En una mala interpretación de la sociedad capitalina, se quiso convencer de que la Ciudad de México había quedado dividida en dos polos. Incluso, en un acto poco correcto, se intentó definir esos polos por ingreso, educación y hasta por su contribución fiscal. Por supuesto, todo resulto falso.
Y eso ocurrió porque la sociedad capitalina siempre ha sido de avanzada y sus valores están asentados en la solidaridad y en las expectativas de una vida mejor por medio del trabajo y del esfuerzo.
Ahora, ya con una definición mayoritaria, podemos continuar con la consolidación de una Ciudad de México incluyente, de derechos y abierta a todos aquellos que buscan prosperar.
Todavía hay espacio para una mayor apertura y para nuevos derechos ciudadanos que nos mantengan como un ejemplo de políticas públicas que funcionan y pueden replicarse a cualquier otra capital y ciudad de la República.
También para seguir con la construcción de una sociedad corresponsable, tolerante e inteligente.
La capital tiene muchos desafíos, pero la diferencia la ha hecho su gente. Millones de mexicanas y mexicanos migrantes le han dado identidad a la Ciudad de México y por generaciones han aportado los mejores valores y principios, que se replican en todas sus alcaldías.
La realidad es que no somos tan diferentes como nos quisieron hacer creer y tenemos más coincidencias que diferencias. Nos toca edificar sobre estos cimientos y establecer una ciudad equitativa e igualitaria.
Hay mucho por renovar, tecnología que aplicar a procedimientos cotidianos y reforzar la educación orientada a buenos hábitos cívicos.
Nuestros comportamientos respecto al reciclaje, la disposición de la basura, el tránsito vehicular y el uso del transporte público serán claves para lograr una ciudad más amigable.
En paralelo, el desarme de muchos ciudadanos que continúan adquiriendo armas de fuego es fundamental. Los hechos violentos no relacionados con la delincuencia siguen siendo numerosos; así como las agresiones en los hogares en contra de mujeres y menores. Se hizo, y se hace, mucho al respecto, pero podemos reducir aún más la violencia física, verbal y vicaria, para asegurar entornos sociales en paz.
Está también el tema de la reforestación urbana y de la protección al territorio rural de la Ciudad de México. Entre más árboles tengamos será más rápido bajar la temperatura en la capital. Las últimas olas de calor nos deben mover a hacer algo al respecto. Ya no somos un oasis de clima templado y nos hemos insertado en los registros históricos de altas temperaturas y en la lista de ciudades con sequía.
Nuestra participación se vuelve multidimensional y nuestro papel como ciudadanos se amplía. Tendremos que estar a la altura de lo que demanda nuestra capital para que podamos revertir aquello que nos detiene para prosperar y hacer crecer lo que nos hace únicos como capitalinos.
El atractivo de la Ciudad de México está en uno de sus picos y solo seguirá creciendo en el interés de miles de personas que continuarán llegando de todo el mundo para disfrutarla. Mal haríamos en no recibirlos como lo hacemos con todos, con los brazos abiertos. Sin embargo, la gentrificación de colonias completas debe detenerse, sin frenar el desarrollo y las oportunidades de crecimiento profesional y personal. Hay espacio si se administra bien.
La capital está en el inicio de un cambio generacional que alterará el mercado de la vivienda y la industria de servicios en todas las alcaldías, pero la expectativa de vida sigue siendo alta y el buen estado de salud de miles de adultos mayores debe plantear un diseño distinto de la infraestructura urbana, pensado para un número de personas de la tercera edad que se incrementará en los próximos años. Tampoco vendría mal una actualización a las rampas, a la señalización, y a las condiciones de banquetas y pasos para la población discapacitada. Uno de los errores del diseño urbano actual es pensar que solo camina gente en perfectas condiciones físicas por las calles y avenidas.
También hay que prestar atención a parques, jardines y centros deportivos, en donde las niñas y los niños convivan, al igual que las y los jóvenes, que deben abandonar las consolas y los teléfonos móviles para tener actividad física constante, algo que es recomendable a cualquier edad.
Recuperar nuestra presencia en los espacios públicos es un requisito para mantener la percepción de seguridad y, en los hechos, la tranquilidad. Las calles son nuestras y si no las ocupamos nosotros, lo hará la delincuencia.
De esta manera seremos una sola sociedad y estaremos, como hasta ahora, varios pasos adelante en innovación, derechos civiles, tolerancia y ejercicio cívico, todos aspectos de una ciudadanía chilanga que marca pauta y tiene liderazgo nacional.