/ lunes 23 de septiembre de 2024

Opinión por Luis Wertman Zaslav / La naturaleza se abre paso

En el urbanismo existe una discusión acerca del estrés al que están sometidas las ciudades modernas y cómo la adaptación que se ha hecho del terreno y de la superficie, la sustracción de líquido de los mantos acuíferos, entre otros elementos, han desafiado las condiciones naturales a un grado en el que las condiciones del clima, a veces poco a poco, en otras con fuerza, han restaurado el estado que se tenía antes de un asentamiento humano.

En pocas palabras, la naturaleza tiene memoria y aunque pase el tiempo recupera su terreno. De esta manera puede explicarse el reclamo de metros de playas por el mar, los deslaves de montes y riscos, la aparición de fallas tectónicas que antes no estaban y el surgimiento de desiertos y de áreas boscosas en donde antes no existían.

Hemos pensado, erróneamente, que al ser la especie que ha logrado adaptar lanaturaleza a su forma de vida, ésta no puede hacer nada al respecto. Las evidencias científicas demuestran que el acomodo va en sentido opuesto y somos nosotros los que debemos estar modificando nuestras actividades y objetivos a los designios de este poder evidentemente superior.

Sin exagerar, una de las causas de muchos desastres vistos en esta última temporada de lluvias, son producto de una mala planeación urbana que tiene años de haber ocurrido y la corrupción que conlleva construir en donde no es recomendable hacerlo.

Estoy en desacuerdo con algunas opiniones que afirman que la gente asumió el riesgo cuando decidió ir a vivir a un cerro o esperar a que hubiera servicios justo en el antiguo cauce de un río. La realidad no es tan simple, a pesar de que hay existido motivos de carácter económico para convencer a muchos vecinos de que podían asentarse en sitios como esos.

En varias ocasiones hemos escuchado que viene un análisis a fondo para urbanizar mejor la Ciudad de México y la llamada zona metropolitana de este valle. Confiemos en que así sea y encontremos soluciones adecuadas y de largo plazo para evitar desastres y tragedias que se han repetido en municipios y en alcaldías que eran considerados obras, más o menos, terminadas en cuanto a lo que se considera un espacio de vivienda, comercio y desarrollo social en común.

Para darle viabilidad a la zona metropolitana del Valle de México, lo hemos compartido en otras oportunidades, las posibles soluciones deben pensarse en función de una capital mucho más grande, con millones de personas entrando y saliendo de varios estados cercanos, mientras varias alcaldías acusan los conflictos de la gentrificación por la imagen que ha ganado la ciudad en el país y en el mundo.

No obstante, la zona metropolitana tiene un enorme potencial y puede alcanzar un nivel de urbanización que no compita con la naturaleza, incluso en aquellas regiones que nacieron de la ocupación irregular de terrenos. La tecnología, nuevamente, está de nuestro lado y eso facilita una etapa en la que podríamos corregir errores, planear a mediano plazo y solucionar varios de los retos que se presentan todos los días en la capital y en municipios cercanos que se han visto afectados recientemente.

También sería pertinente que no nos confiáramos del agua que llenó las presas y el sistema Cutzamala a un 53% de su capacidad, de acuerdo con la información oficial que se hizo pública esta semana. Nada garantizar que, aún con el cien por ciento, podemos asegurar un abasto suficiente para el próximo año. Cosechar agua y evitar su desperdicio en la temporada de lluvias es un imperativo.

Pienso que estamos a tiempo de refundar la Ciudad de México en términos urbanísticos antes de que la naturaleza haga lo suyo para obligarnos a diseñarla de manera distinta. La zona metropolitana necesita lo mismo y para eso la coordinación entre los estados vecinos es indispensables. El Valle de México tiene solución y podríamos estar en el momento de hacerlo habitable sin alterar más su entorno.