/ lunes 12 de agosto de 2024

Paz y Reconciliación | La Iglesia Pierde Clientes (Parte 1)

La Iglesia Católica en México enfrenta una crisis de seguidores: al menos 6 millones de feligreses reconocen que en los últimos 14 años abandonaron la institución, tal como ocurrió en Estados Unidos y Europa; mientras que el ateísmo se duplicó 94% entre 2010-2020 y otras expresiones de fe “no católicas” pasaron de 10 millones a 16 millones de seguidores en ese mismo periodo.

El Anuario Pontificio (2022) informa que el número de católicos bautizados en el mundo (1,390 millones) creció 1.0% en el último año que se tiene registro y las adhesiones aumentaron 3.2% en África (+8.312.000) y en América Latina (+6.629.000). En Europa el catolicismo está estancado, mientras que Brasil (172,2 millones), México (110,9 millones) Filipinas y Estados Unidos (72.5 millones) constituyen las reservas de la Iglesia Católica en el mundo. En AL vive el 48% de los creyentes del orbe.

Hay muchas razones que explican porqué la Iglesia Católica es la institución que más seguidores pierde frente a otras organizaciones religiosas. Se argumenta una creciente secularización de la vida moderna, las iglesias influyen cada vez menos en las sociedades modernas, el aumento del nivel cultural de los pueblos conlleva una pérdida de los valores tradicionales y en la eras digital y de inteligencia artificial, la oferta de expresiones de credos se han multiplicado.

Es un hecho contundente que la Iglesia Católica pierde clientela e influencia en la esfera social y religiosa, hoy tiene 71% de la participación del mercado religioso, mientras que el ateísmo y otras expresiones de fe, duplican su participación de seguidores en México en los últimos 10 años según el INEGI. Por ejemplo, los no católicos pasaron de 10 millones en 2010, a 16 millones en 2020, un 59.9% más; en tanto los ateos pasaron de 4.6 millones en 2010 a 9.1 millones en 2020, un incremento de 96.4%.

Esta inquietud de conocer cómo está compuesto el mercado de los expresiones de fe en México, quiénes ganan y quiénes pierden poder de influencia y de ingresos surgió la semana pasada, en una reunión de amigos, entre un prominente miembro de la Comunidad Judía, un rector de una Universidad Católica con membresía internacional, un abogado y ferviente católico experto en Derecho Civil y Derecho Canónico y quien esto escribe.

En el diagnóstico coincidimos que la mejor propuesta de valor, por su contenido, tradición y solidez, la tiene la Iglesia Católica. “La mejor marca, el producto mejor desarrollado, empaquetado y la narrativa desde hace siglos es de la Iglesia”. Los servicios que ofrece, los tiempos de ejecución y el formato todo el mundo los conoce porque es parte de una cultura, de una tradición religiosa”.

Pero eso mismo ha llevado a la Iglesia Católica a ser un “monopolio” muy estricto, a veces excluyente y con unos administradores y operadores “poco cercanos a consumidor final, a sus clientes, a sus feligreses”, porque en muchos casos los servicios no están orientados a la satisfacción del cliente, sino se va una relación de subordinación, no de iguales. La narrativa y las expresiones de las historias que se escuchan en las iglesias son las mismas de siempre, no hay una actualización del mensaje, ni una segmentación de las audiencias.

El problema de ser y actuar como un monopolio es creer que están haciendo las cosas bien y como en la Iglesia muy pocas cosas son medibles, cuantificables y sujetas a evaluación, entonces piensas que están haciendo lo correcto. Entonces el mensaje no cambia, no se adecua a las diversas audiencias o públicos, el servicio es el mismo para todos, no se actualiza, no se orienta a las nuevas realidades del mundo, de la tecnología y de la información.

Uno de los problemas mas serios radica en que la jerarquía hereda, repite y transmite una narrativa añeja, obsoleta y que no interpela y no conmueve a los católicos jovenes, a las mujeres y a los adolescentes. ¿Cómo ganas el interés de los adolescentes y jovenes, cómo compites por la atención de los nuevos consumidores y creyentes si no pones otra envoltura al mensaje, al regalo, a la buena noticia. No hay interacción.

Durante esta larga conversación se hizo un balance objetivo en la cadena de mando para deslindar responsabilidades de la jerarquía en el primer nivel (Papa, cardenales, arzobispos, obispos, párrocos y vicarios) y se concluyó que la estructura autoritaria y vertical se rompe cuando llega a la responsabilidad de cada obispo, porque cada uno de ellos actúa como dueño de una membresía o filial del gran monopolio y opera a su real saber y entender. En lo doctrinal son ortodoxos pero en la atención a cliente no escuchan.

Luego este modelo de franquicia diocesana o parroquial muchas veces no está alineado, aunque aparentemente sí, a la directriz institucional porque las circunstancias cambian según la zona, la entidad, la región, municipio, la cultura. El mensaje institucional topa en pared, porque no todos los sacerdotes tienen las competencias adecuadas, carecen de una formación social, teológica y pastoral sólida, que permita entender el momento que vive el mundo, el país y la competencia religiosa por el mismo mercado de creyentes.

Además, el consumidor cambió y se hizo más exigente: dejamos de ser una sociedad rural, urbana y aislada, y nos convertimos por la tecnología en grupos sociales mas exigentes, más informados, con acceso a muchos contenidos culturales y religiosos que en el pasado no existían. Y lo que viene en el futuro cercano de contenidos a través de las redes sociales y de la inteligencia artificial, será aún más retador.

La segunda parte será un análisis de lo que hacen bien los no católicos.


Opinión por Luis Vega

La Iglesia Católica en México enfrenta una crisis de seguidores: al menos 6 millones de feligreses reconocen que en los últimos 14 años abandonaron la institución, tal como ocurrió en Estados Unidos y Europa; mientras que el ateísmo se duplicó 94% entre 2010-2020 y otras expresiones de fe “no católicas” pasaron de 10 millones a 16 millones de seguidores en ese mismo periodo.

El Anuario Pontificio (2022) informa que el número de católicos bautizados en el mundo (1,390 millones) creció 1.0% en el último año que se tiene registro y las adhesiones aumentaron 3.2% en África (+8.312.000) y en América Latina (+6.629.000). En Europa el catolicismo está estancado, mientras que Brasil (172,2 millones), México (110,9 millones) Filipinas y Estados Unidos (72.5 millones) constituyen las reservas de la Iglesia Católica en el mundo. En AL vive el 48% de los creyentes del orbe.

Hay muchas razones que explican porqué la Iglesia Católica es la institución que más seguidores pierde frente a otras organizaciones religiosas. Se argumenta una creciente secularización de la vida moderna, las iglesias influyen cada vez menos en las sociedades modernas, el aumento del nivel cultural de los pueblos conlleva una pérdida de los valores tradicionales y en la eras digital y de inteligencia artificial, la oferta de expresiones de credos se han multiplicado.

Es un hecho contundente que la Iglesia Católica pierde clientela e influencia en la esfera social y religiosa, hoy tiene 71% de la participación del mercado religioso, mientras que el ateísmo y otras expresiones de fe, duplican su participación de seguidores en México en los últimos 10 años según el INEGI. Por ejemplo, los no católicos pasaron de 10 millones en 2010, a 16 millones en 2020, un 59.9% más; en tanto los ateos pasaron de 4.6 millones en 2010 a 9.1 millones en 2020, un incremento de 96.4%.

Esta inquietud de conocer cómo está compuesto el mercado de los expresiones de fe en México, quiénes ganan y quiénes pierden poder de influencia y de ingresos surgió la semana pasada, en una reunión de amigos, entre un prominente miembro de la Comunidad Judía, un rector de una Universidad Católica con membresía internacional, un abogado y ferviente católico experto en Derecho Civil y Derecho Canónico y quien esto escribe.

En el diagnóstico coincidimos que la mejor propuesta de valor, por su contenido, tradición y solidez, la tiene la Iglesia Católica. “La mejor marca, el producto mejor desarrollado, empaquetado y la narrativa desde hace siglos es de la Iglesia”. Los servicios que ofrece, los tiempos de ejecución y el formato todo el mundo los conoce porque es parte de una cultura, de una tradición religiosa”.

Pero eso mismo ha llevado a la Iglesia Católica a ser un “monopolio” muy estricto, a veces excluyente y con unos administradores y operadores “poco cercanos a consumidor final, a sus clientes, a sus feligreses”, porque en muchos casos los servicios no están orientados a la satisfacción del cliente, sino se va una relación de subordinación, no de iguales. La narrativa y las expresiones de las historias que se escuchan en las iglesias son las mismas de siempre, no hay una actualización del mensaje, ni una segmentación de las audiencias.

El problema de ser y actuar como un monopolio es creer que están haciendo las cosas bien y como en la Iglesia muy pocas cosas son medibles, cuantificables y sujetas a evaluación, entonces piensas que están haciendo lo correcto. Entonces el mensaje no cambia, no se adecua a las diversas audiencias o públicos, el servicio es el mismo para todos, no se actualiza, no se orienta a las nuevas realidades del mundo, de la tecnología y de la información.

Uno de los problemas mas serios radica en que la jerarquía hereda, repite y transmite una narrativa añeja, obsoleta y que no interpela y no conmueve a los católicos jovenes, a las mujeres y a los adolescentes. ¿Cómo ganas el interés de los adolescentes y jovenes, cómo compites por la atención de los nuevos consumidores y creyentes si no pones otra envoltura al mensaje, al regalo, a la buena noticia. No hay interacción.

Durante esta larga conversación se hizo un balance objetivo en la cadena de mando para deslindar responsabilidades de la jerarquía en el primer nivel (Papa, cardenales, arzobispos, obispos, párrocos y vicarios) y se concluyó que la estructura autoritaria y vertical se rompe cuando llega a la responsabilidad de cada obispo, porque cada uno de ellos actúa como dueño de una membresía o filial del gran monopolio y opera a su real saber y entender. En lo doctrinal son ortodoxos pero en la atención a cliente no escuchan.

Luego este modelo de franquicia diocesana o parroquial muchas veces no está alineado, aunque aparentemente sí, a la directriz institucional porque las circunstancias cambian según la zona, la entidad, la región, municipio, la cultura. El mensaje institucional topa en pared, porque no todos los sacerdotes tienen las competencias adecuadas, carecen de una formación social, teológica y pastoral sólida, que permita entender el momento que vive el mundo, el país y la competencia religiosa por el mismo mercado de creyentes.

Además, el consumidor cambió y se hizo más exigente: dejamos de ser una sociedad rural, urbana y aislada, y nos convertimos por la tecnología en grupos sociales mas exigentes, más informados, con acceso a muchos contenidos culturales y religiosos que en el pasado no existían. Y lo que viene en el futuro cercano de contenidos a través de las redes sociales y de la inteligencia artificial, será aún más retador.

La segunda parte será un análisis de lo que hacen bien los no católicos.


Opinión por Luis Vega