Clave en el desarrollo del país, la Ciudad de México siempre se han distinguido por ser una metrópoli de vanguardia. Lo que tiene éxito en la capital, puede llevarse a cabo en cualquier lugar, por la complejidad de nuestra urbe y la consciencia civil que tiene la sociedad chilanga.
Entramos a una siguiente etapa en la historia de la capital y ésta deberá contemplar modificaciones importantes en la movilidad, la reglamentación de nuevos tipos de vehículos, la ampliación de ciclovías, carriles e infraestructura para reducir el uso de los coches; con el reto adicional que significa el transporte público, especialmente, el Sistema de Transporte Colectivo Metro.
También tendrá que adaptarse edificios y casas para que, las y los capitalinos, cosechemos agua de lluvia y masifiquemos el cultivo de plantas, vegetales y frutas, en huertos urbanos propios y comunitarios. Al mismo tiempo, la reforestación de varias alcaldías es una prioridad. Si bien el 60% del territorio de la Ciudad de México es semi-rural y rural, la concentración de personas, edificios, negocios y áreas públicas están focalizadas en ciertas demarcaciones en las que faltan espacios verdes, sin descuidar la protección de esas extensiones de conservación que serán determinantes para contar con agua y reducir la temperatura en la mayor parte de la capital.
En este mismo sentido, aunque la Ciudad de México ha demostrado que los índices de inseguridad pueden abatirse con un trabajo constante de la que, posiblemente, es la mejor policía del país; es fundamental impulsar la denuncia ciudadana y la participación de la gente en la aportación de información de inteligencia para las buenas autoridades de la capital, mientras se denuncia a quienes no desempeñan correctamente sus funciones o de plano participan o toleran la comisión de delitos.
Una intervención de la sociedad capitalina para apoyar la atención de las causas de la violencia pasa, por supuesto, con aumentar el programa de desarme.
Continuamos con demasiados hogares capitalinos que tienen un arma de fuego, o varias, bajo la falsa percepción de que les brinda seguridad, cuando es todo lo contrario. El análisis simple de los homicidios dolosos y culposos que ocurren en la Ciudad de México confirmará una constante que, aunque a la baja, representa un porcentaje todavía importante de este tipo de delito, debido a riñas, venganzas personales y motivos pasionales. Abandonar esas armas y entregarlas a las autoridades es la única vía para que las agresiones y las consecuencias fatales que se producen por éstas se reduzcan al mínimo.
Una convivencia armónica debe ser el principal propósito en una ciudad atractiva y que sigue creciendo en población flotante, residente y en visitantes. Si disminuye la posibilidad de que surjan actos violentos, se cuenta con canales de comunicación confiables para denunciar, y se adoptan mejores hábitos civiles, entonces podemos equilibrar la concentración y la gentrificación que avanza en diferentes puntos de la capital. Nada en contra del desarrollo comercial de colonias que antes estaban alejadas de esa posibilidad; sin embargo, tiene que ser ordenado y respetando a las personas y a las familias que han residido por generaciones en estos vecindarios. La capital tiene una demanda de vivienda, pero ésta no puede cubrirse a toda costa y menos con criterios especulativos que han hecho muy difícil para quienes ya contaban con un hogar, y quienes buscan uno por primera vez, iniciar un patrimonio.
Las y los jóvenes merecen una ciudad en la que haya oportunidades de vivienda digna y a precio justo. De eso depende que muchas familias surjan, muchos nuevos trabajadores se incorporen a empleos estables y, con sus cotizaciones, puedan fondear las pensiones de quienes pronto entraremos a la tercera edad (no se preocupen, para allá vamos todas y todos).
Una ciudad sustentable, en lo social, en lo medioambiental y en lo económico, es la siguiente era de la capital del país. Todas y todos los chilangos, al igual que quienes todos los días acuden buscando un mejor destino a nuestra metrópoli, nos corresponde defender y ampliar los derechos que hemos conseguido juntos; marcar la pauta de nuevas políticas públicas, comportamientos cívicos e innovaciones urbanas, que nos hagan referente y ejemplo. Lo hemos hecho antes y lo haremos de nuevo, como una sola sociedad corresponsable, inteligente y solidaria.