Dicen que a un ídolo se le perdona todo, a pesar de su oscuro pasado. Dicen también que para ganar, haber perdido y despertar ciego de saberlo y claro de ignorarlo. José lo supo, que el fracaso no fue sino la otra puerta por donde llegó a la fama.
Nacido con el nombre de José Rómulo Sosa Ortiz, vio la luz en el Distrito Federal en 1947. Aunque él ni siquiera lo sospechaba, su destino estaría signado por la gloria y, con ésta, vendría la desventura del exceso, los desasosiegos, pero también la pasión por la música.
Vivió y creció su infancia en la ahora mítica colonia Clavería, en la delegación Azcapotzalco, donde desde muy chico se dio a conocer como un joven que saltaría a los círculos selectos de las personas importantes.
Su padre fue tenor de la Ópera Nacional de México y su madre pianista profesional, por lo tanto, ya desde entonces estuvo latente el canto y la melodía en su vida. Dio sus primeros pasos en el medio artístico con el seudónimo de Pepe Sosa, y sus primeras presentaciones fueron en centros nocturnos.
Fundamentalmente, lo que cantaba eran piezas de jazz, pero tras su participación en 1970 en el Festival de la Canción Latina (que años más tarde se convertiría en el de la OTI) saltó a la fama al interpretar magistralmente la pieza “El Triste”.
Y aunque no ganó, sí se consagró como una de las interpretaciones más aclamadas de la historia, de tal suerte que fue un campeón sin corona, pero para muchos fanáticos él fe el verdadero ganador.
Quizá esa canción tan emblemática sería la que marcaría sus días, en el sentido de cómo fue su vida, después de la fama, constante en los excesos, ensombrecida por las enfermedades y triste como fue al morir, con la consigna de que sus restos cremados serían divididos en dos partes y reposarían en dos lugares diferentes.
De allí la polémica en torno a la gran figura del cantante que fue llamado “El Príncipe de la Canción”, luego de su precipitada muerte dada a conocer el día domingo 28 de septiembre de 2019 por su hija Sarita, en Miami, Florida.
No desapareció, estuvo ausente mientras lo lloraban
Sin una versión oficial ni certeza sobre dónde se encontraban sus restos, comenzó una búsqueda en la que, incluso, intervino el consulado mexicano
Morir no fue poco, sino que faltaba aún el drama mediático desatado luego que se revelara que los restos de El Príncipe de la Canción no se encontraban por ningún lado.
Hubo quien afirmo, con base en declaraciones de fuentes anónimas, que de ninguna manera se había perdido. ni estaba desaparecido, sino que se encontraba en la funeraria Caballero Rivero, la cual tiene varias sucursales; no obstante, donde se llevaban a cabo las pompas fúnebres era en la de Westchester.
Luego de su infructuosa pesquiza en la funeraria y el Hospital Homestead, los hemanos mayores del intérprete de “El Triste” decidieron solicitar ayuda de la policía para dar con el paradero de su padre, ya que tampoco habían podido comunicarse con Sarita.
Posteriormente, en una breve declaración, Marysol Sosa pidió a Sarita que contestara sus llamadas y sentenció: “o veo el cuerpo de mi papá o no creo nada”.
Mientras tanto, en México, Mariana Nuñez Bespalova comentó que todavía no se había definido nada respecto a un posible homenaje a José Rómulo hasta que los familiares dieran su aprobación.
Por su parte, Sarita reviraba las declaraciones de sus medios hermanos, al afirmar que sí sabían dónde se encontraba su papá y a través de la cuenta de Instagram de su esposo Jimmy Ortiz afirmó: “su cuerpo está descansando y así lo hará hasta el día de su velada”
Interviene consulado mexicano en Miami
Luego de tres días de incertidumbre, por fin los hermanos se reunieron en el consulado mexicano aproximadamente a las 18:30 horas, tiempo de Miami.
Aunque no hubo declaraciones que escalrecieran el paradero de los restos del ídolo de Clavería por parte de Sarita, por su parte, José Joel y Marysol sí declararon que recibían apoyo del comisionado Joe Carollo.
Sus própisotos eran que a su padre se le practicara una autopsia para conocer las causas de su muerte e inmediatamente intentar repatriar sus restos para hacerle un homenaje como se merecía.
Por su parte, el cónsul mexicano en Miami, Jonathan Chait, comentó que su labor únicamente consistió en acercar a los hijos de José José para que finalmente ellos resolvieran los desaguisados que se habían generado.
En un principio, comentó el cónsul “se llegó a un acuerdo para que sea trasladado el cuerpo a la Ciudad de México. Es posible que entre el domingo y el martes llegue el cuerpo […]”, según refirió.
Sin embargo, no se contaba con que Sarita, como la mandamás (pero más precisamente, de Sara Salazar, la única con el poder de decidir), establecería que los restos de su padre serían cremados, acuerdo al que supuestamente habrían llegado previamente los familiares, y que se dividirían en dos partes iguales, una reposaría en Miami y otra en México.
Pero como la llegada del intérprete de temas como “Lágrimas”, “Gavilán o Paloma”, estaba programada para el miércoles 9 de octubre, los hijos mayores de El Príncipe lograron detener la cremación, toda vez que el deseo que tenían se sostenía sobre la convicción de que los restos del héroe de Clavería debían estar en su tierra, México.
Privilegiada voz que le cantó al amor
José José bien pudo codearse en el Olimpo con los dioses, pero decidió quedarse entre nosotros y por tal motivo el pueblo se convirtió en su Príncipe.
José José estaba destinado a ser cantante de ópera. Su padre, quien cantó al lado de María Callas, le heredó el secreto de la voz, el cual se encontraba en el fiato; el fiato es el viento con el cual el cantante ejecuta, es la forma en que suelta el aire.
José José bien pudo codearse en el Olimpo con los dioses, pero decidió quedarse entre nosotros y convertirse en un Príncipe, el de su pueblo que tanto lo amó.
En su vida, como en la de cada individuo, las tragedias estuvieron latentes; él tenían no sólo la sensibilidad y la voz para cantar todo aquello de lo que hablaban sus canciones, sino que lo padeció en carne propia en el sinuoso camino hacia la fama, donde perdió muchas veces y conoció el infierno, al cual llegó a través de sus adicciones.
Pero, al final de cuentas, como al ídolo que fue, todo su pasado quedó en la nave del olvido o como lo cantaría él mismo “ya lo pasado, pasado”. De tal suerte, los espacios más emblemáticos de la capital mexicana recibieron al ídolo sencillo y humilde que fue en vida.
Bellas Artes y la Basílica de Guadalupe abrieron sus puertas para acoger los restos del ídolo, la voz que marcó el ritmo de varias décadas. En el Palacio de las Bellas Artes, la Orquesta Sinfónica Nacional, integrantes del Estudio de Ópera y el Cuarteto Saloma rindieron un tributo.
En las calles, su pueblo, su público, se volcó para despedirse de él como si fuera un amigo al que se había dejado de ver desde hacía largo tiempo, o como un pariente que emigró al norte en busca de buena fortuna y sólo regresa para encontrar la sepultura.
Su fin ha sido meramente físico, porque todos saben que con su voz el legado perdura, sonará durante muchos años más y sólo la posteridad dictará la talla de uno de los más apasionados cantantes que ha visto el pueblo de México.
Quién no, al final de una velada, al pedir la última en realidad quiere seguirla con las canciones del Príncipe, cuyo legado se extiende a las nuevas generaciones. Cuando los tragos se acaban uno aún puede seguir cantando todos y cada uno de los temas que llevaron su nombre a la inmortalidad.
Nadie está preparado para la muerte, ésta llega súbitamente, como si acechara en lo más oculto del tiempo, como si detrás del espejo intuyera quién pronto habrá de caer en su dominio.
Así ocurrió aproximadamente al mediodía del 28 de septiembre de 2019, cuando se dio a conocer la noticia de que El Príncipe de la Canción había fallecido, con lo cual no sólo el pueblo mexicano le decía dolorosamente adiós a una de las voces más emblemáticas de México, sino a todo un ídolo, como pocos quedan en el mundo de la música nacional.
No podríamos hablar a que su vida fue ejemplar, en el sentido de la rectitud, la mesura; sin embargo, fue una persona humilde y sencilla que siempre se preocupó por su familia, pero -y quizá a pesar de todo- por el público que, como siempre lo dijo, era a quien se debía.
Antes ya se habían difundido noticias falsas respecto a su fallecimiento, no obstante, en esta ocasión no hubo nada de falsedad, aunque sí circunstancias especiales que indicaban que algo turbio envolvía su muerte.
EL LADO MÓRBIDO DE LA NOTICIA
No bien se extendió el rumor de la nota, la nueva trágica, salió a declarar su hija Sara Sosa sobre los hechos por los cuales su padre perdió las fuerzas de vivir. Sara fue la última de su estirpe, quien desde hacía tiempo se dedicaba a los cuidados de su padre, que años antes había sido diagnosticado con cáncer de páncreas.
A la menor de los hijos del artista se le acusaba de haber secuestrado al cantante, por lo cual se vio inmiscuida en una batalla legal con sus medios hermanos, Marysol y José Joel, quienes interpusieron una demanda, pues argumentaban que la menor de los Sosa no les dejaba ver a su padre y, prácticamente, lo mantenía secuestrado.
Los últimos años de la vida del artista se vieron ensombrecidos por la lucha encarnizada entre sus hijos, ya que todos “querían” cuidarlo, pero en el fondo, como dice el dicho “cría cuervos y te sacarán los ojos”.
Casi inmediatamente después de que se diera a conocer la noticia del fallecimiento de El Príncipe de la Canción, Sara Sosa -o Sarita, como ya se quedará en el inconsciente colectivo-, ofreció una entrevista para dar los pormenores respecto a la muerte de su padre a través de un medio de comunicación internacional.
Aunque intentaba mostrar cierto dolor, éste se difuminaba ante las cámaras, pues quien ha padecido la pérdida de un padre sabe que el dolor es tan hondo que cuesta trabajo creer que exista alguien con tanto aplomo como para salir en el momento más difícil a hablar al respecto, y más cuando la talla de quien ha muerto trasciende las fronteras geográficas y del tiempo.
No obstante, Sarita habló del legado de su padre y afirmó que se había ido en paz mientras dormía, aunque no del modo o bajo las circunstancias que todos creían y que era lo más lógico, esto es, haber perdido la batalla contra el cáncer.
Sarita no habló de la enfermedad que lo aquejaba, sino de una “condición” que tenía. La respuesta resultaba ambigua, ya que el pueblo, su público, esperaba saber las causas; casi siempre saber el porqué es como un bálsamo para los deudos. Sin embargo, luego de esa entrevista se desató una terrible polémica, ya que a estas declaraciones sobrevinieron otras, así como la espectacular desaparición del cuerpo del ídolo de las masas y su consiguiente búsqueda.
DOBLE AUSENCIA; BÚSQUEDA DESMEDIDA…
Sarita, en entrevistas concedidas para medios de comunicación internacional, habló sobre su padre, pero nunca especificó dónde se encontraba; de tal suerte que sus medios hermanos se mostraron escépticos ante la muerte del intérprete, ya que no habían podido constatar, ni mucho menos corroborarlo.
La pregunta era ¿y dónde está? Cabe recordar que los vástagos de su matrimonio con Anel se encontraban en la Ciudad de México cuando ocurrió la trágica muerte de su padre. Durante las primeras horas, mantuvieron constante comunicación con su hermana, que se encontraba en Miami, adonde radicaba con el ídolo del pueblo.
Así pues, tan pronto como les fue posible, José Joel y Marysol se trasladaron hasta Miami, con la finalidad de reunirse con quien les dio la vida, para así poder despedirse.
Sin embargo, cuando arribaron a la localidad donde supuestamente se llevaría a cabo el funeral, se llevaron la sorpresa de que no estaba en el lugar que habían imaginado, por lo cual, José Joel declararía: “Llegué aquí a través de contactos, tanto la señora (Sara )como la niña (Sarita) no han sido claras…”.
Cuando se dirigieron al hospital donde presuntamente había sido tratado el cantante, no pudieron obtener respuestas, por lo tanto tomaron medidas extremas y acudieron a la policía para saber cómo proceder. El asunto estribó en que cuando una persona fallece hay un registro, pero nadie sabía o nadie les constataba que efectivamente había fallecido José Rómulo Sosa Ortiz, pero ni en la funeraria ni en el hospital sabían nada.
En tanto, el desasosiego de José Joel y Marysol crecía, puesto que mientras ellos querían ver los restos de su padre y lo buscaban afanosamente, Sarita daba entrevistas sin siquiera hacerles una llamada.
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El drama se volvía más tenso, ya que desde hacía poco tiempo, los dos hermanos habían iniciado los procesos legales en torno a un supuesto secuestro por parte de Sarita, ya que desde que se había marchado a esa ciudad de la Florida no habían podido tener contacto con su progenitor.
El punto culminante llegó cuando Sara Salazar declaró para los medios que ella sería quien tomaría las decisiones en torno al devenir de los restos mortales del cantante: “Se ha muerto el amor de mi vida. Yo soy la esposa y voy a tomar la última decisión con respecto a su velatorio”, sentenció.