Si bien, la producción de Boleros conoció su mejor momento entre las décadas de 1930 y 1950, después de los años 60 surgieron nuevos compositores e intérpretes que no se alinearon a la estupidizante anestesia A-Go-Gó y prefirieron optar por dar continuidad al legado de armonía, melodía, poesía y elegantes estructuras de las inolvidables figuras del romanticismo de la primera mitad del siglo XX.
Entre estas excepciones, surgidas a fines de los 50, acaso vale rescatar la música y la poesía de Álvaro Carrillo, lamentablemente fallecido en el apogeo de su existencia y su moderna producción, dejándonos un legado que ha recorrido el mundo y le ha devuelto a México pergaminos de prestigios perdidos. Mientras tanto, de una etapa de transición, Roberto Cantoral llenó grandes vacíos y básicamente fue Armando Manzanero quien nos recordó con su gran inspiración que el país ha tenido un lugar preponderante en la música en general y especialmente en el Bolero.
En esta terna con carácter de tercia que no la mata ni el póker, existe evidentemente una saludable dosis de recuperación de la enfermedad que nos ha venido aquejando desde los 50. Volvemos a respirar un cambio de aire que nos permite reencontrarnos con la música civilizada y romántica que alegró los sueños de nuestros antepasados.
Dando un salto espectacular de la edad de piedra a la civilización, son éllos y otros honrosos ejemplos excepcionales quienes nos hacen olvidar nuestro remotos orígenes como descendientes del hombre de Java. Momentáneamente, el mexicano pensante siente su reincorporación al mundo civilizado a través de dichas expresiones artísticas que nos devuelven el sentido del romanticismo. Su contenido penetra en la más profunda de nuestras sensibilidades. Algo similar ocurrió desde los años 50 con Roberto Cantoral quien extendió su obra exitosa hasta los años 80, mientras que por 1967 se consolida como una estrella nova, una especie de cuerpo celeste que ilumina las tinieblas de la barbarie musical que nos invade, un joven que trae en su carcaj toda la filosofía y el talento de sus antepasados mayas: Armando Manzanero.
Si bien en 1957 Bobby Capó (Llorando Estoy) y Lucho Gatica (Voy a apagar la Luz) ya le habían grabado sus primeras canciones, Manzanero no figuraba como uno de los artistas de éxito afianzado en aquel entonces; desempeñándose como pianista acompañante y director musical de figuras como Luis Demetrio (su padrino musical), Daniel Riolobos, Carmela y Rafael y Olga Guillot. Sin embargo, a partir de 1967, Manzanero se consolida como el compositor del año a través de dos proyectos sumamente exitosos: El primero fue el disco debut de Carlos Lico como solista, quien convierte en éxito canciones tales como: Tengo, Adoro, No y Esta tarde vi llover. El segundo es el primer disco debut del propio Manzanero producido por Rubén Fuentes para la RCA Víctor mexicana “A mi amor con mi amor”, en donde él mismo interpreta sus canciones, destacando: Mía, Cuando estoy contigo, No, Contigo aprendí, Voy a apagar la luz, Adoro, Felicidad, El Ciego y Aquel señor...
Creador de un lenguaje diferente pero igualmente romántico y dulce, autor de una serie de delicados temas musicales que vienen a revolucionar todo lo que en materia de bolero se había dicho, creador de un lenguaje diferente pero igualmente romántico y dulce y autor de una serie de delicados temas musicales que vienen a revolucionar todo lo que en materia de bolero se había dicho, nada detiene el éxito del incomparable Armando Manzanero, quien en muy pocas semanas se adueñó totalmente de los públicos latinos y norteamericanos. Sus canciones tienen algo peculiar que le dan al bolero sentimientos no explorados. Una fórmula estructural única. Armando tiene la virtud de alejarnos de la mediocridad en la que hemos estado hundidos en una especie de pantano del que ya es muy difícil salir, sin embargo sus canciones nos reconcilian con el buen gusto y su producción continúa creciendo en pleno 2018.
Al igual que grandes compositores del viejo pasado nos llegaron a lo más profundo del alma popular, Álvaro Carrillo, Roberto Cantoral, Armando Manzanero y algunos contemporáneos como Vicente Garrido y Luis Demetrio, en su eterno batallar por las excelencias de la buena música han dejado ya una escuela que mucho ha de servir a una juventud prometedora de buenos augurios.
No podemos dejar de destacar que en la década de 1960 estuvieron presentes también grandes compositores como Arturo Castro, Homero Aguilar, Rubén Fuentes, Fernando Z Maldonado, Abelardo Pulido, José Vaca Flores, Mario de Jesús, Coqui Navarro, Irene Pintor, Ramón Inclán o Sergio Esquivel...
Aquí mi top 10 de éxitos, año tras año en la década de 1960:
1960: Luz y sombra (Rubén Fuentes) - Marco Antonio Muñiz
1961: Escándalo (Rubén Fuentes) - Marco Antonio Muñiz
1962: Noche no te vayas (Roberto Cantoral) - Trío Las Sombras
1963: Entrega total (Abelardo Pulido) - Javier Solís
1964: El día (Luis Demetrio) - Angélica María
1965: La mentira (Álvaro Carrillo) - Pepe Jara
1966: Mi razón (Homero Aguilar) - La Sonora Santanera
1967: No (Armando Manzanero) - Carlos Lico
1968: Somos novios (Armando Manzanero) - Armando Manzanero
1969: Por amor (Rafael Solano) - Marco Antonio Muñiz
Es así, querido bohemio lector, como llegamos al final de nuestra arriesgada cita semanal. Le recuerdo que nada me gusta más que recibir su comentario a mi correo personal: rodrigodelacadena@yahoo.com ¡Escríbame! Yo siempre contesto.
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