mendoza Celis es quizá la más visceral de las que se cuentan en la actualidad. Su arresto fue la punta del iceberg que descubrió a un asesino serial exitoso; y tan fue así que cometió sus crímenes durante al menos 30 años sin temor a ser detenido.
El 15 de mayo de 2021, la Fiscalía General de Justicia del Estado de México (FGJEM) arrestó al feminicida y cateó su casa, donde peritos y médicos forenses pusieron énfasis en un sótano. Así lo dio a conocer LA PRENSA.
Cuando los agentes llegaron al lugar, se encontraron con una de las escenas más brutales, casi extraída de un relato sanguinario: sobre una mesa yacía el cuerpo descuartizado de una mujer; también, maquillajes, credenciales del INE, zapatos, ropa, todo marcado con el nombre de sus víctimas y, quizá lo más tétrico, piel humana colgada en un tendedero.
En ese momento, a la luz de los hallazgos y de material en video que contenía las grabaciones de los momentos en que las asesinaba, supieron que el caso de Andrés superaba el de cualquier asesino común u homicida de ocasión, ya que al sádico se le relacionó con por lo menos 31 asesinatos.
La FGJEM informó que para subsistir, el presunto criminal se dedicaba a rentar cuartos. Andrés Filomeno Mendoza Celis, de 72 años, habría comenzado su carrera delictiva de crímenes y matanzas en 1991.
Tras su detención, también se llevó a cabo el cateo en el domicilio de la colonia Lomas de San Miguel, municipio de Atizapán, en donde peritos y policías de investigación de la Fiscalía mexiquense, además de bomberos y binomios caninos de la Policía Municipal, encontraron en el citado sótano los restos de una víctima femenina, de aproximadamente 34 años, quien había sido privada de su libertad y desmembrada en ese lugar.
Fue una tarde desconcertante, pues los hallazgos derivados del primer encuentro con la muerte -es decir, con la víctima desaparecida y hallada en el sitio-, sólo desentrañaron el peor de los escenarios: encontrarse cara a cara con un asesino serial, más o menos meticuloso, que pasaba desapercibido ante todos.
La autoridad informó que primeramente se halló el cuerpo de la mujer; sin embargo, gracias al trabajo de los binomios caninos, en el predio fueron localizados más restos óseos, los cuales estaban enterrados.
Además, conforme se internaron en esa casa de los horrores, también los agentes fueron descubriendo más cosas, como credenciales de elector, diversa ropa y calzado; bolsos y maquillaje de mujer; así como al menos 25 cassettes de video, en los cuales el homicida registró sus atrocidades.
Respecto al detenido, fue trasladado al Centro Penitenciario y de Reinserción Social de Tlalnepantla, donde permaneció preso mientras se definía su responsabilidad en los crímenes.
Pero en tanto se llevaba a cabo la investigación, el juez de Control con sede en el Penal de Barrientos, en el municipio de Tlalnepantla, Estado de México, vinculó a proceso al presunto feminicida serial por el delito de feminicidio en agravio de Reyna, la occisa, quien había sido reportada como desaparecida y cuya última conexión a la red de telefonía celular la ubicó en el domicilio de la colonia Lomas de San Miguel, que correspondía con el del asesino.
La víctima pudo ser identificada luego de que la Fiscalía del Estado de México halló sepultados restos humanos en la casa de don Andrés y confirmó, con base en las pruebas pertinentes, que se trataba de ella, máxime que existió el antecedente de reconocimiento por parte de un familiar.
El detenido declaró durante los interrogatorios a que fue sometido que, en efecto, había asesinado, descuartizado y sepultado a su última víctima; sin embargo, esta joven no había sido la única, pues en el mismo lugar se encontraron pertenencias de otras mujeres, así como más restos humanos, hecho que confirmó que se trataba de lo que se conoce comúnmente como un asesino serial.
Y a pesar de toda la evidencia y la contundente realidad, sus vecinos lo describieron como un buen hombre, participativo, que invitaba a comer a los policías de la zona, siempre atento para brindar ayuda; pero, por otra parte, también trascendió que regalaba, vendía y ofrecía a sus vecinos carne -supuestamente de jabalí (presuntamente de sus víctimas)-, la cual preparaba en carnitas.
En fin, se trataba de una persona con una doble cara -por llamarlo de algún modo-, que ante los ojos de todos daba la apariencia de ser vulnerable (no se debe olvidar que en el momento de su captura contaba con 72 años), buena gente y afable; pero, en contraste con esa personalidad, se convertía en el peor de los asesinos, que enredaba a sus víctimas con engaños para llevarlas a su casa, donde las mataba sádicamente.
Búsqueda frenética
El hecho fue descubierto después de tanto tiempo y de tantas matanzas por el comandante Bruno Ángel Portillo, pero no se trató de una cacería contra el criminal porque le siguieran el rastro o se tuvieran pistas de sus siniestras actividades, sino por azares del destino, pues en aquellos momentos buscaba a su esposa Reyna González Amador, quien había desaparecido el 14 de mayo de 2021.
Reyna le dijo a Bruno que aquel día iría al Centro a comprar mercancía para su negocio de celulares, acompañada de El Chino, que es como se le conocía a Andrés Filomeno; sin embargo, ya no regresó y esto puso en alerta al policía, quien mantenía contacto con ella por el celular, como lo hacen las parejas que se aman y se envían mensajes para saber cómo están, aunque no tengan mucho que contar.
Bruno, al no tener noticia de Reyna, estuvo desconcertado. Entonces, sin pensarlo demasiado luego de sus intentos fallidos por contactarla, comenzó una búsqueda frenética.
Lo primero que hizo fue dirigirse al domicilio de El Chino para preguntarle si sabía dónde estaba su esposa, pero no tuvo éxito en esa ocasión, ya que Andrés parecía decir la verdad, pero algo en su actitud no dejó tranquilo a Bruno, quien comenzó a sospechar de él.
No obstante la negativa en su primera búsqueda, no se detuvo y siguió otras vertientes, por lo cual y con ayuda de otros elementos policiacos, revisó algunas cámaras de seguridad y rastreó las ubicaciones del teléfono de su esposa y, entonces, vio que estuvo cerca de la casa del asesino, aunque no pudo precisar la ubicación exacta, sí logró determinar que por ningún ángulo hubiera abandonado aquel barrio.
Fue entonces cuando el comandante regresó a buscarla de nuevo al domicilio de Andrés Mendoza, decidido a confrontarlo. Al llegar, dos personas -que dijeron ser inquilinos- condujeron a los elementos policiacos al interior del predio para que hablaran con el propietario.
Don Andrés, al ver nuevamente a Portillo y notar que en ese momento no estaba solo, lanzó amenazas a los policías si no dejaban de molestarlo, pues según él tenía “conexiones” con Pedro Rodríguez, quien sería el próximo alcalde de Atizapán, según dijo.
En ese momento, sin intimidarse ante la resistencia y amenazas del otro hombre, decidieron entrar a la fuerza. Sorpresivamente, El Chino corrió hacia el interior de la casa, tratando de cerrar una puerta, pero los oficiales lograron evitarlo y entraron a empujones.
Fue entonces cuando Portillo conoció el asombro que deja perplejo hasta al más valiente. El oficial se encontró con la más sórdida de las escenas: Reyna estaba “muerta y desmembrada”.
Sin embargo, el horror del feminicidio no terminó con el hallazgo de su esposa.
"Tomé un filoso cuchillo y le asesté una puñalada en el cuello"
De acuerdo con declaraciones que realizó El Caníbal de Atizapán ante el MP, LA PRENSA publicó el 20 de mayo algunos de los pormenores de su relato.
Dijo que a su última víctima la asesinó porque lo iba a dejar:
Sí, maté a Reyna y lo hice porque después de casi tres años de mantener una relación sentimental, amenazó con dejarme para regresar y vivir bien con su esposo
Durante la audiencia inicial en la Sala seis de Juicios Orales del penal de Barrientos, el MP leyó íntegra la declaración de Andrés, en la que agregó:
“[…] Reyna me dijo que era la última vez que estaba conmigo, [y yo] por lo cegado por los celos y la rabia, tomé un filoso cuchillo y le asesté profunda puñalada en el cuello que casi la degolló”.
Luego, señaló en su misma declaración: “La subí a la mesa y aún cuando todavía estaba con vida, le corté una de sus piernas y comencé a destazarla; la bajé al sótano y ahí terminé de destazarla; le corté la cabeza, el cuero cabelludo y la piel como si fueran bisteces, pues sabía de esto, ya que en algún tiempo fui carnicero: las tripas y sus órganos los metí en dos cubetas”.
Luego de ello, el presunto feminicida explicó que cerró perfectamente la puerta del sótano de su casa y después siguió con su vida con toda normalidad como si nada hubiera pasado.
Explicó que había conocido a Reyna hacía tres años, ya que acudía a su negocio de celulares para realizar recargas. Luego, con el paso del tiempo, trabaron amistad y Reyna depositó su confianza en quien sería su verdugo.
En la carpeta de investigación, el presunto feminicida dijo que la misma noche del jueves 14 de mayo, cuando privó de la vida a Reyna, llegó su esposo alrededor de las 8 de la noche para preguntarle por ella, pues antes de su desaparición lo llamó para avisarle que iba a ir a la Ciudad de México a comprar mercancía para su negocio y que El Chino la iba a acompañar.
No obstante, aunque ya la había matado, en todo momento negó saber algo de ella e incluso dijo que no la había visto. Pero como varias las personas la vieron con él y también que entró a su domicilio -esto entre las 11 de la mañana y la una de la tarde-, el comandante regresó de nueva cuenta a la casa y en esa ocasión le exigió que lo dejara entrar para buscarla y cerciorarse que en verdad no estaba allí.
El hallazgo de Reyna
Después de esto, dijo el septuagenario, “todo quedó al descubierto”, pues de entrada en su recámara el esposo encontró la bolsa y la ropa de Reyna, luego, al bajar por unas escaleras de madera y entrar al sótano, encontró el cuerpo descuartizado de su mujer, por lo que de inmediato subió para reclamarle y posiblemente hasta matarlo, pero ya no pudo hacerlo, pues al darse cuenta que ya había sido descubierto, salió corriendo por el pasillo y se dio a la fuga.
Brutalmente sacudido por lo ocurrido, por lo que atestiguaron sus ojos, por lo increíble que parecía la pesadilla, el comandante tuvo que afrontar no sólo la muerte de su esposa, sino también una sucesión de chismes que surgieron en torno a ella y el asesino.
Un tanto molesto por todo lo que se decía sobre la supuesta relación sentimental de su esposa y el Caníbal, enfatizó que ella no era amante del señor Andrés: “Yo siempre supe que lo visitaba continuamente en su domicilio, porque ella misma me lo hacía saber y me comentaba que lo visitaba para ayudarlo en algunos de los quehaceres de la casa, pues por su edad muchas cosas ya no podía hacer”.
“De verdad –dijo-, sólo porque lo viví en carne propia, si me hubieran dicho… todo ha salido a la luz de don Andrés, su maldad y la sangre fría que tuvo para asesinar y descuartizar a tantas mujeres, no lo hubiera creído, porque, repito, lo tenía considerado como un hombre bueno e incapaz de hacerle daño a nadie.
”Sigo muy perturbado, no lo puedo creer –añadió-; me resulta difícil de creerlo, siento que esto es una pesadilla, primero porque descubrí el demonio que escondía dentro don Andrés y luego por la brutalidad en que asesinó a mi esposa, en verdad que el señor no rompía un plato, no lo puedo creer.
”El día en que asesinó a mi esposa, el pasado viernes 14 de mayo –prosiguió la declaración-, como siempre solía hacerlo, mi esposa me habló por teléfono para avisarme que iba a la Ciudad de México en compañía de don Andrés para comprar mercancía para su negocio de accesorios y teléfonos celulares.
”Sin ningún problema, porque eso era muy seguido -señaló-, contesté que estaba muy bien y que se fueran con mucho cuidado.”
Sin embargo, debido a que pasaron las horas y su esposa no llegaba a la casa ni le contestaba el teléfono, un tanto preocupado se trasladó a la casa de don Andrés para saber si estaba ahí o preguntarle si no la había visto.
De entrada, dijo, notó un tanto extraño y nervioso a El Chino y luego surgieron muchas dudas y recayeron las sospechas sobre él, pues le manifestó que no había visto a su esposa ni sabía nada de ella, cuando varios de sus inquilinos y la hermana de su esposa horas antes la habían visto entrar a su casa con él.
Ante esta actitud, Bruno entró casi por la fuerza a la casa y luego sobrevino la tragedia y el terror, pues de entrada en una de las habitaciones encontró la ropa y la bolsa de su esposa.
Luego, al bajar al sótano por unas escaleras de madera y entrar: “[…] frío y paralizado me quedé cuando encontré el cuerpo de mi esposa, partido en cachitos, la cabeza por un lado, las piernas por otro, las tripas y algunos órganos dentro de dos cubetas, fue escalofriante eso, por un momento pensé en matar a don Andrés, pero cuando subí a buscarlo, consciente de lo que había hecho, ya se había dado a la fuga”.
Siguen apareciendo restos de víctimas
En el transcurso de los días, la FGJEM encontró más evidencias en la casa del presunto feminicida serial de Atizapán, mismas que presentaría el Ministerio Público en su próxima audiencia ante el juez de la causa, eso con la finalidad de acreditar la responsabilidad del inculpado en los asesinatos de más mujeres, ya que hasta ese momento, solamente se le relacionaba con el de la señora Reyna.
En entrevista con Dilcya García, fiscal de Delitos de Género, informó que como resultado de las excavaciones y los peritajes que se realizaban dentro de la casa del presunto feminicida serial, hasta ese momento se habían encontrado cientos de restos óseos, 12 teléfonos celulares, 12 chips y 28 casettes, además de lo que ya se había informado de la ropa, zapatos, bolsas, maquillaje, credenciales de elector y una libreta donde se tenía los nombres de por lo menos 29 mujeres que pudieron ser víctimas de este sujeto.
La servidora pública dijo además que peritos de la dependencia ya analizaban todas las evidencias para armar el rompecabezas y saber, con precisión, a quiénes pertenecieron y a cuántas mujeres asesinó; sin embargo, sería “una labor titánica”, pues los elementos que se tenían que analizar e investigar fueron muchos. Por ello, desde el primer momento se solicitó la ayuda de bomberos, policías de investigación y ministerios públicos, sumado a las labores de los policías locales.
La FGJEM, por su parte, informó que como ya se había dicho, los trabajos dentro de la citada casa, ubicada sobre la calle Margaritas, en la colonia Lomas de San Miguel, serían permanentes hasta que se considerara que ya se contaba con todos los elementos suficientes de prueba para establecer con exactitud el número de víctimas ultimadas y, por otro lado, si a todas las descuartizó; y, de este modo, presentarlas ante el juez de la causa, quien fijó un plazo de tres meses para el cierre de la investigación.
En la casa del terror
“Es auténticamente la casa del terror, pues por donde quiera que le busques o por donde la maquinaria excava, encuentras restos óseos. No sabemos cómo este sujeto podía vivir así”, coincidieron en señalar algunos de los policías y bomberos que trabajaron en la casa del presunto feminicida serial, Andrés, ubicada en la colonia Lomas de San Miguel.
Sus rostros lo denotaban, el desagrado por el olor al que no se podían acostumbrar, pese a no desconocer ese tipo de labor. Pero la percepción de todos los que trabajaban allí coincidía, decían que desde el mismo momento que se entraba a la casa, se sentía algo extraño, se sentían escalofríos, un ambiente tenebroso.
Quizás se debía a la vibra por los asesinatos de todas aquellas víctimas que vivieron momentos de terror y, seguramente, gritaron e infructuosamente pidieron auxilio y clemencia, sin obtenerlos.
Afuera del predio, la situación se tornó fantasmal. Si al principio algunos vecinos casi impidieron que detuvieran a don Andrés, después de conocer el trasfondo del asunto, ninguno quiso acercarse, hablar más, saber de este sujeto, porque el solo hecho de imaginar siquiera que dentro de dicho inmueble se hubieran escenificado esas matanzas, era motivo para quedarse sin palabras, sobre todo porque no se explicaban cómo un sujeto tan “amable” hubiera podido cometer tales atrocidades contra tantas mujeres que vivieron momentos de terror al ser atacadas y descuartizadas.
En la colonia Lomas de San Miguel, en el municipio de Atizapán, donde desde hacía más de 34 años llegó para vivir, varios de sus vecinos coincidieron en señalar que era un hombre sumamente tranquilo y amigable, que no se metía con nadie ni era conflictivo, pero a raíz de todo lo que dieron a conocer los medios de comunicación sobre los presuntos asesinatos que cometió contra al menos 30 mujeres, a quienes descuartizó y sepultó dentro de su casa, la opinión de los vecinos cambió totalmente y ya nadie decía conocer y, mucho menos, manifestar haber tenido alguna relación de amistad con él.
Nadie se imaginó que dentro de dicho inmueble hubiera sucedido todo eso. Mientras ellos miraban la tele en sus casas o mientras los chicos jugaban a la pelota en los alrededores, quizás él perpetraba algún crimen… Era inimaginable, impensable, inaudito.
Y todo cambió cuando se dio a conocer la verdad sobre el tétrico caso. Dijeron: “Nos dimos cuenta que no sabíamos con quién vivíamos, no sabíamos qué clase de vecino teníamos, nunca nos imaginamos que don Andrés haya asesinado a tantas mujeres dentro de su casa, a la que ahora conocemos y le hemos dado el mote de ‘la casa del terror’”, como también lo dijeron algunos policías y bomberos.
El caníbal de Atizapán podría ser el más sanguinario de la historia
Policías de investigación informaron que en caso de que la Fiscalía comprobara todos los asesinatos que presuntamente cometió, podría ser considerado como uno de los feminicidas más sanguinarios y despiadados, no solamente en la historia del Estado de México, sino del país.
Es increíble, dijeron, “la forma en que presuntamente asesinaba a sus víctimas, actuaba a sangre fría, como si se tratara de un animal, las descuartizaba, algunas aún vivas, y luego las sepultaba, todo ello con toda la calma y normalidad”.
Un auténtico psicópata que, tras cometer sus atroces crímenes, salía a la calle como si nada hubiera pasado, saludaba a sus vecinos, era amable y cordial, tal vez para que nadie sospechara de él; y lo logró porque durante 20 años, presuntamente ejerció el oficio de asesino sin que nadie lo descubriera.
De acuerdo con la investigación, cada semana llegaba a diferentes bares, principalmente al Barrigón, de donde sacó a la mayoría de sus víctimas, a quienes a cambio de dinero las llevaba a su casa para degustar unas copas y tener relaciones sexuales; pero de donde algunas ya no salieron, porque fueron presas de la acción desequilibrada del Caníbal, quien al parecer gozaba y sentía un enorme placer al ver sufrir a sus víctimas y escuchar que le pedían clemencia, después de que “ponían en duda su hombría”.
A algunas de sus víctimas, quizá la mayoría, las conoció en el bar El Barrigón
Durante la investigación, se logró saber que en el bar El Barrigón, don Andrés era uno de los parroquianos más longevos y que lo frecuentaba con regularidad, pero lo que más trascendió de la indagatoria, fue que de allí sacó a algunas de sus víctimas para asesinarlas.
Con base en comentarios de algunos de los empleados, aquel lugar inició sus funciones como una cantina, donde los principales clientes eran hombres, su historia se remontaba a unos 30 años, aproximadamente.
Sin embargo, con el paso del tiempo se convirtió en bar y fue considerado como uno de los más conocidos en el centro de Tlalnepantla, pues el ambiente que se vivía era muy ameno y se volvió una buena fuente de empleo para meseros y meseras, ya que comenzaron a llegar mujeres que amenizaban el ambiente y la estancia de los clientes, mismos que día con día se congregaban en el lugar en gran cantidad.
Sus principales clientes eran comerciantes de la zona centro de Tlalnepantla, la mayoría de ellos hombres de 35 años para adelante, quienes después de una ardua jornada de trabajo, llegaban para “desestresarse”, tomar una copa, convivir con alguna de las mujeres y bailar.
Sin embargo, en torno a esta situación, personal del Barrigón que se vio impactado por los asesinatos cometidos por El Chino contra algunas de las chicas que trabajaron en el lugar, se deslindó al señalar que cuando alguna de ellas tomaba la decisión de irse con alguno de los clientes, siempre era bajo su responsabilidad.
Derivado de los cateos realizados en la casa de Andrés Filomeno Mendoza Celis, se lograron localizar más de 4 mil 300 restos óseos, que correspondían a 19 cuerpos distintos, pertenecientes a 17 mujeres, un hombre y un niño; y de los cuales, seis víctimas fueron plenamente identificadas.
Con base en estos hallazgos, El Caníbal de Atizapán recibió una sentencia condenatoria un año después de que se dio a conocer el caso. Lo anterior, luego de que la FGJEM acreditó su participación en el delito de feminicidio.
El Tribunal de Enjuiciamiento de Tenango dictó fallo condenatorio en contra de este sujeto, quien fue señalado de haber agredido a una víctima con un instrumento punzocortante, el cual le ocasionó la muerte, para después mutilar su cuerpo el 14 de mayo de 2021.
Asimismo, después de casi un año, la tarde del 16 de marzo de 2022, un juez de control del distrito judicial de Tenango dictó sentencia de prisión vitalicia contra Andrés Filomeno, el multifeminicida de Atizapán, detenido en mayo del 2021 por el asesinato de una mujer, identificada como Reyna, cuyo cuerpo descuartizó y sepultó dentro de una de las habitaciones de su casa.
En audiencia realizada la tarde del 19 de marzo de 2022, un juez del Distrito Judicial de Tenango del Valle dictó esta sentencia, luego de revisar los elementos de prueba recabados, aportados y expuestos por el agente del Ministerio Público de la Fiscalía Especializada de Feminicidio.
A El Chino también le fueron impuestas multas de 5 mil días de salario mínimo y un millón 344 mil 500 pesos como reparación del daño, además fueron suspendidos sus derechos civiles y políticos.
La FGJEM informó que continuaría con los trabajos para aclarar en su totalidad este hecho e identificar a todas las personas a las que pertenecen los restos óseos encontrados dentro de la casa del horror, donde ejecutó a sus víctimas.
La respuesta del asesino
El Caníbal de Atizapán confesó ser culpable. Tiempo después, ya condenado y en prisión, fue cuestionado por todo lo que hizo y respondió que estaba arrepentido, pero no podía hacer nada para cambiarlo.
Las cosas que ya se hicieron hay que aguantarlas […] ya no se remedia nada, ya lo que ya se hizo, pues hay que aguantarse nada más. Se arrepiente uno, pero ya demasiado tarde