Hoy comemos frutas, legumbres y verduras que siguen siendo producidas en el campo. Son fuente de nutrientes y energía que nos regala el milagro de la fertilidad de los suelos agrícolas. Estos suelos son organismos vivos que se fueron formando a través de millones de años por las hojas de los árboles. Desafortunadamente pareciera que estamos empeñados en acabar con ellos. Me refiero al abuso de los plaguicidas tóxicos y de fertilizantes químicos. Pero a lo que me quiero referir en esta ocasión es a la modificación genética de estas especies vegetales que estamos reproduciendo de manera extraordinaria. La demanda mundial de estas frutas, legumbres y verduras es gigantesca y crece día con día. Hoy somos más de 8,120 millones de seres humanos en el planeta, que necesitamos alimentarnos. Este aumento desenfrenado de la demanda de estos productos agrícolas ha generado la utilización de sustancias químicas sintéticas que indebidamente se siguen aplicando en su ciclo de reproducción.
Sabemos que de forma natural las especies vegetales y también las especies animales con el tiempo sufren cambios y modificaciones genéticas. Hemos comprobado esas modificaciones a través de cientos o miles de años, que suceden a través del proceso de “la evolución de las especies” que nos planteó el naturalista británico Charles Darwin en 1859 en su todavía polémica teoría de la evolución biológica por selección natural como “descendencia con modificación”.
Lo que estamos haciendo es algo imperdonable. Me refiero a la contaminación del agua en primer término. Todos los contaminantes atmosféricos que son más de 60 sustancias químicas tóxicas que son vertidas al aire-ambiente, finalmente se depositan en el suelo y en los cuerpos de agua. Esta contaminación química de los acuíferos superficiales, ríos y lagos del mundo que usamos para el riego agrícola aunada a la contaminación del agua con fertilizantes químicos y a decenas de plaguicidas tóxicos hacen que todas estas especies vegetales que consumimos diariamente sufran modificaciones genéticas muy importantes. Cuando cualquier organismo vivo que está expuesto a estas sustancias genotóxicas (que pueden unirse directamente al ADN o actuar indirectamente afectando las enzimas involucradas en la replicación del ADN) de manera permanente, genera un mecanismo de defensa natural que se traduce en mutaciones. Estas mutaciones en los genes que dan el sabor son las que ahora dan como resultado que las fresas y los duraznos no sepan a lo que son. Estos son solo dos ejemplos, pero en realidad todas las frutas han modificado sus sabores originales. Hace dos meses tuve la mala suerte de comprar una sandía en una tienda de conveniencia. Me refiero a la tienda Fresco que se encuentra en el fraccionamiento Milenio III, en la ciudad de Querétaro. Esta dizque sandía tenía un sabor indescriptible, pero claramente tóxico. Aquí un ejemplo de que la Comisión para la Prevención contra Riesgos Sanitarios, simplemente está de adorno.
C, Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C.
Experto en Gestión de Residuos y Cambio Climático
www.carlosalvarezflores.com y Twitter @calvarezflores
