/ viernes 3 de mayo de 2024

¿Crimen pasional? Sofía Bassi pasó cuatro años en prisión por el asesinato de su yerno

El caso Bassi fue uno de los asuntos policiacos que más interesaron en su tiempo en México y en el extranjero

"Mientras la pintora Sofía Bassi -enlutada en sus ropas y atormentada en su conciencia- permanecía tras las rejas, se trenzaban las más variadas hipótesis sobre los móviles del crimen, que acabó con la vida de quien fuera conde de Verona, Italia, Cesare D’Acquarone, su yerno, en residencial zona de Acapulco. Se insistía en 1968 que el caso fue pasional, mientras otras versiones alegaban móviles económicos. Y también se especulaba que la famosa artista encubría a su hija, Clairette, verdadera autora del asesinato.

Nada hacía pensar en la desventura de acaudalada familia, el 3 de enero de 1968, cuando los días transcurrían en paz en el lujoso Fraccionamiento Las Brisas, en el puerto de Acapulco. Pero el infortunio ensombreció aquellos momentos de recreación familiar con un drama que, a ciencia cierta, fue inexplicable.

El misterio es el ingrediente que casi siempre rodea los casos policiacos en tanto no se aclaran y que incluso, algunas de las veces quedan sin resolver.

Sofía Bassi asesinó a su yerno

He aquí la historia de la famosa pintora Sofía Bassi, quien mató a su yerno, el conde Cesare D’Acquarone, noticia que escandalizó a la alta sociedad de aquella época y que dio inicio a una de las investigaciones más controvertidas en nuestro país.

El caso Bassi fue uno de los asuntos policiacos que más interesaron en su tiempo en México y en el extranjero. El extraordinario suceso fue escrito en LA PRENSA por Wilbert Torre y el corresponsal guerrerense Andrés Bustos.

“Crimen de Millonarios...”, podía leerse en un ejemplar de LA PRENSA de la época, edición que sería secundada por amplio despliegue informativo que dio seguimiento de este caso “sesentero”.

“Archivos Secretos de Policía” investigó que la atractiva Sofía Celorio Mendoza, nacida en la ciudad veracruzana General Camerino Z. Mendoza (hermano de su madre), laboraba en el Departamento del Distrito Federal cuando Fernando Casas Alemán era el titular. Sofía era dueña de una belleza que hacía suspirar a decenas de burócratas.

Casas Alemán estaba considerado como fuerte aspirante a la Presidencia de la República, pero Adolfo Ruiz Cortines le ganó la silla y a él le dieron como premio de consolación la embajada de Italia.

Sofía renunció a su empleo y se fue también a ese país. Pasaron los años y nada se supo de la bella Sofía -tan sólo sus familiares- hasta que sorprendió a la sociedad al casarse con el vizconde belga Diericx, con quien procreó dos hijos: Clairette y Hadelin. La niña heredó la belleza de su madre.

Con estudios de Filosofía y gran facilidad para el dibujo y la pintura surrealista, Sofía fue aceptada por el dorado mundo de la nobleza europea, uno de cuyos integrantes, el multimillonario conde italiano Cesare D’Acquarone, se enamoró de Clairette Diericx.

Las pinturas de Sofía cobraron importancia internacional, gracias a una serie de fastuosas exposiciones. Pero un buen día el vizconde Diericx y la bella pintora se separaron. Ella se casó pronto con el italiano Franco Bassi -nacionalizado mexicano- y tuvieron un hijo: Franco Bassi Jr.

En 1960 Clairette y Cesare contrajeron matrimonio en el Distrito Federal. Propietario de una línea aérea alpina, de un castillo, un enorme coto de cacería e inmuebles en varias ciudades italianas, Cesare dedicaba todo su tiempo libre a Clairette, a quien adoraba por su belleza y carácter.

Poco antes de la tragedia de 1968, al partir hacia la ciudad de México, Cesare dijo a sus colaboradores en Italia que estaría de regreso en poco tiempo, que prepararan una gran recepción para celebrar su aniversario de bodas.

El paradisiaco Acapulco y una muerte

El 24 de diciembre de 1967, el conde D’Acquarone y su bella esposa llegaron al puerto de Acapulco y se alojaron en el lujoso Fraccionamiento Las Brisas, precisamente en la quinta Babají, ubicada en Las Palmas 14, frente a las playas de Icacos.

Todo era tranquilidad en las vacaciones de la familia, pero el 3 de enero de 1968, cuando Clairette dormía con ayuda de medicamentos, se escucharon seis detonaciones en la zona de la alberca y el conde se desplomó hacia la piscina, donde quedó sin vida.

Al borde de la alberca, la pintora no reaccionaba. Sostenía en la mano una pistola Walther y gritaba en forma incoherente; su hijo Franco y su esposo la sostuvieron mientras pedían el auxilio de un doctor.

Los Bassi intentaban explicarse lo sucedido. No hubo discusión ni menos violencia previa a los disparos. El niño fue testigo presencial del homicidio y siempre relató lo mismo:

-Mi madre y Cesare platicaban junto a la piscina, bromeaban; mi mami se fue a su cuarto y regresó lentamente, cuando extendió el brazo para entregar una pistola a Cesare sonaron los balazos; yo conozco un poco de mecánica de armas y sé que puede suceder eso, si la pistola es vieja.

Hadelin se encargó de comunicar lo ocurrido a su hermana Clairette, quien desde el principio disculpó a su mamá, aunque se hundió en un estado depresivo del que no se recuperaría hasta mucho tiempo después. Inclusive intentó suicidarse.

Surgieron versiones “extraoficiales”: una: “se le había disparado el arma a la señora Celorio”; otra, que se trataba de un “homicidio con agravantes”, la tercera, que la joven Clairette era la responsable y “estaba siendo protegida por su madre”.

Pero hubo una más: que el conde D’Acquarone acariciaba al niño, que ya habían tenido problemas por eso; que Sofía lo vio desde su cuarto y bajó armada para poner fin a tan insana persecución.

"Se me disparó el arma y después no supe lo que ocurrió", decía Sofía

Sofía, una vez detenida, lloraba inconsolable. Cuando se le permitió hablar, señaló algunos detalles de lo que llamó “accidente”. Wilbert Torre le preguntó:

-¿Acepta usted el delito que se le imputa?

-Sí señor, soy responsable del homicidio de mi yerno Cesare D’Acquarone. Fue algo horrible. Perdí el control de mí misma y realmente no sé qué fue lo que ocurrió.

Añadió:

-Pasábamos un agradable momento familiar y hacíamos planes para próximos paseos. En determinado instante la conversación fue relativa a la cacería, surgiendo bromas en torno a quién era mejor tirador, si el conde D’Acquarone o alguno de los miembros de la familia Bassi, también afectos a los safaris… Le dije a mi yerno que me gustaría aprender a tirar. Entonces el noble italiano respondió que me enseñaría, si le llevaba el arma.

La señora Bassi agregó que estaba sentada junto a la alberca. Se puso de pie y se dirigió al armero. Con la pistola retornó a la piscina, donde el conde seguía sentado, tomando un baño de sol.

La pintora afirmó que llegó junto al italiano y alargó el brazo para entregar la pistola. El conde se puso de rodillas.

-De pronto se escapó un tiro que entró en el cuello de Cesare y en seguida otros cinco disparos, cuatro de los cuales acribillaron al conde y el último se perdió en el jardín.

Sofía Bassi insistió en que no supo cómo pasó todo.

El homicidio ocurrió alrededor de las cuatro de la tarde. En su declaración, Sofía comentó que tenía una nieta de 3 años de edad, Chantal, a quien dejó sin padre por el inesperado suceso de la alberca…

-Se me disparó el arma y después no supe lo que ocurrió -declaró-, no supe cuántas veces oprimí el gatillo. Mi esposo y mi hijo me quitaron el arma y después llamaron a la policía.

Por su parte, Clairette comentó:

-Estoy desecha, he perdido a mi marido, al que adoraba, y mi madre está en la cárcel. Todos sufrimos intensamente; tengan piedad de mí -suplicó a los periodistas.

El niño Franco Bassi reiteró -aunque su declaración no constaba en el expediente-:

-Sonaron los disparos y mi madre se puso histérica, gritaba mucho, pero no se entendía lo que decía. Mi hermano, Hadelin, que era dueño del arma, pocas veces la usaba.

Y Jean Franco Bassi, esposo de la pintora, dijo a Wilbert Torre:

-Son falsas las versiones que se han dado del caso. Repito que fue un desgraciado accidente. Usted puede consultar mi cuenta bancaria, he sido afortunado en los negocios. Tengo una casa en las Lomas de Chapultepec, otra en Las Brisas y otras pertenencias. No necesitábamos cometer un crimen con la intención de hacer fortuna, pues ésta es cuantiosa. Mi esposa mató a mi yerno en un desgraciado accidente.

Se refería a una versión que circulaba en el sentido de que el crimen se cometió para heredar la fortuna del conde italiano.

En cuanto a su reacción al primer disparo repitió:
-Es confuso para mí, todo fue tan rápido, no sé qué reacción tuve, pudo ser histeria, no sé, sólo un doctor puede saber, yo no podría saber lo que sentí.

"La señora Bassi está fingiendo"

Cuando a Sofía le hicieron la obsoleta “prueba de la parafina”, le resultó “positiva” en las palmas de las manos y su defensor, Roberto Palazuelos, explicó los seis balazos:

-El gatillo del arma es suave y la señora es muy fuerte.

Pero el licenciado Alberto Arcaraz Parra, agente auxiliar del Ministerio Público, dijo que Sofía Bassi mató a su yerno sin que en ella actuara un estado de histeria como trataba de demostrarlo:

-Cada vez que oprimió el gatillo tenía intenciones de segar la vida del conde D’Acquarone, porque es absurdo que, quien supuestamente no sabía tirar, haya hecho blanco en cinco ocasiones sobre el cuerpo del conde, en un estado de ofuscación e histerismo.

Agregó que la Walther es una pistola cuyo gatillo es muy duro y se necesita hacer una fuerte presión para que dispare:

-De tal manera que no creo que la señora haya actuado bajo un estado de histeria; se le pudo escapar uno tiro o dos, pero no seis y casi todos sobre el cuerpo del italiano.

Hizo notar también que era imposible que el arma se hubiera disparado repetidamente, a menos que fuera sobre la presión del dedo…

-Hay que vencer el gatillo como si fuera revólver en cada disparo -sentenció.

El fiscal llamó a expertos militares para que realicen un examen de la pistola y el informe que dieron corroboró su teoría.

-Además de que, a confesión de parte y relevo de pruebas, la señora Bassi está fingiendo -agregó.

En respuesta, la defensa presentó al experto tirador Martín Larrañaga, quien ante las autoridades y los abogados demostró que era posible que la pistola del crimen hubiera sido disparada una sola vez y vomitara todas sus balas.

Sofía Bassi, hundida, pero... ¿y el móvil?

El cuerpo de Cesare D’Acquarone presentaba tatuaje de pólvora en algunos de los orificios de bala, lo que permitió al acusador afirmar que los disparos fueron hechos a muy corta distancia.

La embajada de Italia en México, a petición de la madre del conde, la duquesa D’Acquarone, contrató al penalista Ricardo Franco Guzmán, para que vigilara el proceso, pues “no deseaba que se procesara a una inocente, pero tampoco que se dejara en libertad a una culpable”.

La defensa formó un equipo con los famosos penalistas de la época, Andrés Iglesias Baillet, Adolfo Aguilar y Quevedo, Roberto Palazuelos, padre e hijo, así como Manuel Calderón, quienes entablaron un cerrado duelo de tácticas jurídicas.

Pero el acusador no pudo establecer el móvil de lo que para él era un asesinato, y los defensores alegaron circunstancias excluyentes de responsabilidad que tampoco pudieron demostrar.

El 6 de enero de 1968 se comunicó a Sofía Bassi su consignación ante el juez segundo penal, Artemio Arellano Cruz, por el delito de homicidio calificado con las agravantes de traición, ventaja y premeditación, lo que la hacía candidata a una pena de 15 a 30 años de prisión.

El subprocurador Humberto Román Palacios dijo al hacer el anuncio que el peritaje en balística que hicieron el general brigadier Antonio Mejía Castro y el capitán primero de Infantería, José Guillermo Reynoso Gutiérrez, fue determinante.

El informe señalaba que no ocurrió lo que dijo la acusada, que el arma era semiautomática y que era necesario accionar cada vez el gatillo para hacer los disparos y que era bastante duro; había que aplicar fuerza de siete libras…

Sofía Bassi fue sentenciada a 11 años de prisión

Sofía no pudo contenerse y gritó que todo era una infamia:

-Soy inocente, ¿por qué la injusticia?, yo no tenía por qué matarlo, él hacía feliz a mi hija, ¿acaso cree el Ministerio Público que planeé el homicidio? -Y la señora se desmayó.

El armero italiano Eugenio Sacchi declaró que era imposible que de una Walther partieran varios proyectiles sin apretar varias veces el gatillo, “a menos, caso rarísimo, que el diente del enganche del gatillo se hubiera gastado”. No fue el caso.

La defensa iba del disparo único y los seis tiros en serie al trastorno mental transitorio de Sofía, mientras el MP afirmaba que ella estaba fingiendo, y Bassi declaró:

-Parece que quisieran matarme, voy a parecer al mundo como una criminal, estoy ofuscada, quisiera morirme, hubiera deseado morir y no mi yerno.

El abogado Franco Guzmán, representante de los D’Acquarone sorprendió a la defensa al señalar que “la señora Bassi participó en un concurso de tiro al pichón y por lo tanto sí sabe disparar armas de fuego”.

Así pasó el tiempo y por lo menos cuatro jueces fueron cambiados en el proceso: Artemio Arellano Cruz, Rafael Correa Robles, Alberto Nieva Martínez y Hugo Pérez Bautista, quien tuvo a su cargo el expediente en dos épocas distintas.

Y después de un proceso que dio para muchos grandes titulares en las primeras planas de los diarios, finalmente Sofía Bassi fue sentenciada a 11 años de prisión.

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Bassi, en libertad

Encarcelada en Acapulco, convirtió a la prisión del puerto en lugar que visitaron toda clase de personajes. Y allí, en su triste encierro, la Bassi recibió el apoyo de su esposo y sus hijos.

Y se dedicó a pintar una línea de figuras en la que los ojos eran el tema central. Tal vez algo tenían que ver con lo que pasó en la fastuosa residencia de Las Brisas.

Mientras ella pintaba, sus abogados continuaron la batalla legal que finalmente ganaron y que le abrió las puertas de su encierro a sólo cuatro años de la sentencia.

La señora Bassi al recuperar su libertad a mediados de 1972, pasó dos años organizando su archivo hasta conjuntar material y escribir un libro sobre su estancia en la cárcel de Acapulco.

La pintora dijo que un día el juez Arellano Cruz, acompañado de su secretario y del subprocurador Román Palacios, así como de los peritos en balística y un gran número de periodistas y fotógrafos, se dirigió al campo de tiro de la Base Aérea Mexicana, ubicado en el lugar llamado Pie de la Cuesta.

-Martín Larrañaga Márquez, entrenador profesional de tiro, quien estaba preparado para participar en los Juegos Olímpicos de 1968, disparó la pistola homicida a metro y medio contra una silueta de cartón de las que se usan para ejercicios de tiro. Hizo seis disparos. Los proyectiles salieron uno a uno, después de haberse encasquillado el primero. A la misma distancia hizo otros seis disparos. El gatillo se abatió en la segunda detonación y después todos los cartuchos salieron escalonadamente. Larrañaga se colocó a medio metro de la silueta. Al accionar el gatillo se produjo un disparo; al oprimirlo por segunda vez, se ametralló la pistola y salieron cinco proyectiles en ráfaga, exactamente como se había disparado el día del accidente. Aquello era prácticamente mi salvación.

Sofía Celorio Mendoza murió el 12 de septiembre de 1998 a causa de un paro cardiaco. Su cuerpo fue velado en el ovo-sarcófago que ella misma diseñó y pintó para ese fin.

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"Mientras la pintora Sofía Bassi -enlutada en sus ropas y atormentada en su conciencia- permanecía tras las rejas, se trenzaban las más variadas hipótesis sobre los móviles del crimen, que acabó con la vida de quien fuera conde de Verona, Italia, Cesare D’Acquarone, su yerno, en residencial zona de Acapulco. Se insistía en 1968 que el caso fue pasional, mientras otras versiones alegaban móviles económicos. Y también se especulaba que la famosa artista encubría a su hija, Clairette, verdadera autora del asesinato.

Nada hacía pensar en la desventura de acaudalada familia, el 3 de enero de 1968, cuando los días transcurrían en paz en el lujoso Fraccionamiento Las Brisas, en el puerto de Acapulco. Pero el infortunio ensombreció aquellos momentos de recreación familiar con un drama que, a ciencia cierta, fue inexplicable.

El misterio es el ingrediente que casi siempre rodea los casos policiacos en tanto no se aclaran y que incluso, algunas de las veces quedan sin resolver.

Sofía Bassi asesinó a su yerno

He aquí la historia de la famosa pintora Sofía Bassi, quien mató a su yerno, el conde Cesare D’Acquarone, noticia que escandalizó a la alta sociedad de aquella época y que dio inicio a una de las investigaciones más controvertidas en nuestro país.

El caso Bassi fue uno de los asuntos policiacos que más interesaron en su tiempo en México y en el extranjero. El extraordinario suceso fue escrito en LA PRENSA por Wilbert Torre y el corresponsal guerrerense Andrés Bustos.

“Crimen de Millonarios...”, podía leerse en un ejemplar de LA PRENSA de la época, edición que sería secundada por amplio despliegue informativo que dio seguimiento de este caso “sesentero”.

“Archivos Secretos de Policía” investigó que la atractiva Sofía Celorio Mendoza, nacida en la ciudad veracruzana General Camerino Z. Mendoza (hermano de su madre), laboraba en el Departamento del Distrito Federal cuando Fernando Casas Alemán era el titular. Sofía era dueña de una belleza que hacía suspirar a decenas de burócratas.

Casas Alemán estaba considerado como fuerte aspirante a la Presidencia de la República, pero Adolfo Ruiz Cortines le ganó la silla y a él le dieron como premio de consolación la embajada de Italia.

Sofía renunció a su empleo y se fue también a ese país. Pasaron los años y nada se supo de la bella Sofía -tan sólo sus familiares- hasta que sorprendió a la sociedad al casarse con el vizconde belga Diericx, con quien procreó dos hijos: Clairette y Hadelin. La niña heredó la belleza de su madre.

Con estudios de Filosofía y gran facilidad para el dibujo y la pintura surrealista, Sofía fue aceptada por el dorado mundo de la nobleza europea, uno de cuyos integrantes, el multimillonario conde italiano Cesare D’Acquarone, se enamoró de Clairette Diericx.

Las pinturas de Sofía cobraron importancia internacional, gracias a una serie de fastuosas exposiciones. Pero un buen día el vizconde Diericx y la bella pintora se separaron. Ella se casó pronto con el italiano Franco Bassi -nacionalizado mexicano- y tuvieron un hijo: Franco Bassi Jr.

En 1960 Clairette y Cesare contrajeron matrimonio en el Distrito Federal. Propietario de una línea aérea alpina, de un castillo, un enorme coto de cacería e inmuebles en varias ciudades italianas, Cesare dedicaba todo su tiempo libre a Clairette, a quien adoraba por su belleza y carácter.

Poco antes de la tragedia de 1968, al partir hacia la ciudad de México, Cesare dijo a sus colaboradores en Italia que estaría de regreso en poco tiempo, que prepararan una gran recepción para celebrar su aniversario de bodas.

El paradisiaco Acapulco y una muerte

El 24 de diciembre de 1967, el conde D’Acquarone y su bella esposa llegaron al puerto de Acapulco y se alojaron en el lujoso Fraccionamiento Las Brisas, precisamente en la quinta Babají, ubicada en Las Palmas 14, frente a las playas de Icacos.

Todo era tranquilidad en las vacaciones de la familia, pero el 3 de enero de 1968, cuando Clairette dormía con ayuda de medicamentos, se escucharon seis detonaciones en la zona de la alberca y el conde se desplomó hacia la piscina, donde quedó sin vida.

Al borde de la alberca, la pintora no reaccionaba. Sostenía en la mano una pistola Walther y gritaba en forma incoherente; su hijo Franco y su esposo la sostuvieron mientras pedían el auxilio de un doctor.

Los Bassi intentaban explicarse lo sucedido. No hubo discusión ni menos violencia previa a los disparos. El niño fue testigo presencial del homicidio y siempre relató lo mismo:

-Mi madre y Cesare platicaban junto a la piscina, bromeaban; mi mami se fue a su cuarto y regresó lentamente, cuando extendió el brazo para entregar una pistola a Cesare sonaron los balazos; yo conozco un poco de mecánica de armas y sé que puede suceder eso, si la pistola es vieja.

Hadelin se encargó de comunicar lo ocurrido a su hermana Clairette, quien desde el principio disculpó a su mamá, aunque se hundió en un estado depresivo del que no se recuperaría hasta mucho tiempo después. Inclusive intentó suicidarse.

Surgieron versiones “extraoficiales”: una: “se le había disparado el arma a la señora Celorio”; otra, que se trataba de un “homicidio con agravantes”, la tercera, que la joven Clairette era la responsable y “estaba siendo protegida por su madre”.

Pero hubo una más: que el conde D’Acquarone acariciaba al niño, que ya habían tenido problemas por eso; que Sofía lo vio desde su cuarto y bajó armada para poner fin a tan insana persecución.

"Se me disparó el arma y después no supe lo que ocurrió", decía Sofía

Sofía, una vez detenida, lloraba inconsolable. Cuando se le permitió hablar, señaló algunos detalles de lo que llamó “accidente”. Wilbert Torre le preguntó:

-¿Acepta usted el delito que se le imputa?

-Sí señor, soy responsable del homicidio de mi yerno Cesare D’Acquarone. Fue algo horrible. Perdí el control de mí misma y realmente no sé qué fue lo que ocurrió.

Añadió:

-Pasábamos un agradable momento familiar y hacíamos planes para próximos paseos. En determinado instante la conversación fue relativa a la cacería, surgiendo bromas en torno a quién era mejor tirador, si el conde D’Acquarone o alguno de los miembros de la familia Bassi, también afectos a los safaris… Le dije a mi yerno que me gustaría aprender a tirar. Entonces el noble italiano respondió que me enseñaría, si le llevaba el arma.

La señora Bassi agregó que estaba sentada junto a la alberca. Se puso de pie y se dirigió al armero. Con la pistola retornó a la piscina, donde el conde seguía sentado, tomando un baño de sol.

La pintora afirmó que llegó junto al italiano y alargó el brazo para entregar la pistola. El conde se puso de rodillas.

-De pronto se escapó un tiro que entró en el cuello de Cesare y en seguida otros cinco disparos, cuatro de los cuales acribillaron al conde y el último se perdió en el jardín.

Sofía Bassi insistió en que no supo cómo pasó todo.

El homicidio ocurrió alrededor de las cuatro de la tarde. En su declaración, Sofía comentó que tenía una nieta de 3 años de edad, Chantal, a quien dejó sin padre por el inesperado suceso de la alberca…

-Se me disparó el arma y después no supe lo que ocurrió -declaró-, no supe cuántas veces oprimí el gatillo. Mi esposo y mi hijo me quitaron el arma y después llamaron a la policía.

Por su parte, Clairette comentó:

-Estoy desecha, he perdido a mi marido, al que adoraba, y mi madre está en la cárcel. Todos sufrimos intensamente; tengan piedad de mí -suplicó a los periodistas.

El niño Franco Bassi reiteró -aunque su declaración no constaba en el expediente-:

-Sonaron los disparos y mi madre se puso histérica, gritaba mucho, pero no se entendía lo que decía. Mi hermano, Hadelin, que era dueño del arma, pocas veces la usaba.

Y Jean Franco Bassi, esposo de la pintora, dijo a Wilbert Torre:

-Son falsas las versiones que se han dado del caso. Repito que fue un desgraciado accidente. Usted puede consultar mi cuenta bancaria, he sido afortunado en los negocios. Tengo una casa en las Lomas de Chapultepec, otra en Las Brisas y otras pertenencias. No necesitábamos cometer un crimen con la intención de hacer fortuna, pues ésta es cuantiosa. Mi esposa mató a mi yerno en un desgraciado accidente.

Se refería a una versión que circulaba en el sentido de que el crimen se cometió para heredar la fortuna del conde italiano.

En cuanto a su reacción al primer disparo repitió:
-Es confuso para mí, todo fue tan rápido, no sé qué reacción tuve, pudo ser histeria, no sé, sólo un doctor puede saber, yo no podría saber lo que sentí.

"La señora Bassi está fingiendo"

Cuando a Sofía le hicieron la obsoleta “prueba de la parafina”, le resultó “positiva” en las palmas de las manos y su defensor, Roberto Palazuelos, explicó los seis balazos:

-El gatillo del arma es suave y la señora es muy fuerte.

Pero el licenciado Alberto Arcaraz Parra, agente auxiliar del Ministerio Público, dijo que Sofía Bassi mató a su yerno sin que en ella actuara un estado de histeria como trataba de demostrarlo:

-Cada vez que oprimió el gatillo tenía intenciones de segar la vida del conde D’Acquarone, porque es absurdo que, quien supuestamente no sabía tirar, haya hecho blanco en cinco ocasiones sobre el cuerpo del conde, en un estado de ofuscación e histerismo.

Agregó que la Walther es una pistola cuyo gatillo es muy duro y se necesita hacer una fuerte presión para que dispare:

-De tal manera que no creo que la señora haya actuado bajo un estado de histeria; se le pudo escapar uno tiro o dos, pero no seis y casi todos sobre el cuerpo del italiano.

Hizo notar también que era imposible que el arma se hubiera disparado repetidamente, a menos que fuera sobre la presión del dedo…

-Hay que vencer el gatillo como si fuera revólver en cada disparo -sentenció.

El fiscal llamó a expertos militares para que realicen un examen de la pistola y el informe que dieron corroboró su teoría.

-Además de que, a confesión de parte y relevo de pruebas, la señora Bassi está fingiendo -agregó.

En respuesta, la defensa presentó al experto tirador Martín Larrañaga, quien ante las autoridades y los abogados demostró que era posible que la pistola del crimen hubiera sido disparada una sola vez y vomitara todas sus balas.

Sofía Bassi, hundida, pero... ¿y el móvil?

El cuerpo de Cesare D’Acquarone presentaba tatuaje de pólvora en algunos de los orificios de bala, lo que permitió al acusador afirmar que los disparos fueron hechos a muy corta distancia.

La embajada de Italia en México, a petición de la madre del conde, la duquesa D’Acquarone, contrató al penalista Ricardo Franco Guzmán, para que vigilara el proceso, pues “no deseaba que se procesara a una inocente, pero tampoco que se dejara en libertad a una culpable”.

La defensa formó un equipo con los famosos penalistas de la época, Andrés Iglesias Baillet, Adolfo Aguilar y Quevedo, Roberto Palazuelos, padre e hijo, así como Manuel Calderón, quienes entablaron un cerrado duelo de tácticas jurídicas.

Pero el acusador no pudo establecer el móvil de lo que para él era un asesinato, y los defensores alegaron circunstancias excluyentes de responsabilidad que tampoco pudieron demostrar.

El 6 de enero de 1968 se comunicó a Sofía Bassi su consignación ante el juez segundo penal, Artemio Arellano Cruz, por el delito de homicidio calificado con las agravantes de traición, ventaja y premeditación, lo que la hacía candidata a una pena de 15 a 30 años de prisión.

El subprocurador Humberto Román Palacios dijo al hacer el anuncio que el peritaje en balística que hicieron el general brigadier Antonio Mejía Castro y el capitán primero de Infantería, José Guillermo Reynoso Gutiérrez, fue determinante.

El informe señalaba que no ocurrió lo que dijo la acusada, que el arma era semiautomática y que era necesario accionar cada vez el gatillo para hacer los disparos y que era bastante duro; había que aplicar fuerza de siete libras…

Sofía Bassi fue sentenciada a 11 años de prisión

Sofía no pudo contenerse y gritó que todo era una infamia:

-Soy inocente, ¿por qué la injusticia?, yo no tenía por qué matarlo, él hacía feliz a mi hija, ¿acaso cree el Ministerio Público que planeé el homicidio? -Y la señora se desmayó.

El armero italiano Eugenio Sacchi declaró que era imposible que de una Walther partieran varios proyectiles sin apretar varias veces el gatillo, “a menos, caso rarísimo, que el diente del enganche del gatillo se hubiera gastado”. No fue el caso.

La defensa iba del disparo único y los seis tiros en serie al trastorno mental transitorio de Sofía, mientras el MP afirmaba que ella estaba fingiendo, y Bassi declaró:

-Parece que quisieran matarme, voy a parecer al mundo como una criminal, estoy ofuscada, quisiera morirme, hubiera deseado morir y no mi yerno.

El abogado Franco Guzmán, representante de los D’Acquarone sorprendió a la defensa al señalar que “la señora Bassi participó en un concurso de tiro al pichón y por lo tanto sí sabe disparar armas de fuego”.

Así pasó el tiempo y por lo menos cuatro jueces fueron cambiados en el proceso: Artemio Arellano Cruz, Rafael Correa Robles, Alberto Nieva Martínez y Hugo Pérez Bautista, quien tuvo a su cargo el expediente en dos épocas distintas.

Y después de un proceso que dio para muchos grandes titulares en las primeras planas de los diarios, finalmente Sofía Bassi fue sentenciada a 11 años de prisión.

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Bassi, en libertad

Encarcelada en Acapulco, convirtió a la prisión del puerto en lugar que visitaron toda clase de personajes. Y allí, en su triste encierro, la Bassi recibió el apoyo de su esposo y sus hijos.

Y se dedicó a pintar una línea de figuras en la que los ojos eran el tema central. Tal vez algo tenían que ver con lo que pasó en la fastuosa residencia de Las Brisas.

Mientras ella pintaba, sus abogados continuaron la batalla legal que finalmente ganaron y que le abrió las puertas de su encierro a sólo cuatro años de la sentencia.

La señora Bassi al recuperar su libertad a mediados de 1972, pasó dos años organizando su archivo hasta conjuntar material y escribir un libro sobre su estancia en la cárcel de Acapulco.

La pintora dijo que un día el juez Arellano Cruz, acompañado de su secretario y del subprocurador Román Palacios, así como de los peritos en balística y un gran número de periodistas y fotógrafos, se dirigió al campo de tiro de la Base Aérea Mexicana, ubicado en el lugar llamado Pie de la Cuesta.

-Martín Larrañaga Márquez, entrenador profesional de tiro, quien estaba preparado para participar en los Juegos Olímpicos de 1968, disparó la pistola homicida a metro y medio contra una silueta de cartón de las que se usan para ejercicios de tiro. Hizo seis disparos. Los proyectiles salieron uno a uno, después de haberse encasquillado el primero. A la misma distancia hizo otros seis disparos. El gatillo se abatió en la segunda detonación y después todos los cartuchos salieron escalonadamente. Larrañaga se colocó a medio metro de la silueta. Al accionar el gatillo se produjo un disparo; al oprimirlo por segunda vez, se ametralló la pistola y salieron cinco proyectiles en ráfaga, exactamente como se había disparado el día del accidente. Aquello era prácticamente mi salvación.

Sofía Celorio Mendoza murió el 12 de septiembre de 1998 a causa de un paro cardiaco. Su cuerpo fue velado en el ovo-sarcófago que ella misma diseñó y pintó para ese fin.

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