Decir la cifra de muertos por Covid-19, ya más de 35 mil, parece algo tan frío y distante, que de pronto no nos dice mucho. Así lo hemos comentado en este espacio, cuando hicimos un comparativo de cuántos eran 30 mil muertos o cada que se suman mil más a la escalofriante cifra, quizá conocer una de tantas historias no haga entender lo que estamos viviendo.
Ha sido el corresponsal en Oaxaca, Víctor Castillo Santiago, quien con extraordinario relato nos enseñó el rostro de la muerte por Covid-19, una muerte para quien no hay diferencia entre ricos y pobres, mentira que a los mas necesitados no los alcanzaría, como lo dijo el gobernador de Puebla.
Según la nota de Víctor, hace 15 días murió un velador contagiado del virus, su esposa, una adulta mayor, como él, al tener los síntomas decidió confinarse en el pobrísimo cuarto, no quería contagiar a sus vecinas.
Pero no estaba sola, sus vecinas, solidarias como siempre, le arrimaron comida, agua, medicina, trataban de ayudar a la mujer de 70 años de edad, a superar el coronavirus.
Y así pasó más de una semana, hasta que el sábado al llevarle el desayuno, ya no respondió a los buenos días; temerosos, pero resueltos, entraron a buscarla.
Pero ella no se movió de su cama, al parecer durante la noche había muerto, así lo demostraba el rigor mortis.
Dolidas por lo ocurrido pidieron la presencia de la autoridad para el levantamiento del cuerpo, claro con las medidas de seguridad al haber tenido Covid-19, pero el burocratismo en esta capital Oaxaqueña hizo que tardaran 15 horas en acudir por el cuerpo, de esta mujer que murió en la pobreza y en la soledad.
Es solo uno de los miles de casos, aunque todos duelen, porque no son cifras, son mexicanos que caen en medio de esta pandemia.
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