/ viernes 24 de diciembre de 2021

Anastasia Lechtchenko, la descuartizadora de Tijuana

La joven fue acusada de estrangular y desmembrar a su madre y hermana menor, impulsada por un perturbador resentimiento; se le condenó a 80 años de talego

Era de noche y el olor nauseabundo penetraba en los vapores que se mezclaban en el ambiente. Los vecinos del fraccionamiento Jardines de El Sol, en Playas de Tijuana se cubrían nariz y boca con trapos mientras trataban de identificar de dónde provenía el fétido hedor, pero no parecía haber dudas, venía de la casa de la señora Yuliya, quien vivía con sus dos hijas: Valeria de 12 años y Anastasia de 19. En esos mismos momentos, la policía estatal recibía una llamada anónima, era una mujer, quien informaba a las autoridades que en el domicilio número 22311 de esa colonia, se localizaban dos cuerpos embolsados. Entonces, los uniformados se trasladaron a dicho lugar.

Cuando los policías estatales ingresaron al domicilio se toparon con el terrible hallazgo, los cuerpos de dos mujeres estaban dentro de tres bolsas de plástico negras, descuartizados, decapitados, las moscas y gusanos proliferaban y el olor putrefacto era insoportable.

Los peritos de la Procuraduría General de Justicia del estado recabaron evidencias para iniciar con las investigaciones y se dieron a la búsqueda de Anastasia, la hija mayor y de Igor Lechtchenko, el padre de las mujercitas.

Los vecinos quedaron sorprendidos al ver cómo sacaban los cuerpos de sus vecinas, a quienes no tenía mucho, habían visto aún con vida. La policía les dijo que se trataba de una adulta y una niña; no cupo la menor duda, de inmediato supieron, se trataba de Yuliya y de Valeria.

Una pareja de gimnastas

Yuliya Masney nació en Siberia e Igor Lechtchenko en Ucrania. Ambos se conocieron muy jóvenes en Rusia, cuando trabajaban como gimnastas y acróbatas en el famoso Circo Ruso. Los chicos pronto se enamoraron y se lanzaron a la aventura. Cruzaron al otro lado del mundo y se establecieron en México. En un principio vivieron en San Luis Potosí; ahí Yuliya dio a luz a Anastasia, una niña rubia, con ojos verdes y sonrisa angelical.

En ese entonces, la pareja se sostenía económicamente dando clases de música, ballet y actuando en televisión en distintos estados del país. Para finales de los años 90, Igor fue contratado como profesor para entrenar a gimnastas en el Centro de Alto Rendimiento de Baja California y se mudaron para Tijuana.


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Valeria, el angelito de mamá

En 2003, Yuliya e Igor tuvieron una segunda hija, Valeria, quien nacería con una discapacidad múltiple. Los médicos les comentaron incluso, que la niña no desarrollaría el habla y que muy probable, tampoco podría caminar. Esto puso a la familia en una situación muy complicada. Los siguientes años fueron muy duros para el matrimonio Lechtchenko Masney, porque Valeria necesitó muchas atenciones y visitas con varios especialistas. Yuliya centró toda su atención y tiempo en su “angelito” como le llamaba a Valeria, lo que la distanció de Anastasia y de su esposo.

La relación entre la pareja se desgastó y optaron por separarse. Anastasia, la hija mayor, decidió quedarse con su madre, sin embargo la desunión de sus padres y la sobreprotección de su mamá con su hermana pequeña la irritaban más de lo que todos pensaban.

Adolescente y resentida

Conforme pasaban los años y Anastasia crecía la relación con su madre se volvió más áspera. La adolescente se volvió rebelde y sus estados de ánimo cambiaban con frecuencia, aunque mejor dicho, casi siempre estaba malhumorada y las peleas entre ellas fueron más constantes.

Fue en la secundaria, a los 14 años, cuando Anastasia probó por vez primera las drogas. En principio comenzó con la marihuana y después las metanfetaminas. La joven se sentía sola, excluida por sus padres y en los estupefacientes halló refugio en compañía de algunos compañeros de la escuela.

Sin embargo, la adicción pronto delata al adepto y sus padres se dieron cuenta de que consumía sustancias, así es que intentaron alejarla de ese ambiente turbio y la ingresaron a un centro de rehabilitación, pero sólo fue por un breve tiempo porque Anastasia se empeñó en seguir viviendo al filo del abismo.

A principios de febrero de 2015, Anastasia se fue de su hogar sin decirles nada a sus padres. Por tal motivo, la señora Yuliya fue a levantar un acta por su desaparición. El Centro de Apoyo de Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA) emitió una alerta a nivel nacional para encontrarla y las autoridades judiciales elaboraron carteles con sus datos para dar con ella.

No obstante, fue hasta el 27 del mismo mes, cuando Anastasia se comunicó con su mamá por teléfono para avisarle que se encontraba en Culiacán, Sinaloa, con unos amigos, además le mencionó que había conseguido un empleo y no tenía nada de qué preocuparse.

En realidad, Anastasia le había mentido a su madre, pues no estaba trabajando y vivía con otros jóvenes, quienes consumían drogas a diario, por lo cual, la rubia estaba más que enganchada a ese infierno.

Un par de meses después, Anastasia regresó a casa con su madre y hermana menor, pero las peleas y los problemas entre ellas no se terminaron, pues el resentimiento de la adolescente hacia ellas ardía en su pecho como las mismas llamas del infierno.

El día que las encontraron muertas, un vecino llamado Héctor atestiguó una discusión intensa entre Yuliya y Anastasia, en la que la joven le profirió: “¡Ya me tienes harta! ¡Te voy a matar, hija de la chingada!”. Y azotó la puerta y se marchó hacia la calle, según lo dicho por aquel hombre.

Su madre intuyó que la iba a matar

Después de aquella pelea, Anastasia se fue a caminar a la orilla de la playa, fumó varios cigarrillos, se sentó en la arena y lloró por varios minutos. Recordó con nostalgia los gratos momentos que pasó con sus padres justo en ese lugar, disfrutando del mar y de la belleza del ocaso. Ahora todo eso le parecía tan distante y ajeno, después se quedó dormida.

Cuando despertó volvió a tomar camino a su casa, se encontraba muy enfadada, el ceño en su rostro no podía ocultar la rabia que sentía. Entró a su casa y en el patio tomó una cuerda que se encontró. En un sillón estaba Yuliya, su madre, quien veía la televisión. Entonces volteó a ver a su hija y tuvo la certeza de que la iba a matar.

La joven rubia se colocó detrás de ella y rodeó el cuello de su madre con la cuerda, apoyó su rodilla en el respaldo del sillón y comenzó a estrangularla con todas sus fuerzas. Yuliya se retorcía y trató de defenderse, pero estaba en desventaja.

Anastasia disminuía por momentos la fuerza y aflojaba la cuerda, veía el rostro de su madre, el cual reflejaba terror y sufrimiento. Esa demencial lógica duró más de 25 minutos hasta que Yuliya dejó de moverse y respirar.

Después se dirigió al cuarto de Valeria, quien estaba acostada en su cama, indefensa, pero a Anastasia no le importó y con la misma soga comenzó a constreñir con odio a su hermana; ella era más vulnerable no sólo por ser pequeña, sino además por no poder hablar ni gritar debido a su autismo, así que no logró pedir ayuda. Cuando dejó de sacudirse, la joven victimaria puso su oído en el pecho de la chiquita y se cercioró de que su corazón ya no latiera.

Acto seguido, agarró su cajetilla de cigarros, salió del domicilio y tomó de nuevo rumbo hacia la playa. Eran alrededor de las 21:20 horas del domingo 7 de junio de 2015, hacía mucho calor y pocas personas transitaban por la calle.

"A las brujas hay que extirparles el corazón"

El corazón le retumbaba en el pecho y en las sienes debido a la adrenalina. Como una fiera desbocada corrió por la orilla del mar por varios minutos hasta que no pudo más y se dejó caer sobre la arena. Encendió un cigarro y miró las estrellas por muchos minutos.

Luego de dos horas, Anastasia se enfiló de vuelta a casa, pero en el camino se detuvo en una farmacia y compró una caja de 10 bolsas de plástico negras de 70 por 90 centímetros.

Al llegar a su domicilio, caminó directo a la cocina donde seleccionó tres cuchillos de distintos tamaños y filos, era evidente, que la joven rubia se había informado acerca de cómo descuartizar los cuerpos. Luego arrastró los cadáveres de las dos mujeres hacia ese lugar.

Comenzó por sacarles el corazón a ambas, después las decapitó y a Valeria le extirpó los ojos, luego los tiró al inodoro. Anastasia tenía tiempo que sentía por las noches piquetes por todo su cuerpo y dolores de cabeza que no la dejaban dormir, así que estaba convencida de que estos síntomas eran porque su madre y hermana le estaban haciendo brujería pues querían acabar poco a poco con ella.

Con seguridad tomó los cuchillos y empezó a desmembrar con paciencia el cuerpo de su madre, después hizo lo mismo con el de su hermana pequeña y metió los miembros en bolsas de plástico. Se aseguró de limpiar las manchas de sangre en el piso, paredes, fregadero y cuchillos. Esa labor le llevó toda la noche, cuando terminó, eran más de la siete de la mañana del siguiente día.

Sin embargo, hubo un detalle que Anastasia no tenía resuelto, cómo deshacerse de los cadáveres. Pasó horas y horas pensando qué haría con ellos, pero no concretaba. Se fumó algunos porros de marihuana para evadirse pero cuando se le terminó la droga, aquello se volvió un martirio para ella hasta que no aguantó más y se marchó de su casa sin resolver el asunto. Para entonces, habían transcurrido dos días y los cuerpos comenzaron a descomponerse. Fue esa pestilencia la que alertó a los vecinos, quienes dieron parte a la policía.

Asesina confesa, pero... en libertad

El jueves 11 de junio, agentes de la Policía Ministerial de Tijuana dieron con el paradero de Anastasia Lechtchenko, quien se encontraba en casa de una amiga, a quien le había contado todo; fue la misma chica, quien había hecho la llamada anónima a la policía informando sobre dos cadáveres embolsados en un domicilio de la colonia Jardines de El Sol.

En calidad de indiciada, Anastasia Lechtchenko declaró al ministerio público que ella asesinó a su madre y hermana porque éstas, le hacían brujería y querían matarla. Por ello, argumentó que investigó en internet que a las brujas se les tenía que sacar el corazón y cortarles las extremidades, para que sus hechizos dejaran de tener algún efecto, además de que una voz horrible en su mente, le pedía que terminara con ellas.

Por otra parte, el señor Igor Lechtchenko dijo al MP que tenía tiempo de no vivir con su esposa e hijas, pero que las veía seguido, aunque reconoció que el carácter de Anastasia había cambiado mucho en los últimos años, pues se volvió muy agresiva y casi todo el tiempo estaba de mal humor.

En las oficinas de la Procuraduría General de Justicia de Tijuana, la joven rubia fue sometida a varios interrogatorios, primero fueron investigadores de la Subprocuraduría, después por la Unidad de Homicidios y por último por personal del Consulado ruso, a quien ya desesperada contestó: “¡Ya les he dicho mil veces cómo sucedió todo! ¡Ya déjenme en paz!”.

No obstante, a pesar de la confesión de la adolescente, el ministerio público señaló que no había flagrancia ni elementos suficientes para detener a la joven, por lo que después de rendir su declaración, Anastasia Lechtchenko no fue detenida.

Anomalías en la averiguación

La indignación y consternación se expresaron con escándalo más allá de la sociedad bajo californiana, los ciudadanos no podían entender cómo una asesina confesa podía seguir libre.

Sin embargo, cuando la juez Quinto de lo Penal, Ana Isabel Flores Plascencia, responsable de dejar en libertad a Anastasia Lechtchenko, fue interrogada al respecto contestó: “… no evado mi responsabilidad, cumplo con mi trabajo. El ministerio público me entregó una carpeta de averiguación incompleta, faltan dictámenes ministeriales con los que no se han cumplido… Por ello no tengo elementos suficientes para detener a la joven Anastasia”.

Fue hasta el día 19 de junio, cuando se le giró orden de aprehensión a la inculpada; ese mismo día, fue detenida cuando paseaba con unos amigos por el Parque México Norte, en Ensenada.

Mientras tanto, el lunes 22 de junio, se conmemoró una misa en honor de las víctimas Yuliya Masney y Valeria Lechtchenko Masney, en la iglesia Santa María Estrella del Mar, en Ensenada, muy cerca de donde vivían. Ahí los medios entrevistaron al señor Igor, quien mencionó que deseaba ayudar a su hija respecto a su adicción a las drogas.

El viernes 26 de junio, Anastasia Lechtchenko fue ingresada al penal de La Mesa, en Tijuana, donde se le procesó por el delito de homicidio agravado por parentesco.

"Yo no las descuarticé"

Tres días después, Anastasia Lechtchenko Masney, de 19 años, fue entrevistada en el penal por una periodista colaboradora del diario argentino “El Clarín”, ahí, la adolescente mencionó detalles y datos que no había dicho antes y que dejaron desconcertados todavía más a la sociedad, no sólo mexicana, sino de todo el orbe, pues su caso se difundió en todo el mundo. La joven fue directo al asunto.

Anastasia: El problema fue que yo me declaré culpable. La verdad es que yo había consumido drogas durante varios días, así que cuando me detuvieron, los policías me dijeron que si yo me declaraba culpable me dejarían en libertad. Aquel día, unos encapuchados me cachetearon varias veces, me asusté y entonces dije que yo había asesinado a mi madre y hermana, mientras ellos me grababan con una cámara y con sus teléfonos celulares.

Periodista: ¿Cuéntame, qué pasó aquel día?

Anastasia: Ese día llegué a la casa, pero estaba cerrada, entonces recordé que teníamos unas llaves escondidas en la lavadora y fui por ellas. Cuando entré, la casa estaba patas pa’rriba, había mucha ropa amontonada en el sofá y mi cuarto era un desastre.

Entonces decidí poner un poco de orden en la casa y comencé por barrer el patio. De pronto me di cuenta que del pasillo de atrás venía un olor extraño y desagradable, cuando me acerqué… -se tapa la cara y comienza a llorar-, había una bolsa negra, la abrí y estaban los restos de mi mamá. No sé cómo decir esto, pero fue horrible… La cabeza de mi madre estaba hasta arriba.

Periodista: ¿Después, qué hiciste?

Anastasia: Le llamé a una amiga y la llevé a la casa para enseñarle las bolsas, pero ella no quiso mirar, le dije que yo no lo había hecho, le pregunté que qué hacíamos y ella me dijo que avisáramos a la policía y luego nos fuimos a su casa. Horas más tarde, llegaron los ministeriales por mí.

Periodista: ¿Adónde te llevaron los agentes?

Anastasia: Me subieron a un auto, ahí me iban cacheteando y me repetían todo el tiempo que sería mejor que me declarara culpable, que sólo así me dejarían en libertad. Estuvimos dando vueltas y después me llevaron a unas oficinas, o algo parecido, y ahí abusaron de mí más de cuatro ministeriales.

Estaba tan drogada, que yo pensé que me habían detenido por eso, yo no me acordaba de lo que le había pasado a mi mamá y hermana, yo no carburaba. El problema es que yo confesé algo que no hice y por eso estoy en esta situación. No pude despedirme de ellas ni abrazar a mi padre… Yo sólo recuerdo que ellos me decían: “diles que las descuartizaste”, y fue lo primero que dije y lo demás lo inventaron y pusieron ellos.

Me encuentro muy frustrada porque no me acuerdo de muchas cosas y todo ha sido como una terrible pesadilla. Hasta hace poco comencé a desahogarme, a llorar mucho, pero me distraigo viendo la tele o leyendo a García Márquez, me he hecho muy fan de sus libros.

Las evidencias confirman lo dicho por Anastasia

Anastasia quizás sea culpable o tal vez no de los hechos que se le imputaron, lo cierto es que las pruebas periciales arrojaron huellas de un perfil genético que pertenecían a un varón, es decir, rastros de ADN de un hombre ajeno a la familia Lechtchenko Masney, en los cuchillos y bolsas de plástico utilizados por el asesino

La abogada de Anastasia, Xóchitl de Labra, mencionó que la señora Yuliya tenía varios pretendientes: “no era para menos, pues ella era muy atractiva”. La jurista manejó la hipótesis, que tal vez alguno de ellos tuvo un disgusto con Yuliya y la asesinó, sin embargo, opinó también, que la Procuraduría General de Justicia de Tijuana no quiso interrogarlos, a pesar de estar identificados.

Por otra parte, respecto a las violaciones sexuales de las que fue víctima Anastasia, por parte de policías ministeriales, también hubo pruebas, pues el médico del ministerio público donde la llevaron la noche que la detuvieron, asentó por escrito dichas agresiones.

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También, la abogada Xóchitl de Labra mencionó que no era posible que Anastasia tuviera la fuerza para dislocar y desmembrar los cuerpos de su madre y hermana, mucho menos que se utilizaron cuchillos de cocina para tal acción: “No hay viabilidad. ¿Cortes casi quirúrgicos con cuchillos de cocina? No se molestaron en buscar pruebas de verdad, quedaron muchas cosas inconclusas y en el aire”.

El caso de Anastasia Lechtchenko Masney, a quien los medios apodaron como “La Descuartizadora de Tijuana”, sigue dando de qué hablar, por su extraña naturaleza que lo envuelve. Sólo el asesino y las dos víctimas saben qué ocurrió con certeza.

El otro asunto cierto es que Anastasia purga una dura sentencia de 80 años de prisión, en una fría celda, donde para sobrevivir, se imagina todas las noches el susurro del viento que mece las olas del mar, aquellas hermosas aguas del Océano Pacífico, que disfrutaba en compañía de sus padres y hermana.

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Era de noche y el olor nauseabundo penetraba en los vapores que se mezclaban en el ambiente. Los vecinos del fraccionamiento Jardines de El Sol, en Playas de Tijuana se cubrían nariz y boca con trapos mientras trataban de identificar de dónde provenía el fétido hedor, pero no parecía haber dudas, venía de la casa de la señora Yuliya, quien vivía con sus dos hijas: Valeria de 12 años y Anastasia de 19. En esos mismos momentos, la policía estatal recibía una llamada anónima, era una mujer, quien informaba a las autoridades que en el domicilio número 22311 de esa colonia, se localizaban dos cuerpos embolsados. Entonces, los uniformados se trasladaron a dicho lugar.

Cuando los policías estatales ingresaron al domicilio se toparon con el terrible hallazgo, los cuerpos de dos mujeres estaban dentro de tres bolsas de plástico negras, descuartizados, decapitados, las moscas y gusanos proliferaban y el olor putrefacto era insoportable.

Los peritos de la Procuraduría General de Justicia del estado recabaron evidencias para iniciar con las investigaciones y se dieron a la búsqueda de Anastasia, la hija mayor y de Igor Lechtchenko, el padre de las mujercitas.

Los vecinos quedaron sorprendidos al ver cómo sacaban los cuerpos de sus vecinas, a quienes no tenía mucho, habían visto aún con vida. La policía les dijo que se trataba de una adulta y una niña; no cupo la menor duda, de inmediato supieron, se trataba de Yuliya y de Valeria.

Una pareja de gimnastas

Yuliya Masney nació en Siberia e Igor Lechtchenko en Ucrania. Ambos se conocieron muy jóvenes en Rusia, cuando trabajaban como gimnastas y acróbatas en el famoso Circo Ruso. Los chicos pronto se enamoraron y se lanzaron a la aventura. Cruzaron al otro lado del mundo y se establecieron en México. En un principio vivieron en San Luis Potosí; ahí Yuliya dio a luz a Anastasia, una niña rubia, con ojos verdes y sonrisa angelical.

En ese entonces, la pareja se sostenía económicamente dando clases de música, ballet y actuando en televisión en distintos estados del país. Para finales de los años 90, Igor fue contratado como profesor para entrenar a gimnastas en el Centro de Alto Rendimiento de Baja California y se mudaron para Tijuana.


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Valeria, el angelito de mamá

En 2003, Yuliya e Igor tuvieron una segunda hija, Valeria, quien nacería con una discapacidad múltiple. Los médicos les comentaron incluso, que la niña no desarrollaría el habla y que muy probable, tampoco podría caminar. Esto puso a la familia en una situación muy complicada. Los siguientes años fueron muy duros para el matrimonio Lechtchenko Masney, porque Valeria necesitó muchas atenciones y visitas con varios especialistas. Yuliya centró toda su atención y tiempo en su “angelito” como le llamaba a Valeria, lo que la distanció de Anastasia y de su esposo.

La relación entre la pareja se desgastó y optaron por separarse. Anastasia, la hija mayor, decidió quedarse con su madre, sin embargo la desunión de sus padres y la sobreprotección de su mamá con su hermana pequeña la irritaban más de lo que todos pensaban.

Adolescente y resentida

Conforme pasaban los años y Anastasia crecía la relación con su madre se volvió más áspera. La adolescente se volvió rebelde y sus estados de ánimo cambiaban con frecuencia, aunque mejor dicho, casi siempre estaba malhumorada y las peleas entre ellas fueron más constantes.

Fue en la secundaria, a los 14 años, cuando Anastasia probó por vez primera las drogas. En principio comenzó con la marihuana y después las metanfetaminas. La joven se sentía sola, excluida por sus padres y en los estupefacientes halló refugio en compañía de algunos compañeros de la escuela.

Sin embargo, la adicción pronto delata al adepto y sus padres se dieron cuenta de que consumía sustancias, así es que intentaron alejarla de ese ambiente turbio y la ingresaron a un centro de rehabilitación, pero sólo fue por un breve tiempo porque Anastasia se empeñó en seguir viviendo al filo del abismo.

A principios de febrero de 2015, Anastasia se fue de su hogar sin decirles nada a sus padres. Por tal motivo, la señora Yuliya fue a levantar un acta por su desaparición. El Centro de Apoyo de Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA) emitió una alerta a nivel nacional para encontrarla y las autoridades judiciales elaboraron carteles con sus datos para dar con ella.

No obstante, fue hasta el 27 del mismo mes, cuando Anastasia se comunicó con su mamá por teléfono para avisarle que se encontraba en Culiacán, Sinaloa, con unos amigos, además le mencionó que había conseguido un empleo y no tenía nada de qué preocuparse.

En realidad, Anastasia le había mentido a su madre, pues no estaba trabajando y vivía con otros jóvenes, quienes consumían drogas a diario, por lo cual, la rubia estaba más que enganchada a ese infierno.

Un par de meses después, Anastasia regresó a casa con su madre y hermana menor, pero las peleas y los problemas entre ellas no se terminaron, pues el resentimiento de la adolescente hacia ellas ardía en su pecho como las mismas llamas del infierno.

El día que las encontraron muertas, un vecino llamado Héctor atestiguó una discusión intensa entre Yuliya y Anastasia, en la que la joven le profirió: “¡Ya me tienes harta! ¡Te voy a matar, hija de la chingada!”. Y azotó la puerta y se marchó hacia la calle, según lo dicho por aquel hombre.

Su madre intuyó que la iba a matar

Después de aquella pelea, Anastasia se fue a caminar a la orilla de la playa, fumó varios cigarrillos, se sentó en la arena y lloró por varios minutos. Recordó con nostalgia los gratos momentos que pasó con sus padres justo en ese lugar, disfrutando del mar y de la belleza del ocaso. Ahora todo eso le parecía tan distante y ajeno, después se quedó dormida.

Cuando despertó volvió a tomar camino a su casa, se encontraba muy enfadada, el ceño en su rostro no podía ocultar la rabia que sentía. Entró a su casa y en el patio tomó una cuerda que se encontró. En un sillón estaba Yuliya, su madre, quien veía la televisión. Entonces volteó a ver a su hija y tuvo la certeza de que la iba a matar.

La joven rubia se colocó detrás de ella y rodeó el cuello de su madre con la cuerda, apoyó su rodilla en el respaldo del sillón y comenzó a estrangularla con todas sus fuerzas. Yuliya se retorcía y trató de defenderse, pero estaba en desventaja.

Anastasia disminuía por momentos la fuerza y aflojaba la cuerda, veía el rostro de su madre, el cual reflejaba terror y sufrimiento. Esa demencial lógica duró más de 25 minutos hasta que Yuliya dejó de moverse y respirar.

Después se dirigió al cuarto de Valeria, quien estaba acostada en su cama, indefensa, pero a Anastasia no le importó y con la misma soga comenzó a constreñir con odio a su hermana; ella era más vulnerable no sólo por ser pequeña, sino además por no poder hablar ni gritar debido a su autismo, así que no logró pedir ayuda. Cuando dejó de sacudirse, la joven victimaria puso su oído en el pecho de la chiquita y se cercioró de que su corazón ya no latiera.

Acto seguido, agarró su cajetilla de cigarros, salió del domicilio y tomó de nuevo rumbo hacia la playa. Eran alrededor de las 21:20 horas del domingo 7 de junio de 2015, hacía mucho calor y pocas personas transitaban por la calle.

"A las brujas hay que extirparles el corazón"

El corazón le retumbaba en el pecho y en las sienes debido a la adrenalina. Como una fiera desbocada corrió por la orilla del mar por varios minutos hasta que no pudo más y se dejó caer sobre la arena. Encendió un cigarro y miró las estrellas por muchos minutos.

Luego de dos horas, Anastasia se enfiló de vuelta a casa, pero en el camino se detuvo en una farmacia y compró una caja de 10 bolsas de plástico negras de 70 por 90 centímetros.

Al llegar a su domicilio, caminó directo a la cocina donde seleccionó tres cuchillos de distintos tamaños y filos, era evidente, que la joven rubia se había informado acerca de cómo descuartizar los cuerpos. Luego arrastró los cadáveres de las dos mujeres hacia ese lugar.

Comenzó por sacarles el corazón a ambas, después las decapitó y a Valeria le extirpó los ojos, luego los tiró al inodoro. Anastasia tenía tiempo que sentía por las noches piquetes por todo su cuerpo y dolores de cabeza que no la dejaban dormir, así que estaba convencida de que estos síntomas eran porque su madre y hermana le estaban haciendo brujería pues querían acabar poco a poco con ella.

Con seguridad tomó los cuchillos y empezó a desmembrar con paciencia el cuerpo de su madre, después hizo lo mismo con el de su hermana pequeña y metió los miembros en bolsas de plástico. Se aseguró de limpiar las manchas de sangre en el piso, paredes, fregadero y cuchillos. Esa labor le llevó toda la noche, cuando terminó, eran más de la siete de la mañana del siguiente día.

Sin embargo, hubo un detalle que Anastasia no tenía resuelto, cómo deshacerse de los cadáveres. Pasó horas y horas pensando qué haría con ellos, pero no concretaba. Se fumó algunos porros de marihuana para evadirse pero cuando se le terminó la droga, aquello se volvió un martirio para ella hasta que no aguantó más y se marchó de su casa sin resolver el asunto. Para entonces, habían transcurrido dos días y los cuerpos comenzaron a descomponerse. Fue esa pestilencia la que alertó a los vecinos, quienes dieron parte a la policía.

Asesina confesa, pero... en libertad

El jueves 11 de junio, agentes de la Policía Ministerial de Tijuana dieron con el paradero de Anastasia Lechtchenko, quien se encontraba en casa de una amiga, a quien le había contado todo; fue la misma chica, quien había hecho la llamada anónima a la policía informando sobre dos cadáveres embolsados en un domicilio de la colonia Jardines de El Sol.

En calidad de indiciada, Anastasia Lechtchenko declaró al ministerio público que ella asesinó a su madre y hermana porque éstas, le hacían brujería y querían matarla. Por ello, argumentó que investigó en internet que a las brujas se les tenía que sacar el corazón y cortarles las extremidades, para que sus hechizos dejaran de tener algún efecto, además de que una voz horrible en su mente, le pedía que terminara con ellas.

Por otra parte, el señor Igor Lechtchenko dijo al MP que tenía tiempo de no vivir con su esposa e hijas, pero que las veía seguido, aunque reconoció que el carácter de Anastasia había cambiado mucho en los últimos años, pues se volvió muy agresiva y casi todo el tiempo estaba de mal humor.

En las oficinas de la Procuraduría General de Justicia de Tijuana, la joven rubia fue sometida a varios interrogatorios, primero fueron investigadores de la Subprocuraduría, después por la Unidad de Homicidios y por último por personal del Consulado ruso, a quien ya desesperada contestó: “¡Ya les he dicho mil veces cómo sucedió todo! ¡Ya déjenme en paz!”.

No obstante, a pesar de la confesión de la adolescente, el ministerio público señaló que no había flagrancia ni elementos suficientes para detener a la joven, por lo que después de rendir su declaración, Anastasia Lechtchenko no fue detenida.

Anomalías en la averiguación

La indignación y consternación se expresaron con escándalo más allá de la sociedad bajo californiana, los ciudadanos no podían entender cómo una asesina confesa podía seguir libre.

Sin embargo, cuando la juez Quinto de lo Penal, Ana Isabel Flores Plascencia, responsable de dejar en libertad a Anastasia Lechtchenko, fue interrogada al respecto contestó: “… no evado mi responsabilidad, cumplo con mi trabajo. El ministerio público me entregó una carpeta de averiguación incompleta, faltan dictámenes ministeriales con los que no se han cumplido… Por ello no tengo elementos suficientes para detener a la joven Anastasia”.

Fue hasta el día 19 de junio, cuando se le giró orden de aprehensión a la inculpada; ese mismo día, fue detenida cuando paseaba con unos amigos por el Parque México Norte, en Ensenada.

Mientras tanto, el lunes 22 de junio, se conmemoró una misa en honor de las víctimas Yuliya Masney y Valeria Lechtchenko Masney, en la iglesia Santa María Estrella del Mar, en Ensenada, muy cerca de donde vivían. Ahí los medios entrevistaron al señor Igor, quien mencionó que deseaba ayudar a su hija respecto a su adicción a las drogas.

El viernes 26 de junio, Anastasia Lechtchenko fue ingresada al penal de La Mesa, en Tijuana, donde se le procesó por el delito de homicidio agravado por parentesco.

"Yo no las descuarticé"

Tres días después, Anastasia Lechtchenko Masney, de 19 años, fue entrevistada en el penal por una periodista colaboradora del diario argentino “El Clarín”, ahí, la adolescente mencionó detalles y datos que no había dicho antes y que dejaron desconcertados todavía más a la sociedad, no sólo mexicana, sino de todo el orbe, pues su caso se difundió en todo el mundo. La joven fue directo al asunto.

Anastasia: El problema fue que yo me declaré culpable. La verdad es que yo había consumido drogas durante varios días, así que cuando me detuvieron, los policías me dijeron que si yo me declaraba culpable me dejarían en libertad. Aquel día, unos encapuchados me cachetearon varias veces, me asusté y entonces dije que yo había asesinado a mi madre y hermana, mientras ellos me grababan con una cámara y con sus teléfonos celulares.

Periodista: ¿Cuéntame, qué pasó aquel día?

Anastasia: Ese día llegué a la casa, pero estaba cerrada, entonces recordé que teníamos unas llaves escondidas en la lavadora y fui por ellas. Cuando entré, la casa estaba patas pa’rriba, había mucha ropa amontonada en el sofá y mi cuarto era un desastre.

Entonces decidí poner un poco de orden en la casa y comencé por barrer el patio. De pronto me di cuenta que del pasillo de atrás venía un olor extraño y desagradable, cuando me acerqué… -se tapa la cara y comienza a llorar-, había una bolsa negra, la abrí y estaban los restos de mi mamá. No sé cómo decir esto, pero fue horrible… La cabeza de mi madre estaba hasta arriba.

Periodista: ¿Después, qué hiciste?

Anastasia: Le llamé a una amiga y la llevé a la casa para enseñarle las bolsas, pero ella no quiso mirar, le dije que yo no lo había hecho, le pregunté que qué hacíamos y ella me dijo que avisáramos a la policía y luego nos fuimos a su casa. Horas más tarde, llegaron los ministeriales por mí.

Periodista: ¿Adónde te llevaron los agentes?

Anastasia: Me subieron a un auto, ahí me iban cacheteando y me repetían todo el tiempo que sería mejor que me declarara culpable, que sólo así me dejarían en libertad. Estuvimos dando vueltas y después me llevaron a unas oficinas, o algo parecido, y ahí abusaron de mí más de cuatro ministeriales.

Estaba tan drogada, que yo pensé que me habían detenido por eso, yo no me acordaba de lo que le había pasado a mi mamá y hermana, yo no carburaba. El problema es que yo confesé algo que no hice y por eso estoy en esta situación. No pude despedirme de ellas ni abrazar a mi padre… Yo sólo recuerdo que ellos me decían: “diles que las descuartizaste”, y fue lo primero que dije y lo demás lo inventaron y pusieron ellos.

Me encuentro muy frustrada porque no me acuerdo de muchas cosas y todo ha sido como una terrible pesadilla. Hasta hace poco comencé a desahogarme, a llorar mucho, pero me distraigo viendo la tele o leyendo a García Márquez, me he hecho muy fan de sus libros.

Las evidencias confirman lo dicho por Anastasia

Anastasia quizás sea culpable o tal vez no de los hechos que se le imputaron, lo cierto es que las pruebas periciales arrojaron huellas de un perfil genético que pertenecían a un varón, es decir, rastros de ADN de un hombre ajeno a la familia Lechtchenko Masney, en los cuchillos y bolsas de plástico utilizados por el asesino

La abogada de Anastasia, Xóchitl de Labra, mencionó que la señora Yuliya tenía varios pretendientes: “no era para menos, pues ella era muy atractiva”. La jurista manejó la hipótesis, que tal vez alguno de ellos tuvo un disgusto con Yuliya y la asesinó, sin embargo, opinó también, que la Procuraduría General de Justicia de Tijuana no quiso interrogarlos, a pesar de estar identificados.

Por otra parte, respecto a las violaciones sexuales de las que fue víctima Anastasia, por parte de policías ministeriales, también hubo pruebas, pues el médico del ministerio público donde la llevaron la noche que la detuvieron, asentó por escrito dichas agresiones.

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También, la abogada Xóchitl de Labra mencionó que no era posible que Anastasia tuviera la fuerza para dislocar y desmembrar los cuerpos de su madre y hermana, mucho menos que se utilizaron cuchillos de cocina para tal acción: “No hay viabilidad. ¿Cortes casi quirúrgicos con cuchillos de cocina? No se molestaron en buscar pruebas de verdad, quedaron muchas cosas inconclusas y en el aire”.

El caso de Anastasia Lechtchenko Masney, a quien los medios apodaron como “La Descuartizadora de Tijuana”, sigue dando de qué hablar, por su extraña naturaleza que lo envuelve. Sólo el asesino y las dos víctimas saben qué ocurrió con certeza.

El otro asunto cierto es que Anastasia purga una dura sentencia de 80 años de prisión, en una fría celda, donde para sobrevivir, se imagina todas las noches el susurro del viento que mece las olas del mar, aquellas hermosas aguas del Océano Pacífico, que disfrutaba en compañía de sus padres y hermana.

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