No tiene caso devanarse más los sesos sobre la fórmula que podría o no otorgarle mayoría calificada a Morena en el Congreso de la Unión. El PRI regalará, en los hechos, dicha mayoría al oficialismo, bajo su nueva identidad de partido paraestatal, con “Alito” Moreno a la cabeza.
En sus épocas fuertes y de partido único, el PRI se sirvió de partidos comparsas que simulaban competencia democrática. El Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Popular Socialista (PPS). Después de la reforma política de Jesús Reyes Heroles se crearon partidos para dispersar votos de la izquierda (PRT, PSUM) y la derecha (PDM), y unos adefesios como el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, con un oscuro personaje de gerente, Rafael Aguilar Talamantes.
Conforme se fueron apretando las elecciones y el PRI vio comprometida su mayoría, en los tiempos presidenciales de Miguel de la Madrid, esos partiditos bisagra fueron adquiriendo importancia política real, ya que sus votos comenzaron a tener valor real de intercambio.
Quien refinó la prostitución política fue el Partido Verde Ecologista de México, de Jorge González Torres, seguida por su hijo Jorge Emilio González Martínez, quien heredó una franquicia política muy lucrativa, cuyos volátiles principios lo mismo sirven para apoyar a unos o a otros, de acuerdo al mejor postor, sin conflictos ideológicos internos y en la completa amoralidad.
Derrotado el PRI a niveles casi de extinción, “Alito” Moreno ha decidió sacarle provecho a sus cenizas y convertirlo en una nueva franquicia bisagra la cual le produzca dinero mientras se pueda. Ya dejó entrever que el PRI votaría la reforma judicial, tal y como la ha mandado el Presidente, contradiciendo lo que durante toda la campaña de Xóchitl Gálvez, la coalición opositora postuló.
Es mucho lo que carga “Alito” en materia de presuntos actos de corrupción desde sus tiempos de gobernador de Campeche. Las recientes revelaciones periodísticas de su fortuna personal, que le alcanzan hasta para comprarse una playa, no son gratuitas. Son parte de esa presión para recordarle que, de desafiar al sistema, sería muy fácil deshacerse de él, por lo que lo más práctico será portarse dócil y complaciente ante el régimen.
Que el PRI estaría mejor con sus líderes históricos, lo dudo. Tampoco son el ejemplo de moralidad que la política necesita. El PRI está muerto, sólo que hay quien se está aferrando a lo poquito que queda de él para imitar al PVEM y vender caro su amor.
En el USB…
Esta semana quedó probado que Claudia Sheinbaum será menos complaciente que López Obrador a la hora de enfrentar a Donald Trump.
Aunque fuera producto de una confusión gramatical, la virtual presidenta electa respondió con firmeza ante las groserías del candidato Republicano, a diferencia de la posición blanda de Palacio Nacional, que por alguna razón insospechada sigue encontrando en Trump a un ser “amable y carismático”, “amigo de México”, que acaso está “mal informado”.
No. Trump es un enemigo de México, que desprecia a sus dirigentes, y que finca mucho de su marketing político en denostar lo que somos como país. La migración es su caballito de batalla narrativo y no ha dudado en repetir estupideces como que México vació sus cárceles y manicomios para mandarlos de migrantes a EU, con lo que enardece a sus seguidores menos ilustrados y racistas.