/ lunes 11 de noviembre de 2024

Paz y Reconciliación / Don Ramón, Diplomático, Negociador y Pastor

Esta semana, 120 obispos se reúnen en Casa Lago, Cuautitlán, Estado de México, para designar a quien será el nuevo presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano durante los próximos años.


Hay muchos gallos que quieren la máxima representación, pero por su estado de salud o porque están a punto de llegar a los 75 años, la lista se reduce.


Entre los que quieren, están el cardenal de la CDMX, Carlos Aguiar Retes; el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias; el arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez; el arzobispo de León, Jaime Calderón; y el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro.


Estas son de las pocas decisiones donde ni el Nuncio Apostólico, Joseph Spiteri, ni el Papa Francisco, deciden quién será el líder de los obispos mexicanos. Son estos últimos quienes deciden quién los va a representar ante el gobierno mexicano y ante la Santa Sede.


Y algo que no se dice, pero que ahí está como parte de las funciones del nuevo presidente de la CEM, es el que junto con el representante papal en México es quien influye en las decisiones de los nombramientos de obispo, arzobispo y hasta cardenal de la Iglesia Católica.


Los que saben cómo se manejan los grupos dentro de la CEM (Monterrey, Guadalajara, CDMX y Morelia) nos explican que hay tres personajes de la jerarquía católica que despuntan para llegar a la Presidencia: Jaime Calderón, el recién nombrado arzobispo en León, Guanajuato; el arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez; y el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro.


Los miembros de la CEM van a orar, platicar y llegar a un acuerdo para decidir quién es el mejor perfil para enfrentar los retos que vive la Iglesia mexicana en materia de evangelización, diálogo con el nuevo gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum, acompañamiento a las familias de las víctimas de la violencia, atención a migrantes, entre otras.


La situación de salud puede ser la razón por la que Gustavo Rodríguez se descarte, aunque es el discípulo más avanzado del actual presidente de la CEM, Rogelio Cabrera, líder de los obispos del Grupo Monterrey; por cierto, Cabrera debe dimitir por cuestiones de edad próximamente.


Los conocedores de la política negra dicen que Jaime Calderón es un perfil que por razones de pertenencia al grupo Morelia, académico, joven y su experiencia como obispo auxiliar de Zamora, titular de Tapachula y ahora en el Bajío, puede ser el bueno. Aunque hay quienes dicen que su perfil académico y poca experiencia política en los primeros puestos de la Iglesia no le favorecen.


Sin duda que el personaje más idóneo para ocupar la presidencia de la CEM es Ramón Castro Castro, no solo por los retos que vive el país, sino porque ha sido desde la secretaría general de los obispos, el responsable del diálogo para la Paz con el gobierno de López Obrador y la actual presidenta Sheinbaum.


Don Ramón es un perfil muy completo porque reúne ser pastor como Obispo en Yucatán, Campeche y en los últimos 10 años en Cuernavaca; como secretario general de la CEM llevó el diálogo con el Gobierno Federal para el tema de la Paz, organizando diversos foros nacionales con familiares de las víctimas, universidades, organizaciones sociales, partidos políticos y gobierno.


Una faceta que se conoce poco de Don Ramón es que tiene una sólida formación académica, y durante muchos años trabajó en el servicio exterior del gobierno de la Ciudad del Vaticano, en las Nunciaturas Apostólicas de Paraguay, Venezuela, Ucrania y países africanos como Zambia, Malawi y Angola; también fue director del Óbolo de San Pedro con el Papa Benedicto XVI. Es originario de Jalisco, pero no pertenece al Grupo Guadalajara porque estudió en Tijuana y durante muchos años en el servicio exterior de la Iglesia Católica.


En estos momentos de incertidumbre jurídica nacional y gran tensión internacional, aunado al problema social que representa la inmigración y la violencia en México, los obispos requieren un liderazgo para la Iglesia con una visión integral del Mundo.