/ domingo 2 de junio de 2024

OPINIÓN POR LUIS WERTMAN ZASLAV | La ciudad próxima

La capital que debe surgir en los próximos años será distinta a la que hoy conocemos y no será por un cambio de diseño estético o funcional, sino porque de otra forma no podrán resolverse los problemas que enfrenta y enfrentamos sus ciudadanos. En este sentido, cinco aspectos tendrán que evolucionar en la Ciudad de México para que siga siendo viable como metrópoli y, al mismo tiempo, mejoren las condiciones de vida de la mayoría de la población.

El primero es el cuidado del agua. La temporada de calor más alta y extensa de nuestra historia chilanga, la escasez de lluvias y una sequía prolongada, nos tienen que convencer de que el vital líquido es un activo indispensable para cada alcaldía, colonia y calle. La cosecha de agua de lluvia, su uso moderado a través de diferentes medidas de racionamiento y la disminución del consumo per cápita ya no son planes a futuro, sino acciones que se tienen que llevar a cabo en cada hogar.

El segundo es la movilidad. La capital seguirá siendo atractiva para encontrar empleo, hacer negocios y compras, visitar sus atracciones turísticas o residir aquí desde otro país. Millones de personas continuarán formando parte de la población residente y de la flotante, lo que hace del transporte, privado y público, un reto que debe atenderse en los siguientes años. Tenemos que reducir los traslados cortos en automóvil e impulsar el uso de la bicicleta y la construcción de más kilómetros de carriles confinados. Las motonetas eléctricas, así como las bicicletas que usan baterías, deben contar con una regulación actual y eficiente. El parque vehicular de motocicletas solo aumentará con el paso del tiempo y también necesita un reglamento actualizado, claro, y sencillo, que asegure que su circulación será ordenada y segura.

Un tercer cambio notorio deberá ser la presencia de los ciudadanos de los espacios públicos. Salir a las calles a convivir es la vía más poderosa para consolidar el tejido social y recuperar esa seguridad comunitaria en la que todas y todos vemos por los demás. Acudir a ejercitarse, a platicar, a pasear animales de compañía, son actividades que limitan el espacio de acción de la delincuencia y hace que las personas estén atentos a su entorno.

El cuarto aspecto, aunque los niveles de incidencia delictiva disminuyeron notoriamente en la capital del país, es la seguridad, tanto en los hechos como en la percepción, para que podamos entrar a un periodo sostenido de crímenes a la baja. Esto solo puede lograrse con la colaboración y la coordinación de ciudadanía y autoridades, bajo un esquema de corresponsabilidad que tendrá que convertirse en una cultura para que hagamos lo que nos toca en todos los niveles en los que nos relacionamos como parte de esta gran urbe.

Y un quinto elemento de esta nueva ciudad es que sea próxima, tanto de sus ciudadanos que son los que viven (vivimos) el día a día capitalino, como de aquellos satisfactores que nos deben igualar en oportunidades, espacios, desarrollo común en las 16 alcaldías. El acceso a áreas públicas, a satisfactores y a infraestructura que permita una vida en sociedad muy uniforme en todo el territorio de la Ciudad de México. Siempre habrá lugares con mejores condiciones que otros, pero el objetivo debe ser tener una capital equitativa, en donde todos podamos estar juntos sin distinciones. También esto provocará que los capitalinos estemos cerca de nuestra ciudad, a partir de una movilidad más fácil y de un entorno más amable. No creo mucho en las “ciudades de 15 minutos”, en las que todo ese encuentra a ese lapso de distancia, sino más en una ciudad en la que no existan demasiadas diferencias en el nivel de vida entre una y otra parte del territorio.

La próxima ciudad, una disculpa por el juego de palabras, deberá ser una ciudad próxima, abierta y moderna respecto de las enormes necesidades que tiene una metrópoli de 9 millones de habitantes y entre 7 y 8 millones diarios de población flotante. Los rasgos de problemas como la gentrificación o la oferta de vivienda se tienen que resolver por medio de la planeación y una visión a futuro en la que siempre se ponga primero a la comunidad. Así podremos dar ese salto que hemos intentado por varios periodos ya para forjar, juntos, una metrópoli que ofrezca una mejor calidad vida a quienes han pasado su vida aquí y a quienes llegan a ella con la esperanza de un próspero porvenir.

La capital que debe surgir en los próximos años será distinta a la que hoy conocemos y no será por un cambio de diseño estético o funcional, sino porque de otra forma no podrán resolverse los problemas que enfrenta y enfrentamos sus ciudadanos. En este sentido, cinco aspectos tendrán que evolucionar en la Ciudad de México para que siga siendo viable como metrópoli y, al mismo tiempo, mejoren las condiciones de vida de la mayoría de la población.

El primero es el cuidado del agua. La temporada de calor más alta y extensa de nuestra historia chilanga, la escasez de lluvias y una sequía prolongada, nos tienen que convencer de que el vital líquido es un activo indispensable para cada alcaldía, colonia y calle. La cosecha de agua de lluvia, su uso moderado a través de diferentes medidas de racionamiento y la disminución del consumo per cápita ya no son planes a futuro, sino acciones que se tienen que llevar a cabo en cada hogar.

El segundo es la movilidad. La capital seguirá siendo atractiva para encontrar empleo, hacer negocios y compras, visitar sus atracciones turísticas o residir aquí desde otro país. Millones de personas continuarán formando parte de la población residente y de la flotante, lo que hace del transporte, privado y público, un reto que debe atenderse en los siguientes años. Tenemos que reducir los traslados cortos en automóvil e impulsar el uso de la bicicleta y la construcción de más kilómetros de carriles confinados. Las motonetas eléctricas, así como las bicicletas que usan baterías, deben contar con una regulación actual y eficiente. El parque vehicular de motocicletas solo aumentará con el paso del tiempo y también necesita un reglamento actualizado, claro, y sencillo, que asegure que su circulación será ordenada y segura.

Un tercer cambio notorio deberá ser la presencia de los ciudadanos de los espacios públicos. Salir a las calles a convivir es la vía más poderosa para consolidar el tejido social y recuperar esa seguridad comunitaria en la que todas y todos vemos por los demás. Acudir a ejercitarse, a platicar, a pasear animales de compañía, son actividades que limitan el espacio de acción de la delincuencia y hace que las personas estén atentos a su entorno.

El cuarto aspecto, aunque los niveles de incidencia delictiva disminuyeron notoriamente en la capital del país, es la seguridad, tanto en los hechos como en la percepción, para que podamos entrar a un periodo sostenido de crímenes a la baja. Esto solo puede lograrse con la colaboración y la coordinación de ciudadanía y autoridades, bajo un esquema de corresponsabilidad que tendrá que convertirse en una cultura para que hagamos lo que nos toca en todos los niveles en los que nos relacionamos como parte de esta gran urbe.

Y un quinto elemento de esta nueva ciudad es que sea próxima, tanto de sus ciudadanos que son los que viven (vivimos) el día a día capitalino, como de aquellos satisfactores que nos deben igualar en oportunidades, espacios, desarrollo común en las 16 alcaldías. El acceso a áreas públicas, a satisfactores y a infraestructura que permita una vida en sociedad muy uniforme en todo el territorio de la Ciudad de México. Siempre habrá lugares con mejores condiciones que otros, pero el objetivo debe ser tener una capital equitativa, en donde todos podamos estar juntos sin distinciones. También esto provocará que los capitalinos estemos cerca de nuestra ciudad, a partir de una movilidad más fácil y de un entorno más amable. No creo mucho en las “ciudades de 15 minutos”, en las que todo ese encuentra a ese lapso de distancia, sino más en una ciudad en la que no existan demasiadas diferencias en el nivel de vida entre una y otra parte del territorio.

La próxima ciudad, una disculpa por el juego de palabras, deberá ser una ciudad próxima, abierta y moderna respecto de las enormes necesidades que tiene una metrópoli de 9 millones de habitantes y entre 7 y 8 millones diarios de población flotante. Los rasgos de problemas como la gentrificación o la oferta de vivienda se tienen que resolver por medio de la planeación y una visión a futuro en la que siempre se ponga primero a la comunidad. Así podremos dar ese salto que hemos intentado por varios periodos ya para forjar, juntos, una metrópoli que ofrezca una mejor calidad vida a quienes han pasado su vida aquí y a quienes llegan a ella con la esperanza de un próspero porvenir.