/ viernes 21 de junio de 2024

OPINIÓN POR JULIO CÉSAR BONILLA GUTIÉRREZ | El juego de la IA: Un nuevo protagonista en el tablero del Estado y el Poder

En la última década, hemos sido testigos de una revolución tecnológica sin precedentes, impulsada por el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Esta tecnología, que antes parecía reservada para la ciencia ficción, ahora forma parte de nuestras vidas diarias, desde asistentes virtuales en nuestros teléfonos hasta sistemas avanzados de diagnóstico médico. Pero más allá de su impacto en la vida cotidiana, la IA está remodelando las estructuras fundamentales del poder y el gobierno, emergiendo como un nuevo y formidable jugador en el tablero del Estado y el poder.

Por lo que hace a la introducción de la IA en la administración pública, esta herramienta promete una serie de mejoras en la eficiencia y efectividad de los servicios gubernamentales o públicos, en general. Los algoritmos de IA pueden analizar grandes volúmenes de datos con una velocidad y precisión que superan, con creces, las capacidades humanas. Esto permite a los gobiernos identificar patrones, predecir tendencias y tomar decisiones informadas con una base empírica sólida.

Un ejemplo claro, es el uso de la IA en la gestión de recursos públicos. Mediante el análisis de datos sobre el uso de infraestructuras, consumo energético, y necesidades de la población, los gobiernos pueden optimizar la distribución de recursos, reducir el desperdicio y mejorar la calidad de los servicios públicos que se ofrecen y proveen a las personas. Además, la IA puede ayudar a identificar y prevenir fraudes, corrupción y otras formas de indebida gestión pública, promoviendo una mayor transparencia y responsabilidad en el sector público.

No obstante, la integración de la IA en el Estado no está exenta de desafíos. La implementación de estas tecnologías requiere una infraestructura robusta y una alfabetización digital adecuada tanto entre los funcionarios como entre los ciudadanos. Además, existe el riesgo de que la dependencia excesiva de la IA pueda llevar a la deshumanización de los servicios públicos, donde las decisiones automatizadas podrían no tener en cuenta el contexto y las necesidades específicas de los individuos.

Ahora bien, por lo que hace a la IA y la reconfiguración del poder político, es preciso visibilizar que este nuevo actor digital, puede y está alterando la dinámica del poder político. Las y los líderes y partidos políticos están adoptando herramientas de IA para diseñar estrategias de campaña más efectivas, analizando datos demográficos, comportamientos de votación y opiniones en redes sociales. Estas herramientas permiten a los políticos dirigirse a segmentos específicos de la población con mensajes personalizados, aumentando así sus posibilidades de éxito electoral.

Sin embargo, esta capacidad de micro-segmentación también plantea preocupaciones sobre la manipulación y la privacidad. La recolección y análisis de grandes cantidades de datos personales pueden llevar a la explotación de vulnerabilidades psicológicas y a la difusión de información falsa o engañosa. Los escándalos de Cambridge Analytica y otras controversias relacionadas han puesto de relieve los peligros de la manipulación de datos en el ámbito político.

Además, por si lo anterior no fuese suficiente, la IA está cambiando la naturaleza del debate público. Los algoritmos que determinan qué contenido se muestra en las redes sociales, de modo indirecto e indebido, pueden influir en la opinión pública de manera significativa. La polarización y la fragmentación del discurso político son fenómenos que, en parte, pueden atribuirse a los filtros burbuja creados por estos algoritmos. Esto plantea preguntas importantes sobre la democracia y el papel de la IA en la formación de una ciudadanía informada y comprometida.

En razón de lo anterior, es preciso entender que, el rápido avance de la IA también ha generado una serie de dilemas éticos y legales. Una de las preocupaciones más urgentes es la cuestión de la responsabilidad. Cuando un sistema de IA toma una decisión errónea o causa daño, ¿quién debe ser responsable? Este es un desafío particularmente complejo en áreas como la conducción autónoma de vehículos, donde los accidentes pueden tener consecuencias fatales.

La IA, adicionalmente, puede perpetuar y amplificar sesgos existentes. Los algoritmos aprenden de los datos históricos, y si esos datos reflejan prejuicios humanos, la IA puede replicarlos e incluso exacerbarlos. Por ejemplo, los sistemas de reconocimiento facial han demostrado tener mayores tasas de error en la identificación de personas de color y mujeres, lo que puede llevar a prácticas discriminatorias en áreas como la seguridad y el empleo.

Para abordar estos desafíos, es esencial desarrollar marcos robustos, legales y éticos que guíen el desarrollo y uso de la IA. Esto incluye la creación de normas y regulaciones claras sobre la recopilación y el uso de datos, la transparencia en los procesos de toma de decisiones automatizados, y mecanismos efectivos de rendición de cuentas. Además, es crucial promover una cultura de ética en la tecnología, donde las personas desarrolladoras y usuarias de IA sean conscientes de las implicaciones sociales y morales de sus creaciones.

A pesar de los numerosos desafíos y riesgos asociados con la IA, esta tecnología también ofrece oportunidades significativas para el bien común. La IA tiene el potencial de resolver algunos de los problemas más apremiantes de la humanidad, desde el cambio climático hasta las enfermedades pandémicas. Los sistemas de IA pueden ayudar a desarrollar soluciones innovadoras para la gestión de recursos naturales, la previsión y mitigación de desastres naturales, y la mejora de la atención médica.

Para que la IA pueda cumplir con este potencial, es esencial que su desarrollo y uso estén guiados por principios de equidad, justicia y responsabilidad. Los gobiernos, las empresas y la sociedad civil deben trabajar juntos para crear un entorno en el que la IA sea una fuerza para el bien común, protegiendo los derechos y la dignidad de todas las personas.

En última instancia, la IA no es solo una tecnología, sino una herramienta poderosa que puede transformar nuestra sociedad de maneras profundas y duraderas. Depende de nosotros, como sociedad, decidir cómo queremos utilizar esta herramienta y qué tipo de futuro queremos construir con ella. Al abordar los desafíos y aprovechar las oportunidades de la IA con sabiduría y ética, podemos asegurar que esta nueva protagonista en el tablero del Estado y el poder juegue un papel positivo y constructivo en el mundo del mañana.

Opinión por Dr. Julio César Bonilla Gutiérrez, Comisionado Ciudadano del INFO CDMX


En la última década, hemos sido testigos de una revolución tecnológica sin precedentes, impulsada por el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Esta tecnología, que antes parecía reservada para la ciencia ficción, ahora forma parte de nuestras vidas diarias, desde asistentes virtuales en nuestros teléfonos hasta sistemas avanzados de diagnóstico médico. Pero más allá de su impacto en la vida cotidiana, la IA está remodelando las estructuras fundamentales del poder y el gobierno, emergiendo como un nuevo y formidable jugador en el tablero del Estado y el poder.

Por lo que hace a la introducción de la IA en la administración pública, esta herramienta promete una serie de mejoras en la eficiencia y efectividad de los servicios gubernamentales o públicos, en general. Los algoritmos de IA pueden analizar grandes volúmenes de datos con una velocidad y precisión que superan, con creces, las capacidades humanas. Esto permite a los gobiernos identificar patrones, predecir tendencias y tomar decisiones informadas con una base empírica sólida.

Un ejemplo claro, es el uso de la IA en la gestión de recursos públicos. Mediante el análisis de datos sobre el uso de infraestructuras, consumo energético, y necesidades de la población, los gobiernos pueden optimizar la distribución de recursos, reducir el desperdicio y mejorar la calidad de los servicios públicos que se ofrecen y proveen a las personas. Además, la IA puede ayudar a identificar y prevenir fraudes, corrupción y otras formas de indebida gestión pública, promoviendo una mayor transparencia y responsabilidad en el sector público.

No obstante, la integración de la IA en el Estado no está exenta de desafíos. La implementación de estas tecnologías requiere una infraestructura robusta y una alfabetización digital adecuada tanto entre los funcionarios como entre los ciudadanos. Además, existe el riesgo de que la dependencia excesiva de la IA pueda llevar a la deshumanización de los servicios públicos, donde las decisiones automatizadas podrían no tener en cuenta el contexto y las necesidades específicas de los individuos.

Ahora bien, por lo que hace a la IA y la reconfiguración del poder político, es preciso visibilizar que este nuevo actor digital, puede y está alterando la dinámica del poder político. Las y los líderes y partidos políticos están adoptando herramientas de IA para diseñar estrategias de campaña más efectivas, analizando datos demográficos, comportamientos de votación y opiniones en redes sociales. Estas herramientas permiten a los políticos dirigirse a segmentos específicos de la población con mensajes personalizados, aumentando así sus posibilidades de éxito electoral.

Sin embargo, esta capacidad de micro-segmentación también plantea preocupaciones sobre la manipulación y la privacidad. La recolección y análisis de grandes cantidades de datos personales pueden llevar a la explotación de vulnerabilidades psicológicas y a la difusión de información falsa o engañosa. Los escándalos de Cambridge Analytica y otras controversias relacionadas han puesto de relieve los peligros de la manipulación de datos en el ámbito político.

Además, por si lo anterior no fuese suficiente, la IA está cambiando la naturaleza del debate público. Los algoritmos que determinan qué contenido se muestra en las redes sociales, de modo indirecto e indebido, pueden influir en la opinión pública de manera significativa. La polarización y la fragmentación del discurso político son fenómenos que, en parte, pueden atribuirse a los filtros burbuja creados por estos algoritmos. Esto plantea preguntas importantes sobre la democracia y el papel de la IA en la formación de una ciudadanía informada y comprometida.

En razón de lo anterior, es preciso entender que, el rápido avance de la IA también ha generado una serie de dilemas éticos y legales. Una de las preocupaciones más urgentes es la cuestión de la responsabilidad. Cuando un sistema de IA toma una decisión errónea o causa daño, ¿quién debe ser responsable? Este es un desafío particularmente complejo en áreas como la conducción autónoma de vehículos, donde los accidentes pueden tener consecuencias fatales.

La IA, adicionalmente, puede perpetuar y amplificar sesgos existentes. Los algoritmos aprenden de los datos históricos, y si esos datos reflejan prejuicios humanos, la IA puede replicarlos e incluso exacerbarlos. Por ejemplo, los sistemas de reconocimiento facial han demostrado tener mayores tasas de error en la identificación de personas de color y mujeres, lo que puede llevar a prácticas discriminatorias en áreas como la seguridad y el empleo.

Para abordar estos desafíos, es esencial desarrollar marcos robustos, legales y éticos que guíen el desarrollo y uso de la IA. Esto incluye la creación de normas y regulaciones claras sobre la recopilación y el uso de datos, la transparencia en los procesos de toma de decisiones automatizados, y mecanismos efectivos de rendición de cuentas. Además, es crucial promover una cultura de ética en la tecnología, donde las personas desarrolladoras y usuarias de IA sean conscientes de las implicaciones sociales y morales de sus creaciones.

A pesar de los numerosos desafíos y riesgos asociados con la IA, esta tecnología también ofrece oportunidades significativas para el bien común. La IA tiene el potencial de resolver algunos de los problemas más apremiantes de la humanidad, desde el cambio climático hasta las enfermedades pandémicas. Los sistemas de IA pueden ayudar a desarrollar soluciones innovadoras para la gestión de recursos naturales, la previsión y mitigación de desastres naturales, y la mejora de la atención médica.

Para que la IA pueda cumplir con este potencial, es esencial que su desarrollo y uso estén guiados por principios de equidad, justicia y responsabilidad. Los gobiernos, las empresas y la sociedad civil deben trabajar juntos para crear un entorno en el que la IA sea una fuerza para el bien común, protegiendo los derechos y la dignidad de todas las personas.

En última instancia, la IA no es solo una tecnología, sino una herramienta poderosa que puede transformar nuestra sociedad de maneras profundas y duraderas. Depende de nosotros, como sociedad, decidir cómo queremos utilizar esta herramienta y qué tipo de futuro queremos construir con ella. Al abordar los desafíos y aprovechar las oportunidades de la IA con sabiduría y ética, podemos asegurar que esta nueva protagonista en el tablero del Estado y el poder juegue un papel positivo y constructivo en el mundo del mañana.

Opinión por Dr. Julio César Bonilla Gutiérrez, Comisionado Ciudadano del INFO CDMX