He notado que el enojo de los conductores de vehículos en México es un tema que domina la vida cotidiana de millones de personas y va creciendo. Desde el caótico tránsito de la Ciudad de México hasta los congestionamientos crónicos en otras ciudades del país, las calles mexicanas son el escenario de un fenómeno alarmante: conductores visiblemente enojados, agresivos e impacientes. Este comportamiento no solo refleja un problema de falta de cultura cívica y hasta de educación, sino que tiene implicaciones profundas para la seguridad pública.
El sexenio pasado el expresidente se dedicó a incrementar la polarización social, ricos contra pobres, clase media contra “el pueblo”, ahora estamos viviendo además de ello la desesperanza de mejores estadios económicos para las familias, debido a un sinfín de circunstancias, el exceso de gasto gubernamental, la falta de seguridad a la inversión privada, Trump y la posibilidad de una crisis anunciada, un sistema educativo deficiente y tendencioso, un sistema de salud insuficiente y de pésima calidad, un país lleno de homicidios y de delincuentes, un gobierno incapaz de poner órden, un sistema de justicia que genera impunidad, la corrupción que sigue siendo la constante en los gobernantes y sus familias, las mentiras de los políticos y su espantoso cinismo. Y en nuestras calles y carreteras, asaltos, baches, mala señalización, basura, falta de cultura vial, anarquía en la que compiten por el espacio, vendedores ambulantes que ocupan parte o la totalidad de las vialidades, un transporte público inseguro, sucio y de mala calidad, con taxis y autobuses sin luces o que parecen arbolitos de navidad, también peatones indolentes, motociclistas que se han convertido en una plaga, ciclistas que sienten que tienen derecho a no respetar el reglamento de tránsito, policías que en lugar de estar cuidándonos, buscan extorsionarnos y un sinúmero de etcéteras.
Una de las razones principales de la frustración de los conductores en México es la pésima calidad de la infraestructura vial. Calles mal diseñadas, semáforos descoordinados, señalización insuficiente y obras públicas interminables que contribuyen al caos diario. El congestionamiento vehicular en ciudades como la Ciudad de México, donde los conductores pasamos en promedio una cuarta perte de nuestro día, atrapados en los traslados, es una fuente constante de estrés, además de volver a la gente improductiva.
La falta de respeto por las normas de tránsito es otro factor importante. Pasarse los semáforos en rojo, invadir carriles exclusivos, bloquear intersecciones y estacionarse en doble fila son prácticas comunes. Esta anarquía en las calles genera un clima de desconfianza y agresividad, ya que cada conductor siente que debe defender su espacio, sin embargo casi nadie en algunas ciudades saben que las glorietas tienen preferencia, solo a manera de ejemplo. Al mas puro ejemplo del Pato Donald el automóvil, que debería ser un medio para la movilidad, se convierte en un espacio donde estas emociones reprimidas encuentran una brutal vía de escape, el aislamiento que proporciona un vehículo permite a los conductores expresar comportamientos agresivos que probablemente evitarían en otro contexto.
En México, la percepción es que las reglas están hechas para romperse. Esta mentalidad no solo afecta el comportamiento vial, sino que también refleja una falta de confianza en las instituciones. Cuando los conductores saben que es poco probable que sean multados, la agresividad aumenta.
El automóvil en México es, además de un medio de transporte, un símbolo de estatus. Los conflictos entre conductores de vehículos de lujo y quienes manejan autos más modestos ponen en evidencia el resentimiento social.
La agresividad en las calles tiene un impacto que va mucho más allá de los accidentes de tránsito. Sus efectos se extienden a la salud mental, la cohesión social y la seguridad pública.
Ansiedad, irritabilidad y hasta depresión son comunes entre los conductores que enfrentan diariamente el caos vial.
Si no se toman medidas, el enojo al volante podría agravar problemas más amplios de seguridad pública en México.
La violencia vial puede escalar fácilmente. Lo que comienza con insultos, puede terminar en agresiones físicas o enfrentamientos armados.
Cuatro cosas que mejorarían este problema: órden en el transporte público, mejora de la infraestructura vial, campañas de educación vial y sanciones efectivas
@FSchutte