/ viernes 27 de septiembre de 2024

Celos infernales: por semanas, Rafael espió a su ex mujer, a quien asesinó frente al cine Monumental

El comerciantes maltrató por años a Lilia, quien finalmente pidió el divorvio

El escenario de esta historia tuvo afuera del cine Monumental, que en 1936 se ubicaba en la Avenida Hidalgo. La sociedad de aquella época leía en LA PRENSA del domingo 29 de marzo el encabezado que decía entonces:

El comerciante Rafael Reynoso Montes de Oca, para vengar supuestas infidelidades que se registraron cuando su mujer, Lilia Acuña le fingía amor, la maltrató durante años; la señora consiguió el divorcio y el negociante la mató tras un espionaje que duró semanas”.

Mucho antes, Rafael galanteaba a la bella Lilia. De hecho, la infortunada señora siempre desconfió del meloso galán, quien le prometía bajar el sol, las estrellas y la luna, cuando “fueran muy felices, en una casita cercana a las playas de Veracruz”.

Eran tiempos en que si una pareja sostenía relaciones sexuales y procreaba un hijo sin haberse casado previamente, la sociedad marcaba para siempre a los audaces amantes.

Al poco tiempo de relación entre Rafael y Lilia, nació una niña; llegó en un momento de confusión y cariño entre la pareja, que poco a poco vio emerger las profundas diferencias que la separaban inevitablemente.

Rafael había viajado mucho como vendedor y conocía sitios extraordinarios y turísticos en México. Lilia Acuña era habitante de ciudad, siempre estaba encerrada entre paredes, ya sean de la oficina de la Secretaría de Hacienda donde trabajaba o en el hogar triste por el maltrato de que la hacía objeto su compañero.

Al comerciante viajero no le agradaba estar en un solo sitio, al contrario, le encantaba la libertad. En cambio, a Lilia le era indiferente todo paseo y prefería aburrirse que disfrutar de los escasos viajes que hizo en compañía del padre de la niña.

La pequeña nació en 1927, en la ciudad de México, pero su infancia no fue lo feliz que merecía ser, pues su padre se encargaba de hacerles la vida difícil a su progenitora y a la menor... Que si la criatura lloraba en altas horas de la noche, que si sollozaba la madre por los “regaños” del jefe de familia.

El caso era que todos los días había tensión. Según el comerciante, los problemas los causaba su esposa, por su “afán de trabajar con independencia”, en lugar de dedicarse al cuidado de su hogar.

Pero jamás le dio dinero suficiente para los gastos, apenas si le compraba calzado y vestido a la niña. Y así pasaron tres años y la pareja decidió “separarse una temporada”, para intentar rehacer su vida sin conflictos. Pero todo fue peor: Rafael no tuvo momento de reposo, al darse cuenta que había perdido a una hermosa dama y a la criatura, quien ninguna culpa tenía de los asuntos paternos.

Con la falsedad que caracteriza a los hipócritas, Rafael comenzó a “reconquistar” el cariño de su mujer, pero siempre encontró relativa resistencia a sus nuevas promesas de amor.

Escucha aquí el podcast ⬇️

"Descubre" supuesta infidelidad

Al reconciliarse, allá por 1930, dizque “descubrió” que la señora lo engañaba con un individuo de nombre José Pablet, ahondándose las diferencias, aunque Lilia juraba que “estaba loco al suponer tanto romance de novela”.

Pero no había cometido aún el peor error de su vida...

Aceptó Lilia como esposo al mismo hombre que la maltrataba sin misericordia.

Según las autoridades policiacas de la época, Lilia Acuña se dejó llevar por la presión social; supuestamente a la niña le preguntaban por su padre en la escuela y no quería la mujer que “pasara penas”...

Fue en 1930 cuando en un momento de tontería firmó el acta de matrimonio con Rafael Reynoso Montes de Oca y un juez sentenció aquello de que “hasta que la muerte los separe”.

De pronto, la hermosa taquimecanógrafa creyó que llegaría más tranquilidad a su existencia.

Pero fue todo lo contrario: Rafael le reclamaba cada minuto que llegaba “después de las 15:00 horas”, de lunes a viernes. Sábados y domingos él se iba a divertir con sus amigos, mientras que Lilia aprovechaba para lavar y preparar la tarea de la menor.

¿El comerciante viajero había olvidado el supuesto noviazgo con Pablet? No, jamás perdonaría tal “infidelidad” que quizá nunca pudo comprobarse, pero que le “confiaron secretamente” sus parientes cercanos.

Cuando residían en el Estado de México, precisamente en una casita de Malinalco, Rafael creyó encontrar una prueba del “fingimiento” pasional de su esposa y la agredió a golpes, para darle “una lección de respeto al hogar”.

Las golpizas fueron sucediéndose con desagradable frecuencia y Lilia, al fin, se percató que jamás sería feliz junto a su implacable verdugo.

Aconsejada por su cuñado, Rodrigo Cárdenas, quien fue secretario de la Cárcel Preventiva de la Ciudad de México, Lilia decidió poner fin a su infierno y exigió legalmente el divorcio.

El Juzgado Primero Civil fue escenario de mil promesas de rehabilitación sentimental, por parte de Rafael, quien juraba que “jamás volvería a levantar la mano para lastimar a su esposa”.

Finalmente se divorciaron

El licenciado Rodrigo Cárdenas, quien vivía en Mosqueta 232, Colonia Guerrero, decía a Lilia que no volviese a confiar en la palabra del comerciante, aunque pretendiera chantajearla moralmente, mencionándole con dulzura a la niña.

El juez sentenció la disolución del vínculo matrimonial, y advirtió a Lilia Acuña que pasado un año podría volver a casarse, sin problema alguno, lo mismo que a su exmarido.

Aparentemente, el vendedor viajero quedó conforme con la separación legal, pero jamás entregó un centavo de pensión alimenticia para su pequeña hija.

Rafael se quedó a vivir en libertad y la disfrutó un tiempo, pero tarde o temprano sus celos enfermizos le llevarían a buscar a su expareja y la encontró con facilidad en la Contaduría Mayor de Hacienda. Allí preguntó por el comportamiento de la dama y volvió a llevarse un impacto psicológico:

Lilia Acuña era toda una dama, respetabilísima.

La espió por semanas

Casi sin pretexto para acercársele, la espió durante semanas y jamás encontró motivo para desconfiar de su honestidad. El mundo se le cerraba al iracundo y celoso

No era del todo sencillo espiar a toda hora a Lilia, pero Rafael alquilaba taxis, con la esperanza de “caerle con su novio” a la taquimecanógrafa.

Y aunque lo hubiera tenido enfrente, nada debía reclamar el celoso comerciante.

El sábado 28 de marzo de 1936, cerca de las 13:30 horas, Rafael siguió a Lilia en el mismo tranvía Correo-Roma. Ese día la señora no trabajó y pretendía llegar a San Juan de Letrán, por la Avenida Hidalgo.

Hubo un momento en que Lilia volteó hacia la parte trasera del enorme transporte, y vio a su exesposo, quien quiso ocultarse, sin conseguirlo. La señora bajó frente al cine Monumental (ya desaparecido, estaba en Avenida Hidalgo) y cruzó la calle en vano intento por eludir la vigilancia gratuita de que era objeto. Cerca estaba el policía Francisco Vargas Maldonado, placa1092.

Su presencia no preocupó al desconcertado celoso.

Con pasos rápidos se aproximó el comerciante a su exmujer y le preguntó inmediatamente por la niña, Manuela Josefina, “pues hacía mucho tiempo que no la saludaba”.

Obviamente, Lilia contestó de mala manera para alejar cuanto antes al molesto tipo, quien inventó que “la había visto con un amigo y deseaba una explicación”.

Perpleja por la indignación, la mujer inquirió a su vez:

-¿Explicación? ¿Quién crees ser para que te dé explicaciones?

-Soy el padre de Manuela, respondió el enojado persecutor.

-¿Hasta hoy te preocupas por ella? Le debes muchos meses de pensión y si no le pagas, te acusaré con el juez, para que te encarcelen. Sin embargo, tu dinero no nos hace falta, yo tengo trabajo seguro en la Secretaría de Hacienda, expresó firmemente la señora.

Un balazo le quitó la vida

Esas fueron sus últimas palabras. El celoso comerciante sacó una pistola y abrió fuego desde muy cerca contra la empleada federal. Un tiro le perforó el cuello y Lilia corrió.

El dolor y la gravedad de su herida la hicieron desplomarse. Entonces volvió a disparar Rafael y el proyectil perforó el tórax de Lilia, quien no tardó en morir.

Como rayo se le fue encima a Rafael, el policía Francisco Vargas para desarmarlo, pero el enloquecido celoso se hizo algunos disparos sin lesionarse, pero con “la intención” de suicidarse.

Lilia, vestida correctamente, cayó cerca del filo de la banqueta en Avenida Hidalgo y calle Héroes, en la Colonia Guerrero.

La vida se le escapó por un balazo en el cuello y otro que posiblemente le perforó el corazón, dada la rapidez del deceso.

La multitud se arremolinó en torno del cadáver y del homicida, a quien desarmaron los policías 1092 y 1263, para conducirlo a la Quinta Delegación, ante la expectación de muchos curiosos que lo siguieron hasta la comisaría.

Allí dijo que no se explicaba por qué había fallado en su intento de quitarse la vida, impulso fallido confirmado por el guardián de la ley.

El licenciado Rodrigo Cárdenas se enteró de la tragedia y fue al anfiteatro de la Quinta Delegación.

En ese lugar identificó el cadáver de su cuñada Lilia Acuña. Explicó el profesionista que en esa agencia del Ministerio Público estaba la prueba de maltrato a que sometía Rafael a Lilia, cuando era su esposa.

Había varias actas contra él por lesiones que tardaban en sanar más de 15 días. Lilia residía con su cuñado Rodrigo y su hermana, Ana María Acuña, en la colonia Guerrero.

Se quita la vida en su celda

Y acosado por los remordimientos o para librarse de una condena de 20 años con posible viaje a las Islas Marías, Rafael Reynoso se ahorcó por la mañana en la celda 987, crujía I, de la Penitenciaría del Distrito Federal.

El suicidio del comerciante tuvo lugar el miércoles 12 de agosto de 1936, según informó este diario con toda oportunidad.

Rafael se quejaba de “infidelidades” pasadas, lo que jamás le ayudó en su defensa legal, pues el juez simplemente le dijo que con el divorcio habían terminado los derechos conyugales.

Por lo tanto, no había matado a “su exmujer”, como él afirmaba, sino a una ciudadana libre para volver a componer su vida social y sentimental.

No olvides seguirnos en Google Noticias para mantenerte informado

Como en Lecumberri no tenía privilegios, Rafael tuvo que despedir incluso a su abogado defensor, quien le confesó que estaba perdiendo lamentablemente su dinero, pues no había bases para obtener una sentencia benigna.

Desde entonces, el delincuente “por amor” se deprimió bastante y dijo a sus compañeros de reclusión que “estaba dispuesto a suicidarse y que no se explicaba por qué había fallado al principio”.


A un hampón apodado “El Veracruz”, le ofreció 50 pesos para que lo estrangulara, proposición que rechazó el cautivo, consciente de que Rafael estaba perdiendo la razón. Incluso, una vez, cuando intentaba ahorcarse, fue sorprendido por la vigilancia y se salvó de morir.

Pero aquel 12 de agosto, Rafael consiguió un pedazo de soga, se encerró en la celda 987, crujía I, luego ató la cuerda a un tubo del baño, subió a un cajón y tras anudarse el otro extremo de la soga en el cuello, dio un empujón al “banco” y murió en segundos, por asfixia.

Autoridades de la Primera Delegación se encargaron del traslado del cadáver, primero al anfiteatro para el levantamiento del acta correspondiente y luego enviaron el cuerpo al Hospital Juárez para la autopsia de ley.

Lo más lamentable de esta tragedia fue que una niña inocente se quedó sin padres a causa de los infernales celos del comerciante.

Y este fue el dramático epílogo que tuvo la historia de un matrimonio en el que los celos del esposo lo hundieron en el más profundo de los abismos. Rafael “estaba seguro” de que su exmujer andaba en muy malos pasos, jamás pudo comprobarlo, pero en su mente alterada veía apasionadas escenas de amor entre desconocidos y la desventurada Lilia, quien pagó con su vida haber concedido amores a Rafael Reynoso Montes de Oca.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem


El escenario de esta historia tuvo afuera del cine Monumental, que en 1936 se ubicaba en la Avenida Hidalgo. La sociedad de aquella época leía en LA PRENSA del domingo 29 de marzo el encabezado que decía entonces:

El comerciante Rafael Reynoso Montes de Oca, para vengar supuestas infidelidades que se registraron cuando su mujer, Lilia Acuña le fingía amor, la maltrató durante años; la señora consiguió el divorcio y el negociante la mató tras un espionaje que duró semanas”.

Mucho antes, Rafael galanteaba a la bella Lilia. De hecho, la infortunada señora siempre desconfió del meloso galán, quien le prometía bajar el sol, las estrellas y la luna, cuando “fueran muy felices, en una casita cercana a las playas de Veracruz”.

Eran tiempos en que si una pareja sostenía relaciones sexuales y procreaba un hijo sin haberse casado previamente, la sociedad marcaba para siempre a los audaces amantes.

Al poco tiempo de relación entre Rafael y Lilia, nació una niña; llegó en un momento de confusión y cariño entre la pareja, que poco a poco vio emerger las profundas diferencias que la separaban inevitablemente.

Rafael había viajado mucho como vendedor y conocía sitios extraordinarios y turísticos en México. Lilia Acuña era habitante de ciudad, siempre estaba encerrada entre paredes, ya sean de la oficina de la Secretaría de Hacienda donde trabajaba o en el hogar triste por el maltrato de que la hacía objeto su compañero.

Al comerciante viajero no le agradaba estar en un solo sitio, al contrario, le encantaba la libertad. En cambio, a Lilia le era indiferente todo paseo y prefería aburrirse que disfrutar de los escasos viajes que hizo en compañía del padre de la niña.

La pequeña nació en 1927, en la ciudad de México, pero su infancia no fue lo feliz que merecía ser, pues su padre se encargaba de hacerles la vida difícil a su progenitora y a la menor... Que si la criatura lloraba en altas horas de la noche, que si sollozaba la madre por los “regaños” del jefe de familia.

El caso era que todos los días había tensión. Según el comerciante, los problemas los causaba su esposa, por su “afán de trabajar con independencia”, en lugar de dedicarse al cuidado de su hogar.

Pero jamás le dio dinero suficiente para los gastos, apenas si le compraba calzado y vestido a la niña. Y así pasaron tres años y la pareja decidió “separarse una temporada”, para intentar rehacer su vida sin conflictos. Pero todo fue peor: Rafael no tuvo momento de reposo, al darse cuenta que había perdido a una hermosa dama y a la criatura, quien ninguna culpa tenía de los asuntos paternos.

Con la falsedad que caracteriza a los hipócritas, Rafael comenzó a “reconquistar” el cariño de su mujer, pero siempre encontró relativa resistencia a sus nuevas promesas de amor.

Escucha aquí el podcast ⬇️

"Descubre" supuesta infidelidad

Al reconciliarse, allá por 1930, dizque “descubrió” que la señora lo engañaba con un individuo de nombre José Pablet, ahondándose las diferencias, aunque Lilia juraba que “estaba loco al suponer tanto romance de novela”.

Pero no había cometido aún el peor error de su vida...

Aceptó Lilia como esposo al mismo hombre que la maltrataba sin misericordia.

Según las autoridades policiacas de la época, Lilia Acuña se dejó llevar por la presión social; supuestamente a la niña le preguntaban por su padre en la escuela y no quería la mujer que “pasara penas”...

Fue en 1930 cuando en un momento de tontería firmó el acta de matrimonio con Rafael Reynoso Montes de Oca y un juez sentenció aquello de que “hasta que la muerte los separe”.

De pronto, la hermosa taquimecanógrafa creyó que llegaría más tranquilidad a su existencia.

Pero fue todo lo contrario: Rafael le reclamaba cada minuto que llegaba “después de las 15:00 horas”, de lunes a viernes. Sábados y domingos él se iba a divertir con sus amigos, mientras que Lilia aprovechaba para lavar y preparar la tarea de la menor.

¿El comerciante viajero había olvidado el supuesto noviazgo con Pablet? No, jamás perdonaría tal “infidelidad” que quizá nunca pudo comprobarse, pero que le “confiaron secretamente” sus parientes cercanos.

Cuando residían en el Estado de México, precisamente en una casita de Malinalco, Rafael creyó encontrar una prueba del “fingimiento” pasional de su esposa y la agredió a golpes, para darle “una lección de respeto al hogar”.

Las golpizas fueron sucediéndose con desagradable frecuencia y Lilia, al fin, se percató que jamás sería feliz junto a su implacable verdugo.

Aconsejada por su cuñado, Rodrigo Cárdenas, quien fue secretario de la Cárcel Preventiva de la Ciudad de México, Lilia decidió poner fin a su infierno y exigió legalmente el divorcio.

El Juzgado Primero Civil fue escenario de mil promesas de rehabilitación sentimental, por parte de Rafael, quien juraba que “jamás volvería a levantar la mano para lastimar a su esposa”.

Finalmente se divorciaron

El licenciado Rodrigo Cárdenas, quien vivía en Mosqueta 232, Colonia Guerrero, decía a Lilia que no volviese a confiar en la palabra del comerciante, aunque pretendiera chantajearla moralmente, mencionándole con dulzura a la niña.

El juez sentenció la disolución del vínculo matrimonial, y advirtió a Lilia Acuña que pasado un año podría volver a casarse, sin problema alguno, lo mismo que a su exmarido.

Aparentemente, el vendedor viajero quedó conforme con la separación legal, pero jamás entregó un centavo de pensión alimenticia para su pequeña hija.

Rafael se quedó a vivir en libertad y la disfrutó un tiempo, pero tarde o temprano sus celos enfermizos le llevarían a buscar a su expareja y la encontró con facilidad en la Contaduría Mayor de Hacienda. Allí preguntó por el comportamiento de la dama y volvió a llevarse un impacto psicológico:

Lilia Acuña era toda una dama, respetabilísima.

La espió por semanas

Casi sin pretexto para acercársele, la espió durante semanas y jamás encontró motivo para desconfiar de su honestidad. El mundo se le cerraba al iracundo y celoso

No era del todo sencillo espiar a toda hora a Lilia, pero Rafael alquilaba taxis, con la esperanza de “caerle con su novio” a la taquimecanógrafa.

Y aunque lo hubiera tenido enfrente, nada debía reclamar el celoso comerciante.

El sábado 28 de marzo de 1936, cerca de las 13:30 horas, Rafael siguió a Lilia en el mismo tranvía Correo-Roma. Ese día la señora no trabajó y pretendía llegar a San Juan de Letrán, por la Avenida Hidalgo.

Hubo un momento en que Lilia volteó hacia la parte trasera del enorme transporte, y vio a su exesposo, quien quiso ocultarse, sin conseguirlo. La señora bajó frente al cine Monumental (ya desaparecido, estaba en Avenida Hidalgo) y cruzó la calle en vano intento por eludir la vigilancia gratuita de que era objeto. Cerca estaba el policía Francisco Vargas Maldonado, placa1092.

Su presencia no preocupó al desconcertado celoso.

Con pasos rápidos se aproximó el comerciante a su exmujer y le preguntó inmediatamente por la niña, Manuela Josefina, “pues hacía mucho tiempo que no la saludaba”.

Obviamente, Lilia contestó de mala manera para alejar cuanto antes al molesto tipo, quien inventó que “la había visto con un amigo y deseaba una explicación”.

Perpleja por la indignación, la mujer inquirió a su vez:

-¿Explicación? ¿Quién crees ser para que te dé explicaciones?

-Soy el padre de Manuela, respondió el enojado persecutor.

-¿Hasta hoy te preocupas por ella? Le debes muchos meses de pensión y si no le pagas, te acusaré con el juez, para que te encarcelen. Sin embargo, tu dinero no nos hace falta, yo tengo trabajo seguro en la Secretaría de Hacienda, expresó firmemente la señora.

Un balazo le quitó la vida

Esas fueron sus últimas palabras. El celoso comerciante sacó una pistola y abrió fuego desde muy cerca contra la empleada federal. Un tiro le perforó el cuello y Lilia corrió.

El dolor y la gravedad de su herida la hicieron desplomarse. Entonces volvió a disparar Rafael y el proyectil perforó el tórax de Lilia, quien no tardó en morir.

Como rayo se le fue encima a Rafael, el policía Francisco Vargas para desarmarlo, pero el enloquecido celoso se hizo algunos disparos sin lesionarse, pero con “la intención” de suicidarse.

Lilia, vestida correctamente, cayó cerca del filo de la banqueta en Avenida Hidalgo y calle Héroes, en la Colonia Guerrero.

La vida se le escapó por un balazo en el cuello y otro que posiblemente le perforó el corazón, dada la rapidez del deceso.

La multitud se arremolinó en torno del cadáver y del homicida, a quien desarmaron los policías 1092 y 1263, para conducirlo a la Quinta Delegación, ante la expectación de muchos curiosos que lo siguieron hasta la comisaría.

Allí dijo que no se explicaba por qué había fallado en su intento de quitarse la vida, impulso fallido confirmado por el guardián de la ley.

El licenciado Rodrigo Cárdenas se enteró de la tragedia y fue al anfiteatro de la Quinta Delegación.

En ese lugar identificó el cadáver de su cuñada Lilia Acuña. Explicó el profesionista que en esa agencia del Ministerio Público estaba la prueba de maltrato a que sometía Rafael a Lilia, cuando era su esposa.

Había varias actas contra él por lesiones que tardaban en sanar más de 15 días. Lilia residía con su cuñado Rodrigo y su hermana, Ana María Acuña, en la colonia Guerrero.

Se quita la vida en su celda

Y acosado por los remordimientos o para librarse de una condena de 20 años con posible viaje a las Islas Marías, Rafael Reynoso se ahorcó por la mañana en la celda 987, crujía I, de la Penitenciaría del Distrito Federal.

El suicidio del comerciante tuvo lugar el miércoles 12 de agosto de 1936, según informó este diario con toda oportunidad.

Rafael se quejaba de “infidelidades” pasadas, lo que jamás le ayudó en su defensa legal, pues el juez simplemente le dijo que con el divorcio habían terminado los derechos conyugales.

Por lo tanto, no había matado a “su exmujer”, como él afirmaba, sino a una ciudadana libre para volver a componer su vida social y sentimental.

No olvides seguirnos en Google Noticias para mantenerte informado

Como en Lecumberri no tenía privilegios, Rafael tuvo que despedir incluso a su abogado defensor, quien le confesó que estaba perdiendo lamentablemente su dinero, pues no había bases para obtener una sentencia benigna.

Desde entonces, el delincuente “por amor” se deprimió bastante y dijo a sus compañeros de reclusión que “estaba dispuesto a suicidarse y que no se explicaba por qué había fallado al principio”.


A un hampón apodado “El Veracruz”, le ofreció 50 pesos para que lo estrangulara, proposición que rechazó el cautivo, consciente de que Rafael estaba perdiendo la razón. Incluso, una vez, cuando intentaba ahorcarse, fue sorprendido por la vigilancia y se salvó de morir.

Pero aquel 12 de agosto, Rafael consiguió un pedazo de soga, se encerró en la celda 987, crujía I, luego ató la cuerda a un tubo del baño, subió a un cajón y tras anudarse el otro extremo de la soga en el cuello, dio un empujón al “banco” y murió en segundos, por asfixia.

Autoridades de la Primera Delegación se encargaron del traslado del cadáver, primero al anfiteatro para el levantamiento del acta correspondiente y luego enviaron el cuerpo al Hospital Juárez para la autopsia de ley.

Lo más lamentable de esta tragedia fue que una niña inocente se quedó sin padres a causa de los infernales celos del comerciante.

Y este fue el dramático epílogo que tuvo la historia de un matrimonio en el que los celos del esposo lo hundieron en el más profundo de los abismos. Rafael “estaba seguro” de que su exmujer andaba en muy malos pasos, jamás pudo comprobarlo, pero en su mente alterada veía apasionadas escenas de amor entre desconocidos y la desventurada Lilia, quien pagó con su vida haber concedido amores a Rafael Reynoso Montes de Oca.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem


Policiaca

Taxi pierde el control por exceso de velocidad y choca contra pilar de concreto en la México-Pirámides; hay dos muertos

El accidente que costó la vida del taxista y su pasajera, hasta el momento desconocidos, se registró alrededor de las 10 de la mañana de este viernes

Policiaca

Su última pizza: a balazos, ejecutan a dos hombres dentro de un restaurante en Nicolás Romero

El presunto homicida que a decir de la policía, al parecer actuó en una venganza, salió corriendo para darse a la fuga